La vida y el ministerio de Jesús
Una misión de misericordia en Judea
UNAS semanas antes, durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén, los judíos habían tratado de matar a Jesús. Por eso él viajó hacia el norte, evidentemente a un punto no muy lejano del mar de Galilea.
Recientemente él ha estado viajando de nuevo hacia el sur, rumbo a Jerusalén, y, de camino, predica en las aldeas de Perea, un distrito al este del río Jordán. Acaba de dar la ilustración acerca del hombre rico y Lázaro. Ahora sigue enseñando a sus discípulos puntos que ya había enseñado mientras estaba en Galilea.
Dice, por ejemplo, que sería más ventajoso para alguien “que le suspendieran del cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar” que el que esa persona hiciera tropezar a uno de los “pequeños” de Dios. También da énfasis a que es necesario perdonar, cuando explica: “Aun si siete veces al día [un hermano] peca contra ti y siete veces vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, tienes que perdonarlo”.
Cuando los discípulos presentan la petición: “Danos más fe”, Jesús contesta: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a este moral: ‘¡Sé desarraigado y plantado en el mar!’, y les obedecería”. Sí, hasta un poco de fe puede lograr mucho.
Después, Jesús relata una situación realista que ilustra la actitud apropiada de un siervo del Dios altísimo. “¿Quién hay de ustedes que tenga un esclavo arando, o cuidando el rebaño —dice Jesús—, que diga a este cuando vuelva del campo: ‘Ven acá en seguida y reclínate a la mesa’? Por el contrario, ¿no le dirá: ‘Prepárame algo para que cene, y ponte un delantal y sírveme hasta que yo haya acabado de comer y beber, y después tú puedes comer y beber’? Él no se sentirá agradecido al esclavo porque este haya hecho las cosas asignadas, ¿verdad? Así también ustedes, cuando hayan hecho todas las cosas que se les hayan asignado, digan: ‘Somos esclavos que no servimos para nada. Lo que hemos hecho es lo que deberíamos haber hecho’.” Así, los siervos de Dios nunca deben pensar que están haciéndole un favor a Dios al servirle. Más bien, siempre deben recordar el privilegio que tienen de adorarlo como miembros de su casa en quienes se confía.
Parece que poco después de dar Jesús estas ilustraciones llega un mensajero. Lo han enviado María y Marta, las hermanas de Lázaro, quienes viven en Betania de Judea. “Señor, ¡mira!, está enfermo aquel a quien le tienes cariño”, dice el mensajero.
Jesús contesta: “Esta enfermedad no tiene la muerte como su objeto, sino que es para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios sea glorificado mediante ella”. Después de permanecer dos días donde se halla, Jesús dice a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea”. Sin embargo, ellos le recuerdan: “Rabí, hace poco procuraban apedrearte los de Judea, ¿y vas allá otra vez?”.
“Hay doce horas de luz del día, ¿no es verdad? —pregunta Jesús al responder—. Si alguien anda en la luz del día no choca contra nada, porque ve la luz de este mundo. Pero si alguien anda de noche, choca contra algo, porque la luz no está en él.”
Parece que lo que Jesús quiere decir es que las “horas del día” —o el plazo que Dios le ha dado para su ministerio terrestre— todavía no han pasado, y nadie puede hacerle daño hasta que pasen. Él tiene que aprovechar el poco tiempo de “luz del día” que le queda, porque después vendrá “la noche”, cuando sus enemigos lo habrán matado.
Jesús añade: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño”.
Los discípulos, obviamente pensando que Lázaro está reposando y que eso es señal clara de que recobrará la salud, responden: “Señor, si está descansando, recobrará la salud”.
Entonces Jesús les dice francamente: “Lázaro ha muerto, y me regocijo, por causa de ustedes, de que yo no haya estado allí, a fin de que ustedes crean. Pero vamos a él”.
Tomás, quien se da cuenta de que Jesús se expone a la muerte en Judea, pero quiere darle apoyo, anima a sus condiscípulos: “Vamos nosotros también, para que muramos con él”. Por eso, arriesgando la vida, los discípulos acompañan a Jesús en su misión de misericordia en Judea. (Lucas 13:22; 17:1-10; Juan 10:22, 31, 40-42; 11:1-16.)
◆ ¿Dónde ha estado predicando Jesús recientemente?
◆ ¿Qué enseñanzas repite Jesús, y qué situación realista describe como ilustración de qué punto?
◆ ¿Qué noticias recibe Jesús, y qué quiere decir por “la luz del día” y “la noche”?
◆ ¿Qué quiere decir Tomás con: ‘Vamos para que muramos con él’?