Punto de vista bíblico
¿Se deben obedecer los Diez Mandamientos?
FUE en el año 1513 a. E.C.a cuando el dedo de Dios los escribió sobre piedra. Desde entonces, los hombres han copiado y difundido los Diez Mandamientos por todo el mundo. Centenares de millones de personas los han leído, y muchos se los saben de memoria. Difícilmente habrá habido otro conjunto de leyes que haya recibido tanta atención. Ahora, en 1988, cuando se cumplen 3.500 años desde que se promulgaron, surge la pregunta: ¿están todavía en vigor los Diez Mandamientos, de manera que deban obedecerse? (Éxodo 20:1-17; 31:18.)
¿Para quiénes eran?
Dios dio los Diez Mandamientos al pueblo conocido como Israel. En sus palabras de apertura, dejó claro que solo se dirigió a esta nación, pues dijo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de esclavos”. Esto muestra que los Diez Mandamientos se concibieron como parte de un código de leyes nacional. (Éxodo 20:2.)
¿Siguieron en vigor para los cristianos?
No obstante, ¿eran los Diez Mandamientos de naturaleza tan universal que seguirían siempre en vigor y aplicarían también a los no israelitas? No. Siglos más tarde, cuando se formó la congregación cristiana, este código de leyes no continuó en vigor. ¿Por qué? Porque la Biblia dice que “Cristo es el fin de la Ley”. (Romanos 10:4.) ¿Qué significa eso?
Para ilustrarlo: allá en 1912 el récord mundial de salto de altura al aire libre era de 2,01 metros. Setenta y cinco años más tarde, en 1987, el récord era de 2,41 metros. Sin embargo, tiene que haber una altura tope a la que un hombre pueda saltar superando un listón apoyado sobre dos postes. En el supuesto de que un campeón llegase a ese límite, terminaría con todos los récords mundiales de salto de altura. Pudiera considerarse “el fin” de esos récords. Ahora bien, ¿cómo aplica esto a los Diez Mandamientos?
Cuando Dios instituyó y dio a los israelitas “la Ley” —que incluía los Diez Mandamientos, además de otras 600 leyes y estatutos—, estableció con ello la meta o norma de perfección definitiva. Por decirlo así, subió el listón al nivel más alto. Esta Ley divina exigía una norma de moralidad tan elevada, que solo un humano perfecto podría alcanzarla. Eclesiastés 7:20 dice: “No hay en la tierra hombre justo que siga haciendo el bien y no peque”.
De manera que el listón —las normas justas de Dios— fue colocado demasiado alto para los israelitas o judíos, que eran imperfectos. ¿Por qué? El apóstol cristiano Pablo explica: “[La ley] fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia [el Mesías o Cristo] a quien se había hecho la promesa”. (Gálatas 3:19.) Mediante la Ley, Dios mostró a los judíos que todos ellos eran transgresores imperfectos, incapaces de alcanzar la meta de ser declarados justos debido a sus propios méritos.
Solo había una persona que podía superar aquel listón: el Mesías o Cristo prometido. Por lo tanto, aquella elevada norma fue puesta ante los judíos como algo a lo que intentar aproximarse mientras esperaban que el “Campeón” definitivo, el Mesías, la superase de una vez para siempre.
“Conduce a Cristo”
En armonía con esto, Pablo continúa diciendo en el tercer capítulo de Gálatas, Gál 3 versículo 24: “Por consiguiente, la Ley ha llegado a ser nuestro tutor que nos conduce a Cristo, para que se nos declarara justos debido a fe [en él]”. En tiempos bíblicos, un tutor era quien acompañaba al niño hasta su maestro, y también podía instruirlo y disciplinarlo.
De esta manera, tanto los Diez Mandamientos como el resto de la Ley prepararían a los judíos para la llegada del Mesías y los guiarían hacia él. Cuando Jesús vino, vivió entre ellos y murió habiendo sido perfectamente obediente a aquella Ley, llegó a ser “el fin de la Ley”. Entonces, por decirlo así, Dios retiró aquel listón y les ofreció algo mejor. Ahora, por fin, “como dádiva gratuita”, podían ser ‘declarados justos mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús’. (Romanos 3:24.)
Pablo también dice: “No están bajo ley, sino bajo bondad inmerecida”, y: “Si se les conduce por espíritu, no están bajo ley”. (Romanos 6:14; Gálatas 5:18.)
Lo que sí debería obedecerse
Ahora bien, puesto que los cristianos no están “bajo ley”, ¿están entonces libres de toda clase de restricción moral? De ninguna manera. Como mostró Pablo, los cristianos están siendo conducidos por el espíritu santo de Dios, y este no conduce a nadie al pecado. Por el contrario, les insta a permanecer alejados de pecados que también prohibían los Diez Mandamientos. Por ejemplo: si usted lee 1 Corintios 6:9, 10, encontrará varias leyes cristianas que son similares a algunos de los Diez Mandamientos. Estas son las prohibiciones contra la idolatría, el adulterio, el robo, y la avidez.
Cristo también resumió el viejo código de la Ley, el cual incluía los Diez Mandamientos, en estos dos preceptos: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” y: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39.) Si usted se esfuerza por obedecerlos, pidiendo perdón cuando no lo consigue, y ejerce fe en el rescate de Cristo, obtendrá bondad inmerecida de parte de Dios y su aprobación para vivir por toda la eternidad. (2 Tesalonicenses 2:16.)
[Nota a pie de página]
a Para más detalle, véase el libro Ayuda para entender la Biblia, publicado por la Sociedad Watch Tower, páginas 373 y 374.