Gobernación humana en la balanza
¿Es realmente necesario un gobierno?
ANARQUÍA: Ausencia de gobierno. Estado de una colectividad en la que no existe autoridad y cuyos miembros preconizan la absoluta libertad del individuo.
EL FILÓSOFO griego Aristóteles dijo que todos los tipos de gobierno son por naturaleza inestables y transitorios. En opinión de cierto escritor, Aristóteles también afirmó que “la estabilidad de todos los regímenes se ve alterada por el poder corrosivo del tiempo”.
En vista de este hecho, no sorprende que algunas personas hayan abogado por no tener ningún tipo de gobierno en absoluto o, por tener el mínimo posible. Pero abogar por ‘la ausencia de gobierno’ en realidad equivale a pedir anarquía, término tomado de una palabra griega que significa “sin jefe”.
Aunque no fue sino hasta 1840, hace exactamente ciento cincuenta años, cuando Pierre-Joseph Proudhon, escritor francés de temas políticos, utilizó la palabra “anarquía”, la filosofía del anarquismo ya la había esbozado con claridad doscientos años antes el inglés Gerrard Winstanley. Como se explica en The New Encyclopædia Britannica, “Winstanley expuso lo que después se convertiría en los principios básicos de la anarquía: el poder corrompe; la propiedad es incompatible con la libertad; la autoridad y la propiedad son las que engendran el crimen; y solo en una sociedad sin gobernantes, en la que se comparta el trabajo y su producto, es posible que los hombres sean libres y felices, no mediante actuar según unas leyes impuestas desde arriba, sino según su propia conciencia”.
No obstante, ¿no nos enseña la experiencia que para que un grupo de personas funcione necesita estar organizado? Como explica The World Book Encyclopedia, “desde los tiempos más remotos toda sociedad ha tenido como parte vital algún tipo de gobierno”, y añade que “cada grupo de personas —desde una familia hasta una nación— tiene reglas de conducta que gobiernan la vida de sus miembros”. ¿De qué otra forma podría llevar a cabo sus propósitos para el beneficio de todas las personas que lo componen?
Por eso, la mayoría de las personas en seguida aceptan la idea de que ciertas instituciones tienen un derecho legítimo de ejercer autoridad y de tomar decisiones para el bien común. Si no hubiese ningún gobierno que tomase las decisiones para la comunidad, cada persona seguiría los dictados de su propia conciencia, como dijo Winstanley. ¿Se promovería así la unidad? O, ¿no es más probable que cada persona tendiese a buscar sus propios intereses, a menudo en perjuicio de los derechos igualmente legítimos de otros?
Los intentos de anarquía que se han llevado a cabo no han logrado mejorar la suerte de la humanidad. El esfuerzo de los terroristas del siglo XX por desestabilizar la sociedad, por destruir lo que a su modo de ver les está destruyendo a ellos, tampoco lo han conseguido.
En pocas palabras, ‘la ausencia de gobierno’ invita al caos. Por lo tanto, la cuestión no radica en qué es mejor, si ‘gobierno o ausencia de gobierno’, sino en ‘¿qué clase de gobierno producirá los mejores resultados?’.
El origen de la gobernación humana
El modelo original establecido para el hombre en el jardín de Edén hace más de seis mil años fue una gobernación divina. El Creador recalcó que el hombre dependía de Él y de Su forma de dirigir los asuntos, tal como lo expresó más tarde un principio bíblico: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) O como reza un proverbio chino: “Sin la ayuda del Cielo el hombre no puede dar un paso”.
Sin embargo, la primera pareja humana no pensó así. Optaron por obrar “sin la ayuda del Cielo”, y por eso más tarde se vieron obligados a marcharse del paraíso que Dios les había dado. Con el tiempo, a medida que la familia humana crecía, también aumentó la necesidad de disponer de normas gubernamentales que asegurasen la paz y el orden dentro de este colectivo. Una vez rechazada la gobernación de Dios, la única alternativa para llenar ese vacío fue la gobernación humana. (Génesis 3:1-5.)
Todos iguales... pero diferentes
Desde este comienzo poco propicio, la gobernación humana ha adoptado muchas formas. Todos los gobiernos, tanto los muy sencillos como los extremadamente complejos, tienen ciertas similitudes. Veamos algunas de ellas:
Atienden las necesidades de sus súbditos. El gobierno que deja de hacerlo pierde su legitimidad.
Dictan un código de conducta, que si no es acatado por sus súbditos, resulta en castigo. Este código consta de reglas y leyes, así como de tradiciones desarrolladas en el transcurso de los siglos. La mayoría de los ciudadanos lo obedecen, ya sea porque disciernen los beneficios que se derivan de hacerlo, piensan que es ‘lo que hay que hacer’, se sienten presionados por los que les rodean o tan solo porque de no hacerlo serán castigados.
Prestan servicios legislativos, ejecutivos y judiciales a través de algún tipo de organización. Se dictan leyes, se administra justicia y se aplican las normas.
Mantienen fuertes lazos económicos con el mundo del comercio.
Suelen aliarse con alguna forma de religión, de forma más o menos estrecha. Lo hacen para conceder cierta legitimidad a su gobernación —‘la bendición del cielo’— que de otra forma no tendría.
Por supuesto, hay diferentes clases de gobiernos. Los expertos en ciencias políticas los clasifican de diversas maneras. A este respecto, The New Encyclopædia Britannica explica: “Existe la distinción clásica entre gobiernos según la cantidad de gobernantes: el que es ejercido por un solo hombre (monarquía o tiranía), por una minoría (aristocracia u oligarquía), o por la mayoría (democracia)”.
A veces los gobiernos se clasifican según sus instituciones más importantes (parlamentarismo, gobierno de un gabinete), según sus principios básicos de autoridad política (tradicional, carismático), según su estructura económica, o según su uso o abuso del poder. “Aunque ninguno de estos principios de análisis abarca todo aspecto —comenta esta obra de referencia—, cada uno tiene cierta validez.”
No obstante, sin importar cómo los clasifiquemos, es esencial recordar que todas las formas de gobernación humana sin excepción están ahora en la balanza. Esto tendrá consecuencias trascendentales para nosotros.
[Comentario en la página 6]
El apóstol Pablo dijo sobre todas las autoridades gubernamentales que han regido hasta el tiempo actual: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores”. (Romanos 13:1, 7.) De modo que los cristianos que acatan la dirección de la Biblia, obedecen a conciencia todas las leyes del país en que viven, a menos que se les pida que quebranten las leyes de Dios, que son supremas
[Fotografía en la página 7]
El gobierno es necesario para impedir el caos, tal como lo es el control del tráfico