‘Bronce sonante o címbalo estruendoso’
¿Quién quisiera que lo consideraran mucho ruido y poca sustancia? “Si [...] no tengo amor —dice el apóstol Pablo—, he venido a ser un pedazo de bronce sonante o un címbalo estruendoso.” (1 Corintios 13:1.) Pablo acababa de dar énfasis a lo necesario de usar para beneficio de la entera congregación cristiana los dones especiales recibidos mediante el espíritu de Dios. Si faltaba amor, el orgullo y la arrogancia pudieran hacer que el cristiano se asemejara a un ruido fuerte, cortante, ensordecedor, que alejara a otros en vez de atraerlos. (Véase 1 Corintios 12:4-9, 19-26.)
Entendemos fácilmente la idea de un címbalo que hiciera un estruendo cerca de nosotros, pero ¿qué hay de la otra ilustración de Pablo: “un pedazo de bronce sonante” (griego: kjal·kós e·kjón)? Algunos han vertido esto “un metal que resuena” (Versión Popular) y “un gong que resuena” (Nuevo Testamento, J. M. González Ruiz). William Harris, en un artículo en Biblical Archaeology Review, señala que e·kjón viene de la misma raíz de donde se deriva la palabra española “eco”, y por eso encierra la idea de hacer eco o resonar. Sin embargo, también dice: “El nombre chalkos se usa para describir una gran variedad de objetos hechos de la aleación de cobre y estaño llamada bronce: armadura, cuchillos, calderas, espejos, dinero y hasta tabletas. Pero no hay prueba de que esa palabra se use para referirse a un instrumento musical”. Entonces, ¿qué sugerencia da él?
Remite a un libro por Vitruvio, un arquitecto que vivía en el primer siglo a.E.C. Vitruvio escribió sobre el problema de proyectar la voz en teatros construidos de ciertos materiales como el mármol y dijo que se usaban aparatos especiales para hacer eco llamados e·kjeí·a. Estos eran vasijas resonantes hechas de bronce que se colocaban en cierto arreglo en la parte trasera de un anfiteatro con el fin de amplificar y proyectar el sonido. Algunas de estas se llevaron a Roma de un teatro saqueado de Corinto unos cien años antes de que Pablo escribiera su carta a la congregación corintia.
Se nos dice que Platón mencionó que una vasija de bronce sonaba y resonaba, como ciertos oradores que no tenían nada sustancioso que decir. Esto concuerda con la expresión de Shakespeare de que “la vasija vacía es la que más suena”. Pablo pudo haber tenido presente una idea similar cuando habló de los que daban gran importancia a sus dones especiales pero que carecían del don más sublime de todos... el amor. Estos armaban mucho ruido, pero no tenían verdadera sustancia. Eran como el ruido áspero y discordante más bien que un sonido atractivo y agradable. ¿Qué hay de usted? ¿Son motivados sus hechos y dichos por el amor, o es usted ‘bronce resonante o címbalo estruendoso’?