COLECTA
Cerca del año 55 E.C., Pablo escribió a los corintios desde Éfeso lo siguiente: “Ahora bien, respecto a la colecta que es para los santos: así como di órdenes a las congregaciones de Galacia, háganlo de esa manera ustedes también”. (1Co 16:1, 2.) La palabra griega lo·guí·a (colecta) se usaba por lo menos desde el siglo III a. E.C., pero en la Biblia solo aparece en estos dos versículos.
La selección de términos que hace Pablo indica que la colecta no debía ser de alimento ni de ropa, sino de dinero, y al decir “la colecta”, muestra que era una colecta especial que los corintios ya conocían. Las instrucciones de Pablo solo tenían que ver con el procedimiento de esta. Tenía que ser privada, cada uno “en su propia casa”, y voluntaria, según cada uno ‘fuera prosperando’, tal como se hacía en “las congregaciones de Galacia”. (1Co 16:1, 2.)
Las “órdenes” que Pablo daba no eran mandatos arbitrarios u obligatorios, sino que obedecían a su calidad de encargado y supervisor de este programa de ayuda que afectaba a varias congregaciones. (1Co 16:1.) El apóstol y otros cristianos habían planeado con cuidado dicho programa. Además de preocuparse de las necesidades espirituales de las congregaciones, Pablo siempre tenía presentes las necesidades físicas de los cristianos pobres, y parece ser que esta colecta estaba destinada sobre todo a los cristianos de Judea, que para aquel tiempo estaban sometidos a fuertes presiones. (Gál 2:10.) En otros lugares Pablo alude a esta colecta con expresiones como “una contribución a los pobres de los santos que están en Jerusalén” (Ro 15:26), el “ministerio que es para los santos” (2Co 9:1), “su liberal dádiva previamente prometida”, “este servicio público” (2Co 9:5, 12) y “dádivas de misericordia” (Hch 24:17). Este interés amoroso por las necesidades de los compañeros creyentes era una de las marcas identificadoras del cristianismo del primer siglo. (Jn 13:35; véase CONTRIBUCIÓN.)