‘No se apesadumbren como los demás’
¿HA OBSERVADO alguna vez una flor doblegada después de sobrevivir a una tormenta? En cierto modo es una escena conmovedora, pues es posible que el aguacero haya hecho correr a buscar abrigo a muchos animales y personas, creaciones mucho más fuertes que una flor. No obstante, la flor se mantuvo en su sitio, arraigada, encarando la furia del vendaval. Ahora aquí está, intacta, doblegada, pero entera, haciendo gala de una fuerza que contrasta con su delicada apariencia. Es posible que se pregunte admirado si recobrará el vigor y levantará de nuevo su hermosa cabeza hacia el cielo.
El caso de la gente es muy parecido. En estos tiempos problemáticos nos enfrentamos a todo tipo de tormentas. Las dificultades económicas, la depresión, la mala salud y la pérdida de seres queridos se cuentan entre las tempestades que todos afrontamos tarde o temprano, y a veces no podemos evitarlas, tal como la flor no puede desarraigarse para buscar cobijo. Es conmovedor observar a personas aparentemente frágiles evidenciar una fuerza sorprendente y aguantar tales embestidas. ¿Cómo lo hacen? La clave suele ser la fe. Santiago, el medio hermano de Jesucristo, escribió: “Ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento”. (Santiago 1:3, Versión Popular.)
Otra clave es la esperanza. Por ejemplo, cuando la muerte azota a un ser querido, la esperanza puede hacer la situación muy diferente para los supervivientes. El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Tesalónica: “No queremos que estén en ignorancia respecto a los que están durmiendo en la muerte; para que no se apesadumbren ustedes como lo hacen también los demás que no tienen esperanza”. (1 Tesalonicenses 4:13.) Aunque a los cristianos les aflige la muerte, existe una diferencia. Tienen conocimiento exacto de la condición de los muertos y de la esperanza de la resurrección. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.)
Este conocimiento les da esperanza, y esa esperanza mitiga gradualmente su aflicción. Los ayuda, entre otras cosas, a aguantar. Con el tiempo, pueden levantar la cabeza de la aflicción, como la flor después de la tormenta, y volver a hallar gozo y satisfacción en la vida.