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Disciplina que puede dar fruto pacíficoLa Atalaya 1988 | 15 de abril
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En los escritos del apóstol Juan hallamos consejo similar que recalca hasta qué grado hemos de evitar a tales personas: “Todo el que se adelanta y no permanece en la enseñanza del Cristo no tiene a Dios [...] Si alguno viene a ustedes y no trae esta enseñanza, nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo. Porque el que le dice un saludo [griego: kjái·ro] es partícipe en sus obras inicuas”a. (2 Juan 9-11.)
9, 10. a) En Israel, ¿qué les pasaba a los que violaban la Ley y no se arrepentían, y por qué? b) ¿Qué debemos pensar del arreglo moderno respecto a los que son expulsados por no arrepentirse de su pecado? (2 Pedro 2:20-22.)
9 ¿Por qué es apropiado adoptar una postura tan firme aun hoy? Pues bien, reflexione sobre el severo cortamiento del trato que se mandaba en la Ley de Dios a Israel. Con relación a varios asuntos serios, los violadores voluntariosos eran ejecutados. (Levítico 20:10; Números 15:30, 31.) Cuando eso sucedía, otras personas, aunque fueran parientes, ya no podían hablar con el violador de la ley, que estaría muerto. (Levítico 19:1-4; Deuteronomio 13:1-5; 17:1-7.) Aunque los israelitas leales de aquel tiempo eran humanos normales con emociones como las nuestras, sabían que Dios es justo y amoroso y que su Ley protegía la limpieza moral y espiritual de ellos. Por eso, podían concordar en que Su arreglo para cortar de la congregación a los malhechores era fundamentalmente bueno y apropiado. (Job 34:10-12.)
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Disciplina que puede dar fruto pacíficoLa Atalaya 1988 | 15 de abril
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a Aquí Juan usó kjái·ro, que era un saludo como “buenos días” u “hola”. (Hechos 15:23; Mateo 28:9.) No usó a·spá·zo·mai (como en el 2Jn versículo 13), que significa “abrazar, y así saludar, dar la bienvenida” y que quizás haya dado a entender un saludo muy afectuoso, hasta con un abrazo. (Lucas 10:4; 11:43; Hechos 20:1, 37; 1 Tesalonicenses 5:26.) Por eso, la indicación de Juan en 2 Juan 11 bien pudiera significar no decir siquiera “hola” a tales personas. Véase La Atalaya del 15 de julio de 1985, página 31.
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