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“¡Babilonia la Grande ha caído!”Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y salió sangre del lagar hasta la altura de los frenos de los caballos, por una distancia de mil seiscientos estadios.” (Revelación 14:19, 20.)
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“¡Babilonia la Grande ha caído!”Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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En la visión, el pisoteo lo efectúan caballos, porque la sangre que sale de la vid llega hasta “los frenos de los caballos”. Puesto que el término “caballos” por lo general se refiere a operaciones de guerra, este debe ser un tiempo de guerra. Se dice que los ejércitos de los cielos que siguen a Jesús a la guerra final contra el sistema de cosas de Satanás pisan “el lagar de vino de la cólera de la ira de Dios el Todopoderoso”. (Revelación 19:11-16.) Está claro que estos son los que pisan la vid de la tierra. El lagar es “pisado [...] fuera de la ciudad”, es decir, fuera de la Sión celestial. Ciertamente es apropiado que la vid de la tierra sea pisada en la Tierra. Pero también será ‘pisada fuera de la ciudad’ por el hecho de que no le ocurrirá ningún daño a los que quedan de la descendencia de la mujer, que representan en la Tierra a la Sión celestial. Estos, junto con la gran muchedumbre, serán escondidos con seguridad dentro del arreglo de organización de Jehová en la Tierra. (Isaías 26:20, 21.)
29. ¿Qué profundidad tiene la sangre que fluye del lagar, hasta dónde se extiende, y qué indica todo esto?
29 Esta vívida visión tiene un paralelo en la trituración de los reinos de la Tierra por la piedra del Reino descrita en Daniel 2:34, 44. Habrá un exterminio. El río de sangre que fluye del lagar tiene gran profundidad, hasta los frenos de los caballos, y se extiende por una distancia de 1.600 estadiosa. Esta enorme cifra, producida multiplicando el cuadrado de cuatro por el cuadrado de diez (4 x 4 x 10 x 10), comunica enfáticamente el mensaje de que por toda la Tierra habrá evidencia de la destrucción. (Isaías 66:15, 16.) La destrucción será completa e irreversible. ¡Jamás, nunca jamás, podrá arraigarse de nuevo la vid de la tierra de Satanás! (Salmo 83:17, 18.)
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