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Los últimos días de Jesús en la TierraLa Atalaya 1998 | 15 de marzo
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11 de Nisán
Temprano por la mañana, Jesús y sus discípulos ya están cruzando el monte de los Olivos camino a Jerusalén. Cuando llegan al templo, los sacerdotes principales y los ancianos no tardan en desafiar a Jesús. Recuerdan bien lo que hizo a los cambistas y comerciantes en el templo. Sus enemigos preguntan con malevolencia: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?”. “Yo, también, les preguntaré una cosa —responde Jesús—. Si me la dicen, yo también les diré con qué autoridad hago estas cosas: El bautismo por Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” Los opositores consultan entre sí en voz baja, razonando: “Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’. Sin embargo, si decimos: ‘De los hombres’, tenemos la muchedumbre a quien temer, porque todos tienen a Juan por profeta”. Perplejos, contestan débilmente: “No sabemos”. Jesús responde con calma: “Tampoco les digo yo con qué autoridad hago estas cosas” (Mateo 21:23-27).
Los enemigos de Jesús tratan ahora de entramparlo logrando que diga algo por lo cual puedan hacer que se le arreste. “¿Es lícito —preguntan— pagar la capitación a César, o no?” “Muéstrenme la moneda de la capitación”, replica Jesús, y pregunta: “¿De quién es esta imagen e inscripción?”. “De César”, responden. Jesús los deja frustrados al decir con claridad a oídos de todos los presentes: “Por lo tanto, paguen a César las cosas de César, pero a Dios las cosas de Dios” (Mateo 22:15-22).
Habiendo silenciado a sus enemigos con una argumentación irrefutable, Jesús pasa a la ofensiva ante las muchedumbres y sus discípulos. Escúchele denunciar sin temor a los escribas y fariseos. “No hagan conforme a los hechos de ellos —advierte—, porque dicen y no hacen.” Pronuncia con denuedo una serie de ayes sobre ellos y los denuncia como guías ciegos e hipócritas. “Serpientes, prole de víboras —dice Jesús—, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?” (Mateo 23:1-33.)
El que Jesús haga estas duras denuncias no significa que pase por alto las cualidades positivas de otras personas. Más tarde, ve a la gente echando dinero en las alcancías del templo. ¡Qué conmovedor es observar a una viuda necesitada dar todo su medio de vida: dos monedas pequeñas de muy poco valor! Enternecido, Jesús señala que, de hecho, ella ha dado mucho más que todos los que han echado grandes contribuciones “de lo que les sobra”. En su honda compasión, Jesús concede gran valor al esfuerzo de quien hace todo lo que está a su alcance (Lucas 21:1-4).
Jesús ahora sale del templo por última vez. Algunos de sus discípulos comentan sobre la magnificencia de este, que está “adornado de piedras hermosas y cosas dedicadas”. Para la sorpresa de ellos, Jesús declara: “Vendrán los días en que no se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada” (Lucas 21:5, 6). Mientras salen de la atestada ciudad siguiendo a Jesús, los apóstoles se preguntan qué habrá querido decir con estas palabras.
Pues bien, un poco más tarde, Jesús y sus apóstoles se sientan y disfrutan de la paz y tranquilidad del monte de los Olivos. Mientras contemplan la magnífica vista de Jerusalén y el templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés procuran que Jesús les aclare su asombrosa predicción. “Dinos —solicitan—: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mateo 24:3; Marcos 13:3, 4.)
En respuesta, el Gran Maestro da una profecía verdaderamente notable. Vaticina guerras a gran escala, terremotos, escaseces de alimento y plagas. Además, predice que las buenas nuevas del Reino se predicarán por toda la Tierra. “Entonces —advierte— habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” (Mateo 24:7, 14, 21; Lucas 21:10, 11.)
Los cuatro apóstoles escuchan atentamente mientras Jesús explica otras facetas de ‘la señal de su presencia’. Recalca la necesidad de ‘mantenerse alerta’. ¿Por qué? “Porque —dice— no saben en qué día viene su Señor.” (Mateo 24:42; Marcos 13:33, 35, 37.)
Este ha sido un día inolvidable para Jesús y sus apóstoles. Es, de hecho, el último día del ministerio público de Jesús antes de su arresto, juicio y ejecución. Puesto que se hace tarde, regresan a la cercana Betania, situada al otro lado de la colina.
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Los últimos días de Jesús en la TierraLa Atalaya 1998 | 15 de marzo
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11 Martes En Jerusalén, enseña en el 105 a 112,
templo con ilustraciones; párr. 1
condena a los fariseos;
observa la contribución de
la viuda; da la señal de su
presencia futura
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