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“¡Hay que evacuar la isla ahora mismo!”¡Despertad! 1987 | 8 de julio
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“¡Hay que evacuar la isla ahora mismo!”
Un éxodo de diez mil personas en una sola noche
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Japón
“¡HAY que evacuar la isla ahora mismo! ¡Inmediatamente!” A los hombres y mujeres de edad avanzada que estaban en el asilo de ancianos de la ciudad de Oshima se les dijo que, en vista de la erupción del monte Mihara el 21 de noviembre de 1986, tenían que refugiarse en una escuela primaria. Aunque el personal del asilo había estado preparado para la evacuación desde que el volcán había dado señales de erupción unos cuantos días antes, la violenta erupción de aquella tarde fue tan repentina que no les resultó fácil huir.
“Ni siquiera pudimos pensar en las camillas que habíamos preparado”, explica Kazuko, un miembro del personal de dicha institución. “Llevamos a los ancianos en brazos o sobre las espaldas hasta los dos autobuses que el ayuntamiento nos había enviado. Se llenaron enseguida, y algunas personas tuvieron que ser transportadas en camión a un lugar de refugio.”
Poco después, los ancianos llegaron al puerto y se les subió a bordo de un barco de la Maritime Safety Agency a fin de evacuar la isla. Ellos fueron de los primeros en partir. A continuación, tuvo lugar la evacuación de más de diez mil isleños y turistas.
Movimientos sísmicos y erupciones
El monte Mihara, en la isla de Izu Oshima —generalmente llamada Oshima—, es uno de los cuatro volcanes activos de Japón que están bajo estricta vigilancia. La actividad de este volcán solía ser benigna. Sin embargo, el 15 de noviembre de 1986, solo dos semanas después de que la Conferencia Coordinadora para la Predicción de Erupciones Volcánicas declarase que no representaba peligro alguno, el Mihara hizo erupción. Las erupciones producidas en el cráter número 1 se hicieron cada vez más violentas. (Véase el mapa de la página 6.) La lava empezó a desbordarse por encima del labio interior de este cráter y a derramarse en la caldera del volcán. Entonces, el día 21, una erupción inesperada sobresaltó a los isleños. Se formó un nuevo cráter. Luego, se abrieron fisuras en el suelo que también hicieron erupción, produciendo fuentes de fuego que alcanzaron más de cien metros (trescientos treinta pies) de altura. Empezaron a salir más fuentes de fuego a medida que se abrían nuevas fisuras en el flanco de la montaña.
Las personas, que ya estaban aterrorizadas por las erupciones, también se sobresaltaron ante los terremotos. En el plazo de una hora, la isla se vio sacudida por 80 movimientos sísmicos. La lava empezó a desbordarse por encima del labio exterior del cráter y bajó serpenteando en dirección a Motomachi, la zona más poblada de Oshima. Al ver descender la corriente de lava hacia Motomachi, el alcalde, Hidemasa Uemura, se vio obligado a ordenar la evacuación de la zona de Motomachi. En esos momentos se consideraba que la parte sur de la isla, la zona de Habu, ofrecía seguridad.
‘Una nube en forma de hongo como la de una bomba atómica’
“Estábamos tomando té —recuerda Jiro Nishimura, el único anciano de la congregación de los testigos de Jehová de Izu-Oshima—, cuando una gran explosión sacudió el aire. Cuando salí, vi sobre el monte Mihara una nube en forma de hongo como la de una bomba atómica. Me di cuenta de que no se trataba de una erupción de poca importancia. Pude oír que algo se decía por los altavoces del ayuntamiento, pero como no me fue posible oír el anuncio con claridad, llamé al ayuntamiento. Me dijeron que todavía no se había dado la orden de evacuación a los habitantes de la zona de Motomachi. Sabía que necesitaríamos comer algo, de modo que le pedí a mi esposa que hirviera un poco de arroz y preparase albóndigas de arroz. Pero ni siquiera había terminado de comer la primera albóndiga, cuando se dio la orden de evacuación.
”Cinco de nosotros, incluyendo la madre de mi esposa, que cuenta noventa años de edad, huimos al aparcamiento del Puerto de Motomachi. Había una cola de personas esperando embarcar y evacuar la isla. La cola era larga, pero puesto que la madre de mi esposa era muy mayor y no podía caminar sola, se nos permitió embarcar en uno de los primeros barcos con destino a Atami.”
Para algunos no fue fácil dejar aquella isla a la que se sentían tan apegados. Por ejemplo, Kichijiro Okamura, que a sus ochenta y cuatro años practicaba la acupuntura en el asilo de ancianos de la ciudad de Oshima, llevaba viviendo cuarenta años en la isla. ¿Cuál fue su reacción? Él mismo la explica: “Los temblores de tierra eran muy fuertes, pero pensaba que no pasaría nada, y quería esperar unos cuantos días para ver lo que iba a suceder. Estoy acostumbrado a las erupciones volcánicas y a los movimientos sísmicos. No me preocupé demasiado porque estaba seguro de que con el tiempo toda aquella actividad volcánica disminuiría. Pero los bomberos me asieron contra mi voluntad y me hicieron partir. Tuve que darme por vencido”. Okamura partió con su esposa, Yoshie, sus dos hijas y cuatro nietos.
Se da la orden de evacuar toda la isla
Al principio, la corriente de lava solo amenazó la parte septentrional de la isla. Algunas de las personas que vivían en la zona de Motomachi fueron transportadas a la zona de Habu. A los habitantes de la parte meridional de la isla solo se les dijo que se reunieran en gimnasios o escuelas.
“Únicamente tenía dos mantas y esta bolsa”, dice Kaoko Hirakawa, quien se refugió en el gimnasio de Nomashi a las cinco de la tarde. “Creí que solo sería para esa noche.” Su marido, Rinzo, pensó en sus padres, que estaban enfermos y vivían cerca del nuevo cráter. Preocupados, fueron en automóvil a buscarlos. “Los temblores eran tan fuertes —relata Rinzo— que parecía que estábamos en un barco. En cuanto terminamos de meter a mis padres en el automóvil, el suelo hizo erupción a solo unos kilómetros de su casa.” Lograron llegar al gimnasio de Nomashi, pero después se les dijo que fueran a Habu.
A las 10.50 de la noche, el alcalde de la ciudad ordenó que se evacuara toda la isla. “Nos refugiamos en la Third Junior High School de Habu —explica la señora Tamaoki— y luego se nos dijo que fuésemos andando hasta el puerto. Sin embargo, el puerto de Habu no es lo suficientemente profundo como para que entren barcos grandes, de modo que, finalmente, tuvimos que ir en un autobús a Motomachi, donde embarcamos hacia Tokio.”
El éxodo de más de diez mil isleños y turistas quedó completo para las 5.55 de la mañana del día 22 de noviembre, cuando el alcalde y los funcionarios subieron a bordo del último barco para los evacuados. Cinco horas después de la erupción principal, ya se había completado la evacuación de la isla de Izu Oshima. En general, todo funcionó sin asperezas y ordenadamente, lo cual honra a los funcionarios municipales, a la compañía naviera que envió barcos a Oshima para efectuar la evacuación y a la buena cooperación de los isleños. Salvo raras excepciones, todos obedecieron con prontitud la orden de evacuación. Únicamente permanecieron en Izu Oshima unos cuantos centenares de policías, bomberos y demás personal, además de unas pocas personas que se negaron a evacuar la isla.
Pero ¿dónde se establecieron los evacuados? ¿Quién iba a cuidar de ellos? ¿Cómo les fue a los testigos de Jehová de la isla?
[Fotografía en la página 4]
“Los bomberos me asieron contra mi voluntad y me hicieron partir”
[Mapas en la página 6]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Oshima
Aeropuerto
Okata
Kitanoyama
Motomachi
Corriente de lava
Cráter 2
Erupciones
Cráter 1
Labio exterior del cráter
Nomashi
Monte Mihara
Sashikiji
Port Habu
[Mapa]
Ebina
Atami
Ito
Tokio
Oshima
Monte Mihara
Inatori
Shimoda
Sakurajima
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Sin hogar... ¡pero vivos!¡Despertad! 1987 | 8 de julio
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Sin hogar... ¡pero vivos!
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Japón
DURANTE la noche del 21 de noviembre, llegaron a los puertos situados a lo largo de la costa de la península de Izu los primeros barcos cargados de evacuados. Después, se decidió enviar a estas personas a Tokio, pues Oshima está bajo la jurisdicción del gobierno metropolitano de aquella ciudad. Dicho gobierno metropolitano, junto con el gobierno nacional, tomó la iniciativa de organizar la asistencia a los evacuados. Los testigos de Jehová de las zonas de Izu y de Tokio, así como los de la sucursal —situada en Ebina City, a solo unos ochenta kilómetros (cincuenta millas) de distancia del monte Mihara—, también organizaron la ayuda a los damnificados.
A medida que los informes del acontecimiento interrumpían los programas regulares de televisión, los testigos de Jehová que vivían en las inmediaciones se preocuparon por sus hermanos espirituales de la isla. Nobumasa Obata y otros Testigos de la congregación Ito se pusieron en contacto con los Testigos de la zona de Izu y se organizaron para recibir a los evacuados. A las 6.30 de la tarde de ese mismo día ya había Testigos en todos los puertos de la península de Izu y en Atami, listos para recibir a sus hermanos de Oshima.
Cuando Jiro Nishimura y otros cuatro Testigos llegaron a Atami alrededor de las 10.00 de esa noche, los Testigos de Atami los recibieron con las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en la mano. En vista de que las autoridades gubernamentales todavía no habían decidido lo que iban a hacer, se permitió que los evacuados se quedaran con quien deseasen. Se dirigieron a Yugawara, donde el hijo de Nishimura es un anciano de la congregación local. El apartamento en el que se establecieron se convirtió en un centro de enlace para los evacuados de la congregación de Oshima.
A las 8.00 de la mañana siguiente, el comité de la sucursal de la Sociedad Watch Tower de Ebina decidió enviar inmediatamente dos representantes a la zona de Izu y otros dos a la zona de Tokio para organizar la asistencia a los evacuados.
Mientras los representantes de la sucursal consideraban con Nishimura cómo atender las labores de socorro, llegó Mitsuo Shiozaki con suministros de parte de su congregación de Numazu. Los evacuados apreciaron mucho la ropa que les distribuyó, pues muchos no tenían más que la que llevaban puesta cuando dejaron la isla. También aceptaron con agradecimiento el alimento que les había traído.
Se designaron comités de socorro en Izu y Tokio para distribuir los fondos que necesitasen los miembros de la congregación de Oshima. Tales comités también velaban por sus necesidades espirituales.
Asistencia a los evacuados que llegaron a Tokio
A las 9.55 de la noche del 21 de noviembre, después que algunos barcos ya habían zarpado con evacuados hacia diferentes ciudades de la península de Izu, el gobernador de Tokio ordenó que todos fueran llevados a dicha ciudad. A Yoshio Nakamura, anciano de la congregación Mita (Tokio) de los testigos de Jehová, se le pidió que organizase allí las labores de socorro. El apartamento de Nakamura se convirtió en el centro para la asistencia a los evacuados.
Nakamura pidió a algunos miembros de su congregación y de la congregación Shinagawa que le acompañasen. Diez de ellos partieron del apartamento de Nakamura alrededor de las 2.00 de la madrugada del sábado y se dirigieron a los muelles donde estaba prevista la llegada de los barcos procedentes de Oshima. Los hermanos llevaban letreros que decían: “Miembros de la congregación de Oshima de los testigos de Jehová, sírvanse ponerse en contacto con nosotros”.
Estuvieron caminando de un lado a otro entre los dos muelles a los que llegaban los barcos hasta que llegó el último. Para entonces eran ya más de las 10.00 de la mañana del sábado. Algunos testigos de Jehová de la congregación Chuo también fueron a otro muelle donde llegaban barcos procedentes de Oshima. Como no sabían a bordo de qué barco irían sus compañeros de creencia, los Testigos de Tokio trataron de recibir a todos los barcos que llegaban a Tokio.
“Los testigos de Jehová —recuerda Kazuyuki Kawashima— fueron los únicos representantes de un grupo religioso que fueron al muelle a recibir a sus compañeros de creencia. Únicamente otro grupo recibió a los evacuados: el gremio de maestros.”
Para la noche del sábado, miembros de las congregaciones Mita y Shinagawa habían reunido voluntariamente ropas y otras provisiones para distribución inmediata entre sus hermanos espirituales de Oshima. Los Testigos cargaron todo ello en una camioneta y fueron a los refugios donde habían sido alojados los Testigos evacuados. Los Testigos de Oshima, así como otros que no eran Testigos, se beneficiaron de dichas provisiones.
Animados por el interés de otros
Un Testigo evacuado relató: “Cuando partimos de Oshima, no sabíamos adónde íbamos. No obstante, al bajar del barco divisamos un letrero que decía: ‘Testigos de Jehová’. ¡Imagínese lo sorprendidos y conmovidos que nos sentimos! A mi esposa se le saltaban las lágrimas al ver que nuestros hermanos habían venido al muelle a recibirnos.
”Apenas acabamos de instalarnos en el Sports Hall de Koto Ward y de telefonear al hermano Nakamura, cuando llegaron los representantes de la sucursal para animarnos. Fue algo que realmente nos conmovió; no podíamos encontrar palabras para expresar nuestro agradecimiento.”
Durante la semana, los miembros del comité de socorro visitaron todos los refugios en los que estaban alojados los Testigos y se preocuparon de que a ninguno de sus compañeros de creencia les faltara nada. Vieron que los Testigos evacuados estaban siendo bien atendidos por las congregaciones locales. Algunos de los estudiantes de la Biblia estaban invitados cada día a comer en casa de los Testigos locales, y agradecieron mucho esas muestras de bondad por parte de Testigos a los que, antes de este desastre, ni siquiera conocían.
Esta evacuación tuvo éxito porque se dieron las advertencias apropiadas y porque la gente les prestó atención. Pero toda la humanidad se encara a un peligro mucho mayor que se aproxima con gran rapidez. Actualmente se está advirtiendo a las personas y se les está mostrando la manera de escapar con vida de este peligro que se avecina. ¿Hará usted caso de dicha advertencia?
[Fotografía en la página 7]
Jiro Nishimura localizando el paradero de compañeros de creenciaa
[Nota a pie de página]
a Este testigo de Jehová, que era muy querido, murió en febrero de 1987.
[Fotografías en la página 8]
Mitsuo Shiozaki distribuye provisiones de socorro
Muchos evacuados durmieron en los fríos suelos de gimnasios
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¿Hará usted caso de las advertencias acerca de un desastre inminente?¡Despertad! 1987 | 8 de julio
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¿Hará usted caso de las advertencias acerca de un desastre inminente?
ALGUNOS desastres naturales pueden causar trastornos en la vida de la gente; otros producen muchas víctimas y daños materiales. De todos modos, ese tipo de desastres suele afectar a solo una pequeña parte de la Tierra y de su población en un momento dado. En cambio, nuestra generación se encara a un desastre de enormes proporciones que abarcará a toda la Tierra y afectará a toda la humanidad.
No, no se trata de una guerra nuclear entre las superpotencias, aunque este sería un desastre terrible. Más bien, estamos hablando del propósito expreso de Dios de eliminar toda la maldad de la faz de la Tierra.
En su profecía tocante a la conclusión del sistema de cosas, Jesús habló del alcance de este desastre: “Entonces habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría”. (Mateo 24:3, 21, 22.)
Salvaron la vida
Jesús comparó este desastre mundial a una calamidad global anterior, el diluvio del día de Noé: “Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre”. (Mateo 24:37.) La Biblia dice que antes del Diluvio “la maldad del hombre abundaba en la tierra, y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo”. De modo que Jehová dijo: “Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que he creado”. (Génesis 6:5-8.)
Acerca de Noé, leemos en Hebreos 11:7: “Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa”. Noé, su esposa, sus hijos y las respectivas esposas de estos fueron conservados con vida a través del Diluvio.
No obstante, en aquel tiempo nadie más hizo caso de la advertencia que se dio. Según las palabras de Jesús, las personas de aquellos días anteriores al Diluvio “estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos”. (Mateo 24:38, 39.)
En los días de Lot, Dios tomó la determinación de exterminar a los habitantes de Sodoma y Gomorra debido a su crasa inmoralidad. Pero ellos siguieron ‘comiendo y bebiendo, comprando y vendiendo, plantando y edificando’ como si no fuera a suceder nada. Aunque Lot advirtió del peligro a sus futuros yernos, ‘a sus ojos parecía como hombre que bromeaba’. Sin embargo, Dios hizo descender fuego y azufre de los cielos y los destruyó a todos. Lot y sus hijas obedecieron la advertencia y salvaron la vida. (Lucas 17:28, 29; Génesis 19:12-17, 24.)
Advertencia en el día de Jesús
En el día de Jesús, el pueblo judío había rechazado la Palabra de Dios, anteponiendo sus propias tradiciones, y también rechazó al Hijo de Dios como el Cristo o Mesías. Dios resolvió ejecutar su juicio contra ese pueblo y contra su gloriosa ciudad de Jerusalén por medio de los ejércitos romanos. Jesús advirtió de ello y les dijo a sus discípulos cómo podrían escapar de ese juicio:
“Cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, como se habló de ella por medio de Daniel el profeta, de pie en un lugar santo [...], entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas.” Y: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella; porque estos son días para hacer justicia, para que se cumplan todas las cosas que están escritas”. (Mateo 24:15, 16; Lucas 21:20, 21.) Sería una ocasión para que las personas actuasen con urgencia, no perdiendo tiempo ni siquiera para poner a buen recaudo sus posesiones materiales. Jesús dijo: “El que esté sobre la azotea no baje para sacar los efectos de su casa; y el que esté en el campo no vuelva a la casa a recoger su prenda de vestir exterior”. (Mateo 24:17, 18.)
En el año 66 E.C., en cumplimiento de la profecía de Jesús, Jerusalén se vio cercada por las tropas romanas bajo el mando de Cestio Galo. Los romanos estaban socavando el muro del templo, por lo que se encontraban de pie en el lugar santo de los judíos y eran una cosa repugnante a sus ojos. La señal de advertencia estaba ahí, pero no había oportunidad de huir. Entonces, inesperadamente, Cestio Galo retiró sus tropas. Los cristianos empezaron a huir a las montañas. En cambio, la mayoría de las personas se quedaron en la ciudad, y otros judíos continuaron visitándola para celebrar sus fiestas religiosas.
En el año 70 E.C., cuando la ciudad estaba atestada de celebrantes de la Pascua, los ejércitos romanos bajo el mando del general Tito regresaron con resolución y sitiaron Jerusalén. Con el tiempo, abrieron brecha en los muros, destruyeron el templo y toda la ciudad, y, según el historiador Josefo, 1.100.000 personas murieron y 97.000 sobrevivientes fueron vendidos como esclavos a Egipto y a otras naciones. Eso fue lo que les sucedió a los que no hicieron caso de la advertencia de Jesús. Los que huyeron de la ciudad, como Jesús había mandado, salvaron la vida.
Haga caso ahora de la advertencia
La profecía de Jesús, según se registra en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, iba a tener un cumplimiento mayor. Recuerde que Jesús también estaba respondiendo a la pregunta de sus apóstoles concerniente a la señal de su presencia, presencia que la Biblia asocia con el fin de un entero sistema de cosas mundial. (Daniel 2:44; Mateo 24:3, 21.) Jesús explicó que su regreso o presencia, que iba a ser invisible, se distinguiría por una señal que incluiría acontecimientos tales como guerras, escaseces de alimento, terremotos, pestes, aumento del desafuero, persecución de sus discípulos, angustia de naciones y hombres que desmayarían por el temor y la expectación de las cosas que vendrían sobre la tierra habitada. (Mateo 24:7, 8, 12; Lucas 21:10, 11, 25, 26.)
¿Quién puede negar que la generación que comenzó en el tiempo de la I Guerra Mundial haya experimentado un incremento de todos esos dolores de angustia? A fin de que las personas entendieran el significado de estas cosas, Jesús profetizó: “Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. (Mateo 24:14.) Los testigos de Jehová han predicado celosamente estas buenas nuevas del Reino en más de doscientos países y en unos doscientos idiomas diferentes, advirtiendo a las personas de la inminente ejecución del juicio de Dios. Con respecto a los que verían el comienzo de los dolores de angustia, que empezaron con la I Guerra Mundial, Jesús declaró: “De ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”. (Mateo 24:34.)
Hoy hacer caso de la advertencia de Jesús no significa huir a montañas literales o escapar a otra zona de la Tierra, sino volverse al Dios verdadero, Jehová, y aprender acerca de su provisión para la conservación de la vida. Estos dos objetivos podrá alcanzarlos si se pone en contacto con los que están dando esta advertencia, los testigos de Jehová, les invita a que estudien la Biblia con usted y se asocia con ellos.
Si el hacer caso de las advertencias fue vital para unos diez mil japoneses que escaparon con vida de la destrucción ocasionada por un volcán, ¡cuánto más vital es que actuemos ahora para recibir la protección de Jehová durante la destrucción mundial que acontecerá en este tiempo del fin!
[Ilustración en la página 10]
Por hacer caso de las advertencias, Lot y sus hijas escaparon de la destrucción
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