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¿Pueden salvarse nuestras selvas?¡Despertad! 2003 | 22 de junio
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¿Pueden salvarse nuestras selvas?
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN BOLIVIA
EL VALLE cubierto de bosque tropical nubosoa que posee Ramiro en las estribaciones de los Andes es uno de los pocos lugares de esta región sudamericana donde todavía se conservan árboles centenarios. En los alrededores, el paisaje carece de vegetación. Los científicos del mundo entero que acuden a este enclave natural para estudiar la flora y la fauna ya han descubierto varias especies nuevas. Ramiro, muy preocupado por la conservación del medio ambiente, asegura: “En mi bosque no se talará ni un solo árbol”.
Por otro lado, en las tierras bajas de la cuenca del Amazonas hallamos a Roberto, quien tiene a su cargo 5.600 kilómetros cuadrados de selva. Este silvicultor, dedicado a la tala y venta de madera del trópico, también está muy interesado en la protección de los bosques tropicales. “Es posible obtener madera sin acabar con la biodiversidad”, sostiene con firmeza.
Pese a que sus circunstancias difieren, tanto a Ramiro como a Roberto les inquieta profundamente el futuro de las selvas. Y no son, ni mucho menos, los únicos. En las últimas décadas, estos bosques tropicales se han reducido a una velocidad alarmante debido a la explotación descontrolada.
“¿No estarán exagerando? —tal vez se pregunte alguien—. Al fin y al cabo, en el pasado se deforestó gran parte de los bosques de las zonas templadas del planeta, casi siempre con fines agrícolas. Así que, ¿por qué alarmarse si en el trópico ocurre ahora lo mismo?” Lo cierto es que existen diferencias fundamentales. Por ejemplo, el suelo selvático generalmente es muy poco fértil y no apto para el cultivo. Además, la biodiversidad de los bosques tropicales es mucho mayor; de hecho, perderla perjudica a la humanidad entera.
El precio de la deforestación
Estas masas forestales albergan más de la mitad de las especies de organismos vivos del mundo: desde el mono araña hasta el tigre y desde los musgos poco comunes hasta las orquídeas, sin olvidarnos de las serpientes, las ranas, las mariposas raras, los loros y un largo etcétera imposible de enumerar.
Son muchas las criaturas que medran en los numerosos tipos de bosque tropical, como los bosques nubosos de lento crecimiento, las tupidas selvas en las que apenas penetra la luz, los bosques secos y los bosques abiertos. Con todo, la mayoría de las personas jamás han estado en un bosque tropical, como tal vez sea el caso del lector. ¿Por qué, pues, debería preocuparnos este tema?
La conservación de las selvas es crucial para nosotros, pues muchas de las plantas que cultivamos con fines alimenticios y comerciales dependen, en cierto sentido, de sus antepasados silvestres, que todavía crecen en las zonas selváticas. En algunos casos, estas variedades se emplean para producir plantas más resistentes a las enfermedades y las plagas. Por consiguiente, la diversidad genética de las variedades silvestres es esencial.
Además, los investigadores extraen continuamente productos de los bosques del trópico. Por ejemplo, muchos medicamentos que utilizamos en la actualidad se han obtenido de plantas tropicales. La biodiversidad de las selvas suele compararse a una biblioteca natural en la que la mayoría de los “libros” aún están por abrirse.
Un frágil ecosistema
El ecosistema de los bosques tropicales húmedos es frágil y extremadamente complejo. Los miles de formas de vida presentes son interdependientes. Por ejemplo, casi todas las plantas dependen de determinadas aves, insectos u otros animales para su polinización y la diseminación de sus semillas. En un intrincado ciclo de vida, el bosque recicla eficazmente todos los seres vivos que alberga, como plantas, insectos y microorganismos. Lo sorprendente es que este complejo ecosistema suele hallarse en un suelo de ínfima calidad. Si el bosque desaparece, será difícil —o quizá imposible— recuperarlo.
Mucha gente se gana la vida gracias a los bosques tropicales. Su importancia comercial no estriba únicamente en su valor científico y turístico, sino en los productos que ofrece, como madera, frutos secos, miel, palmitos, caucho y resina. Con todo, las selvas desaparecen a un ritmo alarmante. No hay consenso en cuanto a las cifras, pero algo es indiscutible: los bosques están desapareciendo con rapidez.
Lo más lamentable de todo es que esta pérdida no conlleva casi ningún beneficio permanente. Es cierto que muchos bosques han sido convertidos en pastizales para el ganado, pero poco después, la tierra deja de producir, y se abandona. Según los datos disponibles, tal ha sido el destino de 165.000 kilómetros cuadrados de selva amazónica brasileña.
¿Qué esperanza hay para las selvas y todas las formas de vida que albergan? Ramiro, Roberto y muchos como ellos luchan por proteger la selva del comercio internacional, la superpoblación, la caza y la tala furtivas, así como la captura de animales con propósitos comerciales. Ahora bien, ¿cuáles son las verdaderas causas de la deforestación? ¿Existe alguna forma de utilizar los vastos recursos de las selvas sin destruirlas?
[Nota]
a Un bosque nuboso, o selva de montaña, es un bosque lluvioso a más de 1.000 metros de altitud.
[Comentario de la página 3]
La mayoría de las especies del mundo animal viven en los bosques tropicales, así como una inmensa variedad de plantas
[Ilustraciones de las páginas 4 y 5]
Las empresas madereras y los caminos que estas abren a través de la maleza pueden destruir las selvas
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¿Podemos beneficiarnos de las selvas sin destruirlas?¡Despertad! 2003 | 22 de junio
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¿Podemos beneficiarnos de las selvas sin destruirlas?
¿CREE que la industria maderera tiene derecho a borrar del mapa las selvas? Es probable que su respuesta sea un rotundo no. Sin embargo, algunos ecologistas aseguran que muchos de los que responden de tal modo en realidad deberían decir que sí, pues adquieren muebles fabricados con la atractiva y popular madera tropical que se extrae de la selva virgen, no de las plantaciones.
La tala suele considerarse sinónimo de deforestación y, de hecho, muchos bosques desaparecen por ese motivo. No obstante, parece que algunas explotaciones han producido un daño mínimo. ¿Puede el ecosistema selvático sobrevivir a la tala de árboles? Analicemos en primer lugar por qué esta práctica puede destruir un bosque.
Cómo se destruyen la flora y la fauna selváticas debido a la tala
Imagínese la siguiente escena: varias excavadoras se abren camino a través del bosque. En poco tiempo entran en acción las motosierras de los leñadores. Como la empresa maderera solo dispone de un breve permiso, a los operarios se les ha ordenado talar todo lo que tenga valor comercial. Al caer, los árboles dañan o destrozan otros árboles cercanos con los que están unidos mediante lianas. Entonces vienen a llevarse los troncos pesados vehículos de tracción de oruga, que arrasan la densa vegetación y compactan la delgada capa de suelo hasta dejarla prácticamente inservible.
Los empleados de las compañías madereras, que suelen comer más carne que los lugareños, rastrean el bosque en busca de caza y a menudo matan más animales de los que necesitan. Los caminos recién abiertos exponen una región hasta ahora inaccesible. Los cazadores armados ya pueden entrar con sus vehículos para acabar con la vida que queda. Algunos capturan aves y otros animales pequeños para venderlos como mascotas, negocio que genera cuantiosas sumas de dinero. Luego llegan miles de personas sin tierra en busca de una oportunidad de ganarse la vida. Sus métodos agrícolas de tala y quema destruyen los árboles restantes, por lo que las fuertes lluvias no tardan en erosionar la fina capa de suelo.
En efecto, el bosque ha muerto. La tala fue solo el primer paso. Ahora bien, ¿es siempre tan destructiva la explotación de las selvas?
Tala de bajo impacto
En los últimos años ha resurgido el interés por la tala de bajo impacto y la gestión forestal sostenible. El objetivo es extraer madera con el mínimo daño posible al ecosistema, de modo que la masa forestal pueda recuperarse y al cabo de unas décadas haya otra generación de árboles lista para su comercialización. Ante la presión de los ecologistas, algunos empresarios aseguran en su publicidad que la madera que venden se ha obtenido de explotaciones sostenibles y que hay certificados que lo avalan. Veamos en qué consiste la tala de bajo impacto.
Un silvicultor, junto con sus ayudantes, se abre paso a través de la maleza. Este es solo uno de los grupos que tal vez pasen seis meses en la jungla confeccionando un inventario forestal. La empresa maderera tiene una concesión a largo plazo, de modo que los empleados disponen de tiempo para realizar un censo cuyo propósito final es la conservación del bosque para su posterior explotación.
El silvicultor identifica las especies y marca los árboles con un número de registro. Hay cientos de variedades, de modo que se requiere gran pericia. Para el siguiente paso, sin embargo, se precisa el uso de la tecnología moderna.
Datos como el tamaño del árbol, la especie y el número de registro se introducen en un aparato de bolsillo comunicado con los satélites del sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés). Entonces se pulsa una tecla, y al instante todos los datos, incluida la posición exacta, se transmiten a una computadora situada en una bulliciosa y lejana ciudad.
Posteriormente, el director de la explotación imprime un mapa con todos los árboles valiosos que hay y decide, siguiendo la normativa oficial, cuáles talar. En el caso de muchas especies se permite derribar solo el 50% de los ejemplares que superen cierto diámetro, especificado en la concesión. Los especímenes más viejos y saludables deben dejarse como suministro de semillas.
Ahora bien ¿cómo se pueden cortar árboles sin dañar el bosque? ¡Despertad! le planteó esta pregunta a Roberto, mencionado en el artículo anterior, quien respondió: “La clave está en el mapa, pues nos permite talar provocando el mínimo daño posible. Hasta puede decidirse la dirección de la caída de los troncos para reducir al máximo el daño colateral.
”Además, nos llevamos los troncos con cabrestantes en vez de usar las excavadoras para abrirnos camino hasta cada uno de los árboles caídos. Antes de la tala se cortan las lianas que unen los árboles, medida que también reduce los daños. Trabajamos en rotación, es decir, cada año se traza el mapa del sector en el que estaremos y al que no volveremos hasta pasados veinte o incluso treinta años.”
Como a Roberto lo ha contratado una compañía maderera, ¡Despertad! le preguntó lo siguiente: “¿Cuánto interés tiene realmente la industria maderera por la flora y la fauna?”.
Protección de la fauna
“Es imposible tener un bosque sano si no hay animales —observa Roberto—. Son esenciales para la polinización y la diseminación de las semillas. Así que tratamos por todos los medios de causar la mínima molestia a las criaturas del bosque. Por ejemplo, procuramos que haya pocas vías de acceso, las cuales construimos lo más estrechas posible para que no se abran claros en la bóveda superior. De ese modo, los monos, los perezosos y otros animales pueden cruzar los caminos sin tener que tocar el suelo.”
Roberto señala en su mapa unos sectores coloreados que corresponden a áreas que no deben tocarse. Se dejan, por ejemplo, unas franjas de terreno en ambas orillas de los ríos, lo que permite a los animales desplazarse libremente de una zona a otra en la selva virgen.
“Además de los vitales hábitats ribereños —explica—, también protegemos las cuevas, las formaciones rocosas, los árboles viejos con cavidades, los árboles frutales, en definitiva, todo lo que sea vital para la supervivencia de determinada especie. Para evitar la caza ilegal, prohibimos a nuestros empleados portar armas y transportamos en avión carne de res y de pollo para que ellos no tengan que consumir animales salvajes. Cuando terminamos en un sector, bloqueamos o controlamos las carreteras a fin de que no entren al bosque cazadores ni leñadores furtivos.
”A mí me gusta trabajar así, pues creo que debemos conservar la creación de Dios. De cualquier modo, casi todas estas medidas figuran entre los requisitos que exigen las organizaciones internacionales para otorgar el certificado de gestión forestal sostenible. Para obtenerlo, la explotación debe contar con el visto bueno de inspectores de varias de estas instituciones.”
¿Es rentable la gestión sostenible de los bosques? Aparte de Roberto y unos cuantos entusiastas más, la industria maderera no suele acoger los planes conservacionistas con demasiada alegría. Las restricciones que estos conllevan se ven generalmente como una posible pérdida de ingresos.
Con todo, varios estudios realizados en el este de la Amazonia a finales de la década de 1990 revelaron que el costo de trazar mapas forestales, cortar lianas y planear la extracción de troncos compensa de sobra gracias a que la labor se realiza con mayor eficacia. Por ejemplo, con este método se pierden muy pocos troncos, mientras que sin un plano, el equipo que transporta la madera no puede encontrar muchos de los árboles que derribaron los leñadores, porque han quedado escondidos entre la densa maleza.
Además, la madera de explotaciones forestales sostenibles que cuentan con un certificado de inspectores independientes puede que se venda con mayor facilidad. Ahora bien, ¿se protege realmente la biodiversidad con este tipo de tala? ¿Cuánta fauna y flora sobreviven a esta clase de explotación?
¿Sobreviven a la tala la flora y la fauna?
Aunque el ecosistema de la selva es frágil y complejo, sorprende que sea resistente en determinadas condiciones. Por ejemplo, si cerca de una zona talada hay un bosque virgen, en los claros abiertos de la bóveda comenzarán a crecer árboles jóvenes de las variedades taladas. ¿Y las aves, los insectos y los demás animales?
Con el método tradicional, unas cuantas especies sufren daños graves, y la mayoría de las explotaciones reducen la cantidad de variedades de aves y otros animales que habitan la zona. Sin embargo, la tala de bajo impacto afecta muy poco a la mayoría de las especies. De hecho, abrir claros en la bóveda del bosque en realidad puede beneficiar a algunas especies. Estudios recientes dan a entender que la presencia humana —aunque sea para una tala selectiva— puede aumentar la biodiversidad de la selva.
Todo parece indicar, pues, que es posible explotar los bosques tropicales de forma responsable, sin causar daño permanente a la biodiversidad. The Economist, de Londres, señaló: “Con una gestión sostenible, solo necesitaríamos el 10% de los bosques mundiales para satisfacer la demanda actual de madera tropical noble. En el resto de las zonas boscosas podría prohibirse la tala”.
Un ejemplo de protección total es el bosque al que se alude en el artículo anterior. Ramiro lo protege porque los científicos han descubierto allí varias especies en peligro de extinción. Bosques nubosos como el suyo son raros y contienen una enorme e inusual biodiversidad. “El secreto de la conservación es la educación —afirma Ramiro—. En cuanto la gente del lugar se da cuenta de que su suministro de agua depende del bosque, procuran conservarlo.”
Ramiro añade: “El ecoturismo también es importante, pues los turistas aprenden por qué merece la pena proteger la vegetación que ven, y al irse, aprecian más el ecosistema”.
Los ejemplos de Ramiro y Roberto ilustran que el ser humano puede explotar las selvas sin destruir la vida que hay en ellas. Pero el hecho de que sea posible no significa que vaya a ser una realidad. Hay quien puede saber si la madera que compra proviene de una explotación sostenible, pero otras personas no tienen forma de averiguarlo. ¿Lograrán los esfuerzos ecologistas salvar la sorprendente biodiversidad de los bosques?
[Ilustraciones y mapa de la página 7]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
BOLIVIA
El mapa de la derecha detalla todos los árboles; como se ve arriba, este representa solo una diminuta región de Bolivia
[Reconocimiento]
Mapas, excepto el superior izquierdo: Aserradero San Martin, S.R.L. (Bolivia)
[Ilustraciones de la página 7]
Cada árbol recibe un número y se identifica la especie a la que pertenece. Luego, con un aparato conectado al sistema de posicionamiento global (GPS) (arriba) se registra su ubicación exacta
[Ilustración de la página 7]
‘El mapa forestal es un inventario de vital importancia para planificar una tala que no dañe permanentemente el ecosistema del bosque.’—Roberto
[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]
“El secreto de la conservación es la educación.”—Ramiro
[Reconocimiento de la página 9]
Foto: Zoo de Baños
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¿Quién salvará nuestras selvas?¡Despertad! 2003 | 22 de junio
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¿Quién salvará nuestras selvas?
PARA encontrar solución a los problemas que afectan a los bosques tropicales, primero hay que tratar las causas. ¿Cuáles son? La culpable no es únicamente la superpoblación. Las zonas fértiles del planeta pueden satisfacer las necesidades de muchas más personas de las que hay en el mundo.
De hecho, algunos gobiernos están preocupados por los excedentes agrícolas, que provocan la caída de los precios. Hay países que estimulan a los agricultores a convertir sus tierras en lugares recreativos, como recintos de acampada, campos de golf o parques naturales.
Entonces, ¿por qué hay cada vez menos bosques? Debemos analizar otras causas más profundas que las que hemos mencionado hasta ahora.
Las principales causas de la deforestación
Mucho antes de la actual explosión demográfica, numerosas naciones saquearon los bosques en su afán de poder y riqueza. La corona británica, por ejemplo, necesitada de madera para construir buques, acabó con sus robles y con los bosques de teca de Birmania y Tailandia. También desnudó los bosques de la India para dotar a las fundiciones de hierro del combustible necesario. En otros casos, la razón fue conseguir terreno para plantar caucho, café y cacao.
Tras la II Guerra Mundial, las motosierras y las excavadoras arrasaron los bosques como nunca antes. Y se comenzaron a explotar con mayor celeridad los recursos de los frágiles bosques.
Las grandes empresas adquirieron enormes extensiones de tierra fértil, plantaron cultivos comerciales y mecanizaron la recolección. Al quedarse sin trabajo, miles de campesinos se mudaron a las ciudades. A otros, en cambio, los estimularon a irse a la selva con la consigna: “Una tierra sin hombres para unos hombres sin tierra”. Para cuando la gente se dio cuenta de lo difícil que era cultivarla, ya era demasiado tarde: había desaparecido una vasta extensión forestal.
También la corrupción política ha puesto su firma en la sentencia de muerte de muchos bosques. Un permiso de tala cuesta una gran suma de dinero, de ahí que algunos funcionarios deshonestos hayan aceptado sobornos a cambio de otorgar concesiones a corto plazo a empresas madereras muy poco interesadas en el medio ambiente.
No obstante, la mayor amenaza para el ecosistema forestal no es la tala, sino la explotación agrícola de las zonas boscosas. Puede que tal cambio esté justificado si la tierra es fértil, pero los funcionarios corruptos o incompetentes han autorizado la tala de bosques que jamás podrán recuperarse.
Los delincuentes también dañan los bosques. Los leñadores furtivos talan clandestinamente árboles valiosos, incluso en los parques nacionales. Algunos sierran los troncos y los convierten en tablones en el mismo bosque, una práctica ilegal y un verdadero desperdicio. Pagan a los lugareños para que transporten la madera en bicicletas, o incluso a cuestas, y luego, de noche, se la llevan en camiones por solitarias carreteras de montaña para eludir los controles.
La deforestación y la pérdida de la flora y la fauna no son el inevitable resultado del aumento demográfico, sino del comercio ambicioso, la mala gestión, la delincuencia y la corrupción política. En vista de lo anterior, ¿qué esperanza hay de que se conserve la inmensa biodiversidad de las selvas?
¿Qué esperanza hay para las selvas?
“Solo una fracción de los bosques tropicales del mundo se están explotando debidamente”, afirma el libro The Cutting Edge: Conserving Wildlife in Logged Tropical Forest (La nueva explotación forestal y la conservación de la flora y la fauna de los bosques tropicales). Y añade: “En la actualidad, muy pocos bosques —si acaso alguno— son objeto de una adecuada gestión sostenible”. Este tipo de gestión es totalmente factible, pero la realidad mundial es otra: hay una veloz deforestación.
Los datos disponibles indican que Bolivia supone una sorprendente excepción al respecto, pues el 25% de su selva se gestiona de forma sostenible. Con todo, la cifra mundial no llega al 1%, una cantidad desalentadora. La mayoría de los bosques tropicales se explotan sin piedad. El egoísmo y la avaricia son las auténticas fuerzas motrices tras esta destrucción. ¿Es razonable esperar que los comerciantes y los políticos detengan esta tendencia y comiencen a proteger la irremplazable herencia de la humanidad?
La obra Forests of Hope (Bosques de esperanza) concluye poniendo ante la humanidad esta meta ideal: “Descubrir y seguir un estilo de vida que sea apropiado para todo el mundo y que no agote la Tierra ni sus recursos”. Tal objetivo es, sin lugar a dudas, atractivo, pero ¿es realista?
¿Cuál era el propósito de Dios para la Tierra y sus habitantes? Él dio el siguiente mandato a la primera pareja humana: “Llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28). Así que Dios autoriza a la humanidad a utilizar la creación, pero tenerla en “sujeción” no significa que pueda arruinarla.
Por ello surge la cuestión: ¿puede el hombre cambiar su forma de vida a escala global para que no “agote la Tierra ni sus recursos”? Para lograrlo se necesita un amor al prójimo y un respeto por la creación de Dios poco comunes en el mundo en que vivimos. Esperar que los líderes políticos adopten o promuevan este estilo de vida es confiar en una fantasía.
Sin embargo, la Palabra de Dios predice un tiempo en que la Tierra rebosará de gente que ame al prójimo y al Creador. Dice la Biblia: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar” (Isaías 11:9; Salmo 37:29; Mateo 5:5). Notemos que la gente dejará de causar “daño” o “ruina” gracias al conocimiento que habrán adquirido de Jehová, el Magnífico Creador, y al amor que le profesan. Sin duda, tales personas se asegurarán de no arruinar el planeta.
Esta promesa no es un simple sueño. De hecho, Jehová ya ha comenzado a reunir y enseñar a millones de personas sinceras de toda la Tierra, quienes han aprendido en la Palabra de Dios a llevar una vida basada en la abnegación y el amor al prójimo (Juan 13:34; 1 Juan 4:21). Esta revista, junto con su compañera, La Atalaya, se publica para dar a conocer dicha forma de vida. Le invitamos a que siga aprendiendo, pues nada le resultará más provechoso.
[Ilustraciones de la página 10]
El ser humano cuidará de la hermosa Tierra en vez de arruinarla
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