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  • La Cena del Señor: ¿cuántas veces debe observarse?
    La Atalaya 1994 | 15 de marzo
    • Muchas iglesias sostienen que celebran esta fiesta junto con todas las demás, pero la mayoría la observa de una manera distinta a como mandó Jesús. Puede que la diferencia más notoria esté en la frecuencia con que lo hacen. Hay iglesias que la celebran mensualmente; otras, semanalmente, y hasta las hay que lo hacen a diario.

  • La Cena del Señor: ¿cuántas veces debe observarse?
    La Atalaya 1994 | 15 de marzo
    • Dado que la Pascua era una celebración anual, es lógico que la Conmemoración también lo sea. La Pascua —el día en que murió Jesús— siempre cae el 14 del mes judío de Nisán. Por lo tanto, la muerte de Cristo debe conmemorarse una vez al año el día del calendario que corresponda al 14 de Nisán. En 1994 ese día cae el sábado 26 de marzo después de la puesta del Sol. ¿A qué se debe, pues, que las iglesias de la cristiandad no hayan apartado ese día para una celebración especial? Un breve examen de los sucesos históricos contestará esta pregunta.

      En peligro la costumbre apostólica

      No hay duda de que durante el siglo I E.C., los que seguían la dirección de los apóstoles de Jesús celebraban la Cena del Señor tal y como él lo había ordenado. Sin embargo, durante el siglo II, algunos comenzaron a cambiar la fecha de esta conmemoración. La celebraban el primer día de la semana (que ahora se llama domingo), en vez de hacerlo en la fecha correspondiente al 14 de Nisán. ¿A qué se debió el cambio?

      Para los judíos el día comenzaba a eso de las seis de la tarde y duraba hasta esa misma hora del día siguiente. Jesús murió el 14 de Nisán de 33 E.C., que transcurrió desde el atardecer del jueves hasta el atardecer del viernes. Fue resucitado al tercer día, temprano el domingo por la mañana. Algunos querían que su muerte se conmemorara cada año un día específico de la semana, en lugar del que correspondía al 14 de Nisán. Además, consideraban más importante el día de la resurrección de Jesús que el día de su muerte. Por eso escogieron el domingo.

      Jesús mandó que se recordara su muerte, no su resurrección. Y puesto que la Pascua judía cae un día distinto cada año, según el calendario Gregoriano que usamos actualmente, es solo natural que sucediera lo mismo en el caso de la Conmemoración. Por eso, muchos se apegaron a lo que se había dispuesto en un principio y todos los años celebraban la Cena del Señor el 14 de Nisán. Con el tiempo se les llegó a llamar cuartodecimanos, que significa “decimocuartistas”.

      Algunos eruditos reconocen que estos “decimocuartistas” seguían el modelo original de los apóstoles. Un historiador dijo: “Las iglesias cuartodecimanas de Asia seguían el modelo de la iglesia de Jerusalén en lo que respecta al día de observancia de la Pascua [la Cena del Señor]. En el siglo II, estas iglesias conmemoraban la redención lograda por la muerte de Cristo en su Pascua del 14 de Nisán”. (Studia Patristica, tomo V, 1962, página 8.)

      Aumenta la controversia

      Aunque en Asia Menor muchos siguieron la costumbre apostólica, en Roma se escogió el domingo para esta celebración. Alrededor del año 155 E.C., Policarpo de Esmirna, un representante de las congregaciones de Asia, viajó a Roma para analizar esta y otras discrepancias. Lamentablemente, no se llegó a ningún acuerdo.

      Ireneo de Lyón escribió en una carta: “Ni Aniceto [de Roma] podía convencer a Policarpo de no observar el día —como que siempre lo había observado, con Juan, discípulo de nuestro Señor, y con los demás apóstoles con quienes convivió—, ni tampoco Policarpo convenció a Aniceto de observarlo, pues éste decía que debía mantener la costumbre de los presbíteros antecesores suyos”. (Historia Eclesiástica, Eusebio, V, 24.) Nótese que se dice que Policarpo basaba su posición en la autoridad de los apóstoles, mientras que Aniceto se dejaba guiar por la costumbre de los presbíteros de Roma que le habían antecedido.

      Esta controversia se intensificó hacia finales del siglo II E.C. Alrededor del año 190 E.C. se eligió a cierto Víctor obispo de Roma. Él creía que la Cena del Señor debía observarse en domingo, y buscó el apoyo de tantos dirigentes eclesiásticos como le fue posible. Luego presionó a las congregaciones de Asia para que cambiaran la celebración a domingo.

      Respondiendo en nombre de los cristianos de Asia Menor, Polícrates de Éfeso rehusó ceder a esa presión. Dijo: “Nosotros, pues, celebramos intacto este día, sin añadir ni quitar nada”. Entonces pasó a mencionar a muchas autoridades, entre ellas al apóstol Juan. “Todos éstos —aseguró él— celebraron como día de Pascua el de la luna decimocuarta, conforme al Evangelio, y no transgredían.” Polícrates añadió: “Por lo tanto, hermanos, yo [...] no me asusto de los que tratan de impresionarme, pues los que son mayores que yo han dicho: Hay que obedecer a Dios más que a los hombres”. (Historia Eclesiástica, V, 24.)

      A Víctor le desagradó esa respuesta. Una obra histórica dice que “excomulgó a todas las iglesias de Asia, y envió cartas a todas las iglesias que concordaban con él a fin de que no tuvieran comunión con aquellas”. Sin embargo, “hombres sabios y juiciosos de su propio partido no concordaron con esta medida precipitada y temeraria, y algunos de ellos le enviaron cartas con críticas severas, aconsejándole [...] que preservara la caridad, la unión y la paz”. (Antiquities of the Christian Church, de Bingham, XX, 5.)

      Se institucionaliza la apostasía

      A pesar de esas protestas, los cristianos de Asia Menor quedaron cada vez más aislados en lo referente a la cuestión de cuándo celebrar la Cena del Señor. En otros lugares se fueron adoptando diferentes variaciones. Algunos celebraban la ocasión desde el 14 de Nisán hasta el siguiente domingo. Otros lo hacían con más frecuencia: todos los domingos.

      En 314 E.C., en el Concilio de Arles (Francia) se pretendió hacer obligatoria la costumbre romana y suprimir cualquier otra alternativa. Los cuartodecimanos que quedaban no cedieron. El emperador pagano Constantino convocó en 325 E.C. un sínodo ecuménico, el Concilio de Nicea, a fin de resolver este y otros desacuerdos que dividían a los que afirmaban ser cristianos en su imperio. Este concilio emitió un decreto que ordenaba a todos los cristianos de Asia Menor someterse a la norma de Roma.

      Es interesante analizar uno de los argumentos principales que se presentaron para dejar de observar la Conmemoración de la muerte de Cristo en la fecha del calendario judío. El libro A History of the Christian Councils (Historia de los concilios cristianos), de K. J. Hefele, dice: “Se consideró particularmente indigno que esta celebración, la fiesta más santa, siguiera la costumbre (el cálculo) de los judíos, cuyas manos estaban manchadas con el crimen más atroz y cuyas mentes estaban cegadas” (tomo 1, página 322). Hallarse en esa posición se veía como “‘una sujeción humillante’ a la sinagoga, lo cual molestaba a la Iglesia”, dice J. Juster, citado en Studia Patristica, tomo IV, 1961, página 412.

      ¡Era antisemitismo! Se catalogaba de judaizantes a los que celebraban la Conmemoración de la muerte de Jesús el mismo día en que murió. Se pasó por alto que Jesús mismo era judío y que él había sido quien había dado a ese día su significado al entregar su vida a favor de la humanidad. Desde entonces en adelante, se acusó de herejes y cismáticos a los cuartodecimanos, y se les persiguió. En 341 E.C., el Concilio de Antioquía decretó su excomunión. Pese a todo, para el año 400 E.C. aún quedaban bastantes, y mucho tiempo después siguió habiendo algunos.

      Desde entonces, la cristiandad no ha vuelto al procedimiento establecido originalmente por Jesús. El profesor William Bright admitió: “Cuando se dedicó un día especial, el viernes santo, a conmemorar la Pasión, era muy tarde para limitar a [ese día] los hechos conectados con la pascua que San Pablo había relacionado con la muerte sacrificatoria: estos ya se habían aplicado a la fiesta de la resurrección misma, y se formó una confusión de ideas en el idioma ritual de la cristiandad griega y latina”. (The Age of the Fathers (La era de los padres), tomo 1, página 102.)

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