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El derrumbe moral está muy extendido¡Despertad! 1992 | 22 de enero
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El derrumbe moral está muy extendido
Infecta toda faceta de la sociedad
LA SOCIEDAD actual sufre un vacío de valores y se encuentra fragmentada en muchos estilos de vida. Un buen número de personas razona de la siguiente manera: “Todo estilo de vida es una alternativa aceptable. Usted tolere el mío y yo toleraré el suyo. Usted vaya a lo suyo y yo iré a lo mío. Cada cual a lo suyo. Pueden tomarse muchos caminos, y todos son buenos; no hay nada que esté mal. Ya no existe el pecado. Defienda sus derechos. La protesta pacífica no lleva a ningún lado; debe recurrir a la violencia para que le oigan. La violencia es una forma de libertad de expresión. Cada uno puede expresar sus deseos sexuales con quien desee y como desee. La obscenidad es arte. Viva y deje vivir”.
¿O habría que decir más bien: “Muera y deje morir”? Durante las primeras décadas del siglo XX, la gente tenía muy claro qué estaba bien y qué estaba mal, qué era moral y qué era inmoral, qué era honroso y qué era deshonroso, y en la actualidad todavía hay muchas personas que saben hacer esta distinción. Pero en el caso de otras, en los años cincuenta empezó a producirse un cambio que fue acentuándose más y más. Todas las ideas acerca de la virtud, la moralidad, el honor y la ética empezaron a parecer ilógicas, inhumanas e inaceptables. Comenzaron a predominar ideas que ensalzaban al individuo. Existía la opinión de que cada persona debía poner sus propias metas y vivir para ellas. Lo que entonces se consideraba aceptable era la tolerancia, la diversidad y el no juzgar a nadie. En esta nueva filosofía está prohibido prohibir.
Las desastrosas consecuencias de esta filosofía continuaron aumentando hasta que en la década de los ochenta rebasaron los límites de lo tolerable, y todavía siguen incrementándose en los años noventa. A continuación se recopilan unos pocos informes sobre dichas consecuencias, comenzando con un discurso acerca de los valores pronunciado en Nueva York por el vicepresidente de cierta empresa ante un congreso sobre la ética en los negocios:
“Los políticos engañan a sus electores. Los corredores roban a sus clientes. Los ejecutivos de las S&L [Cajas de ahorros y préstamos] hunden sus instituciones y los contribuyentes deben pagar las deudas. Los predicadores y los aspirantes a la presidencia engañan a sus esposas. Los niños copian en los exámenes, y millones de personas destruyen su vida y la de otros con los estragos causados por las drogas y el crimen. [...] El 50% de todos los matrimonios termina en divorcio. El 22% de todos los niños que nacen hoy nace fuera del matrimonio, y una tercera parte de todos los niños vivirá con un padrastro o una madrastra antes de cumplir los dieciocho años. Está claro que la desintegración de la familia se ha generalizado. Si ustedes dan por sentado que los valores deben empezar a moldearse en casa —durante los primeros años de la vida de una persona—, las razones por las que la ética está decayendo son obvias.” (Vital Speeches of the Day [Discursos importantes del día], 1 de septiembre de 1990.)
Los diarios, las revistas, los noticiarios, las películas y los programas de televisión reflejan todos los días la decadencia de los valores tradicionales. El presidente de la Chase Manhattan Corporation dijo en un discurso pronunciado en la universidad de Chicago (E.U.A.):
“No importa que abra primero las páginas de deportes, el informe sobre Washington o la sección de economía, lo que encuentra es lo mismo. Las páginas de deportes están llenas de los últimos escándalos: jugadores sobornados para que deliberadamente no marquen puntos, equipos universitarios sancionados por violar las normas de fichaje de jugadores y deportistas profesionales que toman drogas. Las noticias sobre Washington incluyen juicios por perjurio, procesamiento de jueces federales, tráfico de influencias y el caso más reciente de un legislador sometido a investigación por el House Ethics Committee [un comité creado por la Cámara de Representantes de E.U.A. para supervisar la conducta ética de los legisladores]. Si se dirige a la sección de economía, encontrará casos de uso de información privilegiada y acciones semejantes.” (Vital Speeches of the Day, 1 de agosto de 1990.)
Estas noticias se suceden de una forma tan constante e ininterrumpida, que la gente se ha endurecido. A nadie le escandalizan ya estos escándalos. El orador que acabamos de citar dijo lo siguiente al respecto: “A muchos estadounidenses ya no les indigna enterarse de otro caso más de falta de ética. Ya no se rechaza a los delincuentes convictos, ahora son celebridades. Se les invita a fiestas selectas y escriben best-sellers”.
Ivan Boesky, de la Bolsa de Nueva York, terminó un discurso dirigido a los estudiantes de una escuela de comercio levantando los brazos por encima de la cabeza formando una “V” de victoria al tiempo que decía: “¡Viva la codicia!”. Tiempo después su codicia le condujo a usar información privilegiada, por lo que fue juzgado, declarado culpable, multado y encarcelado. La multa ascendía a 100 millones de dólares (E.U.A.), pero consiguió quedarse con más de 500 millones de dólares. A Michael Milken, otro manipulador de Wall Street, se le impuso una multa de 600 millones de dólares por sus operaciones con bonos basura, pero había conseguido casi esa misma cantidad ¡en un solo año! Se quedó con 1.500 millones de dólares.
La revista Industry Week publicó un artículo cuyo título formulaba la siguiente pregunta: “¿Se triunfa cuando se pasa por alto la ética?”. Un asesor procedente del estado de Utah (E.U.A.) opinaba que la ética profesional había empeorado, y dijo: “Deduzco de mis observaciones que cuanto más éxito tiene un hombre de negocios, menos ética es su conducta”. Un gerente de Michigán (E.U.A.) dijo: “Tenemos unas normas respecto a lo que es ético, pero los mandos intermedios las pasan por alto, razonando: ‘Esto no puede calificarse de poco ético, tan solo es un negocio ingenioso’”. Un supervisor de Miami (E.U.A.) se lamentó: “La ética está perdiendo la batalla rápidamente; lo más importante, cueste lo que cueste, es el lucro”. Otros hombres de negocios fueron más categóricos: “Todo es válido”, dijo uno de ellos. Otro añadió: “Nuestra norma es que si puede hacerlo impunemente, hágalo”.
Los hombres de negocios no son los únicos que contribuyen a la decadencia de las normas morales. El virus que contamina los valores se ha extendido a toda faceta de la sociedad. Demasiados abogados actúan más como picapleitos que como defensores de la ley. Demasiados científicos se rebajan a cometer delitos y fraude para conseguir subvenciones del gobierno. Demasiados médicos se ganan la reputación de estar más interesados en cobrar altos honorarios que en los pacientes, y demasiados de sus pacientes traman maneras de entablar demandas por negligencia.
Las drogas, el crimen y las batallas callejeras entre pandillas han llenado los barrios de violencia. La infidelidad marital arruina a las familias. Los niños pequeños son víctimas de la pornografía infantil y demás abusos sexuales. Las relaciones sexuales entre adolescentes resultan en embarazos no deseados, abortos y bebés abandonados. Los vendedores de drogas invaden los patios de las escuelas. Los escolares llevan navajas y pistolas, y cada vez leen peor. Aunque la mejor manera de contrarrestar esta deficiencia en la lectura sería que los padres les leyeran a sus hijos, los padres suelen estar demasiado ocupados ganándose la vida o demasiado concentrados en hacer realidad sus propias ambiciones.
La industria de la música también contribuye al derrumbe moral, en especial por medio de algunos conjuntos inconformistas del llamado rock duro. Un asesor de cierta empresa declaró: “La música rock resultó ser el medio perfecto para proclamar y diseminar la idea de tener relaciones sexuales ocasionales y sin limitaciones, así como para exaltar el uso de drogas ilegales. La música rock también fue una fuerza poderosa que ayudó a generar desprecio a los padres, a las generaciones de más edad y a las instituciones sociales que se oponían al estilo de vida que practica la inmoralidad sexual y el consumo de drogas”.
Uno de sus objetivos es ofender, horrorizar y atraer la atención de la gente con letras que no son más que una profusión de obscenidades barriobajeras, groseras, soeces, ofensivas y repugnantes que están atestadas de alusiones a brutales abusos sexuales de mujeres. La letra de esas canciones describe de muchas maneras los coitos oral y anal, estimula a practicar el abuso sexual y se recrea en violaciones tan violentas que desgarran los órganos sexuales femeninos. Las groseras obscenidades glorificadas en las letras de esas canciones no tienen límite. Cuando se llevó a los tribunales a cierto conjunto musical acusado de obscenidad, un profesor de la universidad de Duke lo alabó calificando a sus miembros de genios literarios y defendió sus groseras obscenidades diciendo que tenían valor artístico. El jurado concordó y dictaminó que las letras de las canciones no eran obscenidades, sino arte.
Una prueba similar de la decadencia de los valores en la sociedad se observó el año pasado, cuando uno de los discos de larga duración más groseramente obscenos de música rap ‘se vendió tanto (más de un millón) durante las tres primeras semanas de emisión, que saltó al primer puesto. Eso significa que en esos momentos era lo más importante en el mundo de la música’. Además, los nombres que se escogen para estos conjuntos de rock encajan con sus letras: “En la actualidad hay por lo menos trece conjuntos cuyo nombre alude a los genitales masculinos; seis que evocan los genitales femeninos; cuatro, el esperma; ocho, el aborto, y uno, una infección vaginal”. (U.S.News & World Report.)
Un profesor de la universidad de Boston dijo lo siguiente sobre la exposición de fotografías de Mapplethorpe: “La vi en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston. Allí, como en todas partes, las obras estaban clasificadas según secciones, por decirlo así. Las fotografías más ‘explícitas’ eran [...] lo más repulsivamente pornográficas que se pueda imaginar. No sé si expresaban ‘homoeroticismo’, pero eran fotografías de actos que jamás se me hubiese ocurrido que fuesen posibles, y mucho menos placenteros”. La cuestión del carácter obsceno de la exposición se llevó a los tribunales, y un jurado dictaminó que su obscenidad era arte. Pero difícilmente puede calificarse de arte, y, desde luego, no es un arte que fomente la moralidad; al contrario, lo que sí pone de manifiesto es que los artistas y los espectadores están erosionando los valores auténticos.
Necesitamos limitaciones. Necesitamos directrices estabilizadoras. Necesitamos ideales por los que esforzarnos. Necesitamos retornar a la fuente original de los valores auténticos.
[Comentario en la página 4]
A la gente ya no le escandalizan los escándalos
[Comentario en la página 5]
Algunos jurados dictaminan que unas obscenidades indecentes son arte
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La fuente de los auténticos valores¡Despertad! 1992 | 22 de enero
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La fuente de los auténticos valores
Su aplicación pondrá fin al derrumbe moral
CUANDO el hombre se detiene a contemplar una noche estrellada, le embarga una sensación de asombro y admiración. Esa bóveda tachonada de estrellas que ve tan a lo lejos le hace sentirse pequeño e insignificante. Hasta puede que recuerde las palabras que escribió el salmista hace mucho tiempo: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre para que cuides de él?”. (Salmo 8:3, 4.) El salmista vio unos pocos miles de estrellas y se sintió pequeño; el hombre sabe en la actualidad que hay miles de millones de galaxias, compuesta cada una por miles de millones de estrellas, por lo que aún se siente mucho más pequeño, y le surgen una serie de preguntas: “¿Qué puedo hacer para realizarme? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién soy en realidad?”.
Pero ningún animal piensa en esas cosas.
Cuando el hombre se fija en la variedad de formas de vida que le rodean, se da cuenta de que han sido diseñadas asombrosamente para cumplir con unos propósitos prácticos. Ve aves que emigran a miles de kilómetros de distancia, mamíferos que hibernan durante el frío invernal y muchas otras formas de vida que han utilizado sonar, acondicionamiento de aire, propulsión a chorro, desalación, anticongelantes, estructuras para respiración subacuática, incubadoras, termómetros, papel, vidrio, relojes, brújulas, electricidad, motores giratorios y un gran número de otras maravillas mucho antes de que el hombre siquiera soñara en ellas. Si se medita un poco, es lógico que surja la pregunta: “¿De dónde salieron todos estos diseños tan sorprendentes e intrincados y que cumplen tan bien con su propósito? ¿Qué gran inteligencia se trasluce en ellos?”.
De nuevo, ningún animal piensa en esas cosas.
Pero el hombre sí. ¿A qué se debe que el hombre sea el único de todas las miríadas de criaturas que hay en la Tierra que se maravilla y llena de asombro y admiración al levantar la vista a los cielos y al fijarse en los misterios de la vida que se observan aquí en la Tierra? ¿Por qué es el único? Porque es diferente.
¿Por qué es tan diferente el hombre?
Porque fue el único ser creado a la imagen y semejanza de Dios: “Y Dios pasó a decir: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza’”. (Génesis 1:26.) Este hecho explica la infranqueable sima que existe entre el hombre y los animales. Explica por qué ninguna otra criatura de la Tierra se parece al hombre siquiera remotamente. Explica por qué el hombre es un ser que piensa, hace preguntas sobre el mundo que le rodea y se interesa en los valores morales.
¿En qué sentido está hecho el hombre a la imagen y semejanza de Dios? En el sentido de que posee algunos de Sus atributos y cualidades, como son el amor, la misericordia, la justicia, la sabiduría, el poder, la benignidad, la bondad, la paciencia, la honradez, la veracidad, la lealtad, la diligencia y la inventiva. Estas eran buenas cualidades que en un principio estaban programadas en el hombre, pero que quedaron desvirtuadas y no se transmitieron a la perfección a los descendientes de la primera pareja, debido a que esta utilizó mal su libre albedrío y se rebeló contra Dios. Dichos atributos dejaron de estar equilibrados, y algunos de ellos fueron desapareciendo poco a poco de la conciencia por no utilizarlos. No obstante, Colosenses 3:9, 10 indica que podemos vestirnos de una nueva personalidad y volvernos a aproximar a ‘la imagen y semejanza de Dios’ si adquirimos un conocimiento exacto de Él y lo aplicamos en nuestra vida.
La ley mosaica que Jehová Dios dio a los israelitas contenía los auténticos valores, entre ellos los Diez Mandamientos y la admonición de ‘amar al prójimo como a uno mismo’. (Levítico 19:18; Éxodo 20:3-17.) Estos valores tenían que transmitirse como legado a las generaciones futuras, pues Moisés no solo instó a la nación de Israel a obedecer la Ley, sino que añadió: “Manden a sus hijos que cuiden de poner por obra todas las palabras de esta ley. Porque no es palabra sin valor para ustedes, sino que significa su vida”. (Deuteronomio 32:46, 47.) Y siglos más tarde se aludió a estas leyes en Proverbios 8:18 como “valores hereditarios”.
Valores para invertir el proceso del derrumbe moral
Sin embargo, muchas personas objetan que existe tal diversidad de opiniones en la sociedad actual, que ningún conjunto de valores podría abarcar las necesidades de toda persona. Aducen que debido a los distintos antecedentes y culturas, se requiere una amplia variedad de valores. Ahora bien, ¿qué problema moderno no se solucionaría si se practicase el mandato de Jesús de amar al prójimo como a uno mismo? ¿O el de hacer a los demás lo que quisiéramos que otros nos hicieran? ¿O si se aplicase el consejo de vivir en armonía con los principios contenidos en los Diez Mandamientos? ¿O si se procurase cultivar los frutos del espíritu enunciados en Gálatas 5:22, 23: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio. Contra tales cosas no hay ley”? (Gálatas 5:22, 23.) Ninguno de estos mandatos pide algo imposible; al contrario, poner en práctica cualquiera de ellos eliminaría un gran porcentaje de los sufrimientos actuales de la sociedad.
“¡Pero la gente nunca vivirá de esa manera!”, quizás exclame usted. No obstante, si le parece que tales soluciones son demasiado difíciles de poner en práctica, no espere que los problemas se solucionen mediante sustitutos fáciles. La aplicación de estos remedios está dentro de las posibilidades de la sociedad humana, aunque parece ser que no entra dentro de sus deseos. Esta generación no tolera ninguna restricción de sus libertades, ni siquiera de su libertad de hacer el mal y sufrir las consecuencias.
La revista Bottom Line/Personal formula la siguiente pregunta: “¿Qué le ha sucedido al autodominio?”. Después de señalar que “a la mayoría de las personas les horrorizan los resultados de nuestra era de permisividad sexual”, dice: “Sin embargo, la gente continúa considerando sagrada la importancia de ceder por completo a los apetitos sexuales. [...] Se espera que la gente siga una dieta, haga ejercicio, deje de fumar y lleve una vida autodisciplinada por el bien de su salud. Solo la gratificación sexual parece haber recibido la clasificación de sacrosanta para que la gente se entregue a ella de forma continuada y sin limitaciones”. No se trata de que las personas no sean capaces de aplicar en su vida los verdaderos valores; lo que ocurre es que no quieren hacerlo. De modo que la sociedad siega lo que siembra.
Hoy día estos valores han caído en el descrédito. Muchos dicen que lo bueno es malo y que lo malo es bueno, como ya se había profetizado: “¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!”. (Isaías 5:20.) Sin embargo, hay personas a las que les preocupa esta situación. Ven los terribles resultados de seguir la filosofía de hacer siempre lo que a uno le plazca y quieren ver invertirse el proceso del actual derrumbe moral.
¿Pueden servir de ayuda la religión y la familia?
Hoy día se ofrecen muchos programas para restituir los valores de la gente. Uno de ellos es la religión, que se supone que da fuerza espiritual. No obstante, esa fuerza no se encuentra en las religiones ortodoxas de la cristiandad. Algunas de estas han vuelto a caer en el paganismo para resucitar blasfemias como la Trinidad, el tormento eterno y el alma inmortal. Otras han descartado la idea del rescate y de la creación para doblegarse ante la religión científica de la evolución. Aceptan la alta crítica, que desacredita la integridad de la Palabra de Dios, la Biblia. Ofrecen un “cristianismo” tan diluido y contaminado que no queda en él nada de valor, y la generación joven solo ve en él hipocresía y una parodia vacía. No, no es en esas religiones endebles donde hemos de buscar fuerza espiritual, sino solo en la única forma de adoración verdadera y basada en la Biblia que anuncia que el Reino de Jehová es la única esperanza del mundo.
De todas formas, todavía queda otra fuente de ayuda para aquellos a quienes les preocupa la situación actual: la familia, el marco en el que los padres pueden inculcar una serie de valores en sus hijos. El apego entre padres e hijos que comenzó cuando estos nacieron debe continuar. Los hijos que aman a sus padres y confían en ellos quieren ser como ellos, imitar su forma de hablar y actuar, copiar su conducta y absorber su moralidad; por eso, los valores de los padres quedan incorporados con el tiempo en el sistema de valores de los hijos. El éxito radica en dar explicaciones sencillas, no discursos ampulosos; en promover una comunicación bilateral, no en pronunciar declaraciones dogmáticas.
Los padres que no se limitan a predicar los valores auténticos, sino que los practican, tendrán hijos que incorporarán dichos valores en su vida. Tales hijos no correrán el peligro de imitar el ejemplo negativo de otros jóvenes de la escuela o de otro lugar. Proverbios 22:6 dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. Eduque a su hijo dándole buenos consejos. Más importante aún, edúquelo con un buen ejemplo.
Potencial para adquirir valores
Jesús dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”. (Mateo 5:3.) Algunos psiquiatras han dicho que esta es una necesidad instintiva con la que se nos ha programado. Y lo cierto es que no seremos capaces de resistir el impacto de los falsos valores que se defienden hoy día a menos que poseamos fuerza espiritual.
En consonancia con el hecho de que se nos creó a la imagen y semejanza de Dios, con un potencial innato para adquirir un sistema de valores, Thomas Lickona, profesor de Educación, dice: “Creo que la capacidad de ser bondadoso está ahí desde el mismo principio”. Pero añade que “los padres deben alimentar esos instintos tal como ayudan a sus hijos a convertirse en buenos lectores, atletas o músicos”.
El realizador de televisión Norman Lear fue uno de los oradores invitados a la asamblea nacional de la Asociación de Educación Nacional. Tras reconocer “el problema de las personas más experimentadas y entendidas, las que han descartado la búsqueda de un propósito trascendente por considerarla superficial o irrelevante”, dijo: “Basándome en la historia humana, no me cuesta nada llegar a la conclusión de que la respuesta a la vida, a la existencia, el impulso de creer en algo más grande que uno mismo, es tan fuerte e irresistible como para ser una característica inseparable de cómo estamos codificados genéticamente”.
Norman Lear acusó a los grandes negocios y a cuatro décadas de televisión de haber transmitido un “nuevo sistema de valores” que tiene tanta influencia en la moralidad pública y en los valores personales, que ha resultado en muchas enfermedades sociales: escuelas y universidades que gradúan a personas que no saben leer y escribir, consumo creciente de drogas, adolescentes solteras que dan a luz y familias sin ahorros que se cargan con más deudas. También añadió: “Cuando hablamos de cien enfermedades sociales, creo que tal vez estamos hablando de un sistema de valores que se ha ido transmitiendo paulatinamente de una generación a otra y que, con la ayuda de la televisión, ha llegado a corromper toda la cultura”. Añadió que cree que “en nuestros genes tenemos grabada la creencia de que hay una fuerza mayor y misteriosa que da forma a nuestra vida y a la que hay que prestar atención”.
El eminente psiquiatra C. G. Jung dijo que la religión “es una actitud instintiva peculiar del hombre, y se pueden seguir sus manifestaciones a lo largo de toda la historia humana”. También es innata en nosotros la conciencia, esa facultad que percibe la diferencia entre el bien y el mal: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. (Romanos 2:14, 15.) La “conciencia” es un “conocimiento interior” que actúa como si fuese un tribunal de justicia interno convocado para dictar fallo sobre nuestra conducta, acusándonos o excusándonos. No obstante, si mostramos “desacato al tribunal” de nuestra conciencia, se hará insensible y dejará de sernos útil.
Los científicos ven misterios que solo Dios puede explicar
Es muy curioso que cuantos más detalles sobre la Tierra y el universo conoce la ciencia, más inclinados están algunos científicos a creer que detrás de todo esto tiene que haber una inteligencia suprema. Sin embargo, se resisten a aceptar al Dios de la Biblia.
En su libro The Symbiotic Universe, el astrofísico George Greenstein empezó a “detallar lo que parece una secuencia asombrosa de accidentes extraordinarios y poco probables que prepararon el terreno para que apareciese la vida. Hay una lista de coincidencias, todas ellas esenciales para que hayamos llegado a existir”. Añadió que al hacerse más larga la lista, las coincidencias no podían haber ocurrido por casualidad y se esparcía la idea de que había implicada una entidad sobrenatural. “¿Es posible que de repente y sin proponérnoslo hayamos tropezado con prueba científica que apoye la existencia de un Ser Supremo? —pensaba él—. ¿Fue Dios quien intervino y quien hizo el cosmos de manera tan providencial para nuestro beneficio?” George Greenstein sintió “una intensa sensación de rechazo” ante semejante idea y dijo arbitrariamente: “Dios no es una explicación”. Sin embargo, la creciente lista de “coincidencias” le obligó a formular las preguntas supracitadas.
El también astrofísico y premio Nobel Fred Hoyle analizó estas mismas coincidencias misteriosas que inquietaban a Greenstein en su libro El Universo inteligente: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”. Hoyle también concuerda con Greenstein en que estas no podían haberse producido por casualidad, de ahí que diga que ‘el origen del Universo requiere una inteligencia’, una “inteligencia a una escala mayor”, ‘una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida’.
Einstein habló de Dios, pero no en el mismo sentido que la religión ortodoxa. Su concepto de la divinidad estaba relacionado con “el espíritu infinitamente superior” que vio revelado en la naturaleza. Timothy Ferris escribió un artículo titulado “El otro Einstein”, en el que citó las siguientes palabras de este eminente físico: “Lo que veo en la naturaleza es una magnífica estructura que solo podemos comprender de manera muy imperfecta y que debe impregnar de un sentimiento de ‘humildad’ a toda persona razonable. Este es un sentimiento religioso genuino que nada tiene que ver con el misticismo. [...] Mi religiosidad consiste en una humilde admiración del espíritu infinitamente superior que se manifiesta en lo poco que nosotros, con nuestro entendimiento incompleto y transitorio, podemos comprender de la realidad. [...] Quiero saber cómo creó Dios este mundo. Quiero conocer sus pensamientos, lo demás son pormenores”.
Tras analizar algunos de los misterios incomprensibles del universo, Guy Murchie dice lo siguiente en su libro The Seven Mysteries of Life (Los siete misterios de la vida): “Es fácil ver por qué los físicos modernos, que han empujado la frontera del conocimiento hasta adentrarse en lo desconocido probablemente más que cualesquiera otros científicos de siglos recientes, se han anticipado a la mayoría de sus colegas en aceptar ese misterio general del universo al que comúnmente se llama Dios”.
Busque a Dios, benefíciese y viva para siempre
El hombre busca a tientas algo, y ese algo es Dios. En los días de Pablo también había personas en esta situación. Él dijo: “Para que busquen a Dios, por si buscaban a tientas y verdaderamente lo hallaban, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros”. (Hechos 17:27.) Ningún animal busca a tientas a Dios, no hay siquiera uno que tenga un concepto de Dios. Pero el hombre sí, está hecho a Su semejanza, y existe una sima infranqueable que le separa de todos los animales, incluso de los más inteligentes. Además, como nos dice el texto supracitado, Dios “no está muy lejos de cada uno de nosotros”.
Vemos prueba de Su existencia en todo lo que nos rodea, una prueba que se refleja en sus creaciones, como dice Romanos 1:20: “Las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables”. A medida que los científicos vean más y más de estas inexplicables coincidencias y complejidades y sigan examinando las impresionantes maravillas del universo, quizás un número mayor de ellos perciba la Inteligencia Suprema que hay detrás de todo ello y reconozca a su Creador, Jehová Dios.
La Tierra y todas sus riquezas pertenecen a Jehová. Él ha fijado las normas para los que viven en ella. Ha suministrado un sistema de auténticos valores como directrices para conseguir felicidad y vida. También ha otorgado a las personas libre albedrío. Nadie tiene que obedecerle obligado. Todos pueden sembrar lo que deseen, pero tarde o temprano también segarán lo que sembraron. No es posible mofarse de Dios. Él ha suministrado los valores auténticos, no para su beneficio, sino para el de sus súbditos terrestres, tal como explica Isaías 48:17, 18: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar. ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”.
Como respuesta a la súplica sincera de Jehová, todos los pueblos pisarán en el camino en que deben andar y prestarán atención a los mandamientos de su Creador. Todos se beneficiarán de una paz como un río y de una justicia como las olas del mar. Todos aplicarán en su vida ese sistema de valores hereditarios y nunca experimentarán de nuevo un derrumbe moral. Pero, ¿cuándo sucederá todo eso? Pronto, cuando se cumpla la oración: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.)
[Fotografías en la página 7]
Propulsión a chorro
Desalación
Fabricación de papel
Sonar
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