-
Llegue a los corazones con el arte de la persuasiónLa Atalaya 1998 | 15 de mayo
-
-
LLEGUE AL CORAZÓN DEL ESTUDIANTE
◻ Pídale a Jehová que le dirija para llegar al corazón del estudiante de la Biblia (Nehemías 2:4, 5; Isaías 50:4).
◻ Determine qué es lo que cree el estudiante y por qué es posible que le resulte atrayente cierta creencia falsa (Hechos 17:22, 23).
◻ Amable y pacientemente, elabore un argumento lógico fundado en las Escrituras y mantenga un terreno común (Hechos 17:24-34).
◻ Si es posible, recalque las verdades bíblicas con ilustraciones eficaces (Marcos 4:33, 34).
◻ Señale al estudiante los beneficios de que acepte el conocimiento exacto de la Biblia (1 Timoteo 2:3, 4; 2 Timoteo 3:14, 15).
-
-
Llegue a los corazones con el arte de la persuasiónLa Atalaya 1998 | 15 de mayo
-
-
Emplee la persuasión en el ministerio
Jesucristo mandó a sus seguidores: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 28:19, 20). Los testigos de Jehová obedecen este mandato en más de doscientos treinta países. Durante el año de servicio de 1997, dirigieron un promedio mensual de 4.552.589 estudios bíblicos por todo el mundo.
Si usted tiene el privilegio de dirigir un estudio bíblico, bien pudiera prever los retos que harán preciso el empleo del arte de la persuasión. Por ejemplo, imagínese que en la próxima ocasión que dirija el estudio surge una pregunta en cuanto a la Trinidad. ¿Qué podría hacer si sabe que el estudiante cree en esa doctrina? Podría darle una publicación que trate ese tema. Después de leerla, quizás el estudiante esté persuadido de que Dios y Jesús no son el mismo. Pero, ¿cómo puede usted proceder si algunas preguntas persisten?
Escuche atentamente. Le ayudará a determinar lo que el estudiante cree sobre cierto asunto. Por ejemplo, si dice: “Creo en la Trinidad”, usted podría apresurarse a demostrar con la Biblia que esa doctrina es falsa. Pero hay distintas creencias al respecto. Es posible que el estudiante crea algo totalmente distinto de lo que usted definiría como la doctrina de la Trinidad. Lo mismo puede decirse de otras creencias, como la reencarnación, la inmortalidad del alma o la salvación. Así que escuche con atención antes de hablar. No presuponga las creencias del estudiante (Proverbios 18:13).
Haga preguntas. Entre estas pudieran estar: “¿Ha creído siempre en la Trinidad? ¿Ha investigado alguna vez lo que la Biblia dice sobre el asunto? Si Dios fuera parte de una trinidad, ¿no nos lo diría su Palabra, la Biblia, de una forma clara y directa?”. Al enseñar al estudiante, deténgase de vez en cuando y hágale preguntas como estas: “¿Le parece razonable lo que hemos visto hasta ahora?” “¿Está de acuerdo con esta explicación?”. Las preguntas formuladas con habilidad lograrán que el estudiante participe en el proceso de aprendizaje. No conviene que él sea un mero oyente mientras usted expone un tema.
Emplee razonamientos consistentes. Al tratar la doctrina de la Trinidad, por ejemplo, podría decir al estudiante: “Cuando Jesús se bautizó, vino del cielo una voz que dijo: ‘Tú eres mi Hijo, el amado’. Si Dios estaba realmente en la Tierra bautizándose, ¿hubiera proyectado la voz hacia el cielo y luego de vuelta para que sus palabras se escucharan en la Tierra? ¿No sería engañoso tal proceder? ¿Obraría Dios, ‘que no puede mentir’, de esa forma embaucadora?” (Lucas 3:21, 22; Tito 1:1, 2).
Los razonamientos consistentes, expuestos con prudencia, resultan a menudo muy eficaces. Pongamos por caso a una mujer a quien llamaremos Bárbara. Toda la vida había creído que Jesús era Dios y que formaba parte de una trinidad, que incluía al espíritu santo. Pero, entonces, un testigo de Jehová le dijo que Dios y Jesús son dos seres distintos, y le mostró algunos textos bíblicos que apoyaban su afirmación.b Bárbara no podía desmentir la Biblia. Al mismo tiempo, se sentía frustrada. Después de todo, la doctrina de la Trinidad era muy preciada para ella.
El Testigo razonó pacientemente con Bárbara. “Si usted tratara de enseñarme que dos personas son iguales —preguntó—, ¿qué parentesco emplearía para ilustrarlo?” Después de pensarlo por un momento, ella contestó: “Podría referirme a dos hermanos”. “Exactamente —respondió el Testigo—. Puede que hasta a gemelos idénticos. Pero al enseñarnos a ver a Dios como el Padre y a él mismo como el Hijo, ¿qué dio a entender Jesús?” “Comprendo —dijo Bárbara abriendo más los ojos—. Quiso decir que uno de ellos es mayor y que tiene más autoridad.”
“Así es —contestó el Testigo—. Y puesto que sus oyentes eran judíos que vivían en una sociedad patriarcal, ellos con más motivo llegarían a esa conclusión.” Para recalcar el punto, el Testigo dijo: “Si a nosotros se nos ocurre una ilustración tan adecuada para enseñar la igualdad, como es la de los hermanos o los gemelos idénticos, seguro que Jesús, el Gran Maestro, también pudo haberla pensado. Sin embargo, utilizó los términos ‘padre’ e ‘hijo’ para referirse a la relación entre él mismo y Dios”.
Bárbara captó finalmente la idea y la aceptó. Se había llegado a su corazón con el arte de ser persuasivo.
Qué hacer cuando intervienen las emociones
Por lo general, las creencias religiosas fuertemente atrincheradas revisten un componente emocional. Piense en el caso de Edna, una señora muy católica. Sus nietos adolescentes le demostraron con las Escrituras que Dios y Jesús no son la misma persona. Edna entendió lo que oyó. A pesar de todo, con bondad, pero con determinación, dijo: “Yo creo en la Santísima Trinidad”.
Puede que usted haya tenido alguna experiencia parecida. Mucha gente considera las doctrinas de su religión parte de su propia identidad. Para persuadir a las personas de ese tipo que estudian la Biblia, se requiere más que la fría lógica o incluso que una serie de textos que prueben lo erróneo de su parecer. Esos casos pueden tratarse bien si se equilibra el arte de la persuasión con una actitud compasiva (compárese con Romanos 12:15; Colosenses 3:12). Cierto, un maestro eficaz ha de poseer convicciones firmes. Por ejemplo, Pablo utilizó frases como “estoy convencido” y “yo sé, y de ello estoy persuadido en el Señor Jesús” (Romanos 8:38; 14:14). No obstante, no deberíamos emplear un tono dogmático ni de autosuficiencia al exponer nuestras convicciones, ni tratar con sarcasmo o humillar a las personas a quienes expongamos las verdades de la Biblia. De ningún modo debemos ofender ni mucho menos insultar a un estudiante (Proverbios 12:18).
El respeto a las creencias de quien estudia y el reconocimiento de su derecho a profesarlas resultan mucho más efectivos. La clave es la humildad. Un maestro de mentalidad humilde no se siente inherentemente superior al estudiante (Lucas 18:9-14; Filipenses 2:3, 4). La persuasión piadosa entraña una humildad que, para los efectos, es como si dijera: “En su misericordia, Jehová me ha ayudado a comprender este asunto. Déjeme explicárselo”.
Pablo escribió a sus compañeros cristianos de Corinto: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos derrumbando razonamientos y toda cosa encumbrada que se levanta contra el conocimiento de Dios; y ponemos bajo cautiverio todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo” (2 Corintios 10:4, 5). Hoy en día, los testigos de Jehová utilizan la Palabra de Dios para derrumbar doctrinas falsas fuertemente atrincheradas, así como prácticas y características muy arraigadas, que no son de Su agrado (1 Corintios 6:9-11). Al hacerlo, los Testigos recuerdan que Jehová, en su ternura, ha sido paciente con ellos. Se sienten dichosos de tener su Palabra, la Biblia, y de utilizar ese poderoso instrumento para desarraigar las enseñanzas falsas y llegar a los corazones con el arte de la persuasión.
-