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Los juicios de Dios revelan su personalidadLa Atalaya 1976 | 1 de mayo
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LA MALDICIÓN SOBRE EL SUELO
Considere el juicio que se pronunció contra Adán. Se le dijo: “Porque escuchaste la voz de tu esposa y te pusiste a comer del árbol respecto del cual te di este mandato: ‘No debes comer de él,’ maldito está el suelo por tu causa. Con dolor comerás su producto todos los días de tu vida. Y espinos y cardos hará crecer para ti, y tienes que comer la vegetación del campo. Con el sudor de tu rostro comerás pan.”—Gén. 3:17-19.
Esta maldición sobre el suelo tuvo su propósito. Al pecar, Adán había perdido el derecho a participar en transformar en un paraíso la tierra inculta fuera del jardín de Edén. Por lo tanto, fue una justa declaración formal de parte de Dios el hacer imposible que Adán produjera siquiera una semejanza de tan deleitable lugar.
Además, Jehová Dios entendía plenamente el efecto que el pecar tendría en sus criaturas inteligentes. Sabía que, a menos que hubiese factores que lo impidieran, las criaturas humanas imperfectas rápidamente se hundirían cada vez más en un derrotero de degradación. En conexión con esto, la maldición sobre el suelo pudo haber servido para retardar las inclinaciones pecaminosas del hombre de modo que no llegaran rápidamente a un punto culminante. ¿Cómo? Debido a que tendría que arrebatar su subsistencia del suelo por labor dolorosa y agotadora, Adán ciertamente tendría menos tiempo y energía para usarlos en actividades perjudiciales.
Mientras continuó la maldición sobre el suelo, los descendientes de Adán sintieron vivamente el desgaste que les causaba. Esto lo manifiestan las palabras proféticas que dijo Lamec cuando nació Noé: “Éste nos traerá consuelo aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido.”—Gén. 5:29.
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Sin embargo, con el transcurso de los siglos la violencia se intensificó. La Biblia informa: “La tierra llegó a estar arruinada a la vista del Dios verdadero y se llenó la tierra de violencia.” (Gén. 6:11) Mala como era la situación, todavía no era el debido tiempo de Dios para que la Tierra fuera depurada y llegara a ser un paraíso, habitado por personas que quisieran servir a Jehová Dios. El Creador había apartado muchos siglos para zanjar completamente la cuestión que planteó la rebelión de Satanás y de las primeras criaturas humanas. Sin embargo, Jehová Dios tuvo la sabiduría que se exigía para encargarse del problema de que un mundo violento hubiera llegado a existir en tan corto tiempo desde la creación de Adán. En armonía con la justicia, tomó medidas contra aquel mundo impío. Por medio de un Diluvio global, Jehová Dios destruyó a los hombres y mujeres inicuos cuyos caminos violentos amenazaban con estorbar el cumplimiento debido de su propósito de tener una Tierra paradisíaca habitada por personas humanas que amaran Su soberanía.—2 Ped. 3:5, 6.
Solamente el justo Noé y siete miembros de su familia pasaron con vida a través del diluvio. Ya que estos que se salvaron del diluvio habían mostrado un deseo sincero de servir a Dios, no hubo que castigarlos por medio de una nueva maldición especial sobre el suelo. La maldición prediluviana fue quitada en cumplimiento de las palabras proféticas de Lamec acerca de Noé. Por otra parte, también, en vista de la reducida duración de la vida de las criaturas humanas después del diluvio, la penalidad que hubiera venido debido a una maldición sobre el suelo evidentemente habría hecho la vida más difícil para los descendientes pecaminosos de Noé.
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