El verdadero propósito de la vida
IMAGÍNESE que se encuentra en el taller de un amigo que acaba de terminar un trabajo. El objeto está tan bien hecho y tiene una forma tan curiosa, que le ha dejado fascinado. Sin embargo, por mucho que lo intenta, no es capaz de determinar para qué sirve. ¿Cómo salir de dudas? Muy sencillo: no tiene más que preguntárselo a su amigo y seguro que se lo dirá con mucho gusto.
Pues bien, ¿cómo podemos descubrir cuál es el propósito de la vida? ¿Por qué no le preguntamos a Dios, “la fuente de la vida”? (Salmo 36:9.) Pero, ¿cómo hacerlo? Felizmente, Dios nos informa a través de la Biblia. Él hizo que hombres de fe pusieran por escrito Sus pensamientos de manera que nosotros pudiéramos entenderlos. En realidad, el propósito de la vida puede expresarse en pocas palabras: Estamos aquí para aprender de Dios y hacer su voluntad. La Biblia explica: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre”. (Eclesiastés 12:13.)
¿Le parece demasiado sencillo? No lo es tanto. El que estemos aquí para aprender de Dios y hacer su voluntad es algo maravilloso y muy profundo.
El propósito original de Dios
Algo que le ayudará a comprender mejor el propósito de la vida es conocer lo que Dios se proponía originalmente para la humanidad. Ese conocimiento también le aclarará por qué algunas de las cosas de las que se habló en el artículo anterior aportan cierto grado de significado y propósito a la vida de muchas personas de hoy día.
El relato bíblico de la creación del hombre dice: “Dios pasó a decir: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza’”. (Génesis 1:26.) Por consiguiente, el ser humano fue hecho con la capacidad de ser como Dios, de poseer las sobresalientes cualidades que Él tiene, como sabiduría, poder, justicia y amor. ¿Resulta extraño, entonces, que haya personas que encuentren satisfaciente el ampliar sus conocimientos o el participar en actividades que supongan un incentivo para sus facultades mentales y físicas? ¿Y acaso sorprende que a otras muchas les proporcione un propósito satisfaciente en la vida el ayudar a su prójimo? En absoluto, pues esto es, en parte, para lo que se nos creó.
El registro bíblico continúa diciendo que al ser humano se le concedió la supervisión de todas las otras formas de vida de la Tierra: “Los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y [...] todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. (Génesis 1:26.) No es extraño, por tanto, que incluso hoy día haya muchas personas que encuentren satisfacción en tener animales cerca y jugar con ellos. Hay quienes sienten tal responsabilidad hacia los animales, que trabajan mucho en pro de la conservación de especies en peligro de extinción o luchan para que no se les someta a sufrimientos innecesarios.
Al hombre también se le ordenó ‘sojuzgar la Tierra’. (Génesis 1:28.) ¿Qué implicaba ese mandato? Desde luego, no quería decir que debiera explotar de manera egoísta e irresponsable la Tierra hasta que sus riquezas se agotasen, su atmósfera se contaminase y su suelo y sus mares terminasen repletos de basura. Al contrario, Dios fijó el modelo para sojuzgar la Tierra cuando “plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado”. (Génesis 2:8.) Este jardín fue la muestra de lo que llegaría a ser la Tierra y reflejaba el propósito de Dios para nuestro planeta.
El relato bíblico explica: “Además, bendijo Dios [al primer hombre y a la primera mujer] y les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla’”. (Génesis 1:28.) Dios quería que tuviesen hijos y poblasen la Tierra; los unió, y puede decirse que aquella fue la primera boda que se ha celebrado en la historia. (Génesis 2:22-24.) ¡No es de extrañar que el matrimonio y la familia añadan significado y propósito a la vida de tantas personas!
Lo que la vida podría haber sido
El estudio de la Biblia nos hace patente que Dios se proponía que la familia de Adán creciese y que él y sus hijos extendiesen los límites del jardín de Edén hasta que la raza humana llenase la Tierra, que, una vez sojuzgada, llegaría a ser un paraíso. Es cierto que el hombre utilizaría las riquezas terrestres para su propio beneficio, pero lo haría de una manera responsable. Llegaría a ser un administrador de la Tierra, no un expoliador. La devastación que observamos hoy en nuestro planeta es contraria a la voluntad de Dios, y los que la llevan a cabo van en contra del propósito de la vida. (Revelación 11:18.)
Aprendemos también del registro bíblico que no era el propósito de Dios que la gente muriese. El único motivo por el que nuestros primeros padres murieron fue porque desobedecieron a Dios. (Génesis 2:16, 17.) Al hacerlo, dejaron de cumplir el propósito de la vida, dejaron de hacer la voluntad de Dios. De modo que no solo murieron ellos, sino que toda su descendencia también ha estado sujeta a la muerte debido a la imperfección heredada. (Romanos 5:12.) No obstante, en un principio el hombre fue hecho para vivir para siempre, no para morir. Esta es, probablemente, la razón por la que a muchas personas les resulta frustrante pensar que llegará un día en que la muerte cortará en seco la obra de toda su vida.
El cumplimiento del propósito de Dios
El propósito original de Dios para la humanidad y para esta Tierra no ha cambiado. Todavía se propone tener una Tierra paradisiaca habitada por una raza humana perfecta. Sin embargo, se ha visto obligado a tomar medidas para vencer los lamentables efectos de la desobediencia de nuestros primeros padres. Hacer la voluntad de Dios hoy día implica, entre otras cosas, actuar en armonía con todas estas disposiciones suyas. Y podemos sentirnos agradecidos de que en la Biblia se nos proporcione una explicación del cumplimiento progresivo de Su propósito.
Leemos en el primer libro de la Biblia que Dios habló de una “descendencia” que vendría para reparar todo el daño resultante de la desobediencia de Adán y Eva. (Génesis 3:15.) En las Escrituras Griegas Cristianas (“Nuevo Testamento”) leemos que Jesucristo fue la esperada “descendencia”, y se nos informa de su vida sin pecado y de su muerte a manos de sus enemigos. En realidad, la muerte de Jesús fue un sacrificio a favor nuestro que nos abrió el camino para recuperar la vida eterna que Adán y Eva perdieron. (Hebreos 7:26; 9:28.) Sí, la Biblia dice: “Todo el que ejerce fe en él no [será] destruido, sino que [tendrá] vida eterna”. (Juan 3:16.)
Pero eso no es todo. Después de su muerte, Jesús fue resucitado como criatura celestial inmortal y ahora gobierna como rey del Reino celestial de Dios. Este Reino pronto reemplazará a los gobiernos terrestres actuales con una nueva sociedad mundial que asumirá la administración de los asuntos humanos. Una profecía bíblica promete: “El reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)
A continuación, este Reino supervisará la deleitable actividad de restaurar el Paraíso en la Tierra y elevar a la humanidad a la perfección. La Biblia incluso habla de una resurrección de los muertos, que permitirá que ellos también tengan la oportunidad de participar en el cumplimiento del magnífico propósito de Dios para la humanidad. (Hechos 24:15.) Entonces se verá cumplida esta hermosa promesa registrada en el libro de los Salmos: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella”. (Salmo 37:11, 29.)
Beneficiémonos personalmente
Para beneficiarnos personalmente del cumplimiento del magnífico propósito de Dios para la Tierra, en primer lugar tenemos que conocerle a Él. Jesucristo dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.) ¿Cómo podemos hacer eso? Podemos aprender algunas cosas acerca de Dios observando el mundo que nos rodea, los cielos estrellados y el resto de la creación. (Salmo 19:1.) Sin embargo, donde más aprendemos de Él, así como de su Hijo Jesucristo, es en la Biblia. En ella se nos dice Su nombre, Sus cualidades y todo lo que ha hecho por la humanidad. Tal conocimiento nos hace amarle y nos acerca a Él y a su Hijo.
Cuando llegamos a conocerle, deseamos hacer su voluntad. Seguramente muchos hemos orado como Jesús enseñó: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.) Vivir la vida en armonía con Su voluntad es precisamente lo que le da verdadero propósito, lo que proporciona verdadera satisfacción.
Ahora bien, ¿qué implica hacer la voluntad de Dios? En el caso de Adán y Eva implicaba supervisar el reino animal, sojuzgar la Tierra y llenarla de hijos perfectos. Si queremos hacer la voluntad de Dios en nuestros días, tenemos que aprender acerca del sacrificio de rescate de Jesús y ejercer fe en ese sacrificio. Además, hemos de seguir el ejemplo de Jesús y comunicar a otros ‘las buenas nuevas del Reino de Dios’. (Mateo 24:14.)
Hacer la voluntad de Dios también implica llegar a tener una personalidad piadosa. Así que identificamos las cosas que Él odia —como la mentira, el robo, el chisme y la cólera incontrolada— y las rechazamos; también analizamos cuáles son las cualidades que ama —como el amor, el gozo, la paz, la benignidad y la bondad— y las cultivamos con la ayuda de su espíritu santo. (Gálatas 5:19-24.) Si queremos recibir vida eterna, tenemos que ser la clase de persona que Dios querrá tener en la Tierra durante toda la eternidad. Sí, el aprender acerca de Dios y el hacer su voluntad dan propósito y significado a nuestra vida como ninguna otra cosa puede hacerlo.
Los efectos de encontrar el verdadero propósito de la vida
La vida de millones de personas de todo el mundo es prueba de que hallar el verdadero propósito de la vida produce efectos muy positivos. Considere el caso de Wayne, un hombre que quedó desolado tras la muerte de su primera esposa. Como su pastor no fue capaz de consolarle, Wayne se ofreció voluntario para diferentes actividades con el fin de ocupar su tiempo. Sirvió de comandante en la Legión americana y estuvo activo en diversos grupos políticos. Con el tiempo volvió a casarse, pero su matrimonio no funcionaba. Su vida carecía de rumbo.
Cierto día, Wayne tomó una Biblia y empezó a leerla. La terminó a los tres meses. Recuerda: “Entonces supe que nuestra existencia tenía un propósito y que había una esperanza de vida después de la muerte”. Así que le dijo a su esposa: “Deberíamos buscar la compañía de personas que se apegan a lo que dice la Biblia”. Pronto conocieron a los testigos de Jehová, y sus conversaciones con ellos intensificaron el deseo de ambos de hacer la voluntad de Dios. Tanto Wayne como su esposa se dedicaron a Él y su vida de familia mejoró en gran manera.
Susan era hija de unos misioneros presbiterianos y quería hacer con su vida algo que de verdad ayudase al mundo. Una conferencia sobre los peligros de la energía nuclear la convenció de que este asunto tenía una importancia máxima. De modo que dejó los estudios para dedicar todo su tiempo a educar a la gente con respecto a ese problema. A los veintiún años sirvió de coordinadora para un gran mitin antinuclear. Más tarde recibió la visita de unos testigos de Jehová, que le mostraron lo que la Biblia dice, y con el tiempo halló el verdadero propósito de la vida. Aunque sin duda sigue preocupada por el hecho de que la humanidad está arruinando la Tierra, ahora comprende que Dios resolverá estos problemas mediante su Reino, y por eso ayuda a la gente a poner fe en ese Reino.
Marielle hizo del disfrute de lo que el mundo ofrece su propósito en la vida. Ejercía una profesión y disfrutaba de las cosas que ofrecía la ciudad de Los Ángeles (California, E.U.A.), como fiestas y drogas. Sin embargo, cuando empezó a estudiar la Biblia, llegó a conocer a Dios y a servirle, y se dio cuenta de que todo aquello que le había parecido importante hasta entonces era vacío. Dice que ahora que ha puesto su vida en armonía con los propósitos de Dios, la encuentra mucho más significativa.
La cantidad de personas que ha visto enriquecida su existencia al aprender cuál es el verdadero propósito de la vida aumenta en centenares cada día. Vivir en armonía con este propósito al hacer la voluntad de nuestro amoroso Padre celestial produce efectos muy positivos. Puede mejorar su vida entera. Le invitamos a investigar este asunto personalmente. Si lo hace, su vida será más satisfaciente.
[Ilustración en la página 9]
El Dador de la vida tenía un propósito cuando creó a la humanidad
[Ilustración en la página 10]
Dios no ha abandonado su propósito de tener una Tierra paradisiaca habitada por una raza humana perfecta