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Él proveyó para Israel en SinaíLa Atalaya 1992 | 1 de mayo
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¡IMAGÍNESE a millones de personas —hombres, mujeres y niños— dirigiéndose a un “desierto grande e inspirador de temor, con serpientes venenosas y escorpiones y con suelo sediento que no tiene agua”!
Esas palabras de Dios que se hallan en Deuteronomio 8:15 presentan lo que pudiera haber parecido un pavoroso viaje que era inminente para los israelitas al salir de Egipto y entrar en el desierto de Sinaí. Había un problema formidable: ¿Quién les proveería suficiente alimento y agua?
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Él proveyó para Israel en SinaíLa Atalaya 1992 | 1 de mayo
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Después que los israelitas atravesaron el mar Rojo, pronto comprendieron lo que realmente les esperaba en Sinaí. No siguieron la frecuentada ruta comercial hacia el norte, sino que se volvieron hacia el extremo sur de la península triangular. Para cuando habían recorrido unos 80 kilómetros (50 millas) a través del desierto, parecía que necesitaban agua con urgencia. No podían beber la que habían encontrado, pues era amarga y posiblemente producía enfermedades. “¿Qué hemos de beber?”, clamaron. Dios intervino y volvió dulce el agua. (Éxodo 15:22-25.)
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