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Acán, un hombre que causó dificultad a toda su naciónLa Atalaya 1979 | 15 de julio
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Por consiguiente, Josué se encontraba muy afligido. “Rasgó sus mantos y cayó en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta la tarde, él y los ancianos de Israel, y siguieron echando polvo sobre sus cabezas.” (Jos. 7:6) Aquellos hombres principales de la nación estaban muy tristes y temían que, por alguna razón, Dios estuviera disgustado; no solamente ayunaron, sino que, más que eso, mostraron su penitencia ante Dios, pues tenían la firme impresión de que era algún pecado lo que había hecho que Dios les retirara su ayuda. El que permanecieran allí hasta la tarde manifestó la profunda preocupación que tenían, y el temor de que Dios estuviese encolerizado. No culparon a los espías por la recomendación que habían hecho ni acusaron a los soldados de ser cobardes, sino que se dirigieron a Dios para hallar la causa y para que les mostrara qué hacer para recobrar su favor.
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Acán, un hombre que causó dificultad a toda su naciónLa Atalaya 1979 | 15 de julio
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No sería correcto acusar a Josué de estarse quejando de Jehová en esta ocasión. Como observan los comentadores bíblicos Keil y Delitzsch, Josué simplemente estaba usando el lenguaje intrépido de la fe al argüir con Dios en oración —una fe que no podía comprender los caminos del Señor— y al hacer una súplica muy apremiante al Señor para que llevara a cabo Su obra del mismo modo glorioso en que había comenzado. (Compare con Génesis 18:23-26.) Quizás Josué haya pensado que el anhelo que el pueblo tenía antes del cruce a Canaán estaba mezclado con egoísmo, y no era del todo un deseo de hacer la voluntad de Dios de toda alma. Deseaba que se restableciera la buena relación que Israel tenía con Dios tal como había sido al otro lado del Jordán.
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