Ejemplos de fe
“A donde tú vayas yo iré”
RUT y Noemí recorren a pie un camino que atraviesa las llanuras de Moab. Ahora están solas. Sus siluetas apenas se distinguen en el inmenso paisaje azotado por el viento. Rut se da cuenta de que las sombras de la tarde son cada vez más alargadas. “Tal vez sea hora de buscar un lugar donde pasar la noche”, piensa mirando a su suegra. La quiere muchísimo y está dispuesta a hacer todo lo que esté en su mano para cuidar de ella.
Cada una carga sus propias penas. Hace años que Noemí es viuda y ahora llora la muerte de sus hijos, Mahlón y Kilión. Rut también está muy afligida, pues Mahlón era su esposo. Las dos se dirigen al mismo sitio, la ciudad de Belén en Israel. Sin embargo, cada una tiene su propia visión del viaje. Mientras que Noemí regresa a su lugar de origen, Rut se adentra en tierra desconocida, dejando atrás a sus parientes, su país y su cultura, lo que incluye a sus dioses (Rut 1:3-6).
¿Por qué una joven como Rut daría un giro tan radical a su vida? ¿De dónde sacó las fuerzas para comenzar de nuevo y cuidar de Noemí? Rut la moabita es un gran ejemplo de fe, y en este artículo descubriremos muchos aspectos en los que podemos imitarla. Antes que nada, averigüemos por qué estas dos mujeres emprendieron el largo camino que las llevaría a Belén.
Una familia rota por la tragedia
El pequeño país de Moab, donde se crió Rut, estaba situado al este del mar Muerto. Se encontraba en una región de altas mesetas cortadas por profundos barrancos y donde los árboles escaseaban. “Los campos de Moab” solían ser tierras de cultivo fértiles, incluso cuando el hambre asolaba Israel. De hecho, esa fue la razón por la que Mahlón y su familia conocieron a Rut (Rut 1:1).
Debido a la hambruna que había en Israel, Elimélec —el esposo de Noemí— decidió abandonar su lugar de origen y mudarse a Moab con su esposa y sus dos hijos. Esta mudanza de seguro puso a prueba la fe de toda la familia, pues los israelitas debían ir periódicamente al lugar sagrado que Jehová eligiera para ser adorado (Deuteronomio 16:16, 17). Y aunque Noemí logró mantener viva su fe, el dolor la desoló cuando falleció su esposo (Rut 1:2, 3).
Es muy probable que Noemí volviera a sufrir al ver que sus hijos se casaban con mujeres moabitas (Rut 1:4). Ella sabía que Abrahán, antepasado de Israel, hizo todo lo posible por conseguir una esposa para su hijo Isaac de entre sus parientes, pues estos adoraban a Jehová (Génesis 24:3, 4). Además, la Ley mosaica advertía a los israelitas del peligro de que sus hijos e hijas se casaran con extranjeros: la nación podía caer en la idolatría (Deuteronomio 7:3, 4).a
Aun así, Mahlón y Kilión eligieron a dos moabitas como esposas. Aunque tal vez Noemí estaba preocupada o decepcionada, se esforzó por mostrar bondad y amor a sus nueras, Rut y Orpá. A lo mejor abrigaba la esperanza de que algún día adoptaran su religión. De cualquier modo, sabemos que ellas la amaban. La buena relación que las tres habían forjado las mantuvo en pie cuando la tragedia volvió a azotar a la familia. Cuando ni siquiera habían podido tener hijos, Rut y Orpá enviudaron (Rut 1:5).
Ante semejante golpe, ¿le sirvió de algo a Rut su religión? Lo más probable es que no. En Moab se rendía culto a muchos dioses, entre quienes destacaba Kemós (Números 21:29). Según parece, los moabitas llegaron a sacrificar niños, lo que muestra que la crueldad y los horrores de aquella época impregnaban su religión. Cualquier cosa que Mahlón o Noemí le hubieran enseñado a Rut sobre el amoroso y misericordioso Dios de Israel debió haberla impresionado muchísimo. ¡Tremenda diferencia! Jehová gobierna con amor y no infunde terror en sus siervos (Deuteronomio 6:5). Tras una pérdida tan devastadora, es probable que Rut se acercara más a Noemí. Podemos imaginarla escuchando a su envejecida suegra mientras esta le hablaba del Dios todopoderoso, de sus magníficas obras y de cómo cuida de su pueblo con amor y compasión.
Noemí estaba pendiente de cómo iban las cosas por su país. Un buen día, tal vez de boca de un mercader, oyó que ya no había hambre en Israel porque Jehová había acudido en ayuda de su pueblo. Belén volvía a hacer honor a su nombre, que significa “Casa de Pan”. Así que Noemí decidió regresar a su antiguo hogar (Rut 1:6).
¿Qué harían Rut y Orpá? (Rut 1:7.) La terrible experiencia que vivieron las unió mucho a su suegra. Parece que a Rut, en particular, le atraían mucho la bondad de Noemí y su fe en Jehová. Al final, las tres viudas partieron juntas con destino a Judá.
Este relato nos enseña que las desgracias azotan a todo el mundo, tanto a los buenos como a los malos (Eclesiastés 9:2, 11). También encierra otra valiosa lección: cuando afrontamos una pérdida muy dolorosa, es bueno buscar el consuelo que otros nos puedan dar y, muy en especial, el de quienes se refugian en Jehová, el Dios de Noemí (Proverbios 17:17).
El amor leal de Rut
A medida que las tres viudas avanzan por el camino, otra preocupación ronda por la cabeza de Noemí. Está pensando en las dos jóvenes que la acompañan y que tanto amor le han dado a ella y a sus hijos. No quiere que sufran más. Está convencida de que no tendrá nada que ofrecerles si dejan todo para ir con ella a Belén.
Noemí no puede contenerse más y les suplica: “Anden, vuélvanse, cada una a la casa de su madre. Que Jehová ejerza bondad amorosa para con ustedes, así como ustedes la han ejercido para con los hombres ya muertos y para conmigo”. Noemí les desea que Jehová las recompense a cada una con un esposo y una nueva vida. El relato continúa: “Entonces las besó, y ellas se pusieron a alzar la voz y llorar”. No es de extrañar que Rut y Orpá quisieran tanto a su bondadosa y generosa suegra. De hecho, las dos mujeres le responden con insistencia: “No, sino que contigo volveremos a tu pueblo” (Rut 1:8-10).
Pero Noemí no da el brazo a torcer. Trata de hacerles entender que no podrá hacer mucho por ellas en Israel, pues no tiene esposo que la cuide ni hijos para que se casen con ellas. Además, no cree que esta situación vaya a cambiar. Incluso reconoce que le angustia mucho no poder cuidar de ellas (Rut 1:11-13).
Orpá enseguida lo ve claro: debe quedarse en Moab, donde la esperan sus parientes y su casa. En términos prácticos, esta parece ser la mejor opción. Así que, con mucha tristeza, besa a su suegra y da media vuelta (Rut 1:14).
¿Y a Rut? ¿La convencen los argumentos de Noemí? El relato sigue: “En cuanto a Rut, se adhirió a ella”. Quizás Noemí ya ha reemprendido la marcha. Sin embargo, cuando se percata de que Rut la está siguiendo, le dice: “¡Mira! Tu concuñada enviudada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete con tu concuñada” (Rut 1:15). Las palabras de Noemí revelan al lector un detalle muy importante: Orpá no solo volvía a su pueblo, sino también “a sus dioses”. No le molestaba seguir siendo devota de Kemós y otras deidades falsas. ¿Haría lo mismo Rut?
Su corazón rebosa de amor por Noemí y por su Dios. Así que no tiene ni la más mínima duda de lo que quiere hacer. Sola con Noemí en el camino, la mira a los ojos y le dice: “No me instes con ruegos a que te abandone, a que me vuelva de acompañarte; porque a donde tú vayas yo iré, y donde tú pases la noche yo pasaré la noche. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde mueras tú, yo moriré, y allí es donde seré enterrada. Que Jehová me haga así y añada a ello si cosa alguna aparte de la muerte hiciera una separación entre tú y yo” (Rut 1:16, 17).
¡Qué palabras tan memorables! Tanto es así que, unos tres mil años después de que Rut las pronunciara, siguen recordándose. Resaltan una hermosa cualidad: el amor leal. Este amor que Rut siente por Noemí es tan grande que no le importa ir con su suegra a otro lugar. Solo la muerte podría separarlas. Rut está lista para formar parte del pueblo de Noemí y dejar atrás todo lo que conoce en Moab, incluidos sus dioses. A diferencia de Orpá, ella desea de corazón servir al Dios de Noemí, Jehová.b
De modo que ambas retoman el largo camino que las conducirá a Belén. Según cierto cálculo, el viaje bien pudo tomarles una semana. Pero seguro que hacer el trayecto juntas hace las penas más llevaderas.
Hoy día vivimos rodeados de sufrimiento. Tal como dice la Biblia, estos son “tiempos críticos, difíciles de manejar”, en los que afrontamos todo tipo de desgracias (2 Timoteo 3:1). Por eso es más necesario que nunca manifestar amor leal. ¿En qué consiste esta sobresaliente virtud? Se trata de una fuerza motivadora en este mundo cruel. Quien la manifiesta es leal al objeto de su amor y persevera, no se da por vencido. Es imprescindible en el matrimonio, en las demás relaciones familiares, en las amistades y en la congregación cristiana. Si cultivamos este tipo de amor, estaremos imitando el magnífico ejemplo de Rut.
Rut y Noemí en Belén
Claro está, una cosa es decir que uno siente amor leal por alguien y otra muy distinta es demostrarlo. Sin embargo, Rut probó su amor leal por Noemí... y por Jehová, el Dios que había elegido. Veamos cómo.
Por fin las dos viudas llegan a Belén, situada a unos 10 kilómetros (6 millas) al sur de Jerusalén. La conmoción que causa el regreso de Noemí parece indicar que ella y su familia habían sido bastante prominentes en esta pequeña ciudad. Las mujeres la observan detenidamente y se preguntan: “¿Es esta Noemí?”. De seguro, su aspecto y su porte reflejan las desgracias que por años vivió en Moab (Rut 1:19).
Noemí les cuenta sus penas a sus parientes y antiguas vecinas. Hasta ruega que le cambien el nombre —que significa “Mi Agradabilidad”— por Mará, que quiere decir “Amarga”. ¡Qué triste está! Al igual que Job, ella cree que es Jehová quien la ha hecho sufrir (Rut 1:20, 21; Job 2:10; 13:24-26).
Suegra y nuera se adaptan poco a poco a la vida de Belén, y Rut piensa en cómo cuidar de sí misma y de Noemí. Se entera de que la Ley que Jehová entregó a Israel incluye la rebusca, una bondadosa medida para ayudar a los pobres. Durante la temporada de la recolección pueden entrar en los campos para ir recolectando lo que los segadores dejan atrás. También pueden recoger lo que ha crecido en las orillas y esquinas de los terrenos de cultivo (Levítico 19:9, 10; Deuteronomio 24:19-21).c
Ha llegado el tiempo de recolectar la cebada (alrededor del mes de abril según nuestro calendario). Rut sale a los campos en busca de alguien que le permita trabajar de rebuscadora. Por casualidad, acaba en las tierras de un señor llamado Boaz, un rico terrateniente y pariente del difunto esposo de Noemí. Aunque ella tiene el derecho de entrar a rebuscar, no lo da por sentado y le pide permiso al joven capataz de los segadores. Él se lo concede, y Rut se pone a trabajar de inmediato (Rut 1:22–2:3, 7).
Mientras los segadores cortan la cebada con sus hoces de pedernal, Rut va detrás. Se agacha para recoger lo que se les cae o pasan por alto, hace gavillas atando las espigas y las coloca en un lugar donde después pueda sacar el grano. Es una labor lenta y agotadora que se vuelve más y más difícil a medida que avanza la mañana. Con todo, Rut no se distrae y solo se detiene para secarse el sudor y comer algo “en la casa” (posiblemente un refugio para que los trabajadores descansen a la sombra).
Es probable que Rut ni espere ni busque llamar la atención. Pero cuando Boaz la ve, pregunta al joven capataz quién es ella. ¿Y qué clase de persona es Boaz? Es un hombre de admirable fe y profundo amor a Dios que saluda así a sus trabajadores: “Jehová esté con ustedes”. Y ellos —algunos tal vez sean jornaleros o extranjeros— le responden de forma parecida. Boaz, que es mucho mayor que Rut, se preocupa por ella como por una hija (Rut 2:4-7).
Por eso la llama “hija” y le aconseja que siga rebuscando en sus campos y se mantenga cerca de las jóvenes de su casa para que ninguno de los trabajadores la moleste. Además, se asegura de que no le falte comida a la hora del almuerzo. Ante todo, la felicita y anima. ¿Por qué? (Rut 2:8, 9, 14.)
Rut le pregunta a Boaz a qué se debe que la trate tan bien pese a ser extranjera. Él le responde que se ha enterado de todo lo que ha hecho por Noemí. Esta debe haber hablado bien de su querida nuera a las mujeres de Belén. Es más, él también sabe que Rut ha decidido servir a Jehová, pues le dice: “Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario perfecto procedente de Jehová el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a buscar refugio” (Rut 2:12).
¡Cuánto deben haber animado estas palabras a Rut! No cabe duda de que se ha refugiado bajo las protectoras alas de Jehová, tal como un polluelo se acurruca bajo las alas de su madre. Tras agradecerle a Boaz sus tranquilizadoras palabras, sigue trabajando hasta que cae la tarde (Rut 2:13, 17).
Las obras de fe de Rut son un ejemplo magnífico para todos nosotros hoy, en especial en esta época de tantas dificultades económicas. Como Rut no daba por sentado que tenían que ayudarla, agradecía todo lo que le ofrecían. No se avergonzaba de trabajar tanto ni tan duro en una labor humilde para cuidar de la persona que amaba. Además, valoró y aceptó los buenos consejos sobre cómo trabajar con seguridad y en buena compañía. Pero sobre todo, nunca perdió de vista quién la estaba protegiendo: su Padre y Protector, Jehová.
Si demostramos amor leal como hizo Rut y seguimos su ejemplo de humildad, laboriosidad y gratitud, nuestra fe también inspirará a otros. Ahora bien, ¿cómo cuidó Jehová de Rut y Noemí? Lo analizaremos en un próximo artículo de esta serie.
[Notas]
a Véase el artículo “Nuestros lectores quieren saber: ¿Por qué mandó Dios a los israelitas que solo se casaran entre ellos?”, en la página 29.
b Es digno de mención que Rut no solo empleó el título “Dios”, como otros extranjeros podrían haber hecho, sino que también utilizó su nombre: Jehová. En La Biblia, de Salvatore Garofalo, se comenta: “Al emplear el nombre [Jehová] para el juramento de fidelidad, Rut muestra que pertenece ya al pueblo de Israel”.
c Esta era una medida muy solidaria, distinta a todo lo que Rut había conocido en Moab. En el antiguo Oriente Próximo no se trataba bien a las viudas. Una obra de consulta explica: “Por lo general, tras la muerte de su esposo, la viuda dependía de sus hijos. Y si no tenía, solo le quedaba venderse como esclava, vivir de la prostitución o morir”.
[Recuadro de la página 26]
Una obra de arte en miniatura
Se ha descrito el libro de Rut como una pequeña joya, una obra de arte en miniatura. Comparado con el libro de Jueces, que lo precede en la Biblia y nos da el contexto histórico, Rut es mucho más corto (Rut 1:1). Parece ser que ambos fueron escritos por el profeta Samuel. Salta a la vista que Rut se halla en el lugar acertado dentro del canon bíblico. Tras tantos relatos de guerras, ataques y contraataques, el lector se encuentra con esta breve “joya” que nos demuestra que Jehová está siempre atento a las inquietudes cotidianas de la gente pacífica. Se trata de una sencilla historia familiar que encierra profundas lecciones para todos. Nos habla del dolor de perder a seres queridos, así como del amor, la fe y la lealtad.
[Ilustración de la página 24]
En un momento tan doloroso, Rut buscó el consuelo de Noemí
[Ilustración de las páginas 24 y 25]
“Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”
[Ilustración de la página 27]
Rut trabajó duro y en una labor humilde para cuidar de sí misma y de Noemí