CARRO
Vehículo de dos ruedas tirado por caballos, concebido sobre todo para el frente más bien que para el traslado de tropas detrás de las líneas de batalla. Los cuatro términos hebreos que hacen referencia al “carro” (mer·káv, 1Re 4:26; mer·ka·váh, Gé 41:43; ré·kjev, 1Re 1:5; rekjúv, Sl 104:3) vienen del verbo raíz ra·kjáv, que significa “cabalgar; montar”. (Gé 24:61; 1Sa 25:42; 1Re 18:45.) El término griego es hár·ma. (Hch 8:28.) El carro suministraba un medio de transporte rápido en el combate, daba a los soldados una plataforma móvil desde la que disparar y causaba un impacto psicológico cuando cargaba sobre la infantería. En monumentos antiguos aparecen representados carros de abundantes y variados diseños, lo que deja constancia tanto de su antigüedad como de su extendido uso.
El carro consistía básicamente en una plataforma montada sobre un solo eje. Los laterales de la caja llegaban a la altura del muslo del ocupante. Estaba cerrado por delante y por los lados, mientras que la parte trasera quedaba libre para una rápida y fácil entrada. Iba tirado por caballos uncidos a un yugo de madera que se sujetaba a la lanza del carro por medio de correas. Solía estar equipado con aljabas, estuches para arcos, escudos y lanzas. Las hoces de hierro que a veces salían de los cubos de las ruedas suponían otra amenaza para los soldados de a pie. (Jos 17:16, 18; Jue 1:19.) Cuando en el carro iba un solo combatiente, este sostenía las riendas alrededor de la cintura o de las caderas a fin de tener las manos libres para las armas. Los carros más grandes y más pesados —con varias parejas de caballos— acomodaban de dos a cuatro combatientes: un conductor, uno o dos guerreros y quizás un escudero. (Éx 14:7, nota.)
Con el transcurso del tiempo se mejoraron aspectos tan importantes como la velocidad, la manejabilidad y la estabilidad. Por ejemplo: con el traslado del eje hacia la parte posterior se consiguió mayor manejabilidad y estabilidad. Reemplazando las ruedas sólidas por ruedas con radios se aligeró el peso y se aumentó la velocidad. (1Re 7:33.) La rueda de seis radios llegó a ser la más común, aunque algunas contaban con cuatro, ocho o más. El usar maderas de poco peso —con solo las guarniciones de cuero, bronce o hierro— permitió que los carros fuesen lo suficientemente ligeros como para que uno o dos hombres pudieran llevarlos a cuestas por terreno accidentado o cuando vadeaban riachuelos.
Los carros de guerra formaban parte del equipo militar de muchas de las naciones paganas que se opusieron a Israel. En 1513 a. E.C., Jehová destruyó en el mar Rojo la fuerza militar de Faraón, que contaba con 600 carros de guerra especiales “y todos los demás carros de Egipto”. (Éx 14:6, 7; 15:4, 19; Jos 24:6.) Cuando los israelitas conquistaron la Tierra Prometida, pusieron en fuga al enemigo y quemaron muchos de los carros que capturaron. (Jos 11:4-9.) Jabín, el rey de Canaán, mantuvo en esclavitud a los israelitas durante veinte años, hasta que Jehová inmovilizó y destruyó en el valle torrencial de Cisón los 900 carros de Sísara equipados con hoces de hierro. (Jue 4:2, 3, 13, 15, 16; 5:28.) Durante el período de la monarquía israelita, en un momento u otro, los filisteos, egipcios, etíopes, sirios, asirios y babilonios batallaron contra Israel con numerosos carros de guerra, en una ocasión tantos como 32.000. (1Sa 13:5; 2Sa 1:6; 1Cr 19:6, 7, 18; 2Cr 12:2, 3; 14:9; 16:8; Isa 37:21, 24.) Cuando los profetas vaticinaron calamidades venideras, en ocasiones hicieron mención de los carros de los que estas naciones se enorgullecían. (Jer 50:37; 51:21; Miq 5:10, 15.)
Los lugares más llanos, como las llanuras de Filistea y el amplio valle de Jezreel, eran más indicados para utilizar los carros que las regiones montañosas. En una ocasión los sirios se jactaron de que sus carros vencerían a Israel si podían sacarle de las montañas y pelear en tierra llana, pues pensaban que “el Dios de ellos [era] un Dios de montañas”. Sin embargo, la gran derrota que sufrieron demostró que Jehová es también “un Dios de llanuras bajas”. (1Re 20:23-30.)
Hasta el tiempo de Salomón no se formó en Israel ninguna fuerza nacional de carros importante, en gran medida debido a la advertencia de Dios de que el rey no acumulara caballos como si la seguridad de la nación dependiera de ellos. Este mandato limitó el número de carros de Israel, ya que estos vehículos eran tirados por caballos. (Dt 17:16.) Sin embargo, cuando Samuel advirtió al pueblo de las cargas que los reyes humanos colocarían sobre ellos, les dijo: “A los hijos de ustedes los tomará y los pondrá como suyos en sus carros”. (1Sa 8:11.) Cuando intentaron usurpar el reino, tanto Absalón como Adonías mandaron hacerse un carro y pusieron a cincuenta hombres que corriesen delante de él. (2Sa 15:1; 1Re 1:5.) Después que David derrotó al rey de Zobá, conservó “cien caballos de carro”. (2Sa 8:3, 4; 10:18.)
Cuando el rey Salomón amplió el ejército de Israel, elevó a 1.400 el número de carros. (1Re 10:26, 29; 2Cr 1:14, 17.) Además de Jerusalén, había otras poblaciones conocidas como ciudades de los carros, preparadas para el cuidado de todo este material bélico mecanizado. (1Re 9:19, 22; 2Cr 8:6, 9; 9:25.)
Después de la muerte de Salomón, los carros llegaron a ser comunes tanto en el reino septentrional como en el meridional. El que en el reino norteño hubiese un “jefe de la mitad de los carros” indica que existían dos divisiones principales de carros. (1Re 16:9.) Se decía del rey Jehú que conducía su carro “con locura”. (2Re 9:20.) A varios reyes de Judá e Israel, a saber, Acab, Jehoram, Ocozías y Josías, se les hirió de muerte en sus carros. (1Re 22:34-38; 2Re 9:21, 24, 27; 2Cr 18:33, 34; 35:23, 24.)
El profeta Isaías declaró a la nación rebelde de Israel: “¡Ay de los que bajan a Egipto por auxilio, los que se apoyan en simples caballos, y que cifran su confianza en carros de guerra, porque son numerosos, y en corceles, porque son muy poderosos, pero que no han mirado al Santo de Israel y no han buscado a Jehová mismo!”. (Isa 31:1.)
El carro era fundamentalmente un instrumento bélico, aunque también se usaba para la caza de animales salvajes. En ocasiones se utilizaba para propósitos pacíficos. José, como administrador de alimentos de Egipto, iba en un carro de honor, que solo era menos importante que el de Faraón. Cuando su padre Jacob llegó a Egipto, José salió a su encuentro montado en el carro. (Gé 41:43; 46:29.) Asimismo, hubo muchos carros en la procesión funeral que llevó los restos mortales de Jacob desde Egipto hasta Macpelá, el lugar de entierro que Abrahán había comprado. (Gé 50:7-14.) Los reyes Rehoboam y Acab, Naamán, el jefe del ejército sirio, y el oficial etíope que invitó al evangelizador Felipe a subir con él en el camino que llevaba a Gaza, emplearon los carros como medio de transporte. (1Re 12:18; 18:44, 45; 2Re 5:21, 26; Hch 8:28-31, 38.) A los gobernantes victoriosos se les llevaba en procesiones en carros cubiertos lujosamente decorados. Por otra parte, los gobernantes apóstatas de Judá dedicaron a la adoración del Sol los carros sagrados y los caballos que tiraban de ellos. (2Re 23:11.)
Uso figurado. En sentido figurado y profético, los carros son símbolos de guerra, tal como el arco y la espada. (Isa 21:7, 9; Zac 9:10.) Se dice que “los carros de guerra de Dios se cuentan por decenas de millares, millares repetidas veces”, lo que denota el poder invencible de Dios para destruir a sus enemigos. (Sl 68:17; 2Re 6:17.)