SUMO SACERDOTE
Principal representante del pueblo ante Dios que tenía a su cargo la supervisión de los demás sacerdotes.
En la Biblia se usan diversos términos para designar al sumo sacerdote: “el sumo [literalmente, “gran”] sacerdote” (Nú 35:25, 28; Jos 20:6, nota), “el sacerdote, el ungido” (Le 4:3), “el sacerdote principal [o sumo; literalmente, “cabeza”]” (2Cr 26:20, nota; 2Re 25:18, nota), “el cabeza” (2Cr 24:6) o, simplemente, “el sacerdote” (2Cr 26:17). En este último caso, el contexto determina si se trata del sumo sacerdote o de otro. En las Escrituras Griegas Cristianas se usa la expresión “sacerdotes principales” para referirse a los hombres principales del sacerdocio. Entre estos estaban anteriores sumos sacerdotes ya depuestos y, posiblemente, los hombres adultos de las familias de los sumos sacerdotes y los cabezas de las 24 divisiones sacerdotales. (Mt 2:4; Mr 8:31.)
Jehová nombró a Aarón, el primer sumo sacerdote de Israel. (Heb 5:4.) El sumo sacerdocio de Israel empezó con Aarón, y se pasaba del padre al hijo primogénito, a menos que ese hijo muriese o se le inhabilitase, como sucedió en el caso de los dos hijos mayores de Aarón, que pecaron contra Jehová y murieron. (Le 10:1, 2; véase INSTALACIÓN.) El rey Salomón depuso a un sumo sacerdote en cumplimiento de la profecía divina, y colocó en su lugar a otro hombre cualificado de la línea de Aarón. (1Re 2:26, 27, 35.) Más adelante, cuando la nación estaba bajo la dominación gentil, los gobernantes gentiles destituían y nombraban sumos sacerdotes a voluntad. Sin embargo, parece ser que a lo largo de toda la historia de la nación, hasta la destrucción de Jerusalén en 70 E.C., los sumos sacerdotes fueron descendientes de Aarón, con pocas excepciones, como, por ejemplo, Menelao, llamado también Onías (véase Antigüedades Judías, libro XII, cap. V, sec. 1), de quien en 2 Macabeos 3:4, 5 y 4:23 se indica que era benjamita.
Aptitudes y requisitos. Los requisitos para desempeñar ese cargo eran muy rígidos, en vista de la dignidad de ese puesto, la intimidad de que disfrutaba el sumo sacerdote con Jehová al representar a la nación ante Él y también del significado típico del sumo sacerdocio.
En Levítico 21:16-23 se halla una lista de defectos físicos que inhabilitaban para el sacerdocio. El sumo sacerdote tenía otras restricciones: solo podía casarse con una virgen de Israel, no con una viuda. (Le 21:13-15.) Además, no se le permitía contaminarse con los muertos, es decir, tocar un cadáver humano, aunque fuese su padre o su madre, pues se haría inmundo. Tampoco debía dejar su cabello desaseado ni rasgar las vestiduras por causa de los muertos. (Le 21:10-12.)
La Biblia no especifica a qué edad se podía empezar a servir de sumo sacerdote. Dice que los levitas tenían que retirarse a los cincuenta años, pero no comenta nada en cuanto a los sacerdotes, a excepción del sumo sacerdote, de quien se dice que su nombramiento era vitalicio. (Nú 8:24, 25.) Aarón tenía ochenta y tres años cuando fue con Moisés ante Faraón, y al parecer fue ungido por sumo sacerdote al año siguiente. (Éx 7:7.) Tenía ciento veintitrés años cuando murió, y había permanecido en su puesto hasta el momento de su muerte. (Nú 20:28; 33:39.) La reglamentación de las ciudades de refugio mostraba que el sumo sacerdote ejercía sus funciones de por vida, pues se decía que el homicida involuntario tenía que permanecer en la ciudad hasta la muerte del sumo sacerdote. (Nú 35:25.)
Instalación. Un examen de los privilegios que le fueron conferidos a Aarón poco después de la salida de Egipto ofrece una idea del papel que Jehová tenía pensado asignarle. En el desierto, camino del Sinaí, se le mandó a Aarón que llenase una jarra con maná y la depositase delante del Testimonio como algo que debería guardarse. Por ese entonces aún no existían la tienda de reunión ni el arca del pacto. (Éx 16:33, 34, nota.) Posteriormente, a Aarón se le puso al cargo de la tienda sagrada y del Arca. Se dice específicamente que a Aarón y a sus hijos, además de a los 70 ancianos de Israel, se les concedió el privilegio de subir al monte Horeb hasta cierta altura, donde tuvieron una visión de Dios. (Éx 24:1-11.)
Jehová hizo la primera referencia a su intención de apartar a Aarón y a sus hijos para el sacerdocio cuando dio instrucciones a Moisés para confeccionar las prendas sacerdotales. (Éx 28.) Después de comunicarle estas instrucciones, Jehová le explicó el procedimiento que debería seguir para la instalación del sacerdocio y luego dio a conocer claramente su propósito: “El sacerdocio tiene que venir a ser de ellos como estatuto hasta tiempo indefinido”. (Éx 29:9.)
De acuerdo con la majestad y pureza de Jehová, Aarón y sus hijos no podían realizar función sacerdotal alguna hasta que fuesen santificados y facultados mediante la ceremonia de la instalación (Éx 29), que ofició Moisés en calidad de mediador del pacto de la Ley. La ceremonia de santificación duró siete días, del 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., a cuyo término el sacerdocio quedó instalado y las manos de los sacerdotes se llenaron de poder para actuar como tales. (Le 8.) Al día siguiente, el 8 de Nisán, tuvo lugar un sacrificio de expiación a favor del pueblo (muy similar al Día de Expiación anual que se mandó celebrar el 10 de Tisri; la narración de este primer servicio sacerdotal se halla en Levítico 9). Esta primera actuación era conveniente y necesaria, pues el pueblo de Israel tenía que limpiarse de sus pecados, entre los que se hallaba su reciente transgresión relacionada con el becerro de oro. (Éx 32.)
Uno de los aspectos más significativos de la ceremonia de la instalación del sumo sacerdote fue la unción de Aarón al derramar sobre su cabeza el aceite santo, cuya preparación se hizo de acuerdo con las instrucciones dadas por Dios. (Le 8:1, 2, 12; Éx 30:22-25, 30-33; Sl 133:2.) A los sumos sacerdotes que sucedieron a Aarón se les llama “ungidos”. Aunque la Biblia no menciona directamente ningún caso más de unción con aceite literal, enuncia la siguiente ley: “Y las prendas de vestir santas que son de Aarón servirán para sus hijos después de él para ungirlos en ellas y para llenarles la mano de poder en ellas. Siete días las llevará puestas el sacerdote que le suceda de entre sus hijos y que entre en la tienda de reunión para ministrar en el lugar santo”. (Éx 29:29, 30.)
Las prendas de vestir oficiales. Además de las prendas de vestir de lino que llevaba regularmente, similares a las de los sacerdotes, el sumo sacerdote tenía para ciertas ocasiones otras prendas de vestir especiales de mayor gloria y belleza. Los capítulos 28 y 39 de Éxodo describen el diseño y la confección de estas bajo la dirección de Moisés según el mandato de Dios. La prenda más interior (aparte de los calzoncillos de lino, que iban “desde las caderas hasta los muslos” y que todos los sacerdotes llevaban “para cubrir la carne desnuda”; Éx 28:42) era el traje talar (heb. kut·tó·neth), hecho de lino fino (probablemente blanco) tejido en obra escaqueada. Al parecer, este traje talar tenía mangas largas, llegaba hasta los tobillos y estaba tejido en una sola pieza. Alrededor del cuerpo, probablemente por encima de la cintura, llevaba una banda de lino fino torcido tejido con hilo azul, púrpura rojiza y fibra escarlata carmesí. (Éx 28:39; 39:29.)
El turbante, que era diferente de las prendas para la cabeza que llevaban los sacerdotes, también era de lino fino. (Éx 28:39.) Tenía adherida a la parte delantera una lámina resplandeciente de oro puro, sobre la que estaban grabadas las palabras: “La santidad pertenece a Jehová”. (Éx 28:36.) Esta lámina se llamaba “la santa señal de dedicación”. (Éx 29:6; 39:30.)
Encima del traje talar de lino llevaban la vestidura azul sin mangas (heb. meʽíl). Parece ser que también estaba tejida en una sola pieza, con un borde fuerte alrededor de la apertura de la parte superior a fin de evitar que se rasgase; para ponérsela se la pasaban por la cabeza. Era más corta que el traje talar de lino, y alrededor de su dobladillo inferior llevaba campanillas de oro y granadas alternadas, hechas de hilo azul, púrpura rojiza y fibra escarlata. Cuando el sumo sacerdote se ocupaba de su trabajo en el santuario, se podía oír el tintineo de esas campanillas. (Éx 28:31-35.)
El efod era una prenda de vestir parecida a un delantal que constaba de una parte delantera y una trasera y que llegaba hasta la mitad del muslo. Lo llevaban todos los sacerdotes y, a veces, también otras personas no vinculadas al sacerdocio. (1Sa 2:18; 2Sa 6:14.) No obstante, el efod de la hermosa indumentaria de los sumos sacerdotes era una obra de bordado especial. Estaba hecho de lino fino torcido con lana teñida de púrpura rojiza, fibra escarlata carmesí e hilos de oro (para hacerlos batían el oro en hojas delgadas y, después, las cortaban en hilos). (Éx 39:2, 3.) El efod tenía dos piezas que posiblemente bajaban desde los hombros hasta el cinturón. Las dos partes del efod se mantenían juntas en los hombros por medio de broches de oro engastados con dos piedras de ónice, cada una de las cuales tenía grabados sobre ella seis nombres de los hijos de Israel (Jacob) según el orden de sus nacimientos. Un cinturón del mismo material ataba el efod alrededor de la cintura; el cinturón estaba “sobre” el efod, posiblemente sujeto al efod como parte de él. (Éx 28:6-14.)
El pectoral de juicio era sin duda la parte más costosa y gloriosa de la vestidura del sumo sacerdote. Estaba hecho del mismo material que el efod, su forma era rectangular y su longitud, doble que su anchura, pero estaba doblado de manera que formaba un cuadro de algo más de 22 cm. de lado. El doblez formaba una especie de bolsillo o bolsa. (Véase PECTORAL.) Lo adornaban doce piedras preciosas engastadas en oro, cada una de las cuales tenía grabado el nombre de uno de los hijos de Israel. El rubí, el topacio, la esmeralda y las otras piedras preciosas estaban ordenadas en cuatro filas. En cada una de las cuatro esquinas había un anillo de oro. Los dos anillos de la parte superior estaban unidos a las hombreras del efod por medio de unas cadenillas de oro enroscadas en forma de cordel, y los dos anillos de la parte inferior estaban unidos con cuerdecitas azules al efod, por encima del cinturón. (Éx 28:15-28.)
Moisés puso el Urim y el Tumim “en el pectoral”. (Le 8:8.) No se sabe exactamente qué eran el Urim y el Tumim. Algunos eruditos creen que eran unas suertes que se echaban o se sacaban del pectoral por mandato de Jehová, y que, básicamente, daban un “sí” o un “no” como respuesta a una pregunta. De ser así, puede que hayan estado colocadas dentro de la “bolsa” que formaba el doblez del pectoral. (Éx 28:30; CJ, comentario; NC, nota.) Quizás este sea el procedimiento que se indica en 1 Samuel 14:41, 42. No obstante, también se ha dicho que el Urim y el Tumim tenían que ver de alguna manera con las piedras del pectoral, aunque este punto de vista parece menos probable. Otras referencias al Urim y Tumim se hallan en Números 27:21; Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6; Esdras 2:63 y Nehemías 7:65; véase URIM Y TUMIM.
El sumo sacerdote llevaba estas hermosas vestiduras cuando se acercaba a Jehová para inquirir sobre algún asunto importante. (Nú 27:21; Jue 1:1; 20:18, 27, 28.) Además, después de terminar las ofrendas por el pecado en el Día de Expiación, se cambiaba las vestiduras de lino blanco y se ponía las vestiduras de gloria y hermosura. (Le 16:23, 24.) Al parecer también llevaba estas prendas en otras ocasiones.
Las instrucciones sobre el Día de Expiación registradas en el capítulo 16 de Levítico no especifican que el sumo sacerdote tuviera que levantar sus manos y bendecir al pueblo después de ponerse su indumentaria gloriosa. Sin embargo, cuando se llevó a cabo el servicio de expiación el día después de la instalación del sacerdocio, de manera muy similar a como se haría en el Día de Expiación, el registro dice: “Entonces Aarón alzó sus manos hacia el pueblo y lo bendijo”. (Le 9:22.) Jehová había indicado lo que se debería solicitar con esa bendición cuando le dijo a Moisés: “Habla a Aarón y sus hijos, diciendo: ‘De esta manera deben bendecir a los hijos de Israel, diciéndoles: “Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga brillar su rostro hacia ti, y te favorezca. Jehová alce su rostro hacia ti y te asigne paz”’”. (Nú 6:23-27.)
Su responsabilidad y sus deberes. El hecho de que los pecados del sumo sacerdote pudieran acarrear culpabilidad sobre todo el pueblo, destacaba la dignidad, seriedad y responsabilidad de su puesto. (Le 4:3.) Solo el sumo sacerdote podía entrar en el compartimiento Santísimo del santuario, y debía hacerlo exclusivamente un día al año, el Día de Expiación. (Le 16:2.) Ese día, no podía haber en la tienda de reunión ningún otro sacerdote cuando él entraba en ella. (Le 16:17.) Oficiaba todos los servicios del Día de Expiación. Hacía expiación por su casa y por el pueblo en ocasiones especiales (Le 9:7), e intervenía ante Jehová a favor del pueblo cuando la cólera de Jehová ardía contra ellos. (Nú 15:25, 26; 16:43-50.) Cuando surgían asuntos de importancia nacional, él era el que se dirigía a Jehová con el Urim y el Tumim (Nú 27:21), y también era quien oficiaba cuando se degollaba y quemaba la vaca roja, cuyas cenizas se empleaban para el agua de limpieza. (Nú 19:1-5, 9.)
El sumo sacerdote podía participar en cualquier deber o ceremonia sacerdotal si lo deseaba. La cantidad de sacerdotes había aumentado mucho para el tiempo del rey David, y con el fin de que todos pudieran servir, este rey ordenó a los sacerdotes en 24 divisiones. (1Cr 24:1-18.) Este sistema continuó mientras duró el sacerdocio. Sin embargo, el sumo sacerdote no estaba restringido a ciertos períodos de servicio en el santuario, como era el caso de los sacerdotes. Su servicio era ininterrumpido. (Los sacerdotes podían ayudar en cualquier momento, pero ciertos deberes estaban reservados como privilegio exclusivo de la división de sacerdotes que estuviese desempeñando sus funciones ese día.) Al igual que en el caso de los sacerdotes, las temporadas de las fiestas eran las épocas de más ocupación para el sumo sacerdote.
El santuario, sus trabajos y la tesorería estaban bajo la supervisión del sumo sacerdote. (2Re 12:7-16; 22:4.) Parece ser que para atender esta tarea había un “segundo sacerdote”, que era su principal ayudante. (2Re 25:18.) En tiempos posteriores, el ayudante, llamado el “Sagán”, ejercía las funciones de sumo sacerdote cuando por alguna razón este no podía atender sus deberes. (El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, de A. Edersheim, 1990, pág. 112.) A Eleazar, el hijo de Aarón, se le asignó una superintendencia especial. (Nú 4:16.)
El sumo sacerdote también llevaba la delantera en la instrucción religiosa de la nación. (Le 10:8-11; Dt 17:9-11.)
Él y los que gobernaban (Josué, los jueces y, durante la monarquía, el rey) constituían el tribunal supremo de la nación. (Dt 17:9, 12; 2Cr 19:10, 11.) Después que se formó el Sanedrín (en tiempos posteriores), el sumo sacerdote era el que presidía este consejo de ancianos. No obstante, según algunas tradiciones, solo lo hacía en algunas ocasiones. (Mt 26:57; Hch 5:21.) El sumo sacerdote Eleazar participó con Josué en dividir la tierra entre las doce tribus. (Jos 14:1; 21:1-3.)
La muerte del sumo sacerdote tenía que comunicarse a todas las ciudades de refugio, pues significaba la liberación de todos los homicidas involuntarios que estaban confinados dentro de sus límites. (Nú 35:25-29.)
La línea de los sumos sacerdotes. En el cuadro adjunto se muestra la línea de descendencia del sumo sacerdote y los nombres de los que sirvieron en ese puesto. La Biblia solo nombra específicamente a unos cuantos sumos sacerdotes, pero incluye los registros genealógicos de la línea de Aarón. Probablemente buena parte de los que se incluyen en las tablas genealógicas fueron sumos sacerdotes, aunque la Biblia no contenga un registro de sus actos ni los mencione específicamente como tales. Los pocos sumos sacerdotes de los que habla la Biblia son insuficientes para cubrir el lapso de tiempo particularmente entre el principio del sacerdocio, en 1512 a. E.C., y la destrucción de Jerusalén, en 607 a. E.C. Además, en las tablas genealógicas suelen pasarse por alto algunos nombres, de manera que puede que haya habido otros sumos sacerdotes cuyos nombres no se mencionan. El cuadro, por lo tanto, no intenta dar una lista completa y precisa, pero puede ayudar al lector a formarse una mejor idea de la línea de los sumos sacerdotes.
El sacerdocio de Melquisedec. El primer sacerdote que se menciona en la Biblia es Melquisedec, quien fue “sacerdote del Dios Altísimo” y rey de Salem (Jerusalén). Abrahán se encontró con este rey-sacerdote cuando volvió de derrotar a los tres reyes que se habían aliado con el rey elamita Kedorlaomer. Abrahán reconoció el origen divino de la autoridad de Melquisedec, pues aceptó su bendición y le dio el décimo del botín. En la Biblia no aparece el registro de los antepasados de Melquisedec ni tampoco se dice nada de su nacimiento ni de su muerte. No tuvo ni predecesores ni sucesores. (Gé 14:17-24; véase MELQUISEDEC.)
El sumo sacerdocio de Jesucristo. El libro bíblico de Hebreos dice que desde que Jesucristo resucitó y entró en el cielo, es un “sumo sacerdote a la manera de Melquisedec para siempre”. (Heb 6:20; 7:17, 21.) Para indicar la grandeza del sacerdocio de Cristo y su superioridad en contraste con el sacerdocio aarónico, el escritor muestra que Melquisedec ocupaba los puestos de rey y sacerdote por designación del Dios Altísimo, no por herencia. Cristo Jesús, que no era de la tribu de Leví, sino de la de Judá, y de la línea de David, no heredó su puesto por ser descendiente de Aarón, sino por nombramiento directo de Dios, como en el caso de Melquisedec. (Heb 5:10.) La promesa registrada en el Salmo 110:4: “Jehová ha jurado (y no sentirá pesar): ‘¡Tú eres sacerdote hasta tiempo indefinido a la manera de Melquisedec!’”, convierte a Cristo en un Rey-Sacerdote celestial. Pero Cristo, además, posee la autoridad del Reino debido a ser descendiente de David, el heredero del Reino prometido en el pacto davídico. (2Sa 7:11-16.) De manera que Jesucristo ejerce las funciones combinadas de rey y sacerdote al igual que Melquisedec.
La sobrepujante excelencia del sumo sacerdocio de Cristo se muestra también por el hecho de que Leví, el progenitor del sacerdocio judío, presentó diezmos a Melquisedec, pues estaba en los lomos de Abrahán cuando el patriarca dio un diezmo al rey-sacerdote de Salem. Además, según ese razonamiento, Leví también fue bendecido por Melquisedec, y la regla es que el menor es bendecido por el mayor. (Heb 7:4-10.) El apóstol también subraya con respecto a Melquisedec que estuvo “sin padre, sin madre, sin genealogía, sin tener principio de días ni fin de vida”, por lo que pudo representar el sacerdocio eterno de Jesucristo, quien ha sido resucitado a “una vida indestructible”. (Heb 7:3, 15-17.)
Sin embargo, aunque Cristo no recibe su sacerdocio por ser descendiente carnal de Aarón ni tiene ningún predecesor ni sucesor en su puesto, cumple con el modelo ejemplificado por el sumo sacerdote Aarón. El apóstol deja este hecho muy claro cuando muestra que el tabernáculo en forma de tienda que se construyó en el desierto era un modelo de “la tienda verdadera, que Jehová levantó, y no el hombre”, y que los sacerdotes levíticos rendían “servicio sagrado en una representación típica y sombra de las cosas celestiales”. (Heb 8:1-6; 9:11.) También dice que Jesucristo, quien ofreció su propio cuerpo perfecto en lugar de ofrecer sacrificios animales, abolió la validez o la necesidad de aquellos sacrificios y luego “[pasó] por los cielos”, “no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre[,] una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros”. (Heb 4:14; 9:12; 10:5, 6, 9.) Él entró en el lugar santo tipificado por el Santísimo en el que entraba Aarón, a saber, “el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros”. (Heb 9:24.)
No era necesario repetir el sacrificio de Jesús como el sumo sacerdote antitípico, como ocurría con los sacrificios de los sacerdotes aarónicos, porque el de Jesús quitó definitivamente el pecado. (Heb 9:13, 14, 25, 26.) Además, en el tipo o sombra, ningún sacerdote del sacerdocio aarónico podía vivir suficiente tiempo para salvar completamente, es decir, llevar a una salvación y perfección completas a aquellos a quienes ministraba, pero Cristo “puede salvar completamente a los que están acercándose a Dios mediante él, porque siempre está vivo para abogar por ellos”. (Heb 7:23-25.)
Además de su responsabilidad de ofrecer los sacrificios, el sumo sacerdote también bendecía al pueblo y lo instruía en las justas leyes de Dios. En Jesucristo también se combinan estas tres funciones. Al comparecer ante su Padre en los cielos, “ofreció un solo sacrificio por los pecados perpetuamente, y se sentó a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que se coloque a sus enemigos como banquillo para sus pies”. (Heb 10:12, 13; 8:1.) Además, “la segunda vez que aparece será aparte del pecado y a los que lo están esperando con intenso anhelo para la salvación de ellos”. (Heb 9:28.)
La superioridad de Jesucristo como Sumo Sacerdote se ve también en otro sentido. Llegó a ser un hombre de carne y sangre como sus “hermanos” (Heb 2:14-17), y fue probado completamente; sufrió toda clase de oposición, persecución y finalmente una muerte ignominiosa. Como dice el registro bíblico, “aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió; y después de haber sido perfeccionado vino a ser responsable de la salvación eterna para todos los que le obedecen”. (Heb 5:8, 9.) El apóstol Pablo explica cuál es uno de los beneficios que se deriva del hecho de que Jesús haya sido probado, al decir: “Pues por cuanto él mismo ha sufrido al ser puesto a prueba, puede ir en socorro de los que están siendo puestos a prueba”. (Heb 2:18.) Todo aquel que necesite ayuda puede tener la seguridad de que recibirá un trato misericordioso y considerado, pues, como Pablo dice: “No tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado”. (Heb 4:15, 16.)
Los sacerdotes cristianos. Jesucristo es el único sacerdote “a la manera de Melquisedec” (Heb 7:17), pero, al igual que Aarón, el sumo sacerdote de Israel, Jesucristo tiene un cuerpo de sacerdotes que su Padre Jehová le ha proporcionado. A estos se les ha prometido que serán coherederos con él en los cielos y participarán como reyes asociados en su Reino. (Ro 8:17.) Se les conoce como “un sacerdocio real” (1Pe 2:9), y en la visión del libro bíblico de Revelación se les presenta cantando una canción nueva, en la que dicen que Cristo los ha comprado con su sangre y los ha hecho “un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y han de reinar sobre la tierra”. (Rev 5:9, 10.) Después, la misma visión revela que la cantidad total asciende a 144.000 personas. También se dice que estos han “sido comprados de la tierra”, como seguidores del Cordero, “comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. (Rev 14:1-4; compárese con Snt 1:18.) En este capítulo de Revelación (14) se da la advertencia con respecto a la marca de la bestia y se muestra que el evitar esta marca “significa aguante para los santos”. (Rev 14:9-12.) Estos 144.000 comprados son los que aguantan fielmente y llegan a vivir y reinar con Cristo, pues se dice que “serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con él por los mil años”. (Rev 20:4, 6.) Son los servicios de Jesús como sumo sacerdote lo que los introduce en esta posición gloriosa.
Beneficiarios del sacerdocio celestial. La visión de la Nueva Jerusalén que se da en Revelación ofrece información en cuanto a los que se beneficiarán de los servicios del Sumo Sacerdote, Jesucristo, y de su cuerpo de sacerdotes celestiales que colabora con él. Tal como Aarón, su familia y la tribu sacerdotal de Leví ministraron a las doce tribus de Israel en la tierra de Palestina, se dice de la Nueva Jerusalén que “las naciones andarán por medio de su luz”. (Véase Rev 21:2, 22-24.)
Véase también SACERDOTE.