ASIRIA
País de la antigüedad que ocupaba el extremo septentrional de la llanura mesopotámica o de lo que hoy es el extremo septentrional de Irak. Se hallaba comprendido principalmente en el triángulo formado por los ríos Tigris y Pequeño Zab, que constituían su límite occidental y meridional, respectivamente, mientras que al N. limitaba con las montañas de la antigua Armenia, y al E., con los montes Zagros y la tierra de Media. Sin embargo, hay que destacar que estos límites eran bastante variables: cuando el poder de Babilonia se debilitaba, las fronteras de Asiria se extendían hacia el S. del río Pequeño Zab, y retrocedían cuando la fortuna política de Asiria decaía y ascendía la de Babilonia. Los otros límites también fluctuaron, en especial el del río Tigris, ya que desde una época temprana Asiria extendió su influencia al O. de ese río. Más tarde, el Imperio asirio llegó a alcanzar una extensión mucho mayor. (MAPA, vol. 1, pág. 954.)
Asiria y Babilonia mantuvieron una estrecha relación durante toda su historia. Eran estados vecinos que ocupaban una misma región sin que hubiera ninguna división natural que sirviera de frontera entre sus territorios. Sin embargo, la región de Asiria propiamente dicha era sobre todo una zona de tierras altas, con un terreno accidentado y un clima más fresco y sano que el de Babilonia. Parece que sus habitantes eran más enérgicos y agresivos que los babilonios. En algunos relieves tallados se les representa con una constitución fuerte, tez oscura, barba y cejas abundantes y nariz prominente.
Se cree que Asur, ciudad de Asiria situada al O. del río Tigris, fue la primera capital de aquella región. Con el tiempo, Nínive llegó a ser su capital más importante, aunque a veces los monarcas asirios usaron Cálah y Jorsabad como ciudades capitales. A lo largo de la parte septentrional de Asiria corría una ruta comercial en dirección al Mediterráneo y Asia Menor, con bifurcaciones hacia Armenia y la región del lago Urmia. Gran parte de las guerras de Asiria tenían como objetivo conseguir o mantener el control de esas rutas comerciales.
Militarismo. Asiria era básicamente una potencia militar, y en el cuadro histórico que ha quedado de sus hazañas se observa una gran crueldad y rapacería. (GRABADOS, vol. 1, pág. 958.) Uno de sus monarcas guerreros, Asurnasirpal, describe de la siguiente manera el castigo que infligió a varias ciudades rebeldes:
“Edifiqué una columna cerca de la puerta de su ciudad y desollé a todos los principales que se habían sublevado, y cubrí la columna con su piel. A algunos los emparedé dentro de la columna, a algunos los colgué en maderos de la columna [...]. Y desmembré a los oficiales, a los oficiales reales que se habían rebelado [...]. A muchos de sus cautivos los quemé con fuego, y a otros muchos los capturé vivos. A algunos les amputé las manos; a otros, la nariz, las orejas y los dedos; a muchos les saqué los ojos. Hice un montón de los vivos y otro de las cabezas, y até sus cabezas a postes (troncos de árboles) alrededor de la ciudad. Quemé en el fuego a sus jóvenes y a sus vírgenes. Capturé vivos a veinte hombres y los emparedé en el muro de su palacio [...]. Al resto de sus guerreros los consumí de sed en el desierto del Éufrates [...].” (Ancient Records of Assyria and Babylonia, de D. D. Luckenbill, 1926, vol. 1, págs. 145, 147, 153, 162.)
En muchos relieves se les representa tirando de sus cautivos por cuerdas en cuyos extremos había garfios que les traspasaban la nariz o los labios, o sacándoles los ojos con la punta de una lanza. La tortura sádica era un rasgo frecuente de las guerras asirias, rasgo del que se jactaban con total desvergüenza y que registraban con sumo cuidado. El que otros pueblos supieran de su crueldad sin duda les dio ventaja militar, pues aterrorizaba a los que estaban en su línea de ataque y desmoronaba su resistencia. El profeta Nahúm llamó con acierto a Nínive, la capital de Asiria, un “albergue de leones” y una “ciudad de derramamiento de sangre”. (Na 2:11, 12; 3:1.)
¿Qué tipo de religión tuvieron los asirios?
Asiria heredó su religión sobre todo de Babilonia, y aunque los asirios consideraban que su dios nacional, Asur, era el dios supremo, seguían aceptando a Babilonia como el principal centro religioso. Los reyes asirios también servían de sumos sacerdotes de Asur. En un sello que encontró A. H. Layard en las ruinas de un palacio asirio y que ahora se conserva en el Museo Británico, se representa al dios Asur con tres cabezas. La adoración asiria se destacaba por la creencia en tríadas de dioses, así como en una pentada o grupo de cinco dioses. La tríada principal la formaban: Anu, que representaba el cielo; Bel, que representaba la región habitada por el hombre, los animales y los pájaros, y Ea, que representaba las aguas terrestres y subterráneas. Una segunda tríada la componían: Sin, el dios de la Luna; Shamash, el dios del Sol, y Rammán, el dios de la tormenta, aunque en su lugar a menudo estaba Istar, la reina de las estrellas. (Compárese con 2Re 23:5, 11.) Después estaban los cinco dioses que representaban cinco planetas. La obra Unger’s Bible Dictionary (1965, pág. 102) comenta lo siguiente sobre los dioses que formaban los grupos trinos: “A veces se invoca a estos dioses individualmente con expresiones que parecen ensalzar a cada uno de ellos a una posición de supremacía sobre los demás”. Sin embargo, en su panteón había otras innumerables deidades secundarias, muchas de las cuales eran patronas de las ciudades. Cuando Senaquerib fue asesinado, el registro menciona que estaba adorando a Nisroc. (Isa 37:37, 38.)
La religión practicada en torno a estas deidades era animista, es decir, creía que todo objeto y fenómeno natural estaba animado por un espíritu. Sin embargo, se distinguía en cierto modo de las religiones de las naciones circundantes que adoraban a la naturaleza, pues los asirios pensaban que la guerra era la mejor manera de expresar la religión nacional. (GRABADO, vol. 1, pág. 956.) Por esta razón, Tiglat-piléser I dijo en cuanto a sus luchas: “Mi Señor, ASUR, me instó”; y en sus anales, Asurbanipal registró: “Por la orden de ASUR, SIN, SHAMASH, mis grandes dioses y señores cuya protección me otorgaron, entré en la tierra de Mannai y marché a través de ella victoriosamente”. (Records of the Past: Assyrian and Egyptian Monuments, Londres, 1875, vol. 5, pág. 18; 1877, vol. 9, pág. 43.) Sargón solía invocar la ayuda de Istar antes de ir a la guerra. Los ejércitos marchaban detrás de los estandartes de los dioses, que debieron ser símbolos de madera o metal colocados sobre postes. Se daba mucha importancia a los agüeros, y para conocerlos examinaban el hígado de animales sacrificados, el vuelo de los pájaros o la posición de los planetas. El libro Ancient Cities (de W. B. Wright, 1886, pág. 25) informa: “La guerra era la ocupación de la nación, y los sacerdotes la fomentaban sin cesar. Su manutención procedía en gran medida de los despojos de guerra, de los que siempre se les asignaba un porcentaje fijo antes que otros pudiesen participar de ellos, pues esta raza de saqueadores era extremadamente religiosa”.
Cultura, literatura y leyes. Los asirios construyeron palacios impresionantes, con las paredes revestidas de losas esculpidas, en las que representaban con muchísimo realismo escenas de guerra y paz. Las entradas estaban adornadas con toros alados que tenían cabeza humana, esculpidos en un solo bloque de piedra caliza que pesaba unas 36 Tm. En sus sellos cilíndricos se observan intrincados grabados. (Véase ARQUEOLOGÍA.) Debieron tener considerables conocimientos metalúrgicos, a juzgar por su fundición de metales. Sus reyes construyeron acueductos y perfeccionaron los sistemas de riego, hicieron parques reales, tanto botánicos como zoológicos, en los que había plantas, árboles y animales de muchos países. Sus edificios palaciegos dan prueba de que poseían un sistema de desagüe bien estudiado y unas medidas sanitarias bastante buenas.
Un aspecto de especial interés han sido las grandes bibliotecas construidas por ciertos monarcas asirios, con decenas de miles de tablillas de barro, prismas y cilindros, inscritos todos con escritura cuneiforme, en los que se explican importantes acontecimientos históricos, datos religiosos y asuntos legales y comerciales. Sin embargo, algunas leyes de cierta época de la historia asiria ilustran de nuevo la dureza que con tanta frecuencia caracterizó a aquella nación. El castigo estipulado para ciertos delitos era la mutilación. Por ejemplo: a una muchacha esclava no se le permitía presentarse en público cubierta con un velo, y si violaba tal ordenanza, se le amputaban las orejas. La siguiente ley ilustra la desprotección legal que tenía la mujer casada: “Dejando aparte las penas que se inscriben en la tablilla con respecto a una mujer casada, un hombre puede azotar a su esposa, arrancarle el pelo, cortarle y lastimarle las orejas. Legalmente no hay en ello ninguna culpa (imputable)”. (Everyday Life in Babylonia and Assyria, de H. W. F. Saggs, 1965, pág. 152.)
Historia bíblica y seglar. La primera referencia bíblica a Asiria se encuentra en Génesis 2:14, donde Moisés dice, desde la óptica de su tiempo, que el río Hidequel (Tigris), en un principio una de las cuatro cabeceras del río “que procedía de Edén”, ‘iba al este de Asiria’. (Gé 2:10.)
El nombre de esta tierra se derivó de Asur, hijo de Sem. (Gé 10:22.) Por lo tanto, parece que poco después del Diluvio sus primeros pobladores eran semitas. Sin embargo, pronto se fueron infiltrando otros, como Nemrod, nieto de Cam, que entró en Asiria y edificó a “Nínive y a Rehobot-Ir y a Cálah y a Resen entre Nínive y Cálah: esta es la gran ciudad”. (Gé 10:11, 12; compárese con Miq 5:6.) No se indica si la construcción de estas ciudades siguió a la de la Torre de Babel y a la posterior confusión de lenguas (Gé 11:1-9), si bien en ese capítulo ya se mencionan diversas lenguas. (Gé 10:5, 20, 31.) De todos modos, se deja claro que la construcción de la ciudad de Nínive, la capital de Asiria, se dirigió desde Babilonia, hecho con el que concuerda la historia seglar. En fechas posteriores, se dice que las tribus que descendieron de Ismael, hijo de Abrahán, llegaron en sus marchas nómadas hasta Asiria. (Gé 25:18.)
En el período aproximado de 1100-900 a. E.C. (que siguió al reinado de Tiglat-piléser I), Asiria vivió una época de decadencia, y a menudo se ha opinado que esta circunstancia favoreció la extensión de los límites de la nación de Israel durante el reinado de David (1077-1038 a. E.C.) y la posterior extensión de su influencia durante el reinado de Salomón (1037-998 a. E.C.). Por supuesto, tal expansión se debió principalmente al apoyo de Dios y no tanto al debilitamiento de Asiria. (2Sa 8, 10; 1Re 4:21-24.)
Asurnasirpal II y Salmanasar III. La amenaza asiria empezó a acercarse a Israel durante el reinado de Asurnasirpal II, célebre por sus despiadadas campañas bélicas y crueldades ya mencionadas. Según algunas inscripciones, cruzó el río Éufrates, invadió la zona septentrional de Siria y exigió tributo de las ciudades fenicias. Su sucesor, Salmanasar III, es el primer rey que registra haber tenido un contacto directo con el reino septentrional de Israel. Los registros asirios informan que Salmanasar avanzó hacia Qarqar, junto al río Orontes, donde luchó contra una coalición de reyes. Aquella batalla no tuvo resultados decisivos. El Obelisco Negro de Salmanasar, en Nimrud, registra que Jehú (c. 904-877 a. E.C.) le pagó tributo, y tiene un relieve que probablemente representa al emisario de Jehú entregando el tributo a dicho monarca asirio. (Véase SALMANASAR núm. 1.)
Adad-nirari III y sus sucesores. Después de Samsi-adad V, sucesor de Salmanasar III, ascendió al trono asirio Adad-nirari III. Las inscripciones informan que atacó Damasco y recibió tributo de Jehoás de Samaria. Tal vez fue hacia mediados del siglo IX a. E.C. (c. 844) cuando se comisionó al profeta Jonás para que fuera a Nínive, la capital de Asiria. Como resultado de su advertencia de la inminente destrucción que les iba a sobrevenir, todos los habitantes de la ciudad, incluso el rey, se arrepintieron. (Jon 3:2-6.) Puede ser que por aquel entonces el rey de Asiria fuese Adad-nirari III, aunque esto no se sabe con certeza.
Según el registro histórico, entre los reyes que sucedieron a Adad-nirari III estuvieron sus hijos: Salmanasar IV, Asur-dan III y Asur-nirari V. Sin embargo, cabe destacar que en ese período la agresividad asiria estaba en decadencia.
Tiglat-piléser III. El primer rey asirio que se menciona por nombre en la Biblia es Tiglat-piléser III (2Re 15:29; 16:7, 10), también llamado “Pul” en 2 Reyes 15:19. Debido a que en 1 Crónicas 5:26 aparecen ambos nombres, en el pasado se pensó que se trataba de dos reyes distintos. Sin embargo, las listas de reyes babilonios y asirios dan ambos nombres a la misma persona. De modo que es posible que en un principio se conociera a este rey por el nombre de Pul y que al ascender al trono asirio, adoptara el nombre de Tiglat-piléser. (Véase PUL núm. 1.)
Durante el reinado de Menahem de Israel (c. 790-781 a. E.C.) Tiglat-piléser III invadió el territorio del reino septentrional. Menahem le pagó 1.000 talentos de plata (6.606.000 dólares [E.U.A.]) y así consiguió la retirada de los asirios. (2Re 15:19, 20.) Más tarde, el rey Péqah de Israel (c. 778-759 a. E.C.) se unió al rey Rezín de Siria para luchar contra el rey Acaz de Judá (761-746 a. E.C.). A pesar de que Isaías profetizó la segura desaparición de esta amenaza siro-israelita debido al poder del rey de Asiria (Isa 7:1-9, 16, 17; 8:3, 4), Acaz escogió el proceder insensato de enviar un soborno a Tiglat-piléser para que atacara a aquella coalición y así aliviase la presión bajo la que estaba Judá. El monarca asirio respondió capturando varias ciudades de la zona N. de Israel, así como las regiones de Galaad, Galilea y Neftalí. Tiglat-piléser había adoptado la táctica de deportar la población de las zonas conquistadas a otros lugares con el fin de reducir el riesgo de sublevaciones, y lo mismo hizo en esta ocasión con algunos israelitas. (1Cr 5:6, 26.) Además, Judá quedó entonces subordinado a Asiria, por lo que el rey Acaz viajó a Damasco, que también había caído ante los asirios, para rendir homenaje a Tiglat-piléser. (2Re 15:29; 16:5-10, 18; 2Cr 28:16, 20, 21; compárese con Isa 7:17-20.)
Salmanasar V. Salmanasar V sucedió a Tiglat-piléser III. Hosea (c. 758-740 a. E.C.), usurpador del trono de Israel, al principio se sometió a la exacción de tributo impuesta por Asiria, pero después conspiró con Egipto para liberar a Israel del yugo asirio. Ante esto, Salmanasar dio comienzo a un sitio de tres años de la ciudad de Samaria, que terminó con la caída de dicha ciudad (740 a. E.C.) y el exilio de Israel. (2Re 17:1-6; 18:9-11; Os 7:11; 8:7-10.) Según la mayoría de las obras de consulta, Salmanasar murió antes de finalizar la conquista de Samaria, y la ciudad cayó ante Sargón II. (Véanse SALMANASAR núm. 2; SARGÓN.)
Sargón II. Los registros de Sargón hablan de la deportación de 27.290 israelitas a diferentes lugares del Alto Éufrates y Media. También se narra la campaña contra Filistea, en la que conquistó Gad, Asdod y Asdudimmu. Fue para el tiempo de esta campaña cuando se le dijo al profeta Isaías que advirtiese al pueblo de la futilidad de confiar en Egipto o Etiopía como protección contra el agresor asirio. (Isa 20:1-6.) Al parecer, durante el reinado de Sargón, por primera vez se llevó gente de Babilonia y Siria para repoblar Samaria, y después ese rey asirio hizo volver del exilio a un sacerdote israelita para que instruyera a estas personas en “la religión del Dios del país”. (2Re 17:24-28; véanse SAMARIA núm. 2; SAMARITANO.)
Senaquerib. Senaquerib, el hijo de Sargón II, atacó al reino de Judá durante el decimocuarto año del reinado de Ezequías (732 a. E.C.). (2Re 18:13; Isa 36:1.) Este se rebeló contra el yugo asirio —yugo que había resultado de la maniobra de su padre Acaz (2Re 18:7)—, a lo que Senaquerib reaccionó invadiendo todo Judá y conquistando 46 ciudades. (Compárese con Isa 36:1, 2.) Después, desde su campamento de Lakís, exigió que Ezequías pagase un tributo de 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]) y 300 talentos de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]). (2Re 18:14-16; 2Cr 32:1; compárese con Isa 8:5-8.) Aunque las cantidades exigidas se pagaron, Senaquerib envió a sus voceros para conminar a Jerusalén a rendirse sin condiciones. (2Re 18:17–19:34; 2Cr 32:2-20.) Sin embargo, Jehová mató a 185.000 soldados en una sola noche, y de ese modo obligó al jactancioso rey asirio a retirarse y volver a Nínive. (2Re 19:35, 36.) Allí lo asesinaron más tarde dos de sus hijos, y otro de sus hijos, Esar-hadón, lo reemplazó en el trono. (2Re 19:37; 2Cr 32:21, 22; Isa 37:36-38.) Estos acontecimientos, con la excepción de la aniquilación de las tropas asirias, también están registrados en el Prisma de Senaquerib y en un prisma de Esar-hadón. (GRABADOS, vol. 1, pág. 957.)
Esar-Hadón. Durante el reinado de Manasés (716-662 a. E.C.), Jehová permitió que los jefes del ejército asirio se llevaran cautivo a este rey judaíta a Babilonia, para aquel entonces bajo el control asirio. (2Cr 33:11.) Hay quien cree que se deportó a Manasés para el tiempo de la victoriosa campaña de Esar-hadón contra Egipto. Sea como sea, en algunas inscripciones se menciona a Menasi (Manasés) de Judá entre los que pagaban tributo a Esar-hadón. Más tarde Manasés fue devuelto a Jerusalén. (2Cr 33:10-13.) Según Esdras 4:2, parece que el intercambio de población entre el reino septentrional de Israel y otros lugares todavía continuaba en los días de Esar-hadón, lo que puede explicar el período de “sesenta y cinco años” mencionado en la profecía de Isaías 7:8. (Véanse ACAZ núm. 1; ESAR-HADÓN.)
Asurbanipal. Antes de su muerte, Esar-hadón había nombrado príncipe heredero de Asiria a su hijo Asurbanipal, y a su otro hijo, Shamash-shum-ukin, heredero del trono de Babilonia. Más tarde, Shamash-shum-ukin se rebeló contra su hermano, pero Asurbanipal aplastó la rebelión y saqueó la ciudad de Babilonia.
Asurbanipal fue quien consiguió la mayor expansión del imperio. Reprimió una sublevación de Egipto y saqueó la ciudad de Tebas (No-amón). Para entonces los límites del Imperio asirio abarcaban las regiones de Elam y parte de Media, y se extendían hasta Ararat; por el O. llegaban hasta Cilicia, en Asia Menor, y de ahí, hasta Egipto y luego Arabia, pasando por Siria e Israel (pero no por Jerusalén), hasta Babilonia. Al parecer “el grande y honorable Asnapar” mencionado en Esdras 4:10 es el mismo Asurbanipal. (Véase ASNAPAR.)
La caída del imperio. La Crónica de Babilonia (B. M. [Museo Británico] 21901) relata la caída de Nínive, capital de Asiria, después del sitio al que la sometió el rey babilonio Nabopolasar, con el apoyo de Ciaxares el medo, en el año decimocuarto de su reinado (632 a. E.C.). Esta dice: “La ciudad [convirtieron] en montes de ruinas y cúmu[los (de restos)]”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 239.) De esta manera llegó a un fin ignominioso el cruel gobierno asirio. (Isa 10:12, 24-26; 23:13; 30:30-33; 31:8, 9; Na 3:1-19; Sof 2:13.)
Según esta misma crónica, en el año decimocuarto de Nabopolasar (632 a. E.C.), Asur-uballit II intentó perpetuar el dominio asirio, con la ciudad de Harán como capital de su reino. Respecto al decimoséptimo año (629 a. E.C.) de Nabopolasar, dice: “En el mes Duʼuzu, Asur-uballit, rey de Asiria, (y) un gran [ejército de] E[gip]to [que había venido en su ayuda] cruzó el río (Éufrates) y [marchó a] la conquista de Harán”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 305.) De hecho, lo que este pasaje narra es el intento de Asur-uballit de reconquistar Harán, pues con anterioridad se le había hecho huir de la ciudad. Esta referencia concuerda con las palabras sobre el faraón Nekoh —cuya intervención le costó la vida al rey Josías de Judá (c. 629 a. E.C.)— que se hallan en 2 Reyes 23:29, donde dice que “Faraón Nekoh el rey de Egipto subió al rey de Asiria junto al río Éufrates”, seguramente con el fin de ayudarle. Este “rey de Asiria” bien pudo haber sido Asur-uballit II. Sin embargo, la campaña militar contra Harán fracasó: el Imperio asirio había llegado a su fin.
El título “rey de Asiria” se aplicó al rey persa (Darío Histaspes) que dominaba Asiria al tiempo de la reconstrucción del templo de Jerusalén (terminado en 515 a. E.C.). (Esd 6:22.)
Asiria en la profecía. Asiria figuraba en la profecía que Balaam pronunció alrededor del año 1473 a. E.C. (Nú 24:24.) También se encuentran numerosas referencias a Asiria en las profecías de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Miqueas, Nahúm, Sofonías y Zacarías. Además, en toda la profecía de Oseas se entreteje la advertencia de que Asiria asolaría el reino septentrional de Israel. Por otra parte, con frecuencia se condenó la confianza que pusieron en tales naciones paganas los apóstatas de Israel y Judá, vacilando a menudo entre Egipto y Asiria como “una paloma simple sin corazón”. (Jer 2:18, 36; Lam 5:6; Eze 16:26, 28; 23:5-12; Os 7:11.) Los desastrosos resultados de tal proceder están narrados vívidamente en el registro bíblico. (Eze 23:22-27.) De igual modo, se había profetizado la humillación del pueblo asirio y la repatriación de los israelitas exiliados. (Isa 11:11-16; 14:25; Jer 50:17, 18; Eze 32:22; Zac 10:10, 11.) Por último, la profecía había señalado que llegaría un día en el que existirían relaciones pacíficas entre Asiria y Egipto, y que ambos pueblos se unirían, con el beneplácito divino, al pueblo de Israel, para llegar a ser “una bendición en medio de la tierra”. (Isa 19:23-25.)