¿Qué pueden decirle los astros?
EL CIELO estrellado en una noche clara es un espectáculo verdaderamente magnífico, incluso cuando se contempla a simple vista. La Luna plateada, las incontables y titilantes estrellas, la tenue Vía Láctea, todo ello parece tan sereno, tan misterioso. Es muy natural que uno se pregunte: “¿Por qué están ahí? ¿Están tratando de decirnos algo?”.
Desde tiempos inmemorables, el hombre ha tratado de encontrar las respuestas a estas inquietantes preguntas. Sin embargo, solo hace relativamente poco que los científicos empezaron a darse cuenta de la mota tan minúscula e insignificante que es la Tierra en comparación con el inescrutablemente vasto universo material. ¡Qué absurdo es imaginarse que todos los miles de millones de galaxias de estrellas, a millones de años luz de distancia, están ahí tan solo para comunicarnos detalles de nuestra vida y nuestro destino! Deben tener algo mucho más importante que decirnos.
Un mensaje claro
Aunque hay los que, como hemos visto, tratan de leer en los astros señales y agüeros, a muchísimas personas la magnificencia de los cielos estrellados les comunica un mensaje sublime, que despierta sus más profundos sentimientos de temor y reverencia. “Las leyes naturales del universo son tan precisas —observó el científico espacial Wernher von Braun—, que [...] tienen que haber sido establecidas por alguien.” Del mismo modo, respecto al “orden que existe en todo el universo que nos rodea”, el ex astronauta John Glenn señaló que la única conclusión lógica es que “algún Poder puso todo esto en órbita y lo mantiene allí”.
Sin embargo, para darse cuenta de esto no es necesario ser un profesional muy instruido ni un gran científico. Por ejemplo, un rey hebreo de la antigüedad, conmovido ante tal espectáculo, expresó poéticamente lo que muy bien podría ser la reacción natural de la mayoría de nosotros. Él escribió:
“Los cielos están declarando la gloria de Dios;
y de la obra de sus manos la expansión está informando.
Un día tras otro día hace salir burbujeando el habla,
y una noche tras otra noche manifiesta conocimiento.
No hay habla, y no hay palabras;
no está oyéndose ninguna voz de parte de ellos.
Por toda la tierra ha salido el cordel de medir de ellos,
y hasta la extremidad de la tierra productiva sus expresiones.” (Salmo 19:1-4.)
Tal como una obra maestra de la pintura nos comunica algo en cuanto al talento y la habilidad del artista, los astros, aunque sin habla, palabras ni voz, nos están diciendo algo. No, no nos dicen que están encantados o que de algún modo ejercen influencia en nuestra personalidad y destino. Más bien, el orden y el diseño que se manifiestan en los cielos estelares transmiten el claro mensaje de que son la obra de un Diseñador y Creador inteligente y poderoso. El apóstol Pablo lo expresó de la siguiente manera: “Las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad”. (Romanos 1:20.)
La fuerza que gobierna todas las cosas
Al estudiar el universo material, los científicos están aprendiendo que toda la materia —desde la mayor de las galaxias hasta los átomos más pequeños— está gobernada por ciertas leyes físicas. Y nosotros formamos parte de ese universo gobernado por leyes y principios bien definidos, entre ellas algunas relativas a la moralidad.
El filósofo y educador alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, reconocido por sus tratados sobre la lógica y la razón, escribió: “Hay dos cosas que, cuantas más veces y más firmemente reflexionamos en ellas, más nos llenan de una admiración y temor que siempre se renuevan y aumentan: los cielos estrellados y la ley moral interna”. Efectivamente, aquel que creó las leyes que gobiernan los “cielos estrellados” físicos, también creó “la ley moral interna”. (Romanos 2:14, 15.) Esta ‘ley interna’, alimentada y desarrollada por la Palabra de Dios, puede guiarnos en nuestra búsqueda de felicidad y propósito en la vida. Es por esta razón que el salmista, después de verse motivado a reconocer la gloria de Dios al observar los cielos estrellados, continuó diciendo:
“La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma.
El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto.
Las órdenes de Jehová son rectas, hacen regocijar el corazón;
el mandamiento de Jehová es limpio, hace brillar los ojos.
El temor de Jehová es puro, subsiste para siempre.
Las decisiones judiciales de Jehová son verdaderas; han resultado del todo justas.” (Salmo 19:7-9.)
Por lo tanto, ¿qué nos dicen los astros? Que el Creador, en su sabiduría y amor, no solo ha provisto leyes físicas para gobernar el intrincado funcionamiento del universo que nos rodea, sino también leyes morales para orientarnos en nuestra cambiante y acelerada sociedad. No, Dios no nos hizo como si fuésemos piezas de ajedrez, cuya “función” está ya predeterminada y cuyos “movimientos” son controlados por el jugador. Más bien, él nos proveyó leyes morales que pueden ayudarnos a actuar de manera sabia, pero, como personas que gozamos de libre albedrío, el que aceptemos y apliquemos estas leyes morales dadas por Dios depende de nosotros.
¿Dónde se encuentran estas leyes? El apóstol Pablo nos dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra”. (2 Timoteo 3:16, 17.) Sí, la Palabra inspirada de Dios, la Biblia, contiene directrices provechosas para todas las actividades humanas. Por esta razón, la Biblia nos insta: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas. No te hagas sabio a tus propios ojos. Teme a Jehová y apártate de lo malo”. (Proverbios 3:5-7.)