Cómo mantener a raya la agresividad
HACE más de dos mil años, el filósofo griego Aristóteles usó el término catarsis para referirse a la “purga” o liberación de la ansiedad que se conseguía contemplando en el teatro un drama o una tragedia. En teoría, una vez liberada la tensión, el espectador experimentaría una sensación de alivio psicológico.
A principios del siglo XX, el neurólogo austriaco Sigmund Freud propuso un concepto similar. Aseguraba que si una persona reprimía sus emociones negativas, tarde o temprano resurgirían en forma de trastornos psicológicos, como la histeria. Su postura era: más vale desfogarse que reprimir los enojos.
En las décadas de los setenta y los ochenta, los investigadores pusieron a prueba la teoría de la catarsis, pero apenas le encontraron sustento científico. Los descubrimientos llevaron a la psicóloga Carol Tavris a escribir: “Ya es hora de enterrar de una vez por todas la teoría de la catarsis. Las investigaciones no han aportado prácticamente ninguna prueba de que observar escenas violentas (o exteriorizar la ira) elimine los sentimientos de hostilidad”.
Otro psicólogo, Gary Hankins, señaló: “Los estudios indican que entrar en catarsis, o ‘abrir la válvula de escape’, suele dejarlo a uno más tenso que antes”. Tal vez los expertos en salud mental nunca lleguen a un acuerdo sobre este tema. Muchas personas, en cambio, han sacado provecho de una fuente distinta de sabiduría: la Biblia.
“Refrena tu enojo”
El salmista David expresó con estas acertadas palabras la necesidad de mantener la ira bajo control: “Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal” (Salmo 37:8, Nueva Versión Internacional). La mejor manera de evitar decir o hacer algo de lo que después nos arrepintamos es no irritarnos. Claro, es mucho más fácil decirlo que hacerlo, ¡pero se puede lograr! Veamos tres sugerencias prácticas.
Reduzca la intensidad del enojo
Para apaciguar el enojo, tranquilícese y relájese. Resista el impulso de decir lo primero que le venga a la mente. Si siente que está saliéndose de sus casillas y que va a perder el control, recuerde este consejo bíblico: “El principio de la contienda es como alguien que da curso libre a las aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate” (Proverbios 17:14).
Eso fue lo que ayudó a un hombre llamado Jack a dominar su temperamento agresivo. Como su padre era muy dado a las juergas y las peleas, fue desarrollando una personalidad parecida. Él comenta: “Cuando me enojaba, sentía como si me prendieran fuego. Explotaba y comenzaba a gritar y a amenazar con los puños”.
Las cosas empezaron a cambiar cuando Jack comenzó a estudiar con los testigos de Jehová. Entonces comprendió que con la ayuda de Dios podía cambiar y aprender a controlar su carácter. ¡Y vaya si cambió! En cierta ocasión, un compañero de trabajo lo insultó enfurecido. “Sentí cómo crecía dentro de mí una bola de fuego —recuerda él—. Mi primer impulso fue tumbarlo de un golpe.”
¿Cómo logró conservar la calma? Él mismo contesta: “Comencé a orar: ‘¡Por favor, Jehová, ayúdame a no perder los estribos!’. De pronto sentí por primera vez en la vida una paz que me embargó por completo; logré dar media vuelta y marcharme”. Jack siguió estudiando la Biblia. Pasó mucho tiempo orando y meditando en pasajes como Proverbios 26:20, que dice: “Donde no hay leña, se apaga el fuego”, y finalmente consiguió controlar la ira.
Aprenda a relajarse
“Un corazón calmado es la vida del organismo.” (Proverbios 14:30.) Poner en práctica esta verdad elemental de la Biblia mejora la salud emocional, física y espiritual. Comience por aprender técnicas de relajación sencillas para mitigar los sentimientos de ira. Las siguientes técnicas son muy efectivas para combatir la agresividad provocada por el estrés.
● Respirar profundo es una de las mejores y más rápidas maneras de disminuir la intensidad del enojo.
● Mientras está respirando, repita una palabra o frase que lo ayude a tranquilizarse, como “relájate”, “déjalo” o “cálmate”.
● Tenga un pasatiempo: la lectura, la jardinería, escuchar música o alguna otra actividad relajante.
● Haga ejercicio y siga una dieta saludable.
Modifique sus expectativas
Es difícil esquivar por completo los detonantes de la ira, trátese de personas o situaciones. Lo que sí podemos hacer es aprender a controlar nuestras reacciones. Para ello se requiere un cambio de mentalidad.
Quienes tienen expectativas muy elevadas por lo común tienen más problemas de agresividad. ¿Por qué? Porque si algo o alguien no está a la altura de lo que esperan, la frustración y la ira se apoderan de ellos. Una manera de combatir ese espíritu perfeccionista es teniendo presente que “no hay [hombre] justo, ni siquiera uno [...]. Todos se han desviado, todos [ellos]” (Romanos 3:10, 12). Si creemos que nosotros —o cualquier otra persona— podemos ser perfectos, nos encaminamos inevitablemente a la decepción.
No es bueno esperar demasiado, ni de nosotros mismos ni de los demás. Ya lo dice la Biblia: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto” (Santiago 3:2). Así es, “no hay en la tierra hombre justo que siga haciendo el bien y no peque” (Eclesiastés 7:20). De modo que si aparentamos ser lo que no somos, es decir, perfectos, viviremos frustrados y llenos de rabia.
Todos los seres humanos somos imperfectos, y por eso a veces nos cuesta controlar la agresividad. Sin embargo, cada uno puede decidir cómo expresará su enojo. El apóstol Pablo aconsejó a sus hermanos cristianos: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado” (Efesios 4:26). Así es, si mantenemos nuestras emociones bajo control, podremos expresarlas de manera constructiva, para beneficio de todos.
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]
APRENDA A RELAJARSE
Respire profundo
Tenga un pasatiempo
Haga ejercicio