REINA
En el sentido moderno, “reina” es un título dado a la esposa de un rey o a la mujer que ejerce la potestad real por derecho propio. En la Biblia este título se usa normalmente con referencia a mujeres que no eran de los reinos de Israel y Judá. La palabra hebrea que expresa la idea de “reina” de la manera más aproximada a como se entiende en la actualidad es mal·káh, aunque en el Oriente no era común que la mujer poseyera autoridad gubernativa. La reina de Seba quizás tuvo tal autoridad. (1Re 10:1; Mt 12:42.) En las Escrituras Griegas Cristianas, la palabra “reina” se traduce de ba·sí·lis·sa, femenino del término griego para “rey”. Ese título se aplica a la reina Candace de Etiopía. (Hch 8:27.)
En las Escrituras Hebreas, mal·káh se utiliza más a menudo con referencia a una reina consorte o a la esposa principal de un rey de una potencia extranjera. Vasti, esposa principal del rey Asuero de Persia, era una reina consorte más bien que una reina con potestad real. La reemplazó la joven hebrea Ester, quien también se convirtió en una reina consorte. Sin embargo, aunque tuvo dignidad real, no era una gobernante adjunta (Est 1:9, 12, 19; 2:17, 22; 4:11); toda autoridad que pudiera haber tenido era concesión del rey. (Compárese con Est 8:1-8, 10; 9:29-32.)
Israel. La palabra hebrea guevi·ráh, que se traduce “reina” en algunas versiones, significa más correctamente “señora” o “dama”. En los lugares donde se utiliza el título, parece aplicar principalmente a la madre o a la abuela del rey. A tales mujeres se les otorgaba dignidad real, como fue, por ejemplo, el caso de Jezabel, la madre del rey Jehoram de Israel. (2Re 10:13.) Cuando la madre de Salomón se presentó ante su hijo con una solicitud, él se inclinó ante ella e hizo que pusiesen un trono para ella a su derecha. (1Re 2:19.) El rey podía destituir a la “dama”, como ocurrió en el caso de Maacá, la abuela del rey Asá de Judá, a quien él destituyó de ser “dama, porque ella había hecho un ídolo horrible al poste sagrado”. (1Re 15:13.)
Ninguna mujer podía convertirse legalmente en jefe de estado de los reinos de Israel y Judá. (Dt 17:14, 15.) Sin embargo, una vez muerto Ocozías, rey de Judá, su madre, Atalía —la hija del inicuo rey Acab de Israel y de su esposa, Jezabel—, dio muerte a todos los herederos del trono, excepto a Jehoás, el hijo de Ocozías, a quien había escondido Jehoseba, la hermana de Ocozías. Atalía gobernó ilegalmente por seis años, hasta que se la ejecutó por orden del sumo sacerdote Jehoiadá. (2Re 11:1-3, 13-16.)
Babilonia. En Babilonia el trono pertenecía exclusivamente a los hombres. La “reina” (arameo, mal·káh) de Daniel 5:10 parece ser que no era la esposa de Belsasar, sino su madre, como indica el hecho de que conocía bien los acontecimientos relativos a Nabucodonosor, el abuelo de Belsasar. Como reina madre, poseía cierto grado de dignidad real y todos, incluso el propio Belsasar, la respetaban en gran manera.
Egipto. Los primeros jefes de estado egipcios fueron hombres. Las “reinas” eran en realidad consortes. A Tahpenés, la esposa del Faraón, se la llama “dama” en 1 Reyes 11:19. Hatshepsut reinó únicamente debido a que se negó a abandonar la regencia cuando el heredero, Tutmosis III, alcanzó la mayoría de edad. Tras la muerte de Hatshepsut, Tutmosis III destruyó todos sus monumentos a fin de borrar todo recuerdo de ella. Sin embargo, posteriormente, durante el dominio tolemaico (macedonio) sobre Egipto, hubo mujeres que accedieron al trono.
En la adoración falsa. Los israelitas apóstatas del día de Jeremías abandonaron a Jehová, su verdadero Rey, e idolátricamente hicieron tortas, libaciones y humo de sacrificio a la “reina [heb. melé·kjeth] de los cielos”. (Jer 7:18; 44:17, 18; véase REINA DE LOS CIELOS.)
En Revelación 18:7 Babilonia la Grande presume de estar “sentada como reina [gr. ba·sí·lis·sa]” sobre “pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas”. (Rev 17:15.) Mantiene su control gracias a sus relaciones inmorales con los gobernantes terrestres, como hicieron muchas reinas del pasado. (Rev 17:1-5; 18:3, 9; véase BABILONIA LA GRANDE.)
La “regia consorte” del cielo. En vista de que en Hebreos 1:8, 9 se aplican las palabras del Salmo 45:6, 7 a Cristo Jesús, parece probable que “la hija del rey” del Salmo 45:13 sea un cuadro profético de la clase de la novia de Cristo. De ser así, la “regia consorte” (heb. sche·ghál) mencionada en el Salmo 45:9 sería la esposa del Gran Rey, Jehová. Jehová no otorga la autoridad real a esta “regia consorte”, sino a Jesucristo y sus 144.000 compañeros redimidos de la tierra. (Rev 20:4, 6; Da 7:13, 14, 27.)