MISERICORDIA
Sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo.
La palabra hebrea ra·jamím y la griega é·le·os (verbo, e·le·é·ō) suelen traducirse “misericordia”. Un examen de estos términos y de su uso ayuda a resaltar todos sus matices y significado. El verbo hebreo ra·jám se define como “sentir o irradiar afecto entrañable; [...] ser compasivo”. (A Hebrew and Chaldee Lexicon, edición de B. Davies, 1957, pág. 590.) Según el lexicógrafo Gesenius, “la idea principal parece radicar tanto en el hecho de tener cariño y tratar con dulzura como en el sentimiento de tierna emoción”. (A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, traducción al inglés de E. Robinson, 1836, pág. 939.) El término está estrechamente relacionado con la palabra para “matriz”; se puede referir también a las “entrañas”, las cuales se ven afectadas cuando se siente de manera afectuosa y tierna la compasión o piedad. (Compárese con Isa 63:15, 16; Jer 31:20).
En las Escrituras ra·jám solo se emplea una vez como sentimiento del hombre hacia Dios, cuando el salmista dijo: “Te tendré cariño [forma de ra·jám], oh Jehová fuerza mía”. (Sl 18:1.) En el plano humano, José manifestó esta misma cualidad cuando se le conmovieron “sus emociones internas [forma de ra·jamím]” debido a su hermano Benjamín, y lloró. (Gé 43:29, 30; compárese con 1Re 3:25, 26.) Cuando las personas veían la posibilidad de que las maltrataran sus captores (1Re 8:50; Jer 42:10-12) u oficiales de mayor autoridad (Gé 43:14; Ne 1:11; Da 1:9), deseaban y pedían en oración piedad o misericordia, para que se les tratara con favor, amabilidad y consideración. (Contrástese con Isa 13:17, 18.)
La misericordia de Jehová. El uso más frecuente del término tiene que ver con la relación de Jehová con su pueblo. La piedad de Dios (ra·jám) con su pueblo se compara con la que siente una mujer por los hijos de su vientre y con la misericordia de un padre hacia sus hijos. (Isa 49:15; Sl 103:13.) La nación de Israel necesitó ayuda misericordiosa muchas veces debido a que se apartaba con frecuencia de la justicia y se metía en graves aprietos. Si demostraba una actitud correcta de corazón y se volvía a Jehová, Él les otorgaba su compasión, favor y benevolencia. (Dt 13:17; 30:3; Sl 102:13; Isa 54:7-10; 60:10.) El que enviara a su Hijo para que naciese en Israel fue prueba de un “amanecer” venidero de compasión y misericordia divinas para el pueblo. (Lu 1:50-58, 72-78.)
La palabra griega é·le·os transmite algo del sentido de la palabra hebrea ra·jamím. La obra Vine’s Expository Dictionary of Old and New Testament Words dice: “ELEOS (ἔλεος) ‘es la manifestación externa de la compasión; por una parte, presupone que el que se beneficia de ella tiene una necesidad, y, por otra, que el que la manifiesta cuenta con los medios para satisfacer dicha necesidad’”. El verbo (e·le·é·ō) por lo general transmite la idea de “sentir condolencia de las desgracias ajenas, en particular la condolencia que se manifiesta en obras” (1981, vol. 3, págs. 60, 61). Por lo tanto, los ciegos, los endemoniados, los leprosos o aquellos cuyos hijos estaban afligidos estaban entre las personas que provocan é·le·os, es decir, la expresión de la misericordia y piedad. (Mt 9:27; 15:22; 17:15; Mr 5:18, 19; Lu 17:12, 13.) En respuesta a la súplica: “Ten misericordia de nosotros”, Jesús realizó milagros que liberaron a tales personas. No lo hizo de una manera indiferente y rutinaria, sino “enternecido”. (Mt 20:31, 34.) Aquí el escritor del evangelio usó una forma del verbo splag·kjní·zo·mai, relacionado con splág·kjna, que significa literalmente “entrañas” o “intestinos”. (Hch 1:18.) Este verbo expresa el sentimiento de piedad, mientras que é·le·os se refiere a la manifestación activa de tal piedad, por consiguiente, a un acto de misericordia.
No se limita a la acción judicial. La palabra “misericordia” comunica con bastante frecuencia la idea de abstenerse o retraerse, por ejemplo, de castigar, por compasión o condolencia. Por lo tanto, suele tener una connotación judicial, como cuando un juez muestra clemencia al atenuar el castigo de un malhechor. Puesto que la manera como Dios muestra misericordia siempre está en armonía con sus otras cualidades y normas rectas, entre ellas su justicia y apego a la verdad (Sl 40:11; Os 2:19), y dado que todos los hombres son por herencia pecaminosos y merecen la muerte como salario por el pecado (Ro 5:12; compárese con Sl 130:3, 4; Da 9:18; Tit 3:5), es evidente que el perdón del error y la moderación en el castigo suelen englobarse en el concepto de la misericordia divina. (Sl 51:1, 2; 103:3, 4; Da 9:9; Miq 7:18, 19.) Sin embargo, lo susodicho permite ver que los términos hebreos y griegos (ra·jamím; é·le·os) no se limitan al hecho de perdonar o retraerse de administrar una pena judicial. El perdón del error no es en sí mismo la misericordia a la que suelen referirse estos términos; más bien, dicho perdón abre el camino a la misericordia. Dios nunca pasa por alto sus normas perfectas de justicia al expresar misericordia, y por esta razón ha provisto el sacrificio de rescate por medio de su Hijo Cristo Jesús, lo que ha hecho posible el perdón de pecados sin que se atente contra la justicia. (Ro 3:25, 26.)
De modo que la misericordia normalmente no se refiere a una acción negativa (como retraerse de castigar), sino a una acción positiva, a la expresión de consideración o piedad que alivia al que sufre.
Este hecho se ilustra bien en la parábola de Jesús sobre el samaritano que vio tendido en el camino a un hombre que había sido asaltado y golpeado. Demostró que era “prójimo” de aquel hombre porque, movido por la piedad, “actuó misericordiosamente para con él” curándole las heridas y cuidando de él. (Lu 10:29-37.) En este caso la misericordia no tuvo que ver ni con el perdón de malas acciones ni con procedimientos judiciales.
Por lo tanto, las Escrituras muestran que la misericordia de Jehová Dios no es una cualidad que solo entra en juego cuando juzga a las personas por haber cometido algún mal. Más bien, es una cualidad característica de la personalidad de Dios, su manera normal de reaccionar para con el necesitado, una faceta de su amor. (2Co 1:3; 1Jn 4:8.) Él no es como los dioses falsos de las naciones, insensibles y sin compasión. Por el contrario, “Jehová es benévolo y misericordioso, tardo para la cólera y grande en bondad amorosa. Jehová es bueno para con todos, y sus misericordias están sobre todas sus obras”. (Sl 145:8, 9; compárese con Sl 25:8; 104:14, 15, 20-28; Mt 5:45-48; Hch 14:15-17.) Es “rico en misericordia”, su sabiduría está “llena de misericordia”. (Ef 2:4; Snt 3:17). Eso se demostró mediante su Hijo, cuya personalidad, habla y acciones eran un reflejo de las cualidades de su Padre. (Jn 1:18.) Cuando las muchedumbres salían para escucharle, Jesús ‘se enternecía [forma de splag·kjní·zo·mai]’, incluso antes de ver su reacción a lo que iba a decirles, porque estaban “desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. (Mr 6:34; Mt 9:36; compárese con Mt 14:14; 15:32.)
Una necesidad humana. Obviamente, la incapacidad fundamental y mayor de la humanidad viene del pecado heredado de su antepasado Adán. Por lo tanto, todos se hallan en extrema necesidad, en una condición lastimosa. Jehová Dios ha sido misericordioso con la humanidad al dotarla de los medios para librarse de esta gran incapacidad y sus consecuencias: la enfermedad y la muerte. (Mt 20:28; Tit 3:4-7; 1Jn 2:2.) Por ser misericordioso, tiene paciencia, porque “no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento”. (2Pe 3:9.) Jehová desea responder a todos con bien; lo prefiere (compárese con Isa 30:18, 19), pues no halla ningún ‘deleite en la muerte de los inicuos’, y “no de su propio corazón ha afligido ni desconsuela a los hijos de los hombres”, como ocurrió con la destrucción de Judá y Jerusalén. (Eze 33:11; Lam 3:31-33.) Es la dureza de corazón de la gente, su obstinación y negativa a responder a su benevolencia y misericordia, lo que le obliga a adoptar un proceder diferente, lo que hace que su misericordia se haya “encerrado” y no les alcance. (Sl 77:9; Jer 13:10, 14; Isa 13:9; Ro 2:4-11.)
No se debe abusar de la misericordia. Aunque Jehová tiene gran misericordia para con los que se acercan a Él con sinceridad, de ningún modo eximirá de castigo a los que no se arrepienten y realmente merecen castigo. (Éx 34:6, 7.) No se puede abusar de la misericordia divina; no se puede pecar con completa impunidad o librarse de los resultados o las consecuencias de un mal proceder. (Gál 6:7, 8; compárese con Nú 12:1-3, 9-15; 2Sa 12:9-14.) Jehová puede, misericordiosamente, ser sufrido, mostrar gran paciencia y dar a las personas la oportunidad de corregir su mal proceder; aunque manifieste desaprobación, puede que no los abandone por completo, sino que misericordiosamente continúe dándoles ayuda y dirección. (Compárese con Ne 9:18, 19, 27-31.) Pero si no responden, su paciencia tiene un límite y Él retendrá su misericordia y actuará contra ellos por causa de Su propio nombre. (Isa 9:17; 63:7-10; Jer 16:5-13, 21; compárese con Lu 13:6-9.)
No está regida por normas humanas. Al hombre no le corresponde poner las normas o criterios por los que Dios debe mostrar misericordia. Desde su posición celestial estratégica y en armonía con su propio buen propósito, con su previsión de futuro y facultad de leer el corazón del hombre, Jehová ‘muestra misericordia a quien quiera mostrar misericordia’. (Éx 33:19; Ro 9:15-18; compárese con 2Re 13:23; Mt 20:12-15.) En el capítulo 11 de Romanos el apóstol considera la incomparable sabiduría y misericordia de Dios al dar una oportunidad de entrar en el Reino celestial a los gentiles. Estos no formaban parte de la nación de Dios, Israel, por lo que no habían sido objeto de la misericordia que se derivaba de la relación de pacto con Él. Además, su vida se caracterizaba por su desobediencia a Dios. (Compárese con Ro 9:24-26; Os 2:23.) Pablo explica que a Israel se le dio la primera oportunidad, pero que en su mayor parte fueron desobedientes. Como consecuencia, se abrió el camino para que los gentiles fuesen parte del prometido “reino de sacerdotes y una nación santa”. (Éx 19:5, 6.) Pablo concluye: “Porque Dios los ha encerrado a todos juntos [judíos y gentiles] en la desobediencia, para mostrarles misericordia a todos ellos”. Gracias al sacrificio de rescate de Cristo, podría eliminarse de todos los que ejercieran fe (entre ellos los gentiles) el pecado adámico que había trascendido a toda la humanidad, y gracias a su muerte en el madero de tormento, se podría librar de la maldición de la Ley a los que estaban obligados a ella (los judíos), a fin de que todos pudieran recibir misericordia. El apóstol exclama: “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos!”. (Ro 11:30-33; Jn 3:16; Col 2:13, 14; Gál 3:13.)
Buscar la misericordia de Dios. Los que desean disfrutar de la misericordia de Dios deben buscarle con una buena predisposición de corazón y abandonando sus malos caminos y pensamientos perjudiciales (Isa 55:6, 7); no solo es preciso, sino propio, que le teman y le muestren aprecio por sus preceptos justos (Sl 103:13; 119:77, 156, 157; Lu 1:50); y si se desvían del proceder justo que han estado siguiendo, no deben intentar encubrirlo, sino confesarlo y arrepentirse con un corazón contrito. (Sl 51:1, 17; Pr 28:13.) Otro factor imprescindible es que ellos mismos deben ser misericordiosos. Jesús dijo: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia”. (Mt 5:7.)
Dones de misericordia. Los fariseos mostraron una actitud inmisericorde hacia otros, por lo que Jesús los reprendió, diciendo: “Vayan, pues, y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio’”. (Mt 9:10-13; 12:1-7; compárese con Os 6:6.) Él colocó la misericordia entre los asuntos de más peso de la Ley. (Mt 23:23.) Como se observa, aunque tal misericordia podía abarcar clemencia judicial, como la que los fariseos pudieran tener la oportunidad de mostrar, tal vez por ser miembros del Sanedrín, su aplicación no se limitaba a ese contexto. Se refería primordialmente a la manifestación activa de piedad o compasión, a obras de misericordia. (Compárese con Dt 15:7-11.)
Esta misericordia se podía expresar por medio de una contribución material. Pero para que Dios la considere de valor, debe haber un buen motivo, no ser simplemente un ‘altruismo interesado’. (Mt 6:1-4.) Las dádivas materiales estaban entre las “dádivas de misericordia [una forma de e·le·ē·mo·sý·nē]” características de Dorcas (Hch 9:36, 39), y probablemente también entre las de Cornelio, dádivas que junto con sus oraciones resultaron en que Dios le oyera favorablemente. (Hch 10:2, 4, 31.) Jesús dijo que el error de los fariseos radicaba en no dar “como dádivas de misericordia las cosas que están dentro”. (Lu 11:41.) Por lo tanto, la verdadera misericordia debe brotar del corazón.
Jesús y sus discípulos se destacaron especialmente por las dádivas espirituales, de mucho más valor que las materiales, que misericordiosamente ofrecieron. (Compárese con Jn 6:35; Hch 3:1-8.) Los miembros de la congregación cristiana, en especial los que actúan en ella como ‘pastores’ (1Pe 5:1, 2), deben cultivar la cualidad de la misericordia y reflejarla, tanto en aspectos materiales como espirituales, “con alegría”, nunca de mala gana. (Ro 12:8.) El que la fe de ciertos miembros de la congregación se debilite puede hacer que enfermen espiritualmente y hasta que expresen dudas. Debido al peligro de muerte espiritual, se exhorta a sus compañeros cristianos a que sean misericordiosos con ellos y los ayuden a evitar un mal fin. Mientras manifiestan su misericordia hacia aquellos cuyas acciones no han sido correctas, deben cuidarse de no caer en la misma tentación, y han de ser conscientes de que no solo deben amar la justicia, sino también odiar el mal. Su trato misericordioso no implica que aprueban el mal. (Jud 22, 23; compárese con 1Jn 5:16, 17; véase DÁDIVAS DE MISERICORDIA.)
La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio. El discípulo Santiago escribe: “Al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio”. (Snt 2:13.) El contexto muestra que Santiago desarrolla aquí los comentarios que había hecho antes respecto a la adoración verdadera, el cuidado misericordioso que se le debe a los afligidos y la atención a los pobres sin discriminación ni favoritismo por los ricos. (Snt 1:27; 2:1-9.) Sus siguientes palabras también indican esto, pues tratan de las necesidades de los hermanos que están en “desnudez y carecen del alimento suficiente para el día”. (Snt 2:14-17.) Estas palabras corresponden con las de Jesús, cuando dijo que a los misericordiosos se les mostrará misericordia. (Mt 5:7; compárese con Mt 6:12; 18:32-35.) Cuando Dios traiga a juicio las obras humanas, mostrará misericordia a los que han sido misericordiosos, piadosos y compasivos y que han prestado su ayuda a los necesitados; así la misericordia que ellos han demostrado triunfará sobre cualquier juicio adverso que de otra manera hubiera podido corresponderles. Dice el proverbio: “El que muestra favor al de condición humilde le presta a Jehová, y Él le pagará su trato”. (Pr 19:17.) Muchos otros textos corroboran esta explicación de Santiago. (Compárese con Job 31:16-23, 32; Sl 37:21, 26; 112:5; Pr 14:21; 17:5; 21:13; 28:27; 2Ti 1:16, 18; Heb 13:16.)
La misericordia del Sumo Sacerdote de Dios. El libro de Hebreos explica por qué Jesús, como Sumo Sacerdote mayor que los sacerdotes aarónicos, tuvo que nacer como hombre, sufrir y morir: “Por consiguiente, le era preciso llegar a ser semejante a sus ‘hermanos’ en todo respecto, para llegar a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en cosas que tienen que ver con Dios, a fin de ofrecer sacrificio propiciatorio por los pecados de la gente”. Habiendo sufrido bajo prueba, “puede ir en socorro de los que están siendo puestos a prueba”. (Heb 2:17, 18.) Los que se dirigen a Dios por medio de Jesús pueden hacerlo con confianza, pues tienen el registro de su vida, sus palabras y sus acciones. “Porque no tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, por lo tanto, con franqueza de expresión al trono de la bondad inmerecida, para que obtengamos misericordia y hallemos bondad inmerecida para ayuda al tiempo apropiado.” (Heb 4:15, 16.)
El que Jesús sacrificara su propia vida fue un gesto sobresaliente de misericordia y amor. Ya en el cielo, también manifestó su misericordia como Sumo Sacerdote, como en el caso de Pablo (Saulo), con quien fue misericordioso debido a su ignorancia. Pablo expresa: “No obstante, la razón por la cual se me mostró misericordia fue para que, por medio de mí como el caso más notable, Cristo Jesús demostrara toda su gran paciencia como muestra de los que van a cifrar su fe en él para vida eterna”. (1Ti 1:13-16.) Tal como Jehová Dios, el Padre de Jesús, mostró misericordia muchas veces a Israel al salvarlos de sus enemigos, liberarlos de sus opresores y conducirlos a un estado de paz y prosperidad, así también los cristianos pueden tener una esperanza firme en la misericordia que se les expresará por medio del Hijo de Dios. Por consiguiente, Judas escribe: “Manténganse en el amor de Dios, mientras esperan la misericordia de nuestro Señor Jesucristo con vida eterna en mira”. (Jud 21.) La maravillosa misericordia de Dios por medio de Cristo estimula a los verdaderos cristianos a que no desfallezcan en su ministerio, sino que lo lleven a cabo de manera altruista. (2Co 4:1, 2.)
Trato misericordioso a los animales. Proverbios 12:10 dice: “El justo está cuidando del alma de su animal doméstico, pero las misericordias de los inicuos son crueles”. Mientras que la persona justa conoce las necesidades de sus animales y se preocupa por su bienestar, las misericordias de la persona inicua no se conmueven por necesidades como estas. Según los principios egoístas e insensibles del mundo, el trato que muchos dan a los animales solo se basa en el beneficio que pueden conseguir de ellos. Lo que la persona inicua consideraría un cuidado adecuado en realidad puede ser un trato cruel. (Contrástese con Gé 33:12-14.) El interés que la persona justa siente por sus animales tiene un precedente en el propio interés que Dios siente por ellos como parte de su creación. (Compárese con Éx 20:10; Dt 25:4; 22:4, 6, 7; 11:15; Sl 104:14, 27; Jon 4:11.)
La misericordia y la bondad. Otros vocablos que guardan relación con los términos ra·jamím y é·le·os y que con frecuencia se utilizan conjuntamente con estos son la palabra hebrea jé·sedh (Sl 25:6; 69:16; Jer 16:5; Lam 3:22) y la palabra griega kjá·ris (1Ti 1:2; Heb 4:16; 2Jn 3), que significan, respectivamente: “bondad amorosa [amor leal]” y “bondad inmerecida”. Jé·sedh difiere de ra·jamím en que recalca la devoción o el apego leal y amoroso al objeto de la bondad, mientras que ra·jamím destaca la tierna compasión o piedad que se siente. De igual manera, la diferencia principal entre kjá·ris y é·le·os es que kjá·ris expresa especialmente la idea de una dádiva gratuita e inmerecida, con lo que se enfatiza la magnanimidad y generosidad del dador, mientras que é·le·os pone de relieve la respuesta misericordiosa a las necesidades de los afligidos o desfavorecidos. Por consiguiente, Dios mostró kjá·ris (bondad inmerecida) a su Hijo cuando “bondadosamente le dio [e·kja·rí·sa·to] el nombre que está por encima de todo otro nombre”. (Flp 2:9.) Esta bondad no estaba impulsada por piedad, sino por la generosidad amorosa de Dios. (Véase BONDAD.)