Capítulo 10
¿Por qué hay tanto sufrimiento, si el Creador se interesa por nosotros?
CADA vez que el segundero de su reloj da una vuelta completa, mueren más de treinta personas de enfermedades infecciosas, once pierden la batalla contra el cáncer y nueve sucumben a las cardiopatías. Y estas son tan solo unas cuantas de las enfermedades que afligen a la gente; muchos sufren y mueren por otras causas.
En 1996, un reloj situado en la recepción del edificio de las Naciones Unidas de Nueva York contaba los niños que nacían en familias pobres: 47 cada minuto. Por otra parte, cada vez que la Tierra da un giro sobre su eje, el 20% de su población se acuesta con hambre. Y ¿cuál sería el resultado si intentáramos cuantificar la delincuencia de nuestro vecindario?
No hay forma de eludir el hecho de que el sufrimiento abunda en el mundo de nuestros días.
“Sin embargo —dice un ex policía—, muchos de nosotros nos quedamos indiferentes ante las injusticias que nos rodean.” Eso solo hasta que nuestra vida o la de nuestros seres queridos se ve afectada. Por ejemplo, póngase en el lugar de Masako, que cuidaba de sus padres, ambos enfermos de cáncer. A Masako la embargaba un sentimiento de impotencia cuando veía a sus padres adelgazar y gemir de dolor. O piense en la desesperación de Sharada, una niña asiática que tenía nueve años cuando su padre la vendió por 14 dólares. Se la llevaron a una ciudad extranjera y la obligaron a prostituirse con seis hombres todos los días.
¿Por qué abunda el sufrimiento? Y ¿por qué no lo detiene el Creador? Debido a este sufrimiento, muchas personas le vuelven la espalda a Dios. La madre del ex policía antes mencionado fue víctima de un psicópata. Este anterior agente explica su reacción: “La idea de un Dios soberano y amoroso que controla el universo nunca había estado más lejos de mí”. Es posible que usted también se pregunte: “¿Por qué?”. Sí, ¿por qué existe el sufrimiento? ¿Cuál es la causa? Y, ¿le preocupa al Creador?
¿Reside la causa del sufrimiento en una vida anterior?
Millones de personas de todo el mundo creen que la causa del sufrimiento reside en el pasado de la persona; su sufrimiento actual es el castigo por lo que hizo en una vida anterior. “El sufrimiento humano se debe a que estamos atados al karma, pues todos nosotros llevamos al nacer la gravosa carga del karma pasado.”a Así opinaba el profesor Daisetz T. Suzuki, filósofo que popularizó el zen en la sociedad occidental. Los sabios hindúes concibieron “la ley del karma” para intentar explicar de algún modo el sufrimiento humano. Pero ¿es esa explicación del sufrimiento razonable o verdaderamente satisfactoria?
Una budista dijo: “Pensaba que no tenía sentido que me viera obligada a sufrir por algo con lo que nací y de lo que yo no era consciente. Tenía que aceptarlo como mi destino”. Para ella esta explicación del sufrimiento era insatisfactoria. Quizá también lo es para usted. Aunque la doctrina de la reencarnación tal vez no sea común en su país, se fundamenta en una enseñanza que se encuentra en toda la cristiandad así como en otras culturas; según esta, el ser humano posee un alma inmortal que sobrevive al cuerpo. Se dice que esta “alma” puede sufrir, ya sea en esta vida o después de la muerte.
Estas ideas están muy extendidas, pero ¿qué prueba hay de su veracidad? En un tema tan trascendente como este, ¿no sería mejor dejarse guiar por lo que dice el Creador? Las ideas y las convicciones del hombre pueden estar equivocadas, pero, según hemos comprobado, las declaraciones de Dios son fiables.
Como vimos en el capítulo anterior, el pecado de nuestros primeros padres humanos provocó la última tragedia humana: la muerte. El Creador advirtió a Adán: “En el día que [desobedezcas, o peques], positivamente morirás” (Génesis 2:17; 3:19). Dios no dijo que Adán tuviera un alma inmortal; era un ser humano. En términos bíblicos esto significa que era un alma. De modo que cuando murió, el alma llamada Adán murió. No se hallaba consciente ni sufriendo en ningún lugar.
Las enseñanzas del karma, los ciclos de renacimientos y la inmortalidad del alma con su sufrimiento en una existencia posterior, no proceden del Creador. Ahora bien, si entendemos cuáles fueron los efectos del pecado de Adán, podremos comprender mejor por qué existe actualmente el sufrimiento.
¿Cuál es el origen del sufrimiento?
Aunque es difícil concebir toda la extensión del sufrimiento humano, el uso del instrumento adecuado puede ayudarnos. Tal como con la ayuda de unos prismáticos podemos ver objetos distantes con más claridad, la Biblia nos permite entender mejor la causa del sufrimiento.
Por una parte, la Biblia pone en nuestro conocimiento que “el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos” los seres humanos (Eclesiastés 9:11). Jesús, por ejemplo, se refirió a un suceso de su tiempo: el accidente mortal que sufrieron dieciocho personas sobre quienes se desplomó una torre, y aclaró que estos hombres no eran más pecadores que otros (Lucas 13:1-5). Sufrieron el accidente porque se encontraron en el lugar inadecuado, en el momento inoportuno. Pero la Biblia explica además, y de manera satisfactoria, cuáles son las principales causas del sufrimiento.
Cuando la primera pareja humana pecó, el Juez divino, Jehová, declaró que habían perdido el derecho a la vida. Durante los años que transcurrieron hasta su muerte, Adán y Eva se enfrentaron a muchos sufrimientos que ellos mismos se habían acarreado: los efectos de la vejez y la enfermedad, la lucha por ganarse el sustento, y el dolor de ver a su familia desbaratada por los celos y la violencia (Génesis 3:16-19; 4:1-12). Es importante recordar quiénes fueron los culpables de todo ese sufrimiento: ellos mismos. Ahora bien, ¿cómo entender que el sufrimiento continúe hasta el día de hoy?
Aunque muchas personas pondrían objeciones a que se las llamara pecadoras, la Biblia sitúa los hechos en la debida perspectiva al decir: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). La primera pareja humana segó las consecuencias de su propio proceder perjudicial, pero este afectó también a su descendencia (Gálatas 6:7). Sus hijos heredaron la imperfección, y esta les condujo a la muerte. Resulta más fácil comprender este hecho si pensamos que aun ahora los hijos pueden heredar las enfermedades o defectos de sus padres, como la ciencia ha comprobado. Así sucede con la hemofilia, la talasemia (anemia mediterránea), la enfermedad coronaria, un tipo de diabetes e incluso el cáncer de mama. Los hijos no tienen culpa, pero es posible que sufran por motivos hereditarios.
Nuestros antepasados genéticos, Adán y Eva, optaron por rechazar el modo de Jehová de gobernar a la humanidad.b La historia muestra que el ser humano ha ensayado todo tipo de gobierno sobre la Tierra. Algunos hombres y mujeres lo han hecho con buenas intenciones, pero ¿cómo evaluamos el resultado del gobierno humano? ¿Se ha eliminado en buena medida el sufrimiento? Está claro que no. Por el contrario, muchas ideologías políticas y guerras nacionales lo han incrementado. Un gobernante sabio observó hace tres mil años: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9).
¿Vemos que la situación sea muy diferente ahora, o incluso mejor? La mayoría contestaría que no. Muchos hombres, mujeres y niños no solo sufren debido al pecado heredado y la imperfección, sino debido a lo que ellos mismos u otras personas han hecho. Pensemos en lo mal que el hombre ha administrado la Tierra, a menudo llevado por la codicia. El ser humano también ha provocado la contaminación y la pobreza, y ha contribuido al hambre y las epidemias. Incluso algunos desastres naturales son atribuibles a la intervención humana. Sin embargo, hay otra causa principal del sufrimiento que suele pasarse por alto.
El ser causante del sufrimiento
Un libro de la Biblia revela especialmente cuál es la causa principal del sufrimiento y por qué lo permite el Creador amoroso. Este libro, Job, aclara cualquier posible malentendido sobre el tema del sufrimiento. Lo hace al poner en nuestro conocimiento ciertos sucesos clave que tuvieron lugar en el ámbito espiritual.
Hace unos tres mil quinientos años, poco antes de que Moisés escribiera los cinco primeros libros de la Biblia, Job vivía en lo que hoy se conoce como Arabia. El relato muestra que Job era un hombre recto, benévolo, respetado, y que tenía mucho ganado. Se le consideró “el más grande de todos los orientales”. A nivel personal, Job tenía una buena familia: una esposa, siete hijos y tres hijas (Job 1:1-3; 29:7-9, 12-16). Un día, llegó corriendo un mensajero y le comunicó que una banda se había apoderado de una parte de sus valiosos rebaños. De inmediato, otro mensajero le informó de la pérdida de muchas de sus ovejas. Acto seguido supo que los caldeos le habían arrebatado 3.000 camellos y habían matado a todos sus servidores con la excepción de uno. Finalmente le llegaron las peores noticias. Un viento insólito había derribado la casa de su primogénito y había matado a todos sus hijos, que se hallaban allí reunidos. ¿Culparía Job a Dios por todo ese sufrimiento? ¿Cómo se hubiera sentido usted en su lugar? (Job 1:13-19.)
Ahora bien, todavía le esperaban más calamidades. Contrajo una enfermedad horrible que lo cubrió de diviesos malignos.c Su enfermedad era tan grave y repugnante que su esposa culpó a Dios. “¡Maldice a Dios, y muere!”, le dijo. Job no entendía a qué se debían sus sufrimientos, pero no acusó a Dios de ser el causante. Leemos: “En todo esto Job no pecó con sus labios” (Job 2:6-10).
Tres conocidos suyos que se enteraron de sus vejaciones acudieron a consolarlo. “[¿]Dónde jamás han sido raídos los rectos?”, preguntó Elifaz, quien dio por sentado que Job había actuado mal (Job, capítulos 4, 5). Lo acusó de pecados secretos, incluso de negar el pan a los necesitados y oprimir a las viudas y a los huérfanos (Job, capítulos 15, 22). Los otros dos falsos consoladores también amonestaron a Job como si este fuera el culpable de sus sufrimientos. ¿Estaban en lo cierto? En absoluto.
El libro de Job nos ayuda a identificar la causa primaria del sufrimiento de este hombre y a entender por qué lo permitió Dios. Los Job capítulos 1 y 2 revelan lo que acababa de suceder en los cielos invisibles, en el ámbito espiritual. El espíritu rebelde llamado Satanásd se había reunido con otros espíritus ante la presencia de Dios. Cuando Dios señaló la inculpabilidad de Job, Satanás respondió con el siguiente desafío: “¿Ha temido Job a Dios por nada? [...] Pero, para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara” (Job 1:9-12).
En otras palabras, Satanás acusó a Dios de sobornar a Job. Esta criatura espiritual desafiante alegó que si se le privaba a Job de sus riquezas y de su salud, maldeciría a Jehová. Por extensión, Satanás afirmó que ningún ser humano amaría a Dios ni le sería leal si por ello debía sufrir. Aquel desafío tuvo un impacto de alcance mundial, cuyos efectos se sentirían por mucho tiempo. Las cuestiones que Satanás planteó tenían que resolverse. Así que Jehová dio a Satanás libertad para actuar contra Job, y él fue quien le causó los diferentes sufrimientos antes mencionados.
Job, por supuesto, no conocía, ni podía conocer, la cuestión de trascendencia universal que se había planteado en los cielos. Y, por otra parte, Satanás actuó de tal modo que pareciera que Dios era el causante de todas las calamidades de Job. Tanto es así que cuando unos rayos mataron a los rebaños de ovejas de Job, el servidor sobreviviente concluyó que había sido “el mismísimo fuego de Dios”. Aunque Job no sabía por qué le estaban acaeciendo todas estas calamidades, nunca maldijo ni rechazó a Jehová Dios (Job 1:16, 19, 21).
Al analizar las circunstancias de la experiencia de Job, se percibe una cuestión subyacente: ¿Servirá el ser humano a Jehová por amor, pese a los problemas? La vida de Job contribuyó a responder a esta pregunta. Solo un verdadero amor a Dios pudo haberle motivado a seguir fiel a Él. ¡Qué testimonio contra las falsas acusaciones de Satanás! Sin embargo, este caso no empezó ni terminó con Job en aquel entonces; se ha extendido por siglos y también nos afecta a nosotros.
¿Cómo reaccionan muchas personas cuando ven el sufrimiento o lo padecen, sin importar cuál sea su causa? Es posible que no sean conscientes de las cuestiones que se plantearon en el tiempo de Job, o quizá ni crean en la existencia de Satanás. Por tanto, o dudan de que haya un Creador, o lo culpan del sufrimiento. ¿Qué piensa usted al respecto? Por lo que sabe del Creador, ¿no concuerda con la convicción que expresó el escritor bíblico Santiago? Él dijo: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie” (Santiago 1:13).
El caso de Jesús nos ayuda a ver ese tema desde la debida perspectiva. Sabemos que se reconoce a Jesús por su perspicacia, conocimiento y arte de enseñar. ¿Qué pensaba él en cuanto a Satanás y el sufrimiento? Jesús tenía la certeza de que Satanás el Diablo existía y podía causar sufrimiento. Este espíritu había intentado quebrantar la integridad de Job, y posteriormente quiso hacer lo mismo con Jesús. Además de probar la existencia de Satanás, este hecho muestra que el desafío que se planteó en el tiempo de Job todavía seguía en pie. Al igual que Job, Jesús fue fiel al Creador hasta el punto de estar dispuesto a sacrificar riquezas y poder, y afrontar el sufrimiento físico y la muerte en un madero de tormento. El caso de Jesús muestra que Dios aún permitía a los seres humanos demostrar su lealtad pese a las dificultades (Lucas 4:1-13; 8:27-34; 11:14-22; Juan 19:1-30).
El tiempo pasa... por una buena razón
Para entender el sufrimiento, debemos reconocer que los accidentes, las tendencias humanas pecaminosas, la mala administración humana de la Tierra y Satanás el Diablo son sus principales causas. Sin embargo, no basta con saber qué hay tras el sufrimiento. Cuando uno sufre, es fácil que se sienta como el profeta Habacuc de tiempos antiguos, quien dijo: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, tengo que gritar por ayuda, sin que tú oigas? ¿Hasta cuándo clamaré a ti por socorro contra la violencia, sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver lo que es perjudicial, y sigues mirando simple penoso afán? ¿Y por qué hay expoliación y violencia enfrente de mí, y por qué ocurre la riña, y por qué se lleva la contienda?” (Habacuc 1:2, 3). En efecto, ¿por qué ‘sigue mirando penoso afán’ Jehová, aparentemente sin actuar? Siendo el Dios Todopoderoso, tiene tanto la fuerza como el amor a la justicia que se necesitan para poner fin al sufrimiento. De modo que ¿cuándo lo hará?
Como se ha mencionado anteriormente, cuando la primera pareja humana optó por la independencia total, el Creador tenía la seguridad de que algunos de sus descendientes actuarían de otra manera. Jehová permitió con sabiduría que pasara el tiempo. ¿Por qué? Para probar que la gobernación independiente del Creador solo lleva a la infelicidad y, en cambio, vivir en armonía con el Creador es propio y redunda en felicidad.
Entretanto, Dios ha mantenido la Tierra como un entorno relativamente agradable para el hombre. El apóstol Pablo razonó: “En las generaciones pasadas él permitió a todas las naciones seguir adelante en sus caminos, aunque, verdaderamente, no se dejó a sí mismo sin testimonio, por cuanto hizo bien, dándoles lluvias desde el cielo y épocas fructíferas, llenando por completo sus corazones de alimento y de alegría” (Hechos 14:16, 17). Obviamente, el Creador no es el causante del sufrimiento, sino que lo ha permitido para resolver unas cuestiones de trascendental importancia.
¿Cuándo vendrá el alivio?
En realidad, el hecho de que el sufrimiento humano esté aumentando muestra que se acerca el tiempo de su desaparición. ¿Por qué puede decirse eso? La Biblia revela lo que sucedió en el ámbito invisible en tiempo de Job, y también lo que ha acontecido en nuestra época. Su último libro, Revelación (Apocalipsis), pone de relieve un conflicto que ha tenido lugar en los cielos. ¿Con qué resultado? Satanás “fue arrojado abajo a la tierra” con sus hordas demoníacas. “A causa de esto —sigue el libro bíblico—, ¡alégrense, cielos, y los que residen en ellos! ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo.” (Revelación 12:7-12.)
Un estudio riguroso de la profecía bíblica muestra que ese suceso tuvo lugar en el presente siglo. Sabido es que historiadores respetados han reconocido que el año 1914, cuando empezó la I Guerra Mundial, fue un punto de viraje en la historia de la humanidad.e Desde entonces, el sufrimiento y los ayes se han multiplicado. Jesús señaló a este mismo período de tiempo cuando sus discípulos allegados le preguntaron sobre “la señal de [su] presencia y de la conclusión del sistema de cosas”. Jesús dijo: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento; y habrá escenas espantosas, y del cielo grandes señales” (Mateo 24:3-14; Lucas 21:5-19). Estas palabras, premonitorias de mucho sufrimiento, se están cumpliendo a gran escala por primera vez en la historia.
La Biblia describe estos sucesos como preludio de una “gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder” (Mateo 24:21). Esta será la intervención decisiva de Dios en la historia humana. Actuará para poner fin al inicuo sistema de cosas, que tanto sufrimiento ha causado por mucho tiempo ya. Esto no será un ‘fin del mundo’ causado por un holocausto nuclear que destruya a toda la humanidad. La Palabra de Dios nos asegura que habrá supervivientes. “Una gran muchedumbre [...] de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” saldrá viva de esa tribulación (Revelación 7:9-15).
La Biblia también nos dice qué sucederá después. Se restablecerá el paraíso en el que tenía que vivir la humanidad, según el propósito original de Dios (Lucas 23:43). Entonces no se verá a nadie sin hogar. Isaías escribió: “‘Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. [...] Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. [...] El lobo y el cordero mismos pacerán como uno solo, y el león comerá paja justamente como el toro [...]. No harán daño ni causarán ruina en toda mi santa montaña’, ha dicho Jehová” (Isaías 65:21-25).
¿Qué puede decirse del sufrimiento a nivel personal? No habrá guerras ni violencia ni crimen (Salmo 46:8, 9; Proverbios 2:22; Isaías 2:4). El Hacedor del hombre y Dador de la vida ayudará a los seres humanos obedientes a conseguir plena salud y a disfrutar de ella (Isaías 25:8; 33:24). No habrá más hambre, pues la Tierra recuperará el equilibrio ecológico y producirá en abundancia (Salmo 72:16). Las causas del sufrimiento que hoy conocemos serán cosas del pasado (Isaías 14:7).
Estas son, sin duda, las mejores noticias. Sin embargo, podríamos pensar todavía en dos nubarrones que oscurecen el horizonte. El disfrute de esas bendiciones sería limitado si la expectativa de vida fuera solo de 70 u 80 años. Y, por otra parte, ¿no sentiríamos tristeza por nuestros seres queridos que hubieran muerto antes de que el Creador terminara con el sufrimiento humano? ¿Cuál es la respuesta?
Se anula el peor sufrimiento
El Creador tiene la solución. Él es el Hacedor del universo y de la vida humana en la Tierra. Puede hacer aquello que está más allá de la capacidad humana o cuya posibilidad el hombre solo está empezando a vislumbrar. Examinemos tan solo dos ejemplos.
Tenemos el potencial de vivir para siempre.
La Biblia presenta claramente la esperanza de la vida eterna que Dios ha prometido (Juan 3:16; 17:3). Al estudiar los genes de las células humanas, el doctor Michael Fossel dijo que la calidad de las células reproductoras masculinas no se deteriora con la edad. Estas nos muestran que “la debida expresión de los genes que ya poseemos podría impedir el envejecimiento de las células”. Esta idea armoniza con lo que vimos en el capítulo 4, a saber, que el cerebro humano tiene una capacidad muy superior a la que puede utilizar durante toda una vida; parece que se hizo para funcionar indefinidamente. En cualquier caso, estos son argumentos secundarios, que complementan lo que la Biblia dice explícitamente: Jehová hará posible que vivamos para siempre sin sufrimiento. Observe lo que promete en el último libro de la Biblia: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación 21:4).
El Creador puede ayudar a quienes han sufrido y muerto, devolviéndoles la vida por medio de la resurrección.
Alguien que se benefició de la resurrección fue Lázaro (Juan 11:17-45; véanse las páginas 158-160). El profesor Donald MacKay usó la ilustración de un archivo electrónico. Escribió que la destrucción de la computadora no significa necesariamente el fin permanente de una ecuación o un programa que hubiera en ella. La misma ecuación o programa puede introducirse en un nuevo ordenador y ejecutarse “si así lo desea el matemático”. El profesor MacKay continuó: “La ciencia mecanicista del cerebro tendría que plantear igualmente pocas objeciones a la esperanza de la vida eterna que expresa [la Biblia], con su énfasis característico en la ‘resurrección’”. El Creador puede resucitar al ser humano que ha muerto, tal como hizo con Jesús, y como este hizo con Lázaro. MacKay concluyó que la muerte humana no supone ninguna barrera para que se devuelva a alguien la vida con un nuevo cuerpo “si nuestro Creador así lo desea”.
Efectivamente, la solución definitiva depende del Creador. Solo él puede eliminar por completo el sufrimiento, anular los efectos del pecado, y acabar con la muerte. Jesucristo se refirió a un sobresaliente acontecimiento futuro cuando dijo a sus discípulos: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán” (Juan 5:28, 29).
¡Imagíneselo! El Gobernante Soberano del universo está dispuesto a devolver la vida a aquellos que permanecen en su memoria, y tiene el poder de hacerlo. A estos se les dará la oportunidad de demostrar que son merecedores de recibir “la vida que realmente lo es” (1 Timoteo 6:19; Hechos 24:15).
¿Se espera, no obstante, que hagamos algo mientras aguardamos el alivio completo del sufrimiento humano? Y si así es, ¿puede esto dar todavía más sentido a nuestra vida hoy? Veamos.
[Notas]
a Se define karma como “la influencia de las acciones pasadas de la persona en sus vidas futuras o reencarnaciones”.
b Según Génesis 2:17, Dios mandó a Adán que no comiera del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. En la nota al pie de la página, la Biblia de Jerusalén, 1975, explica lo que este conocimiento representa: “Es la facultad de decidir uno por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo, y de obrar en consecuencia: una reclamación de autonomía moral, por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura, cf. Is[aías] 5: 20. El primer pecado ha sido un atentado a la soberanía de Dios”.
c Otros pasajes nos permiten entender mejor la enfermedad de Job: tenía la carne cubierta de cresas, se le habían formado costras en la piel y el aliento le hedía. El dolor le consumía y su piel ennegrecida se le caía (Job 7:5; 19:17; 30:17, 30).
d En el capítulo “¿Qué puede aprenderse del Creador en un libro?”, vimos el papel que desempeñó Satanás el Diablo en el pecado de Adán y Eva.
e El capítulo 9 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová, contiene un examen de esta profecía.
[Recuadro de la página 168]
El alma no es inmortal
La Biblia enseña que toda persona es un alma humana; cuando la persona muere, el alma muere. Ezequiel 18:4 dice: “El alma que peca ...ella misma morirá”. Los muertos no están conscientes ni vivos en ningún otro lugar. Salomón escribió: “En cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto” (Eclesiastés 9:5, 10). Ni los judíos ni los primeros cristianos enseñaron que el alma fuera inmortal.
“El alma en el A[ntiguo] T[estamento] no significa una parte del hombre, sino el hombre completo, el hombre como ser vivo. Del mismo modo, en el N[uevo] T[estamento] significa la vida humana [...]. La Biblia no habla de la supervivencia de ninguna alma inmaterial.” (New Catholic Encyclopedia.)
“La idea de la inmortalidad del alma y la fe en la resurrección de los muertos [...] son dos conceptos pertenecientes a dos planos completamente distintos.” (Dopo la morte: immortalità o resurrezione?, del teólogo Philippe H. Menoud.)
“Como el hombre completo es pecador, cuando muere, muere completamente, con cuerpo y alma (muerte completa) [...]. Entre la muerte y la resurrección hay una brecha.” (El catecismo luterano Evangelischer Erwachsenenkatechismus.)
[Recuadro de la página 175]
¿Ha pasado tanto tiempo?
Los mil seiscientos años transcurridos desde Job hasta Jesús pudieran parecer mucho tiempo de sufrimiento. Desde una óptica humana, incluso cien años pueden parecer demasiado tiempo para esperar el fin del sufrimiento. Pero debe tenerse presente que las cuestiones que Satanás planteó difamaban al Creador. Desde Su punto de vista, el tiempo permitido de sufrimiento e iniquidad ha sido corto. Él es el “Rey de la eternidad”, para quien ‘mil años son como el día de ayer cuando ha pasado’ (1 Timoteo 1:17; Salmo 90:4). Y para todos los seres humanos a quienes se les otorgue vida permanente, este período de la historia caracterizado por el sufrimiento también habrá sido relativamente corto.
[Recuadro de la página 178]
Punto de viraje en la historia
“Mirando atrás, desde el ventajoso observatorio del presente, vemos hoy con toda claridad que el [estallido] de la Primera Guerra Mundial desembocó, dentro del siglo XX, en unos ‘tiempos calamitosos’ —según los expresivos términos del historiador inglés Arnold Toynbee—, de los cuales nuestra civilización no ha logrado salir en absoluto.” (La caída de las dinastías, Edmond Taylor.)
“El año 1914 más bien que el de Hiroshima marcó en verdad el cambio decisivo de nuestro tiempo, pues ahora vemos que [...] fue la primera guerra mundial la que dio comienzo a la era de confusa transición en la que nos hallamos sin saber qué hacer.” —René Albrecht-Carrié, doctor en Historia, Barnard College.
“En 1914 el mundo perdió una coherencia que no ha podido recobrar desde entonces. [...] Este ha sido un tiempo de extraordinario desorden y violencia, tanto en el exterior de las fronteras nacionales como en su interior.” (The Economist.)
[Recuadro de la página 181]
¿Es posible la resurrección?
El neurólogo Richard M. Restak dijo sobre el cerebro humano y sus neuronas: “Un observador podría leer todo lo que somos y todo lo que hemos hecho si fuera capaz de descifrar las conexiones y circuitos que se han formado entre nuestros 50.000 millones de células nerviosas”. Siendo así, ¿no podría nuestro amoroso Creador reconstruir una persona con la información de que dispone?
[Recuadro de la página 182]
Nuestras conexiones están contadas
Jesús dijo: “Los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados” (Mateo 10:29-31). ¿Qué puede decirse de la sustancia gris del interior de nuestra cabeza? Las células cerebrales (llamadas neuronas) son tan pequeñas que pueden verse solo con un microscopio potente. Imagínese intentar contar, no solo las neuronas, sino las interconexiones más pequeñas (sinapsis), que pueden ascender a 250.000 en el caso de algunas neuronas.
Con la ayuda de un potente microscopio electrónico, el neurobiólogo Peter Huttenlocher fue el primero en contar las conexiones neuronales en las autopsias practicadas en fetos, en niños y en ancianos. Sorprendentemente, todas las muestras, cada una de ellas del tamaño de la cabeza de un alfiler, tenían aproximadamente el mismo número de neuronas, unas setenta mil.
El doctor Huttenlocher contó el número de conexiones neuronales de esas diminutas muestras. Las neuronas del feto tenían 124 millones de conexiones; las del recién nacido, 253 millones; las de un niño de ocho meses, 572 millones. Este científico descubrió que después, a medida que el niño crecía, el número disminuía gradualmente.
Estos hallazgos son de interés en vista de lo que la Biblia dice sobre la resurrección (Juan 5:28, 29). Un adulto tiene en todo el cerebro alrededor de mil billones de conexiones neuronales, es decir, un 1 seguido de quince ceros. ¿Puede el Creador no solo contar esas conexiones, sino reconstruirlas?
Según The World Book Encyclopedia, en el universo hay del orden de doscientos trillones de estrellas, es decir, un 2 seguido de veinte ceros. El Creador conoce todas estas estrellas por nombre (Isaías 40:26). Así, no debe suponerle ninguna dificultad recordar y reconstruir las conexiones neuronales que conforman los recuerdos y sentimientos de los seres humanos a quienes decida resucitar.
[Ilustración de la página 166]
Muchos creen en el karma, que influye en el supuesto ciclo de nacimientos y muertes
[Ilustración de la página 171]
Alexis, hijo del zar Nicolás II y Alejandra Feodorovna, heredó la hemofilia. Nosotros hemos heredado la imperfección de nuestro antepasado Adán
[Ilustraciones de la página 179]
El Creador ha permitido el sufrimiento, pero también ha hecho posible que el ser humano disfrute de la vida