DEMONIO DE FORMA DE CABRA
La palabra hebrea sa·ʽír (literalmente, “peludo”) se refiere a la cabra o al chivo. (Le 16:18; Nú 7:16.) Sin embargo, hay cuatro ocasiones (Le 17:7; 2Cr 11:15; Isa 13:21; 34:14) en las que, según los traductores, tiene un significado diferente.
Tanto en Levítico 17:7 como en 2 Crónicas 11:15 se hace patente que este término (seʽi·rím, plural) se emplea con referencia a cosas que reciben adoración y a las que se hacen sacrificios, cosas relacionadas con la religión falsa. Por ello, los traductores de la Septuaginta griega y la Vulgata latina traducen la palabra hebrea por “las cosas insensatas” (LXX) y “los demonios” (Vg). Los traductores y lexicógrafos modernos por lo general adoptan ese mismo punto de vista en estos dos textos y emplean “demonios” (BAS), “sátiros” (BJ, CB, NBE, SA) o “demonios de forma de cabra” (NM; véase también Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, de E. Jenni y C. Westermann, Cristiandad, 1978, vol. 1, col. 264; además, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, edición de Mario Sala y Araceli Herrera, Salamanca, 1986, vol. 2, pág. 15), con la excepción de la versión Ricciardi-Hurault, que traduce el término literalmente por “chivos” en el primer caso y “machos cabríos” en el segundo. (Véase también 2Cr 11:15, FS; MK.)
Las palabras de Josué (24:14) muestran que los israelitas habían sido afectados hasta cierto grado por la adoración falsa de Egipto durante su estancia en ese país, y Ezequiel indica que tales prácticas paganas continuaron plagándolos mucho tiempo después. (Eze 23:8, 21.) Por ello, algunos eruditos consideran que el mandato divino pronunciado en el desierto para impedir que los israelitas hicieran “sacrificios a los demonios de forma de cabra” (Le 17:1-7), y el que Jeroboán nombrara sacerdotes “para los lugares altos y para los demonios de forma de cabra y para los becerros que había hecho” (2Cr 11:15), son indicios de que entre los israelitas hubo cierto tipo de adoración de cabras similar a la practicada en Egipto, en particular en el Bajo Egipto. Heródoto (II, 46) alega que de dicha adoración egipcia los griegos derivaron su creencia en Pan y en los sátiros, dioses de los bosques de naturaleza lasciva, a los que con el tiempo se representó con cuernos, cola y patas de cabra. Hay quienes opinan que de esa representación del sátiro se derivó la costumbre —muy extendida en la Iglesia del Medievo— de representar a Satanás con cola, cuernos y pezuñas.
Sin embargo, la Biblia no dice lo que eran aquellos “peludos” (seʽi·rím). Si bien hay quienes creen que eran cabras literales o imágenes con esa forma, no parece que el texto lo indique ni hay en las Escrituras indicios que lo confirmen. Puede ser que el término solo indique que así lo concebía en su mente el idólatra, o simplemente haya sido una expresión despectiva para aludir a objetos idolátricos en general, como ocurre en muchos pasajes con la palabra ‘ídolos’, que se traduce de un término que originalmente significó “bolitas de estiércol”, lo que, como es natural, no quería decir que estuviesen hechos de estiércol. (Le 26:30; Dt 29:17.)
No todos parecen estar de acuerdo con que sa·ʽír y seʽi·rím tengan que ver con la adoración falsa en los otros dos textos. (Isa 13:21; 34:14.) En estos pasajes se dice que las ruinas desoladas de Babilonia y de Edom estarían habitadas por criaturas salvajes, entre ellas los seʽi·rím. La versión de Ricciardi-Hurault traduce este término según la acepción más común, es decir, “machos cabríos” (Isa 13:21) y “chivos” (Isa 34:14), mientras que la Versión Valera de 1909 —que en Levítico y 2 Crónicas emplea el término “demonios”— utiliza “peludos” en estas dos citas de Isaías. Quienes se inclinan por esta solución señalan que la palabra hebrea aparece entre nombres de animales y aves literales. G. R. Driver se opone a la traducción de sa·ʽír por “sátiro” en Isaías 34:14 (Palestine Exploration Quarterly, Londres, 1959, pág. 57), y dice que en la mitología no se considera al sátiro como símbolo de desolación, sino de lascivia y de orgías. Cuando defiende la traducción de sa·ʽír por “cabra”, arguye que la cabra abunda en los lugares áridos y que la cabra salvaje es común en el extremo S. del mar Muerto, y por lo tanto en dirección a la región árida de Edom, la tierra en contra de la que se pronunció la profecía de Isaías 34:14.
Por otra parte, los que prefieren traducir las citas de Isaías según el criterio aplicado a Levítico y 2 Crónicas, se apoyan en la Septuaginta, que tradujo la referencia de Isaías a seʽi·rím por “demonios”, y arguyen además que cuando Juan se refirió a la desolada Babilonia la Grande como morada de aves inmundas y “demonios”, usó la misma terminología que la Septuaginta emplea en Isaías 13:21 (Rev 18:2), si bien no se puede afirmar con certeza que Juan citara de esa versión. Sin embargo, hay que decir que, según el Theological Dictionary of the New Testament, “la Septuaginta da por sentado [...] que [dai·mó·ni·on, traducido por “demonio”] es un término despectivo con el que se alude a las deidades paganas” (edición de G. Kittel, 1971, vol. 2, pág. 12).
Es evidente que este tema no se presta a afirmaciones tajantes. Puede ser que Isaías citara a demonios entre animales y pájaros literales no para indicar que tales demonios realmente se materializaban en forma de cabras, sino porque los paganos de aquellos alrededores creían que tales habitantes demoniacos poblaban los lugares desolados. Los habitantes de Siria y Arabia han creído por mucho tiempo que en ruinas similares habitaban criaturas monstruosas, y a los genios de los árabes se les representa como monstruosas figuras peludas. Por otro lado, puede que los seʽi·rím que residían en las ruinas desoladas de Edom y Babilonia hayan sido animales reales, peludos y quizás con una apariencia tal que a los ojos de los observadores parecían demonios.