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Paz... la realidadLa Atalaya 1989 | 15 de diciembre
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“[2] Y en la parte final de los días tiene que suceder que la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas, y ciertamente será alzada por encima de las colinas; y a ella tendrán que afluir todas las naciones. [3] Y muchos pueblos ciertamente irán y dirán: ‘Vengan, y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas’. Porque de Sión saldrá ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. [4] Y él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”
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Paz... la realidadLa Atalaya 1989 | 15 de diciembre
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¿Qué se puede decir de nuestros días? Note que Isaías empieza su mensaje con la declaración: “En la parte final de los días tiene que suceder”. Otras traducciones dicen: “En los últimos días” (Bartina-Roquer; Torres Amat). En las páginas de esta revista se presentan regularmente pruebas de que hemos estado viviendo en los últimos días del actual orden mundial desde 1914. Por eso, según los Isa 2 versículos 3 y 4, ¿qué deberíamos ver?
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Paz... la realidadLa Atalaya 1989 | 15 de diciembre
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El profeta dice que “la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas” y “será alzada por encima de las colinas”. En tiempos antiguos se utilizaban ciertas montañas y colinas para la adoración de ídolos y para santuarios de dioses falsos. Cuando el rey David llevó el Arca sagrada a la tienda que había levantado en el monte Sión (Jerusalén), a unos 760 metros (2.500 pies) sobre el nivel del mar, evidentemente obró bajo dirección divina. Más tarde, cuando en el monte Moria se edificó el gran templo de Jehová, el término “Sión” llegó a incluir ese lugar, de modo que el templo estuvo más elevado que algunos lugares paganos que lo rodeaban. Jerusalén misma fue llamada también Su “santa montaña”; así que la adoración de Jehová permaneció en una posición ensalzada. (Isaías 8:18; 66:20.)
Hoy día la adoración de Jehová Dios también ha llegado a estar elevada como una montaña simbólica. Su prominencia es patente a todos, pues esa adoración ha realizado algo que ninguna otra religión ha podido lograr. ¿Qué es eso? Ha unificado a todos los adoradores de Jehová, quienes han batido gustosamente sus espadas en rejas de arado y no aprenden más la guerra. Ya no están divididos por barreras nacionales ni raciales. Viven como pueblo unido, una hermandad, aunque están esparcidos por todas las naciones del mundo. (Salmo 33:12.)
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