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¿Quién guiará a las naciones a la paz?¿Habrá algún día un mundo sin guerra?
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18 Observe las palabras de la profecía de Daniel 9:24, 25 (DK): “Setenta semanas están determinadas en cuanto a tu pueblo, y en cuanto a tu santa ciudad, para acabar con la transgresión, y para poner fin a los pecados, y para hacer expiación de la iniquidad y para traer la justicia eterna [...] hasta el ungido [“Mesías”, hebreo: Ma·schí·aj] príncipe”. No se puede pasar por alto la conexión que establece el texto entre el “Mesías” (el Ungido) y el “acabar con la transgresión” y “poner fin a los pecados”. El Da 9 versículo 26 (DK) pasa a decir que “después de las sesenta y dos semanas será tajado [“cortado”, MK] el ungido”, es decir, será muerto. (Véase el recuadro de la página 26.)
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¿Quién guiará a las naciones a la paz?¿Habrá algún día un mundo sin guerra?
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20 Por estas razones, muchos judíos entendieron sin dificultad la enseñanza de que la muerte del Mesías posibilitaría el perdón pleno del pecado ante Dios. Sabían que las Escrituras hablaban de la imperfección inherente al hombre. (Eclesiastés 7:20.) Percibían a diario la necesidad de un sacrificio expiatorio, que iba implícito en la estructura y en el carácter del pacto de la Ley. Los sucesos que narran las biografías de Jesús lo presentan como un hombre perfecto cuya muerte podía expiar el pecado de la humanidad.f (Mateo 20:28; Lucas 1:26-38.) Cuando las Escrituras Griegas Cristianas señalaron que los diversos sacrificios de la Ley prefiguraron este único sacrificio definitivo y pleno, cobraron más sentido la estructura de la Ley y otras porciones bíblicas.g (Hebreos 10:1-10.)
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f El apóstol Pablo llamó a Jesús el ‘segundo Adán’, cuya muerte expiaría el pecado que hemos heredado de Adán. (1 Corintios 15:45-47; Romanos 5:12, 15-19.) Si se desea más información sobre por qué era esencial esta provisión, véase la página 14, párrafos 15 y 16, y la nota.
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