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Muerte de una naciónLa Atalaya 1989 | 1 de abril
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Teman a Jehová, no a los opositores. La destrucción de Israel pudiera venir mediante un enjambre de langostas o un fuego que todo lo consumiera. Amós rogó a Dios a favor de Israel, y “Jehová sintió pesar” por su juicio, de modo que no fue ejecutado de esta manera. Sin embargo, como un edificador que con una plomada investiga la verticalidad de un muro, Jehová ‘ya no volverá a excusar’ a Israel. (Amós 7:1-8.) La nación tiene que ser desolada. Encolerizado por el mensaje del profeta, Amasías, un sacerdote de la adoración del becerro, acusa falsamente a Amós de traición, y le ordena ‘irse corriendo a la tierra de Judá y no volver a profetizar’ en Betel. (Amós 7:12, 13.) ¿Se acobarda Amós? ¡No! Denodadamente predice la muerte de Amasías y calamidad para su familia. Tal como se recoge el fruto en el tiempo de la cosecha, así ha llegado el tiempo para que Jehová llame a cuentas a Israel. No habrá escape. (Amós 7:1–8:14.)
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Muerte de una naciónLa Atalaya 1989 | 1 de abril
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○ 7:1.—“La hierba cortada del rey” muy probablemente se refería al impuesto o tributo que impuso el rey para suministrar alimento a sus animales y su caballería. El impuesto del rey tenía que pagarse primero, y después de eso la gente podía conseguir la “hierba” o vegetación para su propio uso. Pero antes de que pudieran hacer eso, las langostas vinieron y se comieron lo sembrado.
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