El papa Juan Pablo visita a un agitado rebaño
DURANTE diez ocupados días del pasado mes de septiembre, el papa Juan Pablo II viajó por Norteamérica y visitó nueve ciudades estadounidenses y un pueblo de los territorios noroccidentales de Canadá. Se dirigió a los no católicos y, al mismo tiempo, se enfrentó con la creciente independencia de su rebaño norteamericano.
Los sacerdotes cuestionaron las reglas de la Iglesia sobre el celibato. Los obispos dieron a entender que sus normas morales eran demasiado estrictas. Los indios americanos protestaron en cuanto a cómo trató la Iglesia a sus antepasados.
El Papa se refirió a la creciente tendencia de los católicos norteamericanos a ‘seleccionar’ las enseñanzas de la Iglesia que les interesa seguir. Por ejemplo: monseñor John Tracy Ellis explicó que mucha gente dice: “Soy católico, pero no voy a aceptar todo lo que el Papa enseñe”. La revista Time informó: “Considerados en un tiempo por Roma como los hijos e hijas más devotos de la Iglesia, muchos católicos americanos ahora creen que tienen el derecho de seleccionar los elementos de su fe, pasando por alto las enseñanzas de la Iglesia con las que no están de acuerdo”.
Planificación cuidadosa
Esta visita se organizó muy cuidadosamente. Se enviaron al Vaticano con mucho tiempo de antelación, no solo los textos de lo que dirían los representantes de la Iglesia, sino también las palabras que dirigirían al Papa los líderes judíos, musulmanes, hindúes y budistas, de modo que pudieran prepararse respuestas cuidadas.
La gira empezó en Miami el 10 de septiembre. El sacerdote católico Frank J. McNulty, hablando como representante de los 57.000 sacerdotes estadounidenses, instó al Papa a considerar cuestiones tan polémicas como el celibato sacerdotal, la creciente disconformidad de los católicos con las enseñanzas de la Iglesia y el deseo de la mujer de desempeñar un papel más importante en ella. Dijo que el valor del celibato “se ha erosionado y sigue erosionándose en la mente de muchos”. El periódico Los Angeles Times comentó que la “suave” respuesta del Papa “no tocó directamente ninguna de las cuestiones presentadas [por McNulty]”, pero que el Papa “recalcó el deber de los sacerdotes de someterse a la autoridad de su enseñanza”.
Después, en Columbia, Carolina del Sur, Juan Pablo se reunió con los líderes religiosos no católicos. En Nueva Orleans advirtió a los teólogos que enseñan en escuelas católicas que no tienen la libertad de apartarse de las enseñanzas oficiales de la Iglesia.
En Phoenix, Arizona, confesó que en el pasado algunos miembros de su Iglesia cometieron “errores y equivocaciones” contra los indios americanos, y públicamente aceptó de un brujo indio una pluma de águila de simbolismo religioso.
Luego, cuando se reunió con trescientos obispos americanos en Los Ángeles, el cardenal John R. Quinn le dijo: “Nosotros, como pastores, estamos muy preocupados porque en nuestro país algunas áreas particulares de la enseñanza de la Iglesia, tanto en moralidad sexual como social, a veces son objeto de crítica negativa y, en ocasiones, incluso por parte de católicos de buena voluntad”. El Papa contestó que era un “grave error de los católicos considerarse fieles si disentían de las enseñanzas de la Iglesia sobre “moralidad sexual y conyugal, divorcio y segundas nupcias [...], [y] aborto”.
En San Francisco, ciudad en la que el SIDA ya ha segado más de dos mil ciento cincuenta vidas, se trató el tema de la homosexualidad. Sesenta y dos víctimas del SIDA formaban parte del grupo que se reunió con el Papa. Entre ellos había dos sacerdotes, un anterior monje, varios homosexuales varones y un niño de cuatro años que había contraído el SIDA mediante una transfusión de sangre.
En Detroit, Juan Pablo condenó el aborto. Dijo: “El respeto a la vida y su protección por la ley deberían garantizarse a todo ser humano desde la concepción hasta la muerte natural”. De Detroit fue a Fort Simpson (Canadá), donde “apoyó firmemente” las peticiones que hacen los indios de autogobierno y la posesión de su propia tierra.
¿Cómo reaccionaron los católicos americanos ante la postura del Papa? El periódico londinense The Times observó: “Aunque es indudable que su magnética presencia personal ha sido positiva para la Iglesia, sus inflexibles reclamaciones de obediencia al Vaticano solo han intensificado la disidencia”.
¿Dirigida por Cristo?
En Miami, al empezar su gira, Juan Pablo había dicho que la razón por la cual debe aceptarse la autoridad católica es que la Iglesia “es una institución dirigida por Cristo Jesús”. Si eso fuera cierto, ¿no tendrían que obedecerse sus enseñanzas a toda costa? ¿Por qué deberían los sacerdotes querer cambiar las enseñanzas de Cristo? Y ¿por qué deberían los obispos preocuparse por la crítica pública?
El problema es que no todas estas normas de la Iglesia están basadas en las enseñanzas de Jesucristo. Algunas reflejan ideas, criterios y tradiciones que se han acumulado durante los siglos y que no están basadas en las propias enseñanzas de Cristo y las creencias que él transmitió originalmente a sus seguidores.
Puede que halle muy interesante comparar estas enseñanzas modernas con las originales de Jesús y de sus apóstoles.
Lo que Jesús y sus apóstoles realmente dijeron
Estas enseñanzas se conservan en un libro que contiene el único registro exacto de las propias palabras de Jesús y de lo que él y sus apóstoles en realidad enseñaron. Puede que usted ya tenga un ejemplar de ese libro: la Biblia. Muestra lo que el verdadero cristianismo realmente enseñaba antes de que se le añadieran tantas ideas humanas. Las siguientes citas (excepto la de Éxodo) son declaraciones registradas por los mismos apóstoles de Jesús y consideran acciones que no están permitidas en la verdadera congregación cristiana:
Relaciones sexuales fuera del matrimonio: “Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros [...] heredarán el Reino de Dios”. (1 Corintios 6:9, 10, Biblia de Jerusalén.)
“Las acciones que proceden de los bajos instintos son conocidas: lujuria, inmoralidad, libertinaje, [...] los que se dan a eso no heredarán el Reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21, Nueva Biblia Española.)
“Sin embargo, por tanta inmoralidad como hay, tenga cada uno su propia mujer y cada mujer su propio marido.” (1 Corintios 7:2, Nueva Biblia Española; véase también 1 Tesalonicenses 4:3-8.)
Prácticas homosexuales: “Por eso los entregó Dios a pasiones infames; [...] igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío”. (Romanos 1:26, 27, Biblia de Jerusalén.)
“Ni fornicadores [...] ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres [...] heredarán el reino de Dios. Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes eran. Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios.” (1 Corintios 6:9-11; véase también 1 Timoteo 1:9-11.)
Aborto: La Biblia dice que aun si por accidente dos hombres que estuvieran luchando ‘lastimaran a una mujer encinta y los hijos de ella efectivamente salieran, si ocurriera un accidente mortal, entonces tendría que dar alma por alma’. Así, incluso si por negligencia se causaba la muerte de un niño que aún no había nacido, la acción era castigada con la muerte. Y el apóstol cristiano Juan escribió: “Ningún homicida tiene la vida eterna como cosa permanente en él”. (Éxodo 21:22, 23; 1 Juan 3:15.)
He aquí algunas cosas que ni Jesús ni sus apóstoles mencionaron. Esas restricciones innecesarias se añadieron más tarde:
Celibato sacerdotal: Pablo, el apóstol que llevó el cristianismo al mundo no judío, mostró que el celibato no era necesario. Escribió: “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana [‘una esposa creyente’, nota al pie de la página], como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?”. (1 Corintios 9:5, Biblia de Jerusalén, ed. 1975.)
También escribió: “Es preciso que el obispo sea [...] marido de una sola mujer”. (1 Timoteo 3:2, versión católica Nácar Colunga; véase también 1 Timoteo 4:1-3.)
No se permiten segundas nupcias: Jesús mostró que existe un pecado contra el cónyuge que es tan grave que hace permisible el divorcio y las segundas nupcias. Dijo: “Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer —salvo el caso de fornicación— y se case con otra, comete adulterio”. (Mateo 19:9, Biblia de Jerusalén.)
Normas relacionadas con la anticoncepción: La Biblia enseña que se debe amar, cuidar y educar a los hijos según los principios piadosos, pero en ningún lugar dice que las relaciones sexuales siempre deban posibilitar la concepción. Tampoco hace mención del control de la natalidad como medio de limitar el tamaño de una familia.
Si la iglesia católica fuera verdaderamente una institución dirigida por Cristo Jesús, entonces todas sus enseñanzas y prácticas estarían en completa armonía con la Palabra de Dios, las Santas Escrituras. No habría división entre sus obispos, sacerdotes y feligreses. El asunto es serio. Jesús dijo: “Todo reino dividido en partidos contrarios quedará destruido, y una casa dividida camina a su ruina”. (Lucas 11:17, Serafín Ausejo.) Que esta situación incentive a nuestros lectores católicos a investigar más la Biblia para aprender lo que Dios requiere de nosotros a fin de serle aceptables. Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle a este respecto.
[Recuadro en la página 25]
Aceptación de la enseñanza de la Iglesia
Una encuesta de la revista Time realizada el pasado mes de agosto (publicada el 7 de septiembre) mostró el grado de discrepancia de los americanos que dicen ser católicos con la enseñanza oficial de la Iglesia. Se publicaron estas cifras:
El 27% de los católicos estadounidenses entrevistados dijeron que las mujeres deberían tener derecho al aborto por petición propia;
el 53% pensaba que los sacerdotes deberían poder casarse;
el 78% dijo que era permisible que los católicos “tuvieran su propia opinión” en cuestiones como el control de la natalidad y el aborto;
el 93% creía que “era posible no estar de acuerdo con el Papa y aún ser un buen católico”.
Una encuesta del New York Times/CBS News Poll (publicada el 11 de septiembre de 1987, en el New York Times) mostró unas dudas similares entre los sacerdotes:
El 24% dijo que personalmente favorecía “el uso de métodos artificiales de control de la natalidad”;
el 55% favorecía que los sacerdotes pudieran casarse;
el 57% dijo que una persona podía no estar de acuerdo “con la Iglesia en que el aborto era pecado” y “aún ser un buen católico”.
[Recuadro en la página 26]
El celibato no fue un mandato del primer siglo
El papa Pablo VI apoyó el requisito del celibato para el clero, pero reconoció que “el Nuevo Testamento, que conserva la enseñanza de Cristo y los apóstoles [...], no requiere abiertamente el celibato de los ministros consagrados [...]. Jesús mismo no lo consideró un requisito previo al seleccionar a los Doce, ni los apóstoles lo requirieron de los que iban a presidir las comunidades cristianas primitivas”. (Sacerdotalis Caelibatus [Celibato sacerdotal, 1967].)
[Recuadro en la página 26]
“Expulsen al perverso [...]”
El apóstol Pablo dijo lo que los cristianos del primer siglo tenían que hacer con una persona inmoral de la congregación: “Les escribía que ya no tuvieran trato con quienes, llamándose hermanos, llegan a ser inmorales [...]. Expulsen al perverso de entre ustedes”. ¿Hace su Iglesia realmente eso? (1 Corintios 5:11-13, Ricciardi-Hurault.)