La vida y el ministerio de Jesús
Jesús y el joven gobernante rico
MIENTRAS Jesús viaja por el distrito de Perea hacia Jerusalén, un joven se le acerca corriendo y cae de rodillas ante él. Se dice que es un gobernante, lo que quizás signifique que ocupa un puesto prominente en una sinagoga local, o hasta pudiera ser miembro del Sanedrín. Además, es muy rico. “Buen Maestro —pregunta—, ¿qué tengo que hacer para heredar vida eterna?”
“¿Por qué me llamas bueno?”, responde Jesús. “Nadie es bueno, sino uno solo, Dios.” Puede que el joven haya usado “buen” como título, y por eso Jesús le menciona que tal título pertenece solo a Dios.
“Sin embargo —continúa Jesús—, si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos continuamente.”
“¿Cuáles?”, pregunta el hombre.
Al contestar, Jesús cita cinco de los Diez Mandamientos: “Pues: No debes asesinar, No debes cometer adulterio, No debes hurtar, No debes dar falso testimonio, Honra a tu padre y a tu madre”. Luego añade un mandamiento más importante aún: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”.
“Todas estas cosas las he guardado desde mi juventud —contesta el hombre con toda sinceridad—. ¿Qué me falta aún?”
Jesús, al oír la intensa y sincera solicitud de aquel hombre, siente amor por él. Pero percibe el apego del hombre a las posesiones materiales, y por eso le señala lo que necesita: “Una cosa falta en cuanto a ti: Ve, vende las cosas que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sé mi seguidor”.
Jesús observa (de seguro apenado) que el hombre se levanta, da la vuelta, y se aleja muy triste. Su riqueza lo ciega al valor del verdadero tesoro. Jesús se lamenta: “¡Cuán difícil les será a los que tienen dinero entrar en el reino de Dios!”.
Lo que Jesús dice sorprende a los discípulos. Pero más se sorprenden por esta regla general que Jesús pasa a dar: “Más fácil es, de hecho, que un camello pase por el ojo de una aguja de coser que el que un rico entre en el reino de Dios”.
“¿Quién, de hecho, puede ser salvo?”, quieren saber los discípulos.
Fijando la vista en ellos, Jesús responde: “Para los hombres es imposible, mas no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios”.
Pedro, señalando que los discípulos han hecho una selección muy diferente de la del joven gobernante rico, dice: “¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido”. Entonces pregunta: “¿Qué habrá para nosotros, realmente?”.
“En la re-creación —promete Jesús—, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes los que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.” Sí, Jesús muestra que habrá una re-creación de las condiciones en la Tierra y todo volverá a ser como era en el jardín de Edén. Y Pedro y los demás discípulos recibirán la recompensa de gobernar con Cristo sobre este Paraíso que se extenderá por toda la Tierra. ¡De seguro tan magnífica recompensa vale cualquier sacrificio!
Sin embargo, aun ahora hay recompensas, como declara firmemente Jesús: “Nadie ha dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y por causa de las buenas nuevas, que no reciba el céntuplo ahora en este período de tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y campos, con persecuciones, y en el sistema de cosas venidero vida eterna”.
Como Jesús promete, dondequiera que sus discípulos van en el mundo disfrutan con otros cristianos de una relación que es más estrecha y más preciosa que la relación con miembros de una familia natural. Parece que el joven gobernante rico pierde tanto esta recompensa como la de vida eterna en el Reino celestial de Dios.
Después Jesús añade: “Sin embargo, muchos que son primeros serán últimos; y los últimos, primeros”. ¿Qué quiere decir?
Quiere decir que muchas personas que son ‘primeras’ en el disfrute de privilegios religiosos, como el joven gobernante rico, no entrarán en el Reino. Serán ‘últimas’. Pero muchas, entre ellas los humildes discípulos de Jesús, a quienes los fariseos que se creen muy justos desprecian como “últimos” —como gente de la tierra o ‛am ha·’á·rets— llegarán a ser ‘primeras’. El que estos lleguen a ser “primeros” significa que recibirán el privilegio de ser gobernantes con Cristo en el Reino. (Marcos 10:17-31; Mateo 19:16-30; Lucas 18:18-30.)
◆ ¿Qué clase de gobernante es, evidentemente, el joven rico?
◆ ¿Por qué objeta Jesús a que lo llamen bueno?
◆ ¿Cómo ilustra la experiencia del joven gobernante el peligro de ser rico?
◆ ¿Qué recompensas promete Jesús a sus seguidores?
◆ ¿Cómo se explica que los primeros sean últimos y los últimos sean primeros?