¿Qué significa para usted la muerte de Jesús?
“JUNTOS, cuanto ejército haya marchado, cuanta armada se haya construido, cuanto parlamento haya existido y cuanto rey haya gobernado, no habrán afectado la vida del hombre en la Tierra tan profundamente como esta sola personalidad.” Eso escribió el autor James A. Francis respecto a Jesucristo.
Aunque la gente tiene diversas opiniones acerca de Jesús, la Biblia lo identifica como el Hijo de Dios y como un hombre de amor abnegado. Jesús indicó una de las maneras principales como había mostrado ese amor cuando dijo de sí mismo: “El Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos”. (Mateo 20:28.)
¿Qué significado tiene este rescate? ¿Por qué era necesario? ¿A quiénes se rescata? Sí, ¿qué significa para usted la muerte de Jesús?
¿Qué es el rescate?
Un rescate es algo que libra. El rescatar a alguien significa librarlo del cautiverio o castigo mediante pagar un precio. En sentido espiritual “rescatar” significa librar del pecado y de su pena. Por eso murió Jesús. Como escribió el apóstol cristiano Pablo: “El salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor”. (Romanos 6:23.)
En las Escrituras se asocia un precio de redención con pagar un rescate. Salmo 49:6-9 dice: “Los que están confiando en sus medios de mantenimiento, y que siguen jactándose acerca de la abundancia de sus riquezas, ni uno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él (y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso que ha cesado hasta tiempo indefinido); para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo”. El rescate es una redención realizada por Dios, no por algún humano imperfecto.
¿Por qué es necesario?
El rescate es necesario porque nuestro primer padre humano, Adán, pecó. Así perdió una vida perfecta que se pudiera haber extendido para siempre, y fue sentenciado, con justicia, a la muerte, y finalmente murió. (Génesis 2:15-17; 3:1-7, 17-19; 5:5.) Nosotros, como descendientes de él, hemos heredado el pecado y la muerte. “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado —escribió Pablo—, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” (Romanos 5:12.) Sí, “en Adán todos están muriendo”. (1 Corintios 15:22.) Por eso, bien dijo el salmista David: “Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre”. (Salmo 51:5.)
Cualquier descendiente pecaminoso de Adán que quiera recibir vida eterna tiene que ser librado de la condenación al pecado y la muerte. Mientras que los humanos imperfectos no pueden proveer este rescate, Jehová, como muestra de amor, lo hizo mediante Jesucristo. Sin embargo, ¿qué se compra con el rescate? Pues bien, por su pecado Adán perdió la vida humana perfecta y eterna con todos sus derechos y perspectivas. Por lo tanto, eso fue precisamente lo que se redimió por el sacrificio de rescate de Jesús.
Lo que eso hace posible
Con que la humanidad experimentara la muerte, que es la pena del pecado, se satisfacía la justicia. Por eso el rescate es un acto de la misericordia y la bondad amorosa de Dios. La vida humana perfecta de Jesús, con todos sus derechos y perspectivas, fue entregada en la muerte y nunca tomada por él de nuevo, pues no fue resucitado como hombre de carne y sangre, sino como criatura inmortal de la región de los espíritus. (1 Corintios 15:50; 1 Pedro 3:18.) Por esa razón la vida humana que Jesucristo sacrificó siguió teniendo poder redentor o rescatador.
Como humano sin pecado Jesús estaba en condición similar a la que ocupaba originalmente Adán en su perfección. Por ser obediente a Dios hasta la muerte, Jesús fue nombrado gran Sumo Sacerdote, y presentó el valor de su sacrificio humano perfecto en el cielo. (Hebreos 9:24-26.) Puesto que Dios aceptó aquel precio redentor, por aplicar a favor de ellos el mérito de su sacrificio Jesús podía rescatar del pecado y la muerte a los descendientes de Adán que creyeran. (1 Corintios 6:20; 7:23; 1 Juan 2:1, 2.) Así Jesús “vino a ser responsable de la salvación eterna para todos los que le obedecen”. (Hebreos 5:8, 9.) Esto les permite alcanzar una condición de justos delante de Dios mediante su Hijo.
¿A quiénes se rescata?
Entonces, ¿quiénes se benefician del rescate? Los humanos que ejercen fe en esta provisión y que de ese modo llegan a estar en armonía con Dios. Al servirle fielmente pueden ser librados del pecado y su pena, la muerte, y recibir vida eterna. (Juan 17:3.)
El primer hombre podía decidir si obedecería a Dios o no. Escogió desobedecerle. “Adán no fue engañado”, sino que murió como pecador voluntarioso. (1 Timoteo 2:14.) Pero ¿qué hay de los descendientes de Adán? Ellos podían escoger entre servir a Dios lo mejor que pudieran en su imperfección o desobedecer a su Creador. (Josué 24:15.)
Jesús vino “para dar su alma en rescate en cambio por muchos”. (Marcos 10:45.) Pero ¿quiénes son los “muchos”? Es patente que Adán queda excluido, pues aunque era hombre perfecto, escogió deliberadamente desobedecer a Dios y murió como pecador voluntarioso impenitente. Pero ¿qué hay de su gran familia, que asciende a miles de millones de personas? Por el precio correspondiente Jesucristo contrapesa la condenación que heredó la familia de Adán. (Compárese con 1 Timoteo 2:5, 6.) Jesús aplica a favor de los “muchos” creyentes el mérito de su precio redentor.
Entre los creyentes rescatados hay tanto judíos como gentiles, o gente de las naciones. Pablo dice: “Como mediante una sola ofensa el resultado a toda clase de hombres fue la condenación, así mismo también mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida”. (Romanos 5:18.) Al morir en el madero, “Cristo, por compra, [...] libró [a los judíos] de la maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de [ellos], porque está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado en un madero’”. (Gálatas 3:13; Deuteronomio 21:23.) En Romanos 4:11 se alude a los gentiles cuando se dice que aunque Abrahán —antepasado de los judíos— todavía era incircunciso, llegó a ser “el padre de todos los que tienen fe mientras están en incircuncisión”. En vista de esto, el sacrificio de rescate de Jesús beneficia a creyentes judíos y gentiles.
El derrotero que cada persona escoge determina si se ha de beneficiar del sacrificio de Jesús o no. Como en el caso de Adán, a los inicuos voluntariosos no se les obliga a aceptar el mérito del rescate ni la vida eterna. Como dijo Cristo: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”. (Juan 3:36.) El rescate también hace posible la resurrección de los muertos que están en la memoria de Dios. (Juan 5:28, 29.) Si son obedientes y muestran aprecio, el que se les apliquen los beneficios del rescate significa que vivirán para siempre. Pero para los que viven en estos “últimos días” existe la posibilidad de alcanzar la vida eterna sin jamás tener que morir. (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:3-14, 21, 34; Juan 11:25, 26.)
Razones para agradecimiento
Cualquiera que desee beneficiarse del rescate tiene que apreciarlo profundamente. ¡Y qué apropiado es ese agradecimiento! Después de todo, el rescate requirió mucho amor de parte de Dios y de Cristo.
Jehová Dios mostró gran amor al proveer el rescate mediante la muerte de su Hijo. Jesús dijo: “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. (Juan 3:16, 17.) ¿No debería usted mostrar aprecio por esta manifestación del amor de Dios?
Piense además en el profundo amor que Jehová mostró al proveer el rescate. Antes de que el Hijo de Dios fuera enviado a la Tierra para vivir y morir como hombre perfecto, había existido en los cielos. Era “el primogénito de toda la creación”, por medio de quien “todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra, las cosas visibles y las cosas invisibles”. (Colosenses 1:13-16.) ¡Cuánto amaba Jehová a su Hijo! Con todo, Dios no envió a la Tierra simplemente a cualquier ángel de entre los millones de ángeles justos. Su amor por la humanidad fue tan grande que envió a su Hijo primogénito.
Considere también el profundo amor que Jesús mostró con relación al rescate. Como criatura de espíritu en el cielo, fue el “obrero maestro” de Dios. Ciertamente “las cosas que fueron el objeto de mi cariño [del Hijo de Dios] estuvieron con los hijos de los hombres”. (Proverbios 8:22-31.) Sin embargo, no fue fácil para él dejar el cielo, con sus muy favorables circunstancias en compañía de su Padre y de miríadas de ángeles justos. Desde su ventajosa posición celestial el Hijo de Dios podía ver las malas condiciones que reinaban en la Tierra y los estragos que causaban el pecado y la muerte en la humanidad. También sabía que el proveer el rescate requeriría su muerte. No obstante, “tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, [...] se humilló y se hizo obediente hasta la muerte”. Por tal fidelidad, Jesús fue levantado a gloriosa vida celestial. (Filipenses 2:5-11.) ¡Cuánto amor mostró con relación al rescate! ¿Aprecia usted lo que hizo Jesús?
¿Qué hará usted?
En cierta ocasión, el prelado inglés Richard de Chichester (c. 1198-1253) pidió en oración que los hombres y las mujeres pudieran llegar a “conocer mejor a Jesucristo, amarlo más profundamente y seguirle más estrechamente”. El sacrificio de rescate de Jesús ciertamente nos provee razón sólida para llegar a conocerlo, amarlo y seguirle.
Si no fuera por el rescate, moriríamos como pecadores sin esperanza, pues “el aguijón que produce muerte es el pecado”. (1 Corintios 15:56.) Entonces, para ser salvado de la muerte que resultaría de haber sido aguijoneado por el pecado, ¿qué debe hacer usted? Tiene que aprender sobre la provisión divina para salvar a la humanidad mediante Jesucristo. Entonces debe demostrar que ejerce fe en el rescate. ¿Cómo? Manifestando aprecio sincero por él, dedicándose a Dios y hablando con otras personas acerca de esta maravillosa provisión que nos salva.
Este derrotero puede ponerlo entre la “gran muchedumbre” de los que “salen de la gran tribulación, y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero”, Jesucristo. (Revelación 7:9, 14.) Estos esperan vida eterna en un paraíso terrestre. (Lucas 23:43.) Sí, usted también puede ser parte de esa feliz muchedumbre si considera la muerte de Jesús como una provisión verdaderamente preciosa.
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Por no tener pecado, Jesús estaba en condición similar a la que ocupaba originalmente Adán en su perfección
[Ilustración en la página 6]
¿Aprecia usted el verdadero significado de la muerte de Jesús?