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Cómo criar a su hijo en la sabiduría divinaLa Atalaya 1987 | 15 de febrero
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“Ahora bien, sus padres acostumbraban ir de año en año a Jerusalén para la fiesta de la pascua.” (Lucas 2:41.) Según la Ley de Dios, todo varón debía presentarse en Jerusalén para las fiestas. (Deuteronomio 16:16.) Pero el registro dice que “sus padres acostumbraban ir”. José llevaba a María, y probablemente al resto de la familia, por esa trayectoria de más de 100 kilómetros (60 millas) a Jerusalén para la ocasión gozosa. (Deuteronomio 16:6, 11.) Esa era su costumbre, era parte de su vida. Ellos no iban solo por hacer acto de presencia, sino que permanecían todos los días de la fiesta. (Lucas 2:42, 43.)
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Cómo criar a su hijo en la sabiduría divinaLa Atalaya 1987 | 15 de febrero
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Un descuido
Indudablemente cuando Jesús era más joven permanecía cerca de sus padres durante los viajes anuales a la gran ciudad de Jerusalén. Sin embargo, conforme iba creciendo es probable que le dieran más libertad. Habiendo cumplido ya 12 años, estaba cerca de la edad que los judíos ven como muy importante en el camino hacia la madurez de un hombre. Quizás debido a este cambio normal y natural, hubo un descuido cuando llegó la hora para que la familia de José partiera de Jerusalén y regresara a casa. El relato dice: “Pero cuando regresaban, el muchachito Jesús permaneció atrás en Jerusalén, y sus padres no se dieron cuenta de ello. Dando por supuesto que él estaba en la compañía que viajaba junta, viajaron la distancia correspondiente a un día y entonces se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos”. (Lucas 2:43, 44.)
Hay detalles de este incidente que tanto padres como jóvenes reconocerán. No obstante, hay una diferencia: Jesús era perfecto. Siendo que él se sometía obedientemente a José y María, no podemos imaginarnos que él desobedeciera algún acuerdo que ellos hubieran hecho con él. (Lucas 2:52.) Es mucho más probable que hubiera falta de comunicación. Los padres dieron por sentado que Jesús estaba en la compañía de parientes y conocidos. (Lucas 2:44.) Es fácil imaginarse que, en el ajetreo de salir de Jerusalén, ellos dieran más atención a los hijos menores y supusieran que el hijo mayor, Jesús, iba también con los que viajaban.
No obstante, Jesús evidentemente pensó que sus padres sabrían dónde estaba él. Esto se da a entender por su respuesta más tarde: “¿Por qué tuvieron que andar buscándome? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?”. Él no fue irrespetuoso. Sus palabras solo revelan su sorpresa por el hecho de que sus padres no supieran dónde encontrarlo. Fue un caso típico de un malentendido que muchos padres con hijos jóvenes pueden comprender. (Lucas 2:49.)
Piense en la inquietud que experimentaron José y María al final de ese primer día, cuando se dieron cuenta de que Jesús estaba ausente. E imagínese la creciente preocupación de ellos durante los dos días en que lo buscaron por Jerusalén. No obstante, la educación que le habían dado a Jesús trajo buenos resultados. Jesús no se había unido a mala compañía. No estaba trayendo oprobio a sus padres. Cuando hallaron a Jesús, él estaba “en el templo, sentado en medio de los maestros, y escuchándoles e interrogándolos. Pero todos los que le escuchaban quedaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas”. (Lucas 2:46, 47.)
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