Capítulo 14
“No son parte del mundo”
LA RELIGIÓN de hoy es por lo general parte importante del mundo, y por eso participa en sus celebraciones y refleja su espíritu nacionalista. A menudo su clero reconoce este hecho, y a muchos clérigos les agrada esta situación. En marcado contraste, Jesús dijo de sus seguidores verdaderos: “No son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 17:16.)
En cuanto a esto, ¿qué muestran los hechos respecto a los testigos de Jehová? ¿Han dado prueba convincente de que no son parte del mundo?
Actitud para con el prójimo
Los primeros Estudiantes de la Biblia reconocían que los cristianos verdaderos no serían parte del mundo. The Watch Tower (La Atalaya) explicó que, debido a que los seguidores ungidos de Cristo habían sido santificados y engendrados por espíritu santo para participar en el Reino celestial, por este acto Dios los había separado del mundo. Además, señaló que estaban obligados a evitar el espíritu del mundo: sus metas, ambiciones y esperanzas, así como sus caminos egoístas. (1 Juan 2:15-17.)
¿Tuvo esto algún efecto en la actitud de los Estudiantes de la Biblia para con los que no creían como ellos? Ciertamente no se hicieron ermitaños. Sin embargo, los que con sinceridad ponían en práctica lo que aprendían en las Escrituras procuraban no relacionarse con mundanos para no llevar el mismo estilo de vida de ellos. The Watch Tower dio a los siervos de Dios el consejo bíblico de ‘obrar lo que es bueno para con todos’. También aconsejó que cuando se les persiguiera no cultivaran el deseo de vengarse; más bien, como había dicho Jesús, deberían ‘amar a sus enemigos’. (Gál. 6:10; Mat. 5:44-48.) En especial les instó a tratar de compartir con otros las preciosas verdades relativas a la provisión divina de la salvación.
Se comprende que esta manera de actuar haría que el mundo los considerara diferentes. Pero no ser parte del mundo implicaba más, mucho más.
Separados y diferentes de Babilonia la Grande
Para no ser parte del mundo, era necesario que no fueran parte de los sistemas religiosos que estaban tan envueltos en los asuntos del mundo, que habían absorbido doctrinas y costumbres de la antigua Babilonia, la cual por siglos fue la enemiga de la adoración verdadera. (Jer. 50:29.) Cuando estalló la I Guerra Mundial, los Estudiantes de la Biblia llevaban décadas denunciando las raíces paganas de ciertas doctrinas de la cristiandad, como la Trinidad, la inmortalidad del alma humana y el infierno de fuego. También habían denunciado las actividades eclesiásticas, encaminadas a manipular a los gobiernos para los fines egoístas de las iglesias. Las doctrinas y prácticas de la cristiandad habían llevado a los Estudiantes de la Biblia a identificarla con “Babilonia la Grande”. (Rev. 18:2.) Señalaron que mezclaba la verdad con la mentira y un cristianismo indiferente con la mundanalidad descarada, y que el término bíblico “Babilonia” (que significa “Confusión”) describía bien tal condición. Instaban a los que amaban a Dios a salirse de “Babilonia”. (Rev. 18:4.) Con ese propósito, a fines de diciembre de 1917 y principios de 1918, distribuyeron 10.000.000 de ejemplares de The Bible Students Monthly (Mensuario de los Estudiantes de la Biblia) en los que se analizaba el tema de “La caída de Babilonia” y se denunciaba enérgicamente a la cristiandad. Esto, a su vez, se atrajo el amargo rencor del clero, que se valió de la histeria provocada por la guerra para tratar de acabar con la obra de los testigos de Jehová.
Era inevitable que salir de Babilonia la Grande implicara desligarse de las organizaciones que promovían las doctrinas falsas de esta. Eso fue precisamente lo que hicieron los Estudiantes de la Biblia, aunque por muchos años vieron como a hermanos cristianos a los que, aunque permanecían en las iglesias, afirmaban haberse consagrado plenamente y tener fe en el rescate. Sin embargo, los Estudiantes de la Biblia no solo escribían cartas de renuncia como miembros de las iglesias de la cristiandad, sino que, cuando era posible, algunos las leían en voz alta en las reuniones de las iglesias que permitían que sus miembros se expresaran. Si eso no era posible, quizás enviaban una copia de su renuncia —una carta cortés que contenía un testimonio adecuado— a todo miembro de la congregación de la que renunciaban.
¿Se aseguraban también de no llevar consigo ninguna de las costumbres y prácticas impías de aquellas organizaciones? ¿Qué situación existía durante el período que precedió a la I Guerra Mundial?
¿Deberían mezclarse la religión y la política?
En el campo político, los gobernantes de muchas de las principales naciones, debido a sus conexiones con alguna iglesia católica o protestante, habían afirmado durante mucho tiempo que gobernaban ‘por derecho divino’, como representantes del Reino de Dios y por Su favor especial. La Iglesia bendecía al gobierno; a su vez, el gobierno apoyaba a la Iglesia. ¿Hicieron también cosas como estas los Estudiantes de la Biblia?
En vez de imitar a las iglesias de la cristiandad, se esforzaron por aprender de las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo y sus apóstoles. ¿Qué les mostró su estudio de la Biblia? Las primeras publicaciones de la Sociedad Watch Tower revelan que estaban al tanto de que Jesús, cuando fue interrogado por el gobernador romano Poncio Pilato, declaró: “Mi reino no es parte de este mundo”. En respuesta a la pregunta del gobernador sobre el papel que desempeñaba, Jesús le contestó: “Para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad”. (Juan 18:36, 37.) Los Estudiantes de la Biblia sabían que Jesús se había apegado con firmeza a aquella misión. Cuando el Diablo le ofreció todos los reinos del mundo y su gloria, los rechazó. Cuando la gente quiso hacerlo rey, se apartó. (Mat. 4:8-10; Juan 6:15.) Los Estudiantes de la Biblia no daban poca importancia al hecho de que Jesús había llamado al Diablo “el gobernante del mundo” y había dicho que el Diablo ‘no tenía dominio sobre él’. (Juan 14:30.) Entendían que Jesús no había procurado inmiscuirse en los asuntos políticos de Roma, como tampoco lo hicieron sus discípulos, sino que se había mantenido plenamente ocupado en declarar “las buenas nuevas del reino de Dios”. (Luc. 4:43.)
¿Los incitaba a mostrar falta de respeto a la autoridad gubernamental el que creyeran lo que decía la Palabra de Dios? De ninguna manera. Más bien, aquello les ayudaba a comprender por qué son tan abrumadores los problemas que afrontan los gobernantes, por qué hay tanto desafuero y por qué fracasan frecuentemente los programas gubernamentales que tienen como fin mejorar las condiciones de vida de la gente. Sus creencias les ayudaron a ser pacientes ante las penalidades, pues confiaban en que al tiempo debido Dios traería la solución permanente mediante su Reino. En aquel entonces entendían que “las potestades superiores” mencionadas en Romanos 13:1-7 (VA) eran los gobernantes seglares. En armonía con esto, instaban a respetar a los funcionarios gubernamentales. Al analizar Romanos 13:7, en el libro The New Creation (La nueva creación, publicado en 1904), C. T. Russell dijo que los cristianos verdaderos “serían, naturalmente, los que con más sinceridad darían reconocimiento a los grandes de este mundo, y obedecerían las leyes y los requisitos legales con presteza, excepto cuando estos estuvieran en conflicto con los requerimientos y mandatos divinos. Pocos gobernantes terrestres actuales, si acaso alguno, verán mal que se reconozca a un Creador supremo y se muestre lealtad suprema a sus mandamientos. Por lo tanto, en la actualidad, debe contarse [a los cristianos verdaderos] entre la gente más observadora de las leyes; no son agitadores ni contenciosos ni criticones”.
Como cristianos, los Estudiantes de la Biblia sabían que debían entregarse a la obra de predicar el Reino de Dios. Y, como se explicó en el primer tomo de Estudios de las Escrituras, “si se hace esto fielmente, no quedará ni tiempo ni deseos para entrometerse en la política de los gobiernos presentes”.
En buena medida eran a este respecto como los cristianos primitivos de los que habla Augustus Neander en el libro The History of the Christian Religion and Church, During the Three First Centuries (Historia de la religión y la Iglesia cristianas durante los primeros tres siglos): “Los cristianos se mantenían apartados y distintos del estado, [...] y parecía que el cristianismo solo podía influir en la vida civil de la manera que —debe confesarse— es la más pura, tratando, en realidad, de infundir más y más sentimiento santo en los ciudadanos del estado”.
Cuando el mundo entró en guerra
Por toda la Tierra los sucesos de la I Guerra Mundial sometieron a dura prueba las afirmaciones de los que decían ser cristianos. Aquella fue la guerra más espantosa que se había peleado hasta entonces; casi toda la población del mundo estuvo envuelta de algún modo en ella.
A pesar de que el Vaticano simpatizaba con las Potencias Centrales, el papa Benedicto XV trató de aparentar ser neutral. Sin embargo, en cada nación el clero —católico y protestante— no adoptó tal posición de neutralidad. Respecto a la situación en Estados Unidos, el Dr. Ray Abrams, en su libro Preachers Present Arms (Los predicadores presentan armas), escribió: “Las iglesias adoptaron una unidad de propósito desconocida hasta entonces en los anales religiosos. [...] Sin perder tiempo, los líderes se organizaron cabalmente para la guerra. En las veinticuatro horas que siguieron a la declaración de guerra, el Concilio Federal de las Iglesias de Cristo en América trazó planes para cooperar a plenitud. [...] La Iglesia Católica, organizada para un servicio similar bajo el Concilio Nacional Católico de Guerra, dirigido por catorce arzobispos y el cardenal Gibbons como presidente, demostró una devoción similar por la causa. [...] Muchas iglesias hicieron mucho más de lo que se les había pedido. Se convirtieron en puestos de reclutamiento para soldados”. ¿Qué hicieron los Estudiantes de la Biblia?
Aunque intentaron hacer lo que les parecía que agradaba a Dios, su postura no fue siempre de neutralidad absoluta. Lo que influyó en su comportamiento fue creer, como otros que afirmaban ser cristianos, que “las potestades superiores” eran “ordenadas por Dios”, según decía la Versión Autorizada, en inglés. (Rom. 13:1.) Así, en conformidad con una proclama del presidente de Estados Unidos, The Watch Tower instó a los Estudiantes de la Biblia a observar el 30 de mayo de 1918 como un día de oración y súplica por el desenlace de la guerra mundial.a
Durante los años de la guerra variaban las circunstancias individuales a las que se encararon los Estudiantes de la Biblia. Su manera de afrontarlas también varió. Algunos, creyéndose obligados a obedecer a “las potestades”, como llamaban a los gobernantes seglares, fueron con rifles y bayonetas a las trincheras del frente. Pero recordando el texto que dice ‘no matarás’, disparaban sus armas al aire o trataban de desarmar a sus oponentes. (Éxo. 20:13.) Algunos, como Remigio Cuminetti, en Italia, se negaron a ponerse el uniforme. En aquel tiempo el gobierno italiano no eximía a nadie de tomar las armas por motivo de conciencia. Cuminetti fue juzgado cinco veces y encerrado en prisiones e instituciones mentales, pero permaneció firme en su fe y en su resolución. En Inglaterra algunos que solicitaron exención fueron asignados a trabajos de importancia nacional o a un cuerpo de no combatientes. Otros, como Pryce Hughes, adoptaron una postura de estricta neutralidad, sin importarles las consecuencias personales.
Por lo menos para aquel entonces el proceder general de los Estudiantes de la Biblia no fue del todo igual al de los primeros cristianos, de los que habla E. W. Barnes en su libro The Rise of Christianity (El desarrollo del cristianismo): “Un repaso cuidadoso de toda la información disponible demuestra que, hasta el tiempo de Marco Aurelio [emperador de Roma de 161 a 180 E.C.], ningún cristiano se hizo soldado; y ningún soldado, después de hacerse cristiano, permaneció en el servicio militar”.
Pero después, al fin de la I Guerra Mundial, surgió otra cuestión que requirió que las confesiones religiosas demostraran en qué centraban su lealtad.
¿Expresión política del Reino de Dios?
El 28 de junio de 1919 se firmó en Versalles (Francia) un tratado de paz que incluía el Pacto de la Sociedad de Naciones. Incluso antes de que se firmara dicho tratado, el Concilio Federal de las Iglesias de Cristo en América llamó a aquella Sociedad “la expresión política del Reino de Dios en la Tierra”. Y el Senado de Estados Unidos recibió una avalancha de correspondencia de grupos religiosos que instaban a que se ratificara el Pacto de la Sociedad de Naciones.
Los testigos de Jehová no se unieron a los apoyadores de la Sociedad de Naciones. Incluso antes de confirmarse (en octubre) el tratado de paz, J. F. Rutherford, en un discurso que dio en Cedar Point (Ohio, E.U.A.) el 7 de septiembre de 1919, mostró que la única esperanza para la humanidad angustiada no era la Sociedad de Naciones, sino el Reino establecido por Dios mismo. Aunque reconocían que una alianza humana para mejorar las condiciones podría lograr mucho bien, aquellos Estudiantes de la Biblia no iban a dar la espalda al Reino de Dios para aceptar un recurso político establecido por políticos y bendecido por el clero. Más bien, emprendieron la obra de dar un testimonio mundial sobre el Reino que Dios había puesto en las manos de Jesucristo. (Rev. 11:15; 12:10.) En The Watch Tower del 1 de julio de 1920 se explicó que esta era la obra que Jesús había predicho en Mateo 24:14.
Una vez más, después de la II Guerra Mundial, los cristianos se encararon con una cuestión similar. En esta ocasión, la situación estuvo relacionada con la Organización de las Naciones Unidas, la sucesora de la Sociedad de Naciones. En 1942, durante la II Guerra Mundial, los testigos de Jehová ya habían llegado a saber mediante la Biblia, por lo que dice Revelación 17:8, que la organización mundial para la paz se levantaría de nuevo, y que, además, no lograría traer paz duradera. Esto lo explicó en una asamblea N. H. Knorr, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, en el discurso titulado: “Paz... ¿será duradera?”. Los testigos de Jehová proclamaron con resolución aquel punto de vista sobre la situación que estaba teniendo lugar en el mundo. Por otra parte, en 1945, representantes católicos, protestantes y judíos participaron en las deliberaciones de San Francisco, durante las cuales se redactó la Carta Constitucional de las Naciones Unidas. Para los que observaban estos sucesos quedó claro quiénes deseaban ser ‘amigos del mundo’ y quiénes se esforzaban por ‘no ser parte del mundo’, como Jesús había dicho de sus discípulos. (Sant. 4:4; Juan 17:14.)
Un ejemplo de neutralidad cristiana
Aunque los testigos de Jehová entendieron pronto algunas cuestiones sobre la relación del cristiano con el mundo, otros asuntos requirieron más tiempo. Sin embargo, a medida que la II Guerra Mundial cobraba auge en Europa, se publicó en La Atalaya de marzo de 1940 (en inglés, 1 de noviembre de 1939) un artículo importante que hizo más profundo su entendimiento de la neutralidad cristiana. El artículo decía que los seguidores de Jesucristo están obligados ante Dios a dedicarse de lleno a Él y a su Reino, la Teocracia. Deben orar por el Reino de Dios y no por el mundo. (Mat. 6:10, 33.) A la luz de lo que Jesucristo reveló sobre la identidad del gobernante invisible del mundo (Juan 12:31; 14:30), el artículo planteó la pregunta: ¿Cómo puede alguien que está dedicado a servir al Reino de Dios apoyar un lado u otro de un conflicto entre facciones del mundo? En cuanto a sus seguidores, ¿no había dicho Jesús: “No son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”? (Juan 17:16.) El mundo en general no comprendería aquella posición de neutralidad cristiana. Pero ¿vivirían realmente los testigos de Jehová a la altura de aquella postura?
Su neutralidad fue sometida a una prueba severa durante la II Guerra Mundial, sobre todo en Alemania. El historiador Brian Dunn dijo: ‘Los testigos de Jehová eran incompatibles con el nazismo. Lo que más molestaba a los nazis era su neutralidad política. Eso significaba que ningún creyente podía portar armas, ocupar un puesto oficial, participar en las fiestas públicas ni hacer algún ademán de lealtad’. (The Churches’ Response to the Holocaust [Respuesta de las iglesias al Holocausto], 1986.) En el libro A History of Christianity, Paul Johnson añadió: “Muchos fueron sentenciados a muerte por negarse a rendir servicio militar [...] o terminaron en Dachau o en asilos para dementes”. ¿A cuántos Testigos de Alemania se encarceló? Posteriormente los testigos de Jehová de Alemania informaron que se había arrestado a 6.262 y se había enviado a campos de concentración a 2.074. Los escritores seglares por lo general dan cifras mayores.
En Gran Bretaña, donde tanto hombres como mujeres tenían que cumplir con el servicio militar, la ley concedía exención a algunos; pero muchos tribunales rehusaban conceder exención a los testigos de Jehová, y los jueces les impusieron condenas de prisión que, sumadas, pasaron de seiscientos años. En Estados Unidos, centenares de testigos de Jehová fueron eximidos del servicio militar por ser ministros cristianos. A otros 4.000 se les negó la exención que concedía el Acta del Servicio Militar Obligatorio, y se les arrestó y encarceló con condenas de hasta cinco años. En todos los países de la Tierra los testigos de Jehová mantuvieron la misma postura de neutralidad cristiana.
No obstante, la autenticidad de su neutralidad siguió sometida a prueba cuando terminó la guerra. Aunque la crisis de 1939-1945 había terminado, surgieron otros conflictos; y hasta en períodos de calma relativa muchos países prefirieron mantener vigente el servicio militar obligatorio. Los testigos de Jehová, como ministros cristianos, siguieron enfrentándose al encarcelamiento cuando no se les otorgaba exención. En 1949, cuando John Tsukaris y George Orphanidis rehusaron tomar las armas contra su prójimo, el gobierno griego ordenó que fueran ejecutados. Con tanta frecuencia el trato (de varios tipos) dado a los testigos de Jehová de Grecia ha sido tan severo, que con el tiempo el Consejo de Europa (Comisión de los Derechos del Hombre) trató de emplear su influencia en favor de ellos; pero la presión de la Iglesia Ortodoxa Griega hasta el año 1992, hizo que los dictámenes del Consejo fueran pasados por alto, con pocas excepciones. Sin embargo, algunos gobiernos no creen que se deba continuar castigando a los testigos de Jehová por seguir fielmente sus creencias religiosas. En los años noventa, en algunos países, como Suecia, Finlandia, Polonia, los Países Bajos y Argentina, el gobierno no obligaba a los Testigos activos a cumplir con el servicio militar ni, como alternativa, algún servicio nacional obligatorio, aunque cada caso se examinaba cuidadosamente.
En un lugar tras otro los testigos de Jehová han tenido que afrontar situaciones que han desafiado su neutralidad cristiana. Los gobiernos de Latinoamérica, África, Oriente Medio, Irlanda del Norte y otros lugares se han enfrentado con la oposición violenta de fuerzas revolucionarias. El resultado de esto ha sido que tanto los gobiernos como las fuerzas de la oposición han presionado a los testigos de Jehová para que les apoyen de forma activa. Pero los Testigos han mantenido neutralidad completa. Algunos han sido golpeados cruelmente y otros hasta han sido ejecutados por su posición. Sin embargo, esa postura de neutralidad genuina de los testigos de Jehová a menudo les ha ganado el respeto de oficiales de ambos bandos, y se les ha permitido proseguir tranquilamente en su obra de dar a conocer a otros las buenas nuevas del Reino de Jehová.
En los años sesenta y setenta la neutralidad de los Testigos fue sometida a una prueba brutal debido a que el gobierno de Malaui exigió que todo ciudadano comprara una tarjeta que lo identificara como afiliado del partido político en el poder. Para los testigos de Jehová participar en aquello estaba en contra de sus creencias cristianas. Como resultado, fueron víctimas de una persecución sádica sin paralelo. Decenas de miles tuvieron que huir del país, y con el tiempo muchos fueron obligados a regresar a Malaui donde les esperaba más maltrato.
La violenta persecución no ha hecho que los testigos de Jehová reaccionen con un espíritu de rebelión. Sus creencias no ponen en peligro a ninguno de los gobiernos bajo los cuales viven. En cambio, el Concilio Mundial de Iglesias ha ayudado a financiar revoluciones, y sacerdotes católicos han apoyado a guerrilleros. Para un testigo de Jehová, sin embargo, participar en cualquier actividad subversiva equivaldría a renunciar a su fe.
Es verdad que los testigos de Jehová creen que todos los gobiernos humanos serán eliminados por el Reino de Dios. Eso es lo que dice la Biblia en Daniel 2:44. Sin embargo, como ellos mismos señalan, en vez de decir que los humanos establecerían ese Reino, este texto bíblico indica que “el Dios del cielo establecerá un reino”. También explican que el pasaje bíblico no dice que Dios haya autorizado a los humanos para preparar el camino para ese Reino mediante el derrocamiento de las gobernaciones humanas. Los testigos de Jehová reconocen que la obra que se ha encomendado a los cristianos verdaderos es la de predicar y enseñar. (Mat. 24:14; 28:19, 20.) En armonía con el respeto que le tienen a la Palabra de Dios, los hechos muestran que ninguno de ellos ha tratado jamás de derrocar a gobierno alguno en ningún lugar del mundo, ni ha tramado causar daño a ningún funcionario público. El periódico italiano La Stampa dijo respecto a los testigos de Jehová: “No hay ciudadanos más leales: no tratan de evitar el pago de los impuestos ni procuran lucrarse evadiendo leyes inconvenientes”. Con todo, porque reconocen lo serio que es este asunto a los ojos de Dios, cada uno está firmemente resuelto a ‘no ser parte del mundo’. (Juan 15:19; Sant. 4:4.)
Cuando se dio devoción a emblemas nacionales
El ascenso al poder de Adolf Hitler en Alemania desencadenó una oleada de histeria patriótica que barrió al mundo. Para controlar a la gente, se hizo obligatoria la participación en las ceremonias patrióticas. En Alemania se exigió que toda persona hiciera un saludo prescrito y clamara: “¡Heil Hitler!”. Así se loaba a Hitler como salvador; se daba a entender que todas las esperanzas de la gente estaban centradas en él como su caudillo. Pero los testigos de Jehová no podían pensar así. Sabían que su adoración debía dirigirse únicamente a Jehová y que Él había levantado a Jesucristo para que fuera el Salvador de la humanidad. (Luc. 4:8; 1 Juan 4:14.)
Aun antes de que Hitler llegara a ser dictador de Alemania, los testigos de Jehová repasaron el ejemplo bíblico de los tres valerosos compañeros hebreos del profeta Daniel cuando se hallaban en Babilonia en el folleto El Reino, la esperanza del mundo, publicado en 1931. Habiéndoles ordenado el rey que al oír el toque de ciertos instrumentos musicales se postraran ante una imagen, estos hebreos fieles rehusaron transigir, y Jehová les manifestó claramente que los aprobaba librándolos. (Dan. 3:1-26.) El folleto señaló que las ceremonias patrióticas ponían ante los testigos de Jehová de tiempos modernos un desafío como aquel a su fidelidad.
Poco a poco la campaña en pro de la participación en ceremonias patrióticas obligatorias fue extendiéndose fuera de Alemania. El 3 de junio de 1935, cuando se le pidió a J. F. Rutherford que comentara sobre el saludo a la bandera en las escuelas durante una asamblea en Washington (D.C.), él enfatizó el asunto de la fidelidad a Dios. Pocos meses después, cuando Carleton B. Nichols, hijo, de 8 años de edad, de Lynn (Massachusetts), rehusó saludar la bandera estadounidense y cantar con otros un himno patriótico, el incidente apareció en los periódicos de todo el país.
Para explicar lo que había sucedido, el 6 de octubre el hermano Rutherford presentó por radio un discurso titulado “Saludando una bandera”, en el que dijo: “Para muchas personas saludar la bandera es un simple formalismo y tiene muy poco o ningún significado. Pero significa mucho para los que con sinceridad consideran tal acto desde un punto de vista bíblico.
”La bandera es un símbolo de los poderes gubernamentales visibles. Tratar de valerse de la ley para obligar a un ciudadano o al hijo de un ciudadano a saludar cualquier objeto o cosa, o a cantar los llamados ‘himnos patrióticos’, es totalmente injusto e incorrecto. Las leyes se emiten y se hacen cumplir con el propósito de evitar que se cometan actos que perjudiquen a otras personas, y no se aprueban con el propósito de obligar a nadie a violar su conciencia, particularmente cuando lo que guía esa conciencia es la Palabra de Jehová Dios.
”Negarse a saludar la bandera, y permanecer callado, como hizo este jovencito, no podría perjudicar a nadie. Si alguien cree sinceramente que el mandamiento de Dios condena el saludo a la bandera, entonces obligar a alguien a hacer algo que está en oposición a la Palabra de Dios, y en contra de su conciencia, causaría grave daño a esa persona. El Estado no tiene el derecho, ni por ley ni por otros medios, de perjudicar a la gente.”
También en 1935 se publicó el folleto Loyalty (Lealtad), que presentaba una explicación más detallada de la postura adoptada por los testigos de Jehová. Se dirigió la atención a textos como: Éxodo 20:3-7, donde se dice que solo se debe adorar a Jehová y que los siervos de Dios no deben hacer una imagen ni semejanza de cosa alguna que estuviera en el cielo o en la tierra ni deben inclinarse ante ella; Lucas 20:25, donde Jesucristo dijo no solo que se pagaran a César las cosas de César, sino también que se diera a Dios lo que le pertenece, y Hechos 5:29, donde los apóstoles dijeron con firmeza: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”.
En Estados Unidos se llevó a los tribunales la cuestión de lo apropiado de obligar a alguien a saludar la bandera. El 14 de junio de 1943 el Tribunal Supremo de Estados Unidos revocó su propio fallo anterior en el caso Junta de Educación de West Virginia contra Barnette, y decretó que el saludo obligatorio a la bandera era inconsecuente con las garantías de libertad que da la propia Constitución nacional.b
La cuestión de las ceremonias nacionalistas no se ha limitado en absoluto a Alemania y Estados Unidos. En América del Norte y del Sur, Europa, África y Asia se ha perseguido cruelmente a los testigos de Jehová por no participar en actos de esa índole, aunque permanezcan de pie respetuosamente durante ceremonias de saludo a la bandera, u otras similares. Algunos niños han sido golpeados, muchos han sido expulsados de las escuelas. Se han llevado numerosos casos a los tribunales.
No obstante, algunos observadores se han sentido impulsados a reconocer que, en este asunto, como en muchos otros, los testigos de Jehová han demostrado ser como los cristianos primitivos. Sin embargo, como se manifiesta en el libro The American Character: “Para la mayoría abrumadora [...] las objeciones de los Testigos fueron tan ininteligibles como las objeciones de los cristianos [del Imperio romano] a ofrecer un sacrificio formal al emperador divino lo fueron para Trajano y Plinio”. Eso era de esperar, puesto que los testigos de Jehová, al igual que los cristianos primitivos, no veían las cosas como lo hace el mundo, sino según los principios bíblicos.
Definen con claridad su posición
Después que los testigos de Jehová aguantaron por muchos años las duras pruebas a las que fue sometida su neutralidad cristiana, La Atalaya del 15 de abril de 1980 (en inglés, 1 de noviembre de 1979) reafirmó la posición que habían adoptado. También explicó por qué los Testigos habían adoptado tal postura, cuando dijo: “Como resultado de un estudio diligente de la Palabra de Dios, aquellos jóvenes cristianos pudieron tomar una decisión. Nadie tomó aquella decisión por ellos. Pudieron tomarla individualmente, sobre la base de la conciencia bíblicamente entrenada de cada uno de ellos. La decisión de ellos fue de abstenerse de actos de odio y violencia contra sus semejantes de otras naciones. Sí, ellos creían en el cumplimiento de la muy conocida profecía de Isaías: ‘Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra’ (Isa. 2:4) [...]. Eso fue precisamente lo que hicieron aquellos jóvenes de todas las naciones”.
Durante los años en que se puso a prueba su adherencia a la neutralidad cristiana, un nuevo examen de lo que la Biblia dice en Romanos 13:1-7 respecto a “las autoridades superiores” permitió definir con claridad la relación de los Testigos con los gobiernos seglares. Esto se publicó en los números del 1 y 15 de mayo y 1 de junio de 1963 de La Atalaya (en inglés, 1 y 15 de noviembre y 1 de diciembre de 1962) y se reafirmó en el número del 1 de noviembre de 1990. Estos artículos enfatizaron la posición de Jehová Dios como “el Supremo”, a la vez que señalaban que los gobernantes eran “autoridades superiores” solo con relación a otros humanos y dentro del campo de actividad en que Dios les permite funcionar en el sistema de cosas actual. Los artículos mostraron que es importante que los cristianos verdaderos honren a conciencia a esos gobernantes seglares y que les obedezcan en todo lo que no esté en conflicto con la ley divina y su conciencia bien educada por la Biblia. (Dan. 7:18; Mat. 22:21; Hech. 5:29; Rom. 13:5.)
El que los testigos de Jehová se adhieran firmemente a estas normas bíblicas les ha ganado la reputación de ser personas que se mantienen separadas del mundo, y a mucha gente les hace recordar la posición de los cristianos primitivos.
Cuando el mundo tenía sus días de fiesta
Cuando los testigos de Jehová desecharon enseñanzas religiosas arraigadas en el paganismo, abandonaron también muchas costumbres de orígenes similares. Pero por algún tiempo no se examinaron con el cuidado debido ciertos días de fiesta. Uno de estos fue el día de Navidad.
Hasta miembros del personal de la oficina central de la Sociedad Watch Tower en el hogar Betel de Brooklyn (Nueva York) celebraban anualmente ese día. Durante muchos años habían sabido que el 25 de diciembre no era la fecha correcta, pero pensaban que esta fecha había estado asociada comúnmente al nacimiento del Salvador y que era apropiado hacer el bien a otros en todo momento. Sin embargo, después de investigar más a fondo el asunto, los miembros del personal de la central de la Sociedad, así como los de las sucursales de Inglaterra y Suiza, decidieron no participar más en las festividades navideñas, de modo que después de 1926 ya no celebraron la Navidad.
R. H. Barber, miembro del personal de la central, que hizo una investigación minuciosa sobre el origen de las costumbres navideñas y de su fruto, presentó los resultados de su investigación en un programa de radio. Aquella información también se presentó en el número del 12 de diciembre de 1928 de la revista The Golden Age (La Edad de Oro). La información denunciaba las raíces de la Navidad, que deshonraban a Dios. Desde entonces, los orígenes paganos de las costumbres navideñas han llegado a ser de conocimiento general, pero pocas son las personas que, como resultado de ello, han hecho cambios en su estilo de vida. Por otra parte, los testigos de Jehová estaban dispuestos a hacer los cambios necesarios para hacerse más aceptables como siervos de Jehová.
Estos abandonaron con prontitud y de manera permanente todo lo relacionado con la celebración de la Navidad cuando se les mostró que para muchas personas la celebración del nacimiento de Jesús se había antepuesto al rescate provisto por su muerte; que los jolgorios de aquel día festivo y el espíritu con que se daban muchos regalos no honraban a Dios; que los magos a quienes se imitaba al hacer regalos eran astrólogos bajo la influencia de demonios; que los padres enseñaban a mentir a sus hijos por lo que les decían sobre Papá Noel; que se reconocía que “San Nicolás” (Papá Noel) era otro nombre del Diablo; y que festividades como aquellas eran, según lo expresó el cardenal Newman en su libro Essay on the Development of Christian Doctrine (Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana), “instrumentos y añadiduras de la adoración de demonios” que la Iglesia había adoptado.
Los testigos de Jehová disfrutan de ocasiones agradables con sus familias y amigos. Sin embargo, no participan en días de fiesta y celebraciones relacionadas con dioses paganos (como la Pascua Florida, el Año Nuevo, el día de Mayo y el día de las Madres). (2 Cor. 6:14-17.) Al igual que los cristianos primitivos,c ni siquiera celebran cumpleaños. Además, evitan respetuosamente participar en fiestas nacionales que conmemoran sucesos políticos o militares, y dar honra rayana en adoración a los héroes nacionales. ¿Por qué? Porque los testigos de Jehová no son parte del mundo.
Ayudan al prójimo
La vida social y cultural del Imperio romano giraba en torno a la veneración de los dioses. Puesto que los cristianos se abstenían de participar en cualquier actividad relacionada con los dioses paganos, la gente veía el cristianismo como una afrenta a su estilo de vida; además, según el historiador Tácito, se decía que los cristianos odiaban a la humanidad. Minucio Félix, exponiendo una opinión similar en sus escritos, cita a un romano que le dice a un cristiano conocido suyo: “No asistís a las representaciones escénicas; no presenciáis las procesiones públicas; [...] detestáis los combates sagrados”. El antiguo mundo romano no comprendía a los cristianos.
De igual manera, mucha gente hoy no comprende a los testigos de Jehová. Puede que admire sus elevadas normas morales, sin embargo opine que deberían participar en las actividades del mundo que los rodea y contribuir a que este sea un lugar mejor donde vivir. No obstante, los que se relacionan directamente con los testigos de Jehová saben que detrás de todo lo que estos hacen hay una razón bíblica.
En vez de separarse del resto de la humanidad, los testigos de Jehová dedican su vida a ayudar al prójimo siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Ayudan a la gente a hacer frente a los problemas de la vida actual familiarizándola con el Creador y con las pautas que él ha dado en su Palabra inspirada. Comparten de buena gana con su prójimo verdades bíblicas que pueden cambiar por completo el modo de ver la vida. Sus creencias giran en torno al reconocimiento de que “el mundo va pasando”, que pronto Dios intervendrá para poner fin al sistema inicuo actual y que les espera un glorioso futuro a los que no son parte del mundo y cifran toda su confianza en el Reino de Dios. (1 Juan 2:17.)
[Notas a pie de página]
a The Watch Tower del 1 de junio de 1918, página 174.
b Si se desean más detalles véase el capítulo 30: “Defendiendo y estableciendo legalmente las buenas nuevas”.
c The History of the Christian Religion and Church, During the Three First Centuries, por Augustus Neander, página 190.
[Comentario en la página 188]
No son ermitaños; sin embargo, no comparten el estilo de vida del mundo
[Comentario en la página 189]
Se desligaron de las iglesias de la cristiandad
[Comentario en la página 190]
“Los cristianos se mantenían apartados y distintos del estado”
[Comentario en la página 194]
La neutralidad cristiana sometida a prueba
[Comentario en la página 198]
‘Nadie tomó la decisión por ellos’
[Comentario en la página 199]
Por qué dejaron de celebrar la Navidad
[Recuadro en la página 195]
No son una amenaza para ningún gobierno
◆ Un editorial del periódico “World-Herald” de Omaha (Nebraska, E.U.A.) dijo sobre el trato que se daba a los testigos de Jehová en un país latinoamericano: “Se requiere una imaginación fanática y paranoica para creer que los testigos de Jehová sean una amenaza para cualquier régimen político; no hay otro cuerpo religioso que sea menos subversivo ni ame más la paz, y solo piden que se les deje en paz para seguir su fe a su propio modo”.
◆ “Il Corriere di Trieste”, un periódico italiano, dijo: “A los testigos de Jehová debe admirárseles por su firmeza y cohesión. Contrario a otras religiones, su condición de pueblo unido evita que oren al mismo Dios, en el nombre del mismo Cristo, para que bendiga a dos lados opuestos de un conflicto, o que mezclen la política con la religión en el interés de los Cabezas de Estado o los partidos políticos. Como última razón, pero no menos importante: están dispuestos a encararse con la muerte antes de violar [...] el mandamiento ¡NO MATARÁS!”.
◆ Después que los testigos de Jehová aguantaron unos cuarenta años de proscripción en Checoslovaquia, en 1990 el periódico “Nová Svoboda” dijo: “Su religión les prohíbe emplear armas contra otras personas, y los que se negaron a prestar el servicio militar y no trabajaron en las minas de carbón fueron a la cárcel, hasta por cuatro años. Tan solo de esto ya se desprende que poseen una fuerza moral extraordinaria. Podríamos utilizar a personas así de altruistas hasta en los puestos políticos más elevados, pero nunca conseguiremos que los ocupen. [...] Por supuesto, reconocen a las autoridades gubernamentales, pero creen que solo el Reino de Dios es capaz de resolver todos los problemas del hombre. Sin embargo, ¡cuidado!, no son fanáticos, sino personas que se preocupan por los demás”.
[Recuadro/Fotografías en las páginas 200 y 201]
Prácticas que se han abandonado
Esta celebración de la Navidad en el Betel de Brooklyn en 1926 fue la última. Poco a poco los Estudiantes de la Biblia fueron comprendiendo que ni el origen de esta fiesta ni las prácticas asociadas con ella honraban a Dios
Por años los Estudiantes de la Biblia llevaron una insignia que consistía en la representación de una cruz dentro de una corona; este símbolo apareció desde 1891 hasta 1931 en la cubierta de la revista que hoy se conoce como “La Atalaya”. Pero en 1928 se recalcó que lo que identificaba al cristiano no era llevar un distintivo como adorno, sino su testimonio. En 1936 se mostró que había razón para pensar que Cristo había muerto en un poste, no en una cruz de dos maderos cruzados
En su libro “Daily Manna” (El maná diario) los Estudiantes de la Biblia llevaban un registro de los cumpleaños. Pero después que dejaron de celebrar la Navidad y se dieron cuenta de que las celebraciones de cumpleaños honraban indebidamente a criaturas (una de las razones por las cuales los cristianos primitivos nunca los celebraron), también abandonaron aquella práctica
Por unos treinta y cinco años el pastor Russell creyó que la Gran Pirámide de Giza servía de testimonio de Dios, que corroboraba períodos bíblicos. (Isa. 19:19.) Sin embargo, los testigos de Jehová han rechazado la idea de que una pirámide egipcia tuviera alguna relación con la adoración verdadera. (Véase “La Torre del Vigía” de septiembre de 1929.)
[Fotografía en la página 189]
Se distribuyeron 10.000.000 de ejemplares
[Fotografías en la página 191]
Algunos fueron a las trincheras con rifles, pero otros, como A. P. Hughes, de Inglaterra, y R. Cuminetti, de Italia, se negaron a envolverse de ese modo
[Fotografías en la página 193]
Los testigos de Jehová rehusaron respaldar a la Sociedad de Naciones o a la ONU como si estas provinieran de Dios; más bien, abogaron por el Reino de Dios mediante Cristo
[Fotografía en la página 197]
Carleton y Flora Nichols. El que su hijo no saludara la bandera se convirtió en noticia nacional