ALFARERO
Hombre que se dedica a hacer ollas, platos y otras vasijas de barro cocido. El significado literal del término hebreo correspondiente (yoh·tsér) es “formador” o “uno que forma” (Jer 18:4, nota), mientras que el término griego (ke·ra·méus) proviene de una raíz que significa “mezcla”, significado con el que tal vez se aluda a la necesidad de añadir agua al barro o a la arcilla para trabajar con ella. Desde tiempos antiguos los alfareros han moldeado el barro para hacer vasijas con él, que luego endurecían por un proceso de cocción, con lo que conseguían utensilios que no se ablandaban al mojarse. El alfarero podía trabajar solo, pero a veces tenía ayudantes, normalmente aprendices. Parece que en un tiempo existió entre los hebreos un grupo de alfareros reales. (1Cr 4:21-23.)
Los pasos que solía seguir el alfarero eran: lavar y limpiar el barro de impurezas, dejarlo en reposo y hollar el material húmedo con los pies para hacerlo pastoso y maleable. (Isa 41:25.) A continuación lo amasaba a mano y luego lo colocaba sobre la rueda de alfarero.
La antigua rueda o torno de alfarero por lo general estaba hecha de piedra (aunque algunas veces era de madera) y consistía básicamente en un disco plano centrado sobre un eje vertical que se hacía girar en sentido horizontal. Para que el disco tuviera estabilidad y adquiriera velocidad a medida que se hacía girar a mano, se colocaba en el borde algún material pesado. Más tarde se añadió una rueda inferior más grande y más pesada (en el mismo eje de la rueda superior y que también giraba en sentido horizontal), lo que permitía que el alfarero, estando sentado, hiciera girar las ruedas con el pie.
El alfarero ponía la pella de barro sobre la rueda, y a medida que esta giraba, iba formando con las manos una vasija. (Jer 18:3, 4.) Luego, tal vez la secaba un poco al sol y de nuevo la colocaba sobre la rueda, donde la alisaba y pulía por medio de guijas, conchas o algún instrumento, y después le daba un diseño a la superficie. Los métodos variaban, pero podía darle un diseño en forma de cuerda, por ejemplo, presionando una cuerda retorcida contra la pieza todavía húmeda. Las vasijas a menudo se pintaban de forma decorativa. Otras se vidriaban (Pr 26:23) y entonces se cocían en un horno de alfarería. O podía aplicarse a la pieza pasta líquida coloreada (arcilla de alfarero en forma semilíquida) con propósitos decorativos, después de lo cual se volvía a cocer en el horno.
El alfarero fabricaba desde jarros grandes (Lam 4:2) hasta lámparas, hornos y juguetes, tales como muñecas y figuras de animales. También hacía tazones, copas, frascos y otros recipientes (Le 15:12; 2Sa 17:28; Jer 19:1; Lu 22:10), además de ollas y algunas tarteras. Los artículos de loza de barro a veces se sellaban para mostrar dónde se habían hecho y con frecuencia el alfarero estampaba su propia “marca de fábrica” en un asa de la olla.
A veces el alfarero usaba un molde dentro del cual apretaba el barro para que se le grabasen los detalles. Así es como solían hacerse en tiempos posteriores las lámparas. Se formaban dos piezas y, antes de que el barro se secase por completo, se unían entre sí. De vez en cuando algunos artículos se moldeaban a mano sin usar la rueda. Sin embargo, el alfarero solía usar la rueda o torno.
En los yacimientos arqueológicos se han descubierto con bastante frecuencia, y a veces en grandes cantidades, trozos de vasijas de barro. (Véase TIESTO.) Los arqueólogos consideran que las diversas clases de piezas de alfarería halladas en esos emplazamientos contribuyen a determinar la presencia de diferentes culturas y a calcular el período de ocupación al que corresponde, según los estratos excavados en el yacimiento. También han procurado determinar la densidad poblacional que tuvo la zona en la antigüedad, basándose en la cantidad de fragmentos hallados en el lugar.
La autoridad que el alfarero tiene sobre la arcilla se usa como ilustración para mostrar la soberanía de Jehová sobre los individuos y las naciones. (Isa 29:15, 16; 64:8.) La casa de Israel era para Dios “como el barro en la mano del alfarero”, siendo Él el Gran Alfarero. (Jer 18:1-10.) El hombre no está en posición de disputar con Dios, al igual que no se esperaría que la arcilla desafiase a aquel que le dio forma. (Isa 45:9.) Tal como se puede aplastar un recipiente de loza de barro, de la misma manera Jehová puede traer calamidad devastadora sobre un pueblo como castigo por su maldad. (Jer 19:1-11.)
Respecto a la autoridad, conferida por Dios, que ejerce el rey mesiánico sobre las naciones, se predijo: “Las quebrarás con cetro de hierro, como si fueran vaso de alfarero las harás añicos”. (Sl 2:9; compárese con Da 2:44; Rev 2:26, 27; 12:5.)
De una sola pella de barro, el alfarero podía hacer una vasija para un uso honroso y otra para un uso deshonroso, es decir, para un uso común u ordinario. De manera similar, Jehová tiene autoridad para moldear a los individuos de la manera que a Él le agrada, y ha tolerado a los inicuos, o “vasos de ira hechos a propósito para la destrucción”, lo que ha obrado para el beneficio de los “vasos de misericordia”, las personas que componen el Israel espiritual. (Ro 9:14-26.)