Capítulo 19
Crecen juntos en amor
EN SUS escritos a otros cristianos, los apóstoles de Jesucristo señalaron que en cada uno debería manifestarse no solo un aumento de conocimiento exacto, sino también de amor. El fundamento para esto era el amor que Dios mismo ha mostrado y el amor abnegado de Cristo, cuyo ejemplo ellos se esforzaban por seguir. (Juan 13:34, 35; Efe. 4:15, 16; 5:1, 2; Fili. 1:9; 1 Juan 4:7-10.) Eran una hermandad y, cuando se ayudaban mutuamente, los lazos de amor se fortalecían.
Cuando el hambre creó dificultades económicas para los hermanos de Judea, los cristianos de Siria y Grecia les ayudaron compartiendo con ellos sus posesiones. (Hech. 11:27-30; Rom. 15:26.) Cuando se perseguía a algunos, otros cristianos, que sentían la persecución como si fuera contra ellos mismos, procuraban ayudarles. (1 Cor. 12:26; Heb. 13:3.)
Desde luego, todo humano puede amar, y hay quienes se comportan humanitariamente sin que sean cristianos. Pero la gente del mundo romano reconocía que el amor que manifestaban los cristianos era diferente. Tertuliano, quien había sido jurista en Roma, citó lo que decían personas del mundo romano respecto a los cristianos: “Ved —dicen— cómo se aman entre sí [...]. Y cómo están dispuestos a morir unos por otros”. (El Apologético, capítulo XXXIX, 7, traducción de Germán Prado.) John Hurst, en el libro History of the Christian Church (Historia de la iglesia cristiana, tomo I, página 146), relata que en épocas de peste los habitantes de las antiguas ciudades de Cartago y Alejandría expulsaban de su presencia a los enfermos y despojaban a los moribundos de todo objeto de valor. Hurst dice que los cristianos de aquellos lugares, en cambio, compartían unos con otros sus bienes, cuidaban de los enfermos y enterraban a sus muertos.
¿Participan los testigos de Jehová de hoy en obras que demuestren esa clase de interés en el bienestar de otros? Si así es, ¿lo hacen solo unos cuantos individuos en algunas zonas, o promueve y apoya tales esfuerzos la organización en conjunto?
Ayuda amorosa en las congregaciones
Para los testigos de Jehová, cuidar de los huérfanos y de las viudas, así como de los fieles que experimenten graves dificultades, es parte de su adoración. (Sant. 1:27; 2:15-17; 1 Juan 3:17, 18.) Por lo común los gobiernos proveen para la comunidad en general hospitales, viviendas para personas de edad avanzada y asistencia social para los desempleados, y los testigos de Jehová dan apoyo pagando concienzudamente sus impuestos. Sin embargo, porque reconocen que solo el Reino de Dios ha de resolver de manera permanente los problemas de la humanidad, se dedican principalmente a enseñar a otros respecto a ese Reino y emplean sus recursos para ese fin. Este es un servicio importante que ningún gobierno humano provee.
En las más de sesenta y nueve mil congregaciones de los testigos de Jehová de todo el mundo a veces surgen necesidades especiales debido a la edad avanzada o las enfermedades de algunos de sus miembros, que usualmente se atienden a nivel personal. Como se muestra en 1 Timoteo 5:4, 8, todos los cristianos tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de su propia familia. Los hijos, los nietos y otros parientes cercanos muestran amor cristiano al dar la ayuda que necesiten los de edad avanzada y los incapacitados de su familia. Las congregaciones de los testigos de Jehová no socavan este sentido de responsabilidad encargándose de las obligaciones de familia de otros. No obstante, si no hay parientes cercanos, o si sencillamente es imposible que los que tienen la responsabilidad lleven la carga solos, otros hermanos de la congregación manifiestan su amor acudiendo en su ayuda. Cuando sea necesario, la congregación en conjunto quizás suministre ayuda a la hermana o el hermano necesitado que haya servido fielmente por muchos años. (1 Tim. 5:3-10.)
La ayuda en casos de necesidad no se deja al azar. En las sesiones de la Escuela del Ministerio del Reino, a las que los ancianos han asistido desde 1959, con frecuencia se ha dado atención especial a la obligación que los pastores del rebaño tienen ante Dios a este respecto. (Heb. 13:1, 16.) No es que antes de esa fecha no estuvieran al tanto de estas necesidades. Por ejemplo, en 1911 la congregación de Oldham (Lancashire, Inglaterra) proveyó ayuda material a los miembros de esta que afrontaban graves problemas económicos. Sin embargo, desde entonces la organización mundial ha crecido, la cantidad de los que experimentan serias dificultades ha aumentado, y los testigos de Jehová tienen mejor comprensión de lo que la Biblia muestra que deben hacer en situaciones de esa índole. Especialmente en años recientes se ha examinado en las reuniones de congregación la responsabilidad del cristiano para con los que tienen necesidades especiales: los de edad avanzada, los enfermos, las familias en las que solo uno de los padres cría a los hijos y los que experimentan dificultades económicas.a
El interés de los Testigos en otros envuelve más que solo decir: “Manténganse calientes y bien alimentados”. Manifiestan interés personal amoroso. (Sant. 2:15, 16.) Examine algunos ejemplos.
Cuando una joven testigo de Jehová de Suecia contrajo meningitis mientras visitaba Grecia en 1986, también supo lo que significa tener hermanos y hermanas cristianos en muchos países. Se notificó de lo ocurrido a su padre, que estaba en Suecia. Él se comunicó inmediatamente con un anciano de una congregación de testigos de Jehová de Suecia y con la ayuda de este pudo establecer contacto con un Testigo de Grecia. Sus hermanos griegos cuidaron todo el tiempo de ella hasta que pudo volver a Suecia tres semanas después.
De igual manera, cuando un Testigo viudo entrado en años de Wallaceburg (Ontario, Canadá) necesitó ayuda, una familia a quien él había ayudado espiritualmente mostró su agradecimiento acogiéndolo como parte de la familia. Unos años después, cuando se mudaron a Barry’s Bay, lo llevaron consigo. Él recibió su cuidado amoroso por diecinueve años, hasta su muerte en 1990.
En la ciudad de Nueva York, un matrimonio de Testigos atendió a un hombre de edad avanzada que asistía a las reuniones del Salón del Reino; hicieron esto por quince años hasta que él murió en 1986. Cuando tuvo una apoplejía, le hicieron las compras, le limpiaron la casa, le prepararon las comidas y le lavaron la ropa. Lo trataron como a su propio padre.
También se da atención amorosa a necesidades de otro tipo. Un matrimonio de Testigos estadounidenses había vendido su casa y se había mudado a Montana para ayudar a una congregación de aquel estado. Sin embargo, con el tiempo se les presentaron graves problemas de salud, el hermano perdió su empleo, y se vieron en dificultades económicas. ¿Qué harían? El hermano pidió ayuda a Jehová. Cuando terminó de orar, un compañero Testigo tocó a la puerta. Ambos salieron a tomarse un café. A su regreso, el hermano halló en la cocina un gran surtido de comestibles. Había además un sobre con dinero y una nota que decía: “De sus hermanos y hermanas que los quieren mucho”. Los hermanos de la congregación habían percibido su necesidad y todos participaron en remediar la situación. Emocionados por el amor que se les había mostrado, el hermano y su esposa no pudieron contener las lágrimas, y dieron gracias a Jehová, cuyo ejemplo de amor motiva a sus siervos.
La preocupación sincera de los testigos de Jehová por ayudar a otros Testigos que sufren dificultades es bien conocida. A veces unos impostores se han aprovechado de ese deseo de ayudar. Este abuso ha enseñado a los Testigos a ser cautelosos, pero no ha apagado su deseo de ayudar a los que lo merecen.
Cuando la guerra deja desamparada a la gente
En muchos lugares del mundo la gente ha perdido sus posesiones como resultado de guerras. Las organizaciones de socorro se esfuerzan por suministrar ayuda, pero su sistema suele funcionar muy lentamente. Los testigos de Jehová no consideran que la labor de esas organizaciones los exima de su responsabilidad de ayudar a sus hermanos cristianos de esas zonas. Cuando se enteran de que sus hermanos están en necesidad, no ‘les cierran la puerta de sus tiernas compasiones’, sino que prestamente hacen cuanto pueden por enviarles socorro. (1 Juan 3:17, 18.)
Durante la II Guerra Mundial, hasta dentro de un mismo país donde hubiera escasez, los Testigos de las zonas rurales que aún tenían víveres los compartían con sus hermanos menos afortunados de las ciudades. En los Países Bajos hicieron esto a pesar del peligro a que los exponían las rígidas restricciones impuestas por los nazis. En una de aquellas misiones de socorro, Gerrit Böhmermann iba a la cabeza de un grupo de hermanos en bicicletas cargadas de alimentos escondidos bajo lonas. De repente se vieron ante un puesto de control en la ciudad de Alkmaar. “Lo único que podía hacer era confiar de lleno en Jehová”, dijo Gerrit. Sin aminorar mucho la velocidad, le preguntó al guardia: “Wo ist Amsterdam?” (¿Cómo llegamos a Amsterdam?). El guardia se apartó y, señalando adelante, gritó: “Geradeaus!” (¡Siga derecho!). “Danke schön!” (¡Gracias!), contestó Gerrit, mientras el entero convoy de bicicletas cargadas de alimentos pasaba a toda velocidad y la muchedumbre observaba atónita. En otra ocasión los Testigos lograron llevar a sus hermanos de Amsterdam un cargamento de papas en una barca.
Los testigos de Jehová manifestaron el mismo espíritu hasta en los campos de concentración europeos. Un joven de 17 años que estaba recluido en un campo cercano a Amersfoort (Países Bajos) perdió tanto peso que parecía un esqueleto andante. Pero años más tarde aún recordaba la vez en que, después que a él y a otros se les obligó a hacer ejercicios bajo la lluvia hasta la medianoche y se les dejó sin comer, un Testigo de otra sección del campo logró llegar a donde él estaba y le puso un pedazo de pan en la mano. Y en el campo de concentración austriaco de Mauthausen, un Testigo que podía ir a diferentes partes del campo, a riesgo de perder la vida, solía llevar alimento que unos Testigos habían guardado de sus escasas raciones a otros Testigos cuya ración era aún más escasa.
Después de la guerra lo único que poseían los testigos de Jehová que salieron de las prisiones y los campos de concentración alemanes era la ropa que usaban allí. Muchos que no fueron a prisión habían perdido sus posesiones. Por casi toda Europa escaseaban el alimento, la ropa y el combustible. Los testigos de Jehová de aquellos países enseguida organizaron reuniones de congregación y empezaron a dar ayuda espiritual a otros, llevándoles las buenas nuevas del Reino de Dios. Sin embargo, ellos mismos necesitaban otro tipo de ayuda. Muchos estaban tan débiles por el hambre que a veces se desmayaban en las reuniones.
Nunca antes habían tenido que afrontar los Testigos una situación de tal magnitud. Sin embargo, el mismo mes en que oficialmente terminó la guerra en el Pacífico, los testigos de Jehová celebraron una asamblea especial en Cleveland (Ohio), en la que analizaron lo que podían hacer para socorrer a sus hermanos cristianos de países asolados por la guerra, y cómo ponerlo por obra. El consolador discurso “Su don inefable”, presentado por F. W. Franz, dio consejo bíblico que llevó a resolver debidamente aquella situación.b
En pocas semanas, tan pronto como se permitió viajar por Europa, N. H. Knorr (entonces presidente de la Sociedad Watch Tower) y M. G. Henschel fueron allí para ver directamente la situación. Ya antes de su partida se organizaban planes de socorro.
Los primeros envíos salieron de Suiza y Suecia. Otros se hicieron después desde Canadá, Estados Unidos y otros países. Aunque solo había unos ochenta y cinco mil Testigos en los países desde donde se podía enviar ayuda, estos se dieron a la tarea de enviar ropa y alimento a sus compañeros cristianos de Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, China, Dinamarca, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Inglaterra, Italia, Noruega, Países Bajos, Polonia y Rumania. No fue algo que durara poco tiempo. Por dos años y medio se siguió enviando ayuda. Entre enero de 1946 y agosto de 1948 se enviaron 479.114 kilogramos de ropa, 124.110 pares de zapatos y 326.081 kilogramos de alimento como donación a compañeros Testigos. Nada de los fondos se empleó para gastos administrativos. El trabajo de seleccionar y empacar estas provisiones lo efectuaron voluntarios sin paga. El dinero contribuido se utilizó en su totalidad para ayudar a aquellos a quienes estaba destinado.
Por supuesto, la necesidad de ayudar a los refugiados y a otros que quedaron desamparados debido a la guerra no terminó allá en los años cuarenta. Desde 1945 ha habido centenares de conflictos armados; y los testigos de Jehová han seguido mostrando el mismo interés amoroso. Eso se hizo patente durante la guerra de Biafra (Nigeria), de 1967 a 1970. Luego se proveyó el mismo tipo de ayuda en Mozambique durante los años ochenta.
También en Liberia azotó el hambre como resultado de la guerra que comenzó en 1989. Al huir la gente, el recinto de la Watch Tower en Monrovia se llenó de centenares de refugiados. Tanto el alimento disponible como el agua del pozo se distribuyeron entre los Testigos y los vecinos que no eran Testigos. Entonces, tan pronto como las circunstancias lo permitieron, llegaron más provisiones que enviaron Testigos de Sierra Leona y Côte d’Ivoire (Costa de Marfil), en África occidental; de los Países Bajos e Italia, en Europa, y de Estados Unidos.
De nuevo, en 1990, después que la guerra del Líbano dejó secciones de Beirut como si las hubiera sacudido un terremoto, los ancianos entre los testigos de Jehová organizaron un comité de socorro para dar a los hermanos la ayuda que necesitaban. No tuvieron que pedir voluntarios, pues muchos ofrecían su ayuda todos los días.
En 1990, durante un período de mucha agitación política y económica en Europa, los testigos de Jehová de Austria, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia enviaron más de 70 toneladas de artículos de primera necesidad a sus hermanos cristianos de Rumania.
A esto siguieron otras misiones de socorro a Europa oriental. El Cuerpo Gobernante solicitó a la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Dinamarca que organizara un programa de ayuda para Testigos necesitados de Ucrania. Se notificó a las congregaciones, y todas quisieron colaborar. El 18 de diciembre de 1991 cinco camiones y dos camionetas, que conducían Testigos voluntarios, llegaron a Lviv con 22 toneladas de suministros, una muestra del interés amoroso de sus hermanos cristianos. Los envíos continuaron hasta 1992, algunos procedentes de Testigos de Austria: más de 100 toneladas de alimentos y ropa. Los hermanos de los Países Bajos despacharon más provisiones; primero 26 toneladas de alimento, después un convoy de once camiones que llevaban ropa, y luego más alimento para satisfacer la necesidad existente. Los que recibieron estas cosas estuvieron muy agradecidos a Dios y le pidieron sabiduría para emplear bien los suministros. Oraban antes de descargar los camiones y después de completar el trabajo. Testigos de Italia, Finlandia, Suecia y Suiza también enviaron grandes cargamentos de socorro. Para entonces, las condiciones turbulentas que habían surgido entre las repúblicas de la anterior Yugoslavia crearon necesidades en aquella región, lo cual requirió que se enviara alimento, ropa y medicinas. Mientras tanto, los Testigos de las ciudades alojaron a los que habían perdido su hogar.
A veces los que más necesitan ayuda están en lugares apartados, y muy pocos se enteran de su condición. Eso les sucedió a 35 familias de testigos de Jehová en Guatemala. Sus pueblos fueron invadidos por facciones en conflicto. En 1989, cuando por fin pudieron regresar, necesitaron ayuda para reconstruir sus hogares. A fin de complementar la ayuda del gobierno a los repatriados, la sucursal de la Sociedad Watch Tower formó un comité de emergencia para socorrer a aquellas familias de Testigos, y unos 500 voluntarios de 50 congregaciones colaboraron en la reconstrucción.
Hay otras situaciones que también le sobrevienen inesperadamente a la gente y le crean verdaderas dificultades. Son comunes los terremotos, los huracanes y las inundaciones. Se dice que, como promedio, más de veinticinco grandes desastres azotan al mundo cada año.
Cuando azotan las fuerzas de la naturaleza
Cuando se les presentan graves emergencias a los testigos de Jehová debido a desastres naturales, de inmediato se dan pasos para proveer la ayuda necesaria. Los ancianos han aprendido que cuando se enfrentan a ese tipo de situaciones deben procurar comunicarse con todos los miembros de la congregación. La sucursal de la Sociedad Watch Tower que supervisa la obra del Reino en esa zona examina enseguida la situación y luego se comunica con la central mundial. Cuando la ayuda local es insuficiente, se coordinan esfuerzos cuidadosamente, a veces hasta a escala internacional, para suplir lo que falta. La meta no es mejorar el nivel de vida de los implicados, sino ayudarles a tener las cosas necesarias para la vida a que están acostumbrados.
Basta con que en la televisión se dé informe de cierto desastre para que muchos Testigos telefoneen a ancianos responsables de su zona y ofrezcan sus servicios, dinero o materiales. Otros quizás envíen fondos a la sucursal o a la central mundial con el fin de socorrer a los damnificados. Saben que se necesita ayuda, y quieren hacer algo. Cuando se requiere ayuda adicional, la Sociedad Watch Tower tal vez avise a los hermanos de una región específica para que ayuden según lo permitan sus circunstancias. Se forma un comité de socorro para que coordine lo que se haga en la zona de desastre.
Por consiguiente, cuando gran parte de Managua (Nicaragua) fue devastada por un violento terremoto en diciembre de 1972, los superintendentes de las congregaciones de los testigos de Jehová de aquella región se reunieron pocas horas después para coordinar sus esfuerzos. De inmediato se investigó cómo se encontraban todos los Testigos de la ciudad. Aquel mismo día empezaron a llegar suministros de congregaciones cercanas; luego llegaron más provisiones de Costa Rica, Honduras y El Salvador. En las afueras de Managua se establecieron catorce centros de distribución. Mediante la central internacional de la Sociedad Watch Tower se enviaron a Nicaragua fondos y suministros que llegaron de diferentes partes del mundo. Alimento y otras cosas (entre ellas velas, fósforos y jabón) se distribuyeron según el tamaño de las familias; se les proveyó lo suficiente para siete días. En la fase de mayor actividad se alimentó a unas cinco mil personas: a los Testigos, a sus familias y a los familiares que los hospedaban. La labor de socorro continuó por diez meses. Al ver lo que se estaba logrando, los organismos gubernamentales y la Cruz Roja pusieron a la disposición de los Testigos alimentos, tiendas de campaña y otras provisiones.
En 1986, cuando 10.000 habitantes de la isla de Izu-Oshima, cerca de la costa de Japón, tuvieron que salir de allí debido a erupciones volcánicas, los testigos de Jehová fueron en busca de sus hermanos espirituales al muelle donde atracaban los barcos de refugiados. Uno de los recién llegados dijo: “Cuando partimos de Oshima, no sabíamos adónde íbamos”. Todo había ocurrido muy de repente. “No obstante, al bajar del barco divisamos un letrero que decía: ‘Testigos de Jehová’. [...] A mi esposa se le saltaban las lágrimas al ver que nuestros hermanos habían venido al muelle a recibirnos”. Después de observar la atención que se dio a los Testigos refugiados, no solo cuando llegaron, sino también posteriormente, hasta personas que los habían excluido de su trato les dijeron: “Hicieron bien en seguir en esa religión”.
Los Testigos se esfuerzan por hacer llegar cuanto antes su ayuda a las zonas de desastre. En 1970, cuando el Perú fue sacudido por el terremoto más devastador de su historia, desde la sede mundial de Nueva York se despacharon inmediatamente fondos de socorro, y poco después se enviaron 15 toneladas de ropa. Sin embargo, incluso antes de que llegara ese cargamento, y solo horas después de haberse abierto al tráfico las carreteras, los Testigos llegaron hasta las ciudades y los pueblos devastados de la zona con un convoy de vehículos cargados de suministros. En los días y las semanas siguientes se prestó la ayuda necesaria, tanto material como espiritual, a los diferentes grupos que vivían en las cumbres andinas. Y en 1980, cuando partes de Italia fueron sacudidas por un fuerte terremoto la noche del 23 de noviembre, el primer camión con suministros enviado por los Testigos llegó a la zona del desastre al día siguiente. De inmediato los Testigos pusieron a funcionar su propia cocina, desde donde prepararon y distribuyeron comidas todos los días. Un observador de la ayuda que se organizó en una isla del Caribe dijo: “Los Testigos trabajaron más deprisa que el gobierno”. Puede que a veces eso sea cierto, pero los testigos de Jehová agradecen mucho la colaboración de los funcionarios para poder llegar sin pérdida de tiempo a las zonas afectadas.
En 1990, durante un período de hambre en Angola, se supo que los Testigos de allí necesitaban urgentemente alimento y ropa. Sin embargo, llegar hasta ellos era un problema, pues por muchos años se había proscrito la obra de los testigos de Jehová en aquel país. Aun así, sus hermanos cristianos de Sudáfrica enviaron un camión con 25 toneladas de suministros de socorro. De camino los Testigos se detuvieron en el consulado de Angola y consiguieron permiso para cruzar la frontera. Para llegar a los hermanos tuvieron que pasar por treinta puestos de control del ejército y cruzar un río crecido por un puente provisional construido en el lugar de otro que había sido dinamitado. A pesar de todo, el cargamento llegó a su destino.
Al azotar un desastre se hace mucho más que sencillamente enviar suministros de socorro a la zona afectada. Cuando una sección de un suburbio de la Ciudad de México fue arrasada por unas explosiones y un incendio en 1984, los Testigos se presentaron sin tardanza para ayudar. Pero no se sabía el paradero de muchos Testigos del lugar, de modo que los ancianos organizaron una búsqueda sistemática. Algunos se habían ido a otros pueblos. Sin embargo, los ancianos persistieron hasta que los localizaron a todos. Se les suministró lo que necesitaban. En el caso de una hermana que perdió a su esposo y a un hijo, la ayuda incluyó encargarse del funeral y luego proveer a la hermana y a sus hijos sobrevivientes ayuda completa, en sentido material y espiritual.
Con frecuencia se precisa mucho más que sencillamente medicinas, unas cuantas comidas y alguna ropa. En 1989 una tormenta destruyó los hogares de 117 Testigos de Guadalupe y causó daños graves a otros 300. Los testigos de Jehová de Martinica pronto acudieron en su ayuda; luego, los Testigos de Francia donaron más de 100 toneladas de materiales de construcción. En la isla de St. Croix, o Santa Cruz, cuando una Testigo que había perdido su hogar dijo a sus compañeros de trabajo que Testigos de Puerto Rico vendrían para ayudarla, aquellas personas le dijeron: “No harán nada por ti. Tú eres negra, no hispana como ellos”. ¡Qué sorpresa se llevaron aquellos compañeros de trabajo cuando, al poco tiempo, ella tuvo una casa completamente nueva! Después de un terremoto que hubo en Costa Rica en 1991, los Testigos del país y voluntarios de otros países se juntaron para ayudar a sus compañeros de creencia de la zona devastada. Sin esperar nada a cambio, reconstruyeron 31 hogares y 5 Salones del Reino, e hicieron reparaciones en otros. Unos observadores dijeron: ‘Otros grupos hablan de amor; ustedes lo muestran’.
A menudo los observadores se asombran por la eficiencia con que ayudan los testigos de Jehová. En California (E.U.A.), en 1986, uno de los diques del río Yuba se rompió y la inundación obligó a decenas de miles de personas a huir de sus hogares. Los ancianos cristianos de aquella zona se comunicaron con la oficina central en Nueva York, y se formó un comité de socorro. Tan pronto como comenzaron a bajar las aguas, hubo centenares de voluntarios listos para trabajar. Antes de que los organismos de socorro empezaran a hacer algo, ya se estaban restaurando los hogares de los Testigos. ¿Por qué pudieron responder con tanta rapidez?
Un factor importante fue que los Testigos estaban dispuestos a trabajar de inmediato sin recibir paga, y, además, a contribuir con los materiales necesarios. Otro factor fue que tienen experiencia organizándose y trabajando juntos, puesto que hacen esto regularmente cuando tienen asambleas y construyen nuevos Salones del Reino. Sin embargo, otro factor vital es que han meditado en lo que quieren decir las palabras bíblicas: “Tengan amor intenso unos para con otros”. (1 Ped. 4:8.)
Las contribuciones que se hacen para cubrir las necesidades de otros suelen venir de personas de escasos recursos. Con frecuencia las cartas que acompañan a esas donaciones dicen: ‘La cantidad es pequeña, pero la damos con todo nuestro corazón para nuestros hermanos’. ‘Desearía que fuese más, pero quiero compartir lo que Jehová me ha permitido tener.’ Al igual que los cristianos de Macedonia del siglo I, suplican que se les dé el privilegio de participar en proveer lo esencial a los que están en necesidad. (2 Cor. 8:1-4.) Cuando más de doscientos mil coreanos quedaron sin hogar debido a una inundación en 1984, los testigos de Jehová de la República de Corea respondieron con tanta generosidad que la sucursal tuvo que avisar que ya no se necesitaba ayuda.
Los observadores perciben claramente que lo que motiva a los Testigos es más que un sentido de responsabilidad o de humanitarismo general. De veras aman a sus hermanos y a sus hermanas.
Además de encargarse de las necesidades físicas, los testigos de Jehová dan atención especial a las necesidades espirituales de sus hermanos en zonas afectadas por desastres. En cuanto se les hace posible, reanudan las reuniones de congregación. En Grecia, en 1986, esto requirió levantar una gran tienda de campaña en las afueras de la ciudad de Kalamata para usarla como Salón del Reino, y otras tiendas más pequeñas en diferentes lugares para tener los Estudios de Libro de Congregación durante la semana. Así mismo, una vez que se atendieron las necesidades físicas de los sobrevivientes del alud de lodo que destruyó Armero (Colombia) en 1985, los fondos restantes se utilizaron para construir nuevos Salones del Reino para tres congregaciones de aquella zona.
Hasta cuando se efectúan las obras de reconstrucción, los testigos de Jehová siguen consolando a otros con las respuestas convincentes que la Palabra de Dios da a las preguntas que surgen sobre qué propósito tiene la vida, por qué ocurren los desastres y sobreviene la muerte, y qué esperanza se puede tener.
Los trabajos de socorro de los Testigos no van encaminados a suplir lo necesario en sentido físico a todas las personas de alguna zona afectada. En armonía con Gálatas 6:10, van destinados principalmente a ‘los que están relacionados con ellos en la fe’. A la vez, si pueden, gustosamente ayudan a otros. Han hecho eso, por ejemplo, al proveer alimento a las víctimas de un terremoto en Italia. En Estados Unidos, mientras ayudaban a víctimas de inundaciones y tormentas, limpiaron y repararon también los hogares de algunos angustiados vecinos de los Testigos. Cuando se les pregunta por qué muestran tal bondad a un extraño, sencillamente contestan que por amor al prójimo. (Mat. 22:39.) Después de un huracán que devastó el sur de Florida (E.U.A.) en 1992, el bien organizado programa de socorro de los Testigos adquirió tanta fama que algunas empresas e individuos que no eran Testigos y que deseaban hacer donaciones importantes de suministros de socorro las entregaron a los Testigos. Sabían que sus dádivas no se quedarían acumuladas en algún lugar inútilmente, ni se usarían con fines lucrativos, sino que verdaderamente beneficiarían a las víctimas del huracán, fueran estas Testigos o no. El que estuvieran dispuestos a ayudar a personas que no son Testigos se apreció tanto en Davao del Norte (Filipinas) que los funcionarios de la zona afectada aprobaron una resolución de agradecimiento.
Sin embargo, no todas las personas aman a los cristianos verdaderos. Con frecuencia estos experimentan cruel persecución. Estas ocasiones también dan a sus compañeros cristianos la oportunidad de manifestarles su apoyo amoroso.
Frente a cruel persecución
El apóstol Pablo, comparando a la congregación cristiana con el cuerpo humano, dijo: ‘Sus miembros deben darse el mismo cuidado unos a otros. Y si un miembro sufre, todos los demás sufren con él’. (1 Cor. 12:25, 26.) Así es como reaccionan los testigos de Jehová cuando se enteran de que se persigue a sus hermanos cristianos.
En Alemania, durante la era nazi, el gobierno tomó medidas represivas muy severas contra los testigos de Jehová. En aquel tiempo solo había unos veinte mil Testigos en Alemania, un grupo relativamente pequeño al que Hitler despreciaba. La situación requería acción concertada. El 7 de octubre de 1934 todas las congregaciones de los testigos de Jehová de Alemania se reunieron en secreto, oraron y enviaron al gobierno una carta en la que expresaban su determinación de seguir sirviendo a Jehová. Luego, muchos de ellos salieron denodadamente a testificar a sus vecinos acerca del nombre de Jehová y de su Reino. Aquel mismo día testigos de Jehová de todo el mundo se reunieron en sus congregaciones y, después de orar en unidad, enviaron al gobierno de Hitler cablegramas en apoyo de sus hermanos cristianos.
En 1948, después que los testigos de Jehová denunciaron la persecución que fomentó el clero contra ellos en Grecia, el presidente de ese país y varios de sus ministros recibieron miles de cartas de testigos de Jehová que escribían en favor de sus hermanos cristianos. Estas cartas procedían de lugares como, por ejemplo, Filipinas, Australia y América del Norte y del Sur.
En 1961, cuando la revista ¡Despertad! denunció los métodos inquisitoriales que se empleaban en España contra los Testigos, una gran cantidad de cartas de protesta inundó a las autoridades de este país. A los funcionarios les sorprendió que personas de todo el mundo supieran en detalle lo que ocurría y, aunque la persecución siguió, algunos miembros de la policía empezaron a tener más cuidado al tratar con los Testigos. Los funcionarios de varios países africanos también recibieron mucha correspondencia proveniente de todo el mundo cuando los Testigos se enteraron del maltrato que se infligía a sus hermanos y hermanas cristianos en aquellos países.
Aun si el gobierno no responde favorablemente, los Testigos perseguidos no son olvidados. Por persistir en su persecución religiosa por muchos años, algunos gobiernos han recibido a veces una avalancha de cartas en defensa de los Testigos y protestando por el maltrato. Un ejemplo de esto se vio en Argentina. En una ocasión, en 1959, el secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto llevó a uno de nuestros hermanos a un cuarto donde había varios estantes llenos de cartas de todas partes del mundo. A aquel funcionario le asombró que una persona de un lugar tan remoto como Fiji les escribiera en pro de la libertad de cultos en Argentina.
En algunos casos se ha concedido mayor libertad cuando los gobernantes han notado que por todo el mundo la gente se ha enterado de lo que hacen y que a muchos realmente les preocupa lo que ocurre. Eso sucedió en Liberia en 1963. Los soldados del gobierno trataron atrozmente a los que asistieron a una asamblea en Gbarnga. El presidente de Liberia recibió un alud de cartas de protesta de todas partes del mundo, y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Estados Unidos intervino, pues una de las víctimas fue un ciudadano estadounidense. Por fin, el presidente Tubman envió un telegrama a la sede de la Sociedad Watch Tower para informar que estaba dispuesto a recibir a una delegación de testigos de Jehová y analizar con ellos el asunto. Dos de los representantes —Milton Henschel y John Charuk— habían estado en Gbarnga. El señor Tubman reconoció que lo ocurrido había sido “un ultraje”, y dijo: “Lamento que esto haya sucedido”.
Después de aquella entrevista, en una orden presidencial se notificó a ‘toda la gente por todo el país, que los testigos de Jehová tendrán el derecho y el privilegio de tener libre acceso a cualquier parte del país para llevar a cabo su obra misional y su adoración religiosa sin que nadie los moleste. Tendrán la protección de la ley tanto para su persona como para su propiedad y el derecho de adorar libremente a Dios según los dictados de su conciencia, a la vez que observan las leyes de la República mostrando respeto a la bandera nacional y permaneciendo de pie cuando esté siendo izada o bajada en ceremonias’. Pero no se requirió que la saludaran, lo cual violaría su conciencia cristiana.
Sin embargo, para 1992 el gobierno de Malaui todavía no había dado un reconocimiento como ese, aunque la violencia contra los Testigos había disminuido a grado considerable allí. Los testigos de Jehová de ese país han sufrido una de las más crueles persecuciones religiosas de la historia de África. Una ola de persecución barrió el país en 1967; otra ocurrió a comienzos de los años setenta. De todas partes del mundo llegaron decenas de miles de cartas en defensa de los Testigos. Se hicieron llamadas telefónicas. Se enviaron cablegramas. Personas prominentes de todo el mundo se sintieron impelidas, por motivos humanitarios, a expresar su desaprobación.
Fue tan grande el maltrato, que unos diecinueve mil testigos de Jehová y sus hijos tuvieron que huir al país vecino de Zambia en 1972. Las congregaciones cercanas de Zambia inmediatamente juntaron alimentos y cobijas para sus hermanos. Testigos de Jehová de todo el mundo enviaron dinero y suministros a las sucursales de la Watch Tower y estos se hicieron llegar a los refugiados a través de la oficina central de Nueva York. Se recibió más de lo necesario para atender a los refugiados que se hallaban en el campamento de Sinda Misale. Cuando se esparció por el campamento la noticia de que habían llegado camiones con alimento, ropa y lonas impermeables para proveer abrigo, los hermanos de Malaui no pudieron contener las lágrimas de gozo ante esta prueba del amor de sus hermanos cristianos.
Si alguno de ellos se encuentra en prisión, sus compañeros Testigos no lo abandonan, ni siquiera cuando es arriesgado ayudarle. Durante la proscripción en Argentina, cuando un grupo de Testigos estuvo detenido por cuarenta y cinco horas, cuatro hermanos trataron de llevarles ropa y alimento, pero ellos mismos fueron arrestados. En 1989 la esposa de un superintendente de circuito de Burundi, al enterarse de la situación apremiante en que se hallaban sus hermanos cristianos, trató de llevarles alimento a la cárcel. No obstante, fue arrestada y mantenida como rehén por dos semanas, pues la policía procuraba capturar a su esposo.
Además de brindarles su ayuda de cualquiera de estas maneras, el amor por sus hermanos cristianos impulsa a los testigos de Jehová a orar a Dios por ellos. No solicitan que Dios ponga fin de inmediato a las guerras y las escaseces de alimento, pues Jesucristo predijo que esas cosas ocurrirían en nuestro tiempo. (Mat. 24:7.) Tampoco le piden a Dios que los libre de toda persecución, ya que la Biblia dice con claridad que se perseguirá a los cristianos verdaderos. (Juan 15:20; 2 Tim. 3:12.) Pero sí ruegan que sus hermanas y hermanos cristianos reciban fortaleza para mantenerse firmes en la fe ante todo tipo de penalidad que tengan que afrontar. (Compárese con Colosenses 4:12.) Los hechos que hablan de su fortaleza espiritual son una prueba contundente de que Dios ha contestado esas oraciones.
[Notas a pie de página]
a Véanse La Atalaya del 1 de febrero de 1981, páginas 20-27; 15 de octubre de 1986, páginas 10-21; 1 de junio de 1987, páginas 4-18; 15 de julio de 1988, páginas 21-23; 1 de marzo de 1990, páginas 20-22.
b Véase La Atalaya del 15 de abril de 1946, páginas 115-123.
[Comentario en la página 305]
La ayuda en casos de necesidad especial no se deja al azar
[Comentario en la página 307]
Ofrecen ayuda gracias a su interés personal amoroso
[Comentario en la página 308]
Se encargan de dar el socorro que tanto se necesita
[Comentario en la página 312]
Búsqueda sistemática para hallar a todos los Testigos de la zona devastada
[Comentario en la página 315]
Se ayuda también a los que no son Testigos
[Comentario en la página 317]
Lágrimas de gozo ante el amor manifestado por sus hermanos cristianos
[Recuadro en la página 309]
“Es verdad que ustedes se aman unos a otros”
En el Líbano, país desgarrado por la guerra, después de observar a un grupo de Testigos que voluntariamente restauraron el hogar destrozado de una de sus hermanas cristianas, sus vecinos se sintieron impulsados a preguntar: “¿De dónde viene ese amor? ¿Qué clase de personas son ustedes?”. Y una musulmana que observaba cómo limpiaban y reparaban el hogar de un Testigo dijo: “Es verdad que ustedes se aman unos a otros. Su religión es la verdadera”.
[Recuadro en la página 316]
Verdaderos hermanos y hermanas
Con relación a los Testigos cubanos que se encontraban entre los refugiados en Fort Chaffee (Arkansas), el periódico “Arkansas Gazette” dijo: “Fueron los primeros en ser trasladados a nuevos hogares, pues sus ‘hermanos y hermanas’ estadounidenses —compañeros testigos de Jehová— los buscaban entre los refugiados. [...] Cuando los Testigos llaman a sus compañeros espirituales de cualquier país ‘hermanos y hermanas’, realmente los ven así”.—Número del 19 de abril de 1981.
[Fotografías en la página 306]
Después de la II Guerra Mundial enviaron alimento y ropa a otros Testigos en necesidad de dieciocho países
Estados Unidos
Suiza
[Fotografías en la página 310]
En 1990 los Testigos de países vecinos unieron sus esfuerzos para ayudar a sus compañeros de Rumania
[Fotografías en la página 311]
Los Testigos que sobrevivieron a un terremoto en el Perú edificaron su propia ciudad de refugiados y se ayudaron mutuamente
Los suministros de socorro que trajeron otros Testigos (abajo) estuvieron entre los primeros que llegaron a la zona de desastre
[Fotografías en la página 313]
El socorro a menudo incluye proveer materiales y voluntarios que ayuden a otros Testigos a reconstruir sus hogares
México
Guatemala
Panamá
[Fotografía en la página 314]
La ayuda que dan los Testigos incluye fortalecimiento espiritual. Tanto en Kalamata (Grecia) como fuera de la ciudad se levantaron enseguida tiendas de campaña donde tener las reuniones