Encarándonos a la vida agitada de hoy
CIERTO trabajador dedica sus fines de semana a ver en la TV los partidos de fútbol, y entonces se queja de que no tiene tiempo para llevar a sus hijos al parque zoológico. Un ama de casa no se pierde ningún capítulo de la telenovela que ve todas las semanas, y entonces se lamenta de que tiene muy poco tiempo para hacer sus faenas domésticas. ¿Cuál es el problema? ¿La falta de tiempo, o el mal uso de él?
El administrar bien el tiempo exige que se siga el principio que la Biblia da en Filipenses 1:10: “Que se aseguren de las cosas más importantes”.
Sí; primero establezca a qué va a dar prioridad, para que, si es preciso desatender algún asunto, sea algo relativamente insignificante. Procure hacer una lista de todas las tareas que tiene que efectuar en, digamos, una semana, y divídalas en dos categorías: 1) Lo que tengo que hacer 2) Lo que me gustaría hacer.
El trabajo seglar, el ir de compras, las reparaciones de la casa caen en la primera categoría, así como dedicar tiempo a la familia. En el caso del cristiano verdadero, también debe dar prioridad a asistir a las reuniones de congregación, compartir su fe con otros y estudiar la Biblia. (Mateo 6:33.)
Si la lista parece abrumadora, puede que algo de lo que se tiene que hacer no sea tan necesario después de todo. También usted pudiera tratar de combinar actividades. Por ejemplo, si se trata de faenas domésticas, ¿por qué no enseñar a sus hijos a hacer algunas? Esto no solo hará posible que logre más, sino que también le dará momentos preciosos de que podrá disfrutar con sus hijos.
¿Y qué hay de la lista de lo que le “gustaría hacer”? Eso pudiera ser mucho. Sin embargo, sencillamente no se puede hacer todo. Por eso, calcule el costo de esas actividades. (Lucas 14:28.) ¿Le harán la vida más tranquila, o más tensa? ¿Aumentarán los gastos domésticos? ¿Interferirán con lo que se tiene que hacer?
No caiga en la trampa de atestar de actividades su programa de modo que tenga que estar corriendo frenéticamente para efectuarlas. Permítase suficiente tiempo para ellas. Cierto contratista de obras, ya jubilado, le dio un buen consejo a un joven a quien había invitado a tomar una taza de té. El joven había rechazado la invitación diciendo: “Tengo que estar en el centro de la ciudad a las 4.50 de la tarde”.
“¿Qué clase de cita es esa?”, le preguntó el contratista. “Trata de arreglar tus citas por horas completas —le aconsejó—, o te vas a matar corriendo.”
Por qué es difícil
Estas sugerencias pueden ser útiles. Pero recuerde que el estrés y la prisa son tan solo legados de los tiempos “difíciles de manejar” en que vivimos. (2 Timoteo 3:1-5.) Ciertamente el mundo moderno es un mundo que vive de prisa. Pero el deterioro en las relaciones humanas y el aumento de los problemas del mundo muestran que esta prisa no está llevando a la gente a ningún lugar.
De hecho, el mundo vive en un tiempo que en realidad no posee. “El tiempo que queda está reducido”, advierte la Biblia. (1 Corintios 7:29.) Jesucristo señaló de antemano a este mismo tiempo en que vivimos, y dijo que la angustia mundial de hoy es prueba de que su Reino se ha acercado. (Lucas 21:10, 11, 28-31.) Por consiguiente, Satanás el Diablo tiene “gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:12.) ¡Su entero sistema mundial se precipita a la destrucción, y todos sus intentos de impedir eso son en vano!
Es cierto que usted no podría hacer mucho en cuanto al camino que sigue el mundo. Pero puede hacer mucho para asegurarse paz y tranquilidad en su propia vida. No, los calmantes no son la respuesta, tampoco dan resultado en todo caso las técnicas de administrar el tiempo. Mucho más útil es conocer y entender la Biblia. ¿La Biblia?
Sí, pues la Biblia indica que lo deseable es que los cristianos sigan llevando “una vida tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad”. (1 Timoteo 2:2.) ¿Es posible eso? Lo es, porque aunque uno todavía esté sujeto a las presiones de estos críticos “últimos días”, la Biblia puede ayudarle a desarrollar una nueva perspectiva de la vida.
Tome, por ejemplo, el empleo. Si la vida de uno gira en torno de la “devoción piadosa y [la] seriedad” más bien que de las posesiones materiales, no se agitará acumulando cosas que no puede darse el lujo de tener. Puesto que sabe que “el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”, puede estar contento con el ‘sustento y con qué cubrirse’. (1 Timoteo 6:8, 10.) Y dado que el empleo solo ha de ocupar un lugar secundario en su vida, tal vez hasta dedique algún tiempo al descanso y al esparcimiento necesarios. “Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento.” (Eclesiastés 4:6.)
Algunos han podido organizarse para dedicar menos tiempo a su trabajo seglar. Cierto hombre que era director de una empresa importante dice: “Después de 23 años de esfuerzo, tenía un buen salario, asistencia médica gratuita, derecho a una buena pensión, y así por el estilo. Pero para conseguir estas cosas uno tiene que dedicar más y más tiempo y energía al empleo. Con el tiempo ya no es dueño de su tiempo. Y cuando se presenta algo que no es trabajo, uno dice: ‘Lo siento, pero estoy demasiado ocupado’”. Por eso este hombre dejó aquel prestigioso puesto. Claro, esto significó llevar una vida más sencilla. Pero también significó tener más tiempo para su familia y las actividades cristianas.
Ponga las cosas en el orden debido
En vista de los tiempos críticos en que vivimos, el verdadero cristiano no puede tener una actitud de indiferencia hacia los asuntos espirituales. Considere a Zaqueo, a quien la Biblia identifica como un rico recaudador de impuestos. Deseoso de aprender más acerca de Jesús, en cierta ocasión se subió a un árbol para verlo mejor cuando Jesús pasara por su pueblo. Dice la Biblia: “Pues bien, cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: ‘Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy tengo que quedarme en tu casa’. Con eso, él se dio prisa y bajó, y lo recibió con regocijo como huésped”. (Lucas 19:2-6.)
¡Imagínese cuánto se benefició Zaqueo de recibir a Jesús en su casa y considerar asuntos espirituales con él! Jesucristo le ayudó a reorganizar sus prioridades, de modo que Zaqueo dejó de dar importancia a la obtención de posesiones materiales. “¡Mira! La mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres —le dijo a Jesús—, y todo cuanto arranqué a persona alguna por acusación falsa, le devuelvo el cuádruplo.” (Lucas 19:8.)
De igual manera, hoy día los cristianos verdaderos desean aprovechar sus oportunidades de considerar asuntos espirituales. Ya el obtener ganancias materiales no es lo de primera importancia para ellos. Más bien, cuando reciben publicaciones cristianas que les ayudan a aprender acerca de Dios y sus propósitos, la lectura de estas tiene prioridad. Y cuando se celebran las reuniones de sus compañeros cristianos, se esfuerzan por no perder ni un solo minuto de instrucción y compañerismo edificante.
Otro ejemplo excelente es el de Lot. El ángel de Dios le había advertido que Sodoma y Gomorra serían destruidas. Por interés amoroso en otros, Lot “empezó a hablar a sus yernos que habían de tomar a sus hijas, y siguió diciendo: ‘¡Levántense! ¡Sálganse de este lugar, porque Jehová está arruinando la ciudad!’”. Pero Lot mismo “siguió demorándose”, lo que movió al ángel a instarle a escapar sin dilación al lugar que Dios había provisto para su seguridad: “¡Apresúrate! ¡Escapa allá, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allá!”. (Génesis 19:14, 16, 22.)
El mundo moderno se ha convertido en una Sodoma y Gomorra de dimensiones mundiales, y de igual manera se enfrenta a la destrucción. Por esa razón el advertir a otros que se acerca la destrucción venidera que se predice en la Biblia tiene prioridad en la vida de los testigos de Jehová. ¿Dará usted prioridad en su vida a investigar esta advertencia?
Puede estar seguro de que con apresurarse en búsquedas vanas no obtendrá nada, salvo congoja y postración nerviosa. ¡Es mucho mejor aprender acerca de Dios y de su propósito de traer un nuevo sistema de cosas en el que la vida ya no será una carrera enloquecida! (2 Pedro 3:13; Isaías 65:17, 21-25; Salmo 37:10, 11.)
Mientras tanto, aprenda a estar ocupado de manera que le produzca resultados, no frenéticamente. Y en cuanto a aprender de los propósitos de Dios, ¡no se demore! ¡Ponga eso en primer lugar!
[Fotografía en la página 7]
A menudo la prisa se debe a no haber organizado bien el tiempo o a poner demasiado en el programa de actividades
[Ilustración en la página 9]
Jesucristo ayudó a Zaqueo a poner las cosas en su debido orden en la vida
[Recuadro en la página 8]
¡Advertencias sabias contra la prisa indebida!
“El que está apresurándose a ganar riquezas no permanecerá inocente.” (Proverbios 28:20.)
“Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja, pero todo el que es apresurado se encamina de seguro a la carencia.” (Proverbios 21:5.)
“¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él.” (Proverbios 29:20.)
“No te des prisa respecto a tu boca; y en cuanto a tu corazón, no se apresure a producir una palabra ante el Dios verdadero.” (Eclesiastés 5:2.)