Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo llevarme bien con mis hermanos?
TODOS los hermanos se pelean. Muchos jóvenes —y adultos— opinan así. Y a pesar de que se dice que en Estados Unidos más de cien mil niños al año atacan a alguno de sus hermanos con arma de fuego o arma blanca, un entendido en la materia se lamenta con las siguientes palabras: “La mayoría de la gente no toma en serio la violencia entre hermanos”.
Por esa razón, a pesar de que siempre te pelees con tu hermano, puede que no tengas mucho incentivo para hacer las paces. Es posible que tales discordias no provoquen actos violentos, pero sí perturban la paz de la familia. Por ejemplo: una joven llamada Camille comenta sobre la reacción de sus padres cuando ella discute con su hermana: “Nuestros padres lo detestan. No pueden soportar que nos peleemos; es algo que los perturba”. Más importante aún: el discutir constantemente por insignificancias engendra malos sentimientos y emociones. La Biblia dice: “Porque donde hay celos y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda cosa vil”. (Santiago 3:16.)
En un artículo previo se señalaron algunas de las razones por las que los miembros jóvenes de la familia discrepan tan a menudo.a Entre ellas estaban: la falta de deseo de compartir, la falta de intimidad, las tensiones provocadas por la convivencia con hermanastros y los celos. Según Proverbios 14:6, el comprender estas razones te ayuda, pues “para el entendido el conocimiento es cosa fácil”. En otras palabras: el que tú entiendas por qué te cuesta llevarte bien con tus hermanos hace que te sea más fácil saber cómo lograrlo. A continuación se dan algunas recomendaciones específicas.
Evita las peleas mediante la comunicación
“Donde no hay leña, se apaga el fuego.” Eso es lo que dice Proverbios 26:20. Este principio suele aplicarse cuando se preparan cortafuegos (franjas anchas de terreno en las que se han talado los árboles) para impedir que los incendios forestales se propaguen. Si se declara un incendio, en teoría solo puede avanzar hasta ese punto y entonces se extingue. Tú puedes aplicar el mismo principio e impedir o, por lo menos, limitar los desacuerdos con tus hermanos. ¿Cómo? Por medio de la comunicación y de llegar a un acuerdo antes de que estalle la discusión.
Por ejemplo: ¿radica el problema en la falta de intimidad? Si ese es el caso, trata de sentarte con tu hermano antes de que se presente la dificultad y prepara con él un horario. (“Yo dispongo de la habitación durante estos días o estas horas y tú dispones de ella durante estos otros días u horas.”) Entonces, ‘signifique tu Sí, Sí, y tu No, No’, respetando lo que se haya acordado. (Mateo 5:37.) Si hay que hacer algún ajuste por cualquier motivo, háblalo con tu hermano antes, en lugar de imponerle el cambio sin previo aviso.
¿Te peleas por tus derechos de propiedad? Una adolescente se quejaba, diciendo: “Mi hermanastra siempre utiliza mis cosas sin pedirme permiso. ¡Hasta utilizó mi maquillaje y tuvo la desfachatez de decirme que no había comprado el que ella quería!”. Puedes acudir a tus padres para que tomen la decisión final, pero lo mejor es que te sientes con tu hermano o hermana en un momento de calma y trates de concordar en algunas reglas sobre tomar cosas prestadas. Una de esas reglas podría ser siempre pedir permiso antes de tomar algo prestado. Por supuesto, al igual que en muchas otras situaciones, la Regla áurea, registrada en Mateo 7:12, es realmente la clave: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”.
De modo que ¡comunícate! Llega a un acuerdo. Establece con él o ella reglas específicas. De esta manera podrás ver cómo ‘se apaga el fuego’ antes de que comience.
“¡No es justo!”
“Mi hermana consigue todo lo que quiere —se lamenta una joven—. Pero cuando me toca a mí, me dejan completamente a un lado.” ¿Te resultan familiares estas palabras? De todas formas, fíjate en esos dos términos absolutos: “todo” y “completamente”. ¿Es realmente tan extrema la situación? Cuando estamos disgustados, tendemos a exagerar la seriedad de las cosas. La Biblia nos anima a hacer lo siguiente: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes”. (Filipenses 4:5.) Ser razonable significa literalmente ‘estar dispuesto a ceder’ y ‘no insistir en la letra de la ley’. ¿Sería razonable esperar que padres imperfectos nos tratasen de manera perfecta? ¿Sería razonable esperar un trato absolutamente igual para dos seres diferentes? ¡Por supuesto que no!
El peligro de precipitarse en llamar a los padres injustos se ilustra en la historia bíblica de José. Sus hermanos lo odiaban porque recibía el favor especial de su padre, Jacob. No obstante, cuando los hermanos de José estaban pastoreando sus rebaños en una región distante, Jacob demostró que también sentía un profundo interés por sus otros hijos, pues envió a José para asegurarse de que estaban bien. De manera similar, puede que te des cuenta de que tu resentimiento porque tu hermano o hermana reciben un “trato especial” también es infundado. (Génesis 37:1-4, 13.)
El recordar esto es especialmente importante si tienes hermanastros. Un artículo de la revista ’Teen (Adolescente) dice: “Existe una distinción importante entre igual y justo. Los seres humanos tienen una personalidad individual y unas necesidades individuales. [...] En lugar de intentar que se te trate igual, es importante que veas si tu padrastro o madrastra están intentando satisfacer tus necesidades individuales. Si piensas que no lo están haciendo, entonces puedes hablar del asunto con ellos”.
¿Es una bendición el tener hermanos?
A veces puede ser difícil de creer, especialmente cuando te molestan. Pero una ayuda que frecuentemente no se aprovecha para llevarse bien entre hermanos es recordar los beneficios de tenerlos. El psiquiatra infantil James P. Comer nos recuerda que “la rivalidad entre hermanos es un rasgo tan prominente de la infancia que a veces nos olvidamos de que los hermanos también son compañeros y amigos”. Diane ciertamente concuerda con ese punto de vista, y dice: “Es agradable tener hermanos [ella tiene siete]. Tienes alguien con quien hablar y con quien compartir tus intereses”.
Su hermano Denis añade: “Siempre tienes a alguien cerca para pedir su opinión”. Anne Marie y su hermano, Andre, concuerdan en las ventajas de tener un compañero a su lado: “Aunque puedes ir a ciertos lugares con tus amigos, siempre tienes a tus hermanos contigo. Están ahí cuando deseas jugar, practicar un deporte o ir al parque”. Donna ve otra ventaja práctica: “Tienes a alguien con quien compartir los quehaceres”. Otros han descrito a su hermano o a su hermana como “alguien especial que te da consejo y te escucha” y alguien que “entiende lo que estás pasando”.
Además, considera los beneficios futuros. Más adelante en tu vida experimentarás con otras personas algunos de los mismos problemas que ahora tienes con tus hermanos. Los celos, los derechos de propiedad, el recibir un trato desigual, la falta de intimidad, el egoísmo, las diferencias de personalidad... todo esto forma parte de la vida. En vista de ello, que el aprender a llevarte bien con tus hermanos sea para ti como un entrenamiento en el fascinante y, a menudo, confuso campo de las relaciones humanas.
Toma en cuenta a Dios
No obstante, el mayor motivo para esforzarte por la paz de la familia es saber que eso puede mejorar tu relación con Dios. Andre, un joven de diecisiete años de edad, hace eco a las palabras de la Biblia registradas en 1 Juan 4:20, cuando dice: “Si no puedes llevarte bien con aquellos a quienes ves, ¿cómo puedes llevarte bien con Jehová, a quien no puedes ver?”.
Hay que admitir que no siempre es fácil recordar esto. Anne Marie confiesa: “A veces, cuando te estás peleando, no piensas en cómo afecta eso tu relación con Jehová. Solo piensas en cómo puedes lograr que la otra persona se sienta estúpida o en cómo puedes vengarte”. Pero para mantener la aprobación de Dios tienes que ‘tomarle en cuenta en todos tus caminos’. (Proverbios 3:6.)
Esto no significa que nunca disentirás de tus hermanos. Pero puedes aprender a hacerlo sin “amargura maliciosa y cólera e ira y gritería”. (Efesios 4:31.) Por ejemplo: una joven de quince años de edad solía buscar la manera de “encender la mecha” para pelearse con sus hermanos. Pero ahora que ha aprendido a estudiar y a aplicar la Biblia en su vida, dice: “Ya no busco peleas, sino que trato de evitarlas”. ¿Por qué no intentas hacer lo mismo? Hasta quizás te des cuenta de que, después de todo, hay ventajas en tener hermanos o hermanas.
[Nota a pie de página]
a Véase “Los jóvenes preguntan... ¿Por qué me resulta tan difícil llevarme bien con mis hermanos?” de la revista ¡Despertad! del 22 de julio de 1987.
[Comentario en la página 27]
“Existe una distinción importante entre igual y justo. Los seres humanos tienen una personalidad individual y unas necesidades individuales”
[Fotografía en la página 26]
No llegues a la conclusión de que es injusto el que a veces uno de tus hermanos reciba más atención que tú