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Apacibilidad y gobierno de uno mismo producen fruto pacíficoLa Atalaya 1960 | 1 de julio
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18. ¿En qué respectos es la organización de los testigos de Jehová semejante al jardín de Edén en su fruto hermoso, y cómo se hace posible esto?
18 De modo que sean casados o solteros, adultos o jóvenes, del resto o de la “grande muchedumbre,” superintendentes o no, todos los testigos de Jehová con la ayuda del espíritu santo de Dios, y ejerciendo apacibilidad y gobierno de sí mismos, pueden producir una cosecha abundante y eterna de fruto pacífico. Bajo el cuidado amoroso de Jehová su organización en la belleza de la paz y la unidad es semejante al jardín de Edén. Esto se debe a que cada uno tiene profundo respeto y amor a las leyes y mandamientos de Jehová, junto con celo y devoción al llevar a cabo la voluntad divina en todo. “Hijo mío, no olvides mi ley, y mis mandamientos observe tu corazón, porque largura de días y años de vida y paz te serán añadidos.” “Paz abundante pertenece a los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.”—Pro. 3:1, 2; Sal. 119:165.
19. ¿Cómo únicamente pueden los que aman la paz y el contentamiento estar seguros de gozar de ellos por siempre jamás?
19 Todas las personas de todas partes que son de buena voluntad y que aman la paz y la unidad, si ustedes quieren participar de la felicidad superiorísima y vivir en paz y contentamiento eternos en un jardín paradisíaco bajo el gobierno mediante el reino de Dios, entonces asóciense rápidamente con los testigos de Jehová amadores de la paz, y junto con ellos sean de genio apacible, calmados, amorosamente pacientes, teniendo gobierno de sí mismos. Continúen obedeciendo la voluntad divina, que incluye al Salmo 37: “No te muestres acalorado a causa de los malhechores. . . . Pues como la hierba se marchitarán velozmente . . . Deja sola la ira y deja la cólera . . . Pues los malhechores mismos serán arrasados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra. Y sólo un poco más de tiempo y ya no existirá el inicuo, y ciertamente darás atención a su lugar y él no estará. Pero los mansos [los de genio apacible] mismos poseerán la tierra y ellos de veras hallarán su deleite exquisito en la abundancia de la paz.”—Sal. 37:1, 2, 8-11.
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Los apócrifos—¿de Dios o de los hombres?La Atalaya 1960 | 15 de octubre
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Los apócrifos—¿de Dios o de los hombres?
¿SON los libros apócrifos de Dios o de los hombres? ¿Son parte de “toda Escritura [que] es inspirada por Dios” y benéficos para que seamos ‘enteramente competentes, completamente equipados para toda buena obra’? O ¿pertenecen a “la tradición de los hombres,” a “las cosas elementales del mundo,” en contra de las cuales el apóstol Pablo advirtió a los cristianos? ¿Cuál es la realidad?—2 Tim. 3:16, 17; Col. 2:8.
El significado original del vocablo “apócrifos” se aclara por el uso que Jesús le dio: “No hay nada escondido que no haya de manifestarse, ni cosa alguna que esté cuidadosamente oculta que nunca llegue a conocerse.” Con el tiempo, sin embargo, el término asumió la connotación desfavorable de “escritos o declaraciones de autor o autoridad dudosos.” Según se usa comúnmente hoy día, “Los Apócrifos” se refiere a los once escritos adicionales que la Iglesia católica romana declaró canónicos en su Concilio de Trento (1546), pero cuya canonicidad otros disputan.—Luc. 8:17.
Estos once escritos adicionales son Tobías (Tobit), Judit, Sabiduría (de Salomón), Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de los Macabeos, un suplemento de Ester y tres adiciones a Daniel: El cántico de los tres mancebos, Susana y los ancianos, y La destrucción de Bel y el dragón. Escritores católicos se refieren a estos libros como deuterocanónicos, que significa “del canon segundo (o posterior),” a distinción de protocanónicos.
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