¡No descuide a su cónyuge!
UN MATRIMONIO sale del Salón del Reino. La sonrisa de ambos refleja la felicidad de que disfrutan como “una sola carne”, unidos en la adoración de su Dios, Jehová. (Mateo 19:6.) Pero no siempre habían disfrutado de esta unidad ni compartido la misma creencia. Hubo un tiempo en que solo la esposa, Atsuko, asistía a las reuniones. Luego, al regresar a casa, su esposo, airado, le gritaba. En cierta ocasión el esposo, Kazutaka, se encolerizó tanto que agarró la mesa y, de un empujón, arrojó al suelo todo lo servido en ella.
Como lo predijo Jesús, el cristianismo verdadero ha dividido a algunas familias. (Mateo 10:34, 35.) Sin embargo, como en el caso de Kazutaka y Atsuko, algunas de ellas disfrutan ahora de unidad en asuntos religiosos y felicidad en el hogar. Por supuesto, esa unidad no se presentó entre ellos por casualidad. ¿Qué hicieron los cónyuges creyentes para vencer la oposición y lograr verdadera armonía en la familia? Antes de examinar eso, consideremos por qué se oponen a la verdad algunos cónyuges.
¿Por qué se oponían?
“En retrospección —confiesa Atsuko—, me doy cuenta de que yo iba a las reuniones y nunca le decía nada de ello a mi esposo.” Al verse solo en la casa, sin saber qué pasaba, Kazutaka se enfurecía.
Puede que las llamas de la oposición también se enciendan por celos. Un joven esposo, Shigeo, sin tener razón alguna para ello empezó a desconfiar de los nuevos compañeros de su esposa. “Al ver que ella se arreglaba y se iba a las reuniones, yo pensaba que estaba interesada en otro hombre.” “En realidad nunca tuvimos la oportunidad de hablar a solas —admite Masako, su esposa—. Nunca expresé mi deseo sincero de que él también aprendiera la verdad cristiana.”
Toshiko, un ama de casa, se sintió como Shigeo. “Cuando mi esposo empezó a estudiar con los testigos de Jehová, me opuse porque gradualmente empezó a pasar más tiempo con la congregación. Me di a la bebida para huir de mis sentimientos mientras él estaba fuera.”
Las palabras de Toshiko aluden a otra razón por la cual algunos se oponen: la soledad. Eso era lo que sentían algunos ex opositores cuando sus cónyuges asistían regularmente a las reuniones cristianas. “Me sentía abandonado, solo en la casa”, recuerda cierto esposo. Otro dice: “Me parecía que mi esposa y mis hijos me habían abandonado”. Puesto que a la mayoría de los hombres se les hace difícil decir: “Me siento solo; por favor, quédate en casa”, algunos optan por oponerse a las prácticas religiosas de su esposa.
Puede que a veces un cónyuge normalmente comprensivo ceda a la presión de amigos y parientes y se haga opositor. Se dice que en el Oriente la esposa por lo general es “adoptada por la familia, en vez de que se una al esposo”. La presión que imponen los parientes puede llevar fácilmente a discordia. La esposa cristiana de Takashi se negó a adorar en el altar budista de la familia. “Para complicar los asuntos —explica Takashi—, vivíamos cerca de mis parientes. Mi madre me presionó tanto que amenacé a mi esposa y recurrí a la violencia.”
Los malentendidos pueden terminar en violencia al agravarse por falta de comunicación, celos, soledad o la presión ejercida por parientes. Cierto hombre que solía golpear a su esposa confiesa: “No quería perder a mi familia por una religión”. Otro dice: “Me irritaba llegar a una casa vacía”. Puede que razonaran así: ‘Si con palabras no puedo apagar su fervor religioso, con unos cuantos golpes lo haré’.
Felizmente, con el tiempo todas las parejas que hemos mencionado alcanzaron unión religiosa. Sus dolorosas experiencias son ahora cosa del pasado. Pero lo que experimentaron les permite dar sugerencias prácticas que pudieran ayudar a resolver situaciones tensas y quizás lograr unidad de adoración en familias aún divididas en sentido religioso.
Adhiérase a la verdad
Cuando usted extiende la mano para sacar del agua a una persona que está en peligro de ahogarse, es preciso que tenga los pies plantados con firmeza en tierra. Si no es así, usted mismo pudiera caer en el agua. De manera similar, la clave para ayudar a su cónyuge es que usted mismo se adhiera con firmeza a la verdad que salva vidas. “Hasta cuando más me oponía —dice un ex opositor—, mi esposa de todas maneras tomaba de la mano a los niños y se los llevaba a las reuniones. Si hubiera sido menos resuelta, yo pudiera haber dudado de que su fe fuera genuina.”
Kazutaka, el que había volcado la mesa servida, revela lo que le hizo cambiar de actitud: “Por fin rehusé darle dinero a Atsuko para su transportación. Aun así, ella y los niños iban a todas las reuniones cristianas. Para lograr eso vendió poco a poco sus posesiones personales. Me avergoncé y no pude oponerme más. En vez de hacer eso, empecé a leer las revistas que ella dejaba en el hogar para que yo las viera”.
Comuníquese con su cónyuge
“Debería haber invitado a mi esposo a unirse a mí y haberle dicho que quería que estudiáramos la Biblia juntos —dice la esposa de Kazutaka, Atsuko—. Él estaba preocupado por mí y por la familia. La buena comunicación hubiera aliviado muchísimo su inquietud.” Sí; la buena comunicación es lo que hace posible la comprensión. La Biblia aconseja: “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”. (Proverbios 15:22.) En este contexto, usted debe pensar cuidadosamente en el “habla confidencial” que ha de tener con su cónyuge respecto a las actividades religiosas suyas, para desplegar prudencia en ella. La Biblia dice: “El corazón del sabio hace que su boca muestre perspicacia, y a sus labios añade persuasiva”. (Proverbios 16:23.) También es muy importante que escoja con discreción el tiempo apropiado para hablar. (Eclesiastés 3:7.)
Su modo de expresarse es quizás tan importante como lo que dice. El apóstol Pablo exhorta: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno”. (Colosenses 4:6.) El que usted hable con gracia, con buen gusto, hará que su cónyuge esté más dispuesto a escuchar lo que usted diga.
Muchos esposos se resienten de que sus esposas les enseñen. Por eso las esposas tienen que ser ingeniosas. Kikuyo se valió de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Dice: “Tan pronto como recibía mi ¡Despertad! buscaba artículos que le interesarían a mi esposo. Luego oraba por una oportunidad para compartir su contenido con él”. Ella dejaba la revista en el cuarto de baño y cada día examinaba las páginas para ver si él había leído algún artículo. Cuando parecía que no lo había hecho, ponía otro número de la revista. El esposo de Kikuyo es ahora siervo ministerial y precursor.
El poder de la conducta excelente
Pero ¿qué hay si su esposo no está dispuesto a considerar asuntos religiosos con usted? El que su cónyuge conozca a otros cristianos pudiera aplacar su acalorada oposición y hacer que decidiera estudiar la Biblia. Masao, quien ahora es anciano en una congregación, en un tiempo prohibió la entrada en su hogar a los testigos de Jehová. Recuerda: “Por fin concordé en estudiar la Biblia con los Testigos después que mi esposa me rogó que ayudara a construir el Salón del Reino. Me conmovió verlos trabajar con tanta alegría y unión... sin paga”.
¿Qué puede hacer usted si su cónyuge no desea considerar asuntos religiosos con nadie? “Si algunos no son obedientes a la palabra —exhorta el apóstol Pedro—, [puede que] sean ganados sin una palabra por la conducta de sus [cónyuges].” Por ejemplo, ¿qué clase de conducta por parte de la esposa cristiana puede ganar a su esposo? “Conducta casta junto con profundo respeto”, que revela “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible”, dice Pedro. (1 Pedro 3:1-4.)
Cierta esposa cristiana aplicó este principio cuando su esposo opositor se vio implicado en un escándalo. Aunque esto le trajo a aquel hombre deshonra y ruina financiera, no oyó ninguna queja de parte de ella ni de sus hijos. Admitió: “Sabía que su buen comportamiento se debía a su estudio bíblico”. Después de años de oposición, este hombre empezó a leer la Biblia. Otros esposos que después se hicieron Testigos dicen: “Mi esposa me dominaba, pero de repente empezó a respetarme como el cabeza de la casa”. “Cuando mis compañeros de negocio venían a casa, mi esposa los recibía amablemente. Me gustaba eso.”
La conducta excelente de los hijos también puede ablandar el corazón de los opositores. Cuando a un padre que se había opuesto a su esposa se le preguntó qué le había hecho cambiar de actitud, dijo: “Cuando mi hijo de dos años y medio percibía que yo estaba por perder la paciencia, clamaba en voz alta: ‘El amor es sufrido y bondadoso’”. (1 Corintios 13:4-7.) La buena educación que se estaba dando a este niño impulsó a su padre a investigar la Biblia. Muchos padres han decidido examinar la Biblia porque sus hijos les rogaron que estudiaran.
Por último, una actitud alegre y un sentido del humor pueden causar un efecto maravilloso en la actitud de su cónyuge. Cierto esposo dijo a su esposa creyente que se llevara lo que quisiera y se fuera, y que nunca regresara. “No quiero ni a mi hijo, ni dinero, ni cosas materiales”, contestó ella. Entonces extendió una enorme furoshiki (una tela que se usa en Japón para envolver y cargar cosas) y dijo: “No hay nada más preciado para mí que tú. ¡Métete en el furoshiki! Te quiero llevar conmigo”. El esposo dejó de oponerse, empezó a estudiar la Biblia, y ahora sirve como anciano de congregación.
Si usted se adhiere a la verdad, mantiene buena comunicación, provee compañerismo sano y despliega excelente comportamiento, puede que ayude a su cónyuge a hacerse creyente. “Aunque no parezca que su cónyuge se esté haciendo creyente —dice un ex opositor—, puede que en su corazón esté cambiando.” Por eso, no se rinda. Tome a pecho el estímulo que da a todos los que tienen cónyuges incrédulos el apóstol Pablo: “Esposa, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposo? O, esposo, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposa?”. (1 Corintios 7:16.)