¿Por qué debemos temer a Dios?
“TEMAN a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora del juicio por él.” (Revelación 14:7.) Estas palabras conmovedoras las oyó por primera vez el envejecido apóstol Juan en una visión. Las dijo un ángel que volaba en medio del cielo, y fueron dirigidas particularmente a gente de este tiempo del fin, el período inicial del “día del Señor”. (Revelación 1:10.)
Sin embargo, ¡qué inapropiadas deben parecerles a algunos estas palabras! Muchos hasta dudan de la existencia de Dios; y mucho menos le temen. A algunos que afirman ser cristianos, la idea de temer a Dios les parece anticuada. Pueden aceptar que se debe amar a Dios. Pero les parece que el temerle sería más apropiado para la Edad Media. ¿Es así como usted ve esta cuestión?
Jesús temía a Dios
Si así es, considere lo que significa ser cristiano. Según la Biblia, ser cristiano envuelve el seguir con sumo cuidado y atención los pasos de Jesucristo. (1 Pedro 2:21.) Pues bien, aunque no hay duda de que Jesús amaba a Dios, la Biblia muestra claramente que también le temía. Isaías, refiriéndose proféticamente a Jesús, dijo que él tendría “el espíritu de conocimiento y del temor de Jehová”. (Isaías 11:2.) Sin embargo, un dato interesante es que este temor no fue una carga para Jesús. No debemos pensar que es un temor como el de un niño que teme a un padre cruel, o como el de una población a la que aterroriza un gobernante opresivo. De hecho, Isaías también profetizó sobre Jesús: “Habrá disfrute por él en el temor de Jehová”. (Isaías 11:3.) ¿Cómo puede uno disfrutar de temer a alguien?
La realidad es que en la Biblia la palabra “temor” tiene varios matices de significado. Hay el temor o pavor físico que nos afecta cuando alguien quiere hacernos daño. Por ejemplo: los ejércitos israelitas le “tenían muchísimo miedo” a Goliat. (1 Samuel 17:23, 24.) También hay el temor a lo que nos sorprende inesperadamente o a lo que desconocemos, como el que sintió Zacarías cuando de súbito se vio frente al ángel de Jehová en el templo. (Lucas 1:11, 12.) Sin embargo, el temor de Jesús a su Padre no era como ninguno de esos temores.
Más bien, las palabras bíblicas originales para “temor” que se usaron en hebreo y en griego suelen referirse a profundo respeto o profunda reverencia a Dios. Esa era la clase de temor piadoso que tenía Jesús y que el ángel anima a toda persona a cultivar hoy. Esta respetuosa reverencia, o temor, se nos arraiga en el corazón cuando meditamos en el poder de Jehová y lo comparamos con lo absolutamente insignificantes que somos. Crece cuando contemplamos las magníficas y poderosas obras de Dios, y también se desarrolla cuando recordamos, con devoción, que él es el Juez Supremo, y puede tanto dar vida como castigar con muerte eterna.
Ese temor es vital, porque impide que cometamos males y, por decirlo así, tomemos a Dios por sentado. Nos lleva a evitar la actitud del que se dice: ‘Dios me perdonará, porque sabe que soy débil’, cuando nos hallamos frente a una tentación y quizás preferiríamos rendirnos a pelear. Como nos dice Proverbios 8:13: “El temor de Jehová significa odiar lo malo”. Y Proverbios 16:6 añade: “En el temor de Jehová uno se aparta de lo malo”. Adán y Eva no manifestaron este temor propio y sano a Jehová, pues le desobedecieron. ¿Y qué les pasó como resultado? Sintieron otro temor, de índole negativa, y se escondieron de Su presencia. Adán dijo: “Oí tu voz en el jardín, pero tuve miedo”. (Génesis 3:10.)
A diferencia de Adán y Eva, Job permaneció fiel a Jehová a pesar de las pruebas más severas. ¿Por qué? Jehová mismo dijo que Job era ‘un hombre que le temía y por eso se apartaba del mal’. (Job 1:8; 2:3.) Hoy, ¡debemos asegurarnos de que Jehová pueda decir lo mismo de nosotros! El temor a Dios es apropiado, y debe ser parte de nuestro pensar.
El temor a Dios y el temor al hombre
El temor a Dios es un sentimiento natural que nos llena de la misma seguridad que da a sus hijos el padre que les inspira profundo respeto. Ese temor también ayuda a vencer el temor al hombre, un temor desagradable, contraproducente, que es un lazo. (Proverbios 29:25.) Uno que no aprendió esta lección fue Uriya, el hijo de Semaya, quien predicó en Jerusalén junto con Jeremías antes de 607 a.E.C. A diferencia de Jeremías, Uriya permitió que el temor al rey fuera un lazo para él. Dejó de predicar y huyó de su asignación. Con el tiempo, el rey lo prendió y lo mandó matar. (Jeremías 26:20-23.) ¿Cómo pudiera haber evitado aquella lamentable calamidad Uriya? Desarrollando un temor a Jehová más fuerte que su temor al hombre.
Jesús, después de su resurrección y ascensión al cielo, aconsejó a sus seguidores: ‘No teman las cosas que están para sufrir’. (Revelación 2:10.) La historia revela lo necesario que es ese consejo, pues desde las arenas romanas hasta los campos de concentración nazis los cristianos se han enfrentado a situaciones espantosas. ¿Cómo han vencido el temor que trataron de infundirles sus enemigos? Aplicando estas palabras de Jesús: “No teman a los que matan al cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. Pero yo les indicaré a quién temer: Teman a aquel que después de matar tiene autoridad para echar en el Gehena”. (Lucas 12:4, 5.)
En Salmo 19:9 se nos enseña: “El temor de Jehová es puro, subsiste para siempre. Las decisiones judiciales de Jehová son verdaderas; han resultado del todo justas”. Por eso, no hay nada indeseable en el temor a Dios. Es puro, y protege al siervo de Dios y lo hace más fuerte que sus enemigos. Como para Jesús, para el cristiano hay satisfacción en este temor, como la hay en todas las demás bendiciones de Jehová. (Isaías 11:3.)
Por lo tanto, es muy apropiado que hoy el ángel inste a toda la humanidad a temer a Dios. Sin el temor piadoso apropiado, pudiéramos ceder a impulsos incorrectos o sucumbir al temor al hombre. Si cultivamos el temor apropiado, este nos ayudará a actuar sabiamente. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría.” (Proverbios 9:10; Salmo 111:10.) Es verdad que debemos amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas. (Marcos 12:30.) Y también debemos temerle con reverencia, respetarlo, o, como lo expresa el ángel, ‘temer a Dios y darle gloria, porque ha llegado la hora del juicio por él’. (Revelación 14:7.)
[Ilustración en la página 30]
Si Uriya hubiera temido profundamente a Jehová, el temor al hombre no habría sido un lazo para él