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  • Cuando todas las naciones chocan, de frente, con Dios
    La Atalaya 1972 |   1 de abril
    • obediente, Noé, que despreciaba el oprobio de los hombres y “andaba con el Dios verdadero.” (Gén. 6:9) Entonces, como él, podrá regocijarse con la esperanza de sobrevivir al fin de este sistema internacional de cosas y entrar vivo en el nuevo sistema de cosas eterno de Dios bajo el reino de su Rey reinante Jesucristo. Allí verá a Dios tragarse hasta a la muerte victoriosamente, para que usted disfrute de vida eterna y le sirva y adore con salud perfecta y felicidad en un paraíso que jamás se desvanecerá y que abarcará toda la Tierra.

  • ¿Por qué no impide Dios el choque?
    La Atalaya 1972 |   1 de abril
    • ¿Por qué no impide Dios el choque?

      ES OBVIO para el individuo pensador que, para el Creador del universo, la Tierra es una cosa pequeñita. Por lo tanto, las naciones de la Tierra son insignificantes en comparación con Él. Por consiguiente, ¿no podría apartarlas de su senda de choque o hacerse a un lado para evitar el choque? ¿Está actuando como abusador con su poder superior, al dejar que ocurra el choque?

      No. Dentro de los requisitos de su propia dignidad y justicia, Dios no puede impedir el choque. Él ha concedido tiempo para que las naciones prueban toda clase de régimen humano. Él ha permitido que sigan su camino, y así ha suministrado evidencia a través de miles de años de historia que demuestra que las naciones no pueden gobernar la Tierra en paz. Sin embargo, quieren seguir por donde van y Dios está reteniéndose de estorbar su libertad de acción hasta que llegue Su tiempo exacto.

      Sin embargo, las naciones mismas podrían haberse vuelto voluntariamente del camino malo y desastroso. Han tenido la oportunidad. Dios ha mostrado a las naciones el camino por el cual ir. Hasta los gobernantes paganos tienen cierto grado de conciencia dado por Dios, como lo explica uno de los apóstoles de Cristo:

      “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran tener la sustancia de la ley escrita en su corazón, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:14, 15.

      Ahora bien, en cuanto a las naciones llamadas cristianas, son aun menos excusables, porque tienen los principios del gobierno correcto y de la justicia puestos claramente delante de ellas en la Palabra de Dios, la Biblia, y profesan estar sujetas a sus leyes. Pero a un grado extenso han rechazado los principios bíblicos.

      A la luz de estos hechos, Dios no es arbitrario ni precipitado al tratar con las naciones. Nadie puede acusarlo de obrar contra una nación justa. Más bien, él siempre ha seguido el principio que declara en Jeremías 18:7, 8:

      “En cualquier momento que yo hable contra una nación y contra un reino para desarraigarla y para derruirla y para destruirla, y esa nación realmente se vuelva de su maldad contra la cual hablé, yo también ciertamente sentiré pesar por la calamidad que había pensado ejecutar en ella.”

      Dios ha mostrado a las naciones que él es el Dueño legítimo de la Tierra. Dice: “Toda la tierra me pertenece a mí.” (Éxo. 19:5) El hombre no podría estar en la Tierra si Dios no lo hubiera puesto aquí. Las naciones mismas reconocen su derecho de tenencia, guardando celosamente el territorio que han adquirido por compra, descubrimiento o conquista. No obstante,

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