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Pronto terminará la larga espera con esperanzaLa Atalaya 1973 | 1 de abril
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Solo hay un camino a la emancipación, y ése es volverse a la “plaza fuerte” que Jehová Dios ha puesto ante todos los “prisioneros de la esperanza.” Esa “plaza fuerte” es el reino mesiánico de Dios, que en la antigüedad fue representado en la ciudad plaza fuerte de Jerusalén. El reino mesiánico terrestre en la Jerusalén del Oriente Medio pasó hace mucho tiempo. Ha sido revivificado en nuestro tiempo, no allá en la Jerusalén terrestre, sino en los cielos, donde se sienta el Descendiente real del rey David, es decir, Jesucristo. El trono de él no es un trono material perecedero en la Jerusalén terrestre, sino que es realmente “el trono de Jehová,” porque él se sienta a la “diestra” de Jehová Dios en los cielos. (Sal. 110:1, 2; Hech. 2:34-36; 7:55, 56; 1 Ped. 3:22; Rev. 3:21) Desde allí desde el fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914 Jehová ha enviado la ‘vara de la fuerza de Cristo.’
11. (a) Entonces, ¿cuál es la única esperanza de toda la humanidad? (b) Desde 1918 E.C., ¿desde dónde y a dónde ‘se han vuelto’ los testigos cristianos de Jehová, y cómo están diciendo a todos los demás “prisioneros” que se vuelvan a esa “plaza fuerte”?
11 Es bajo los pies de este Cristo y sus seguidores fieles que Jehová “quebrantará a Satanás” dentro de poco tiempo. (Rom. 16:20) El reino de este Emancipador Mesiánico es el representante comisionado de la Gobernación Divina del Dios Altísimo y Todopoderoso, Jehová. Es la única esperanza de toda la humanidad. Es la plaza fuerte divinamente designada a la cual acudir en busca de libertad y vida en felicidad sin fin. Desde el fin de la I Guerra Mundial en 1918 los testigos cristianos de Jehová han salido de su aprisionamiento espiritual en Babilonia la Grande y ‘se han vuelto a la plaza fuerte,’ al establecido reino mesiánico de Dios en la Jerusalén celestial. A pesar de las condiciones mundiales fatales que van empeorando, ellos disfrutan ahora de su maravillosa emancipación espiritual y se regocijan con su gloriosa esperanza en cuanto al futuro cercano. Con gran compasión por toda la humanidad claman urgentemente a todos los “prisioneros” de todas partes que ‘se vuelvan a la plaza fuerte,’ mientras cumplen el mandato profético de Cristo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”—Mat. 24:14.
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¡La verdad de Dios me salvó la vida!La Atalaya 1973 | 1 de abril
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¡La verdad de Dios me salvó la vida!
● Cuando murió mi muy amada esposa quedé muy triste. Me habían dicho en mi iglesia que mi esposa estaba en un infierno ardiente porque nunca se había bautizado. Tal fue el ambiente que creé yo en mi desdicha que mi hijo rehusó quedarse en casa durante los fines de semana. Salía los viernes por la mañana y regresaba tarde los domingos por la noche.
Un viernes por la tarde decidí unirme a mi esposa en la muerte, No quería vivir otro año en desdicha. En nuestro vecindario se dan muchas plantas venenosas. Me resolví a recoger algunas de éstas, preparar una poción con ellas y bebérmela, después de lo cual me acostaría.
Mientras conseguía la leña para hacer una hoguera, dos mujeres jóvenes subieron por el camino que lleva a mi casa. Me presentaron un sermón breve de la Biblia. Les dije que ésta era una casa sin madre pero que si deseaban pasar podían hacerlo. Pasaron y nos sentamos los tres. Por una hora o más consideramos la verdad de Dios en la Biblia. Al salir prometieron volver a verme el siguiente viernes. De modo que no recogí las plantas para preparar mi poción venenosa aquella tarde.
Estas dos testigos de Jehová volvieron a visitarme fielmente aquel viernes y otros después de él. Bueno, aproximadamente un mes después, visité por primera vez un Salón del Reino aquí en Seattle, Washington. Desde entonces he ido allí con regularidad. Más tarde me bauticé y ahora soy un feliz testigo de Jehová. Me parece verdaderamente que esas dos Testigos fueron una provisión de Dios, pues la verdad que trajeron me salvó la vida.—Contribuido.
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