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Primero de Samuel realza la importancia de la obedienciaLa Atalaya 1978 | 1 de septiembre
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Primero de Samuel realza la importancia de la obediencia
DIFÍCIL es dar demasiado énfasis a la importancia de la obediencia para los cristianos. En particular es cierto esto con relación a los mandatos que Dios les da. ¿No se debe toda la dificultad que hay en el mundo al hecho de que nuestros primeros padres desobedecieron el mandato de Dios que les prohibía comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo? Sí, los que desean la aprobación de Dios tienen que obedecerle.—Gén. 2:16, 17; 3:1-19.
El libro de Primero de Samuel sirve muy bien para dar énfasis a la importancia de la obediencia. No solo contiene preceptos que mandan obedecer, sino que ilustra los frutos de la obediencia y los resultados de la desobediencia.
Originalmente este libro formaba un solo volumen (rollo) con Segundo de Samuel. Abarca más de 100 años de la historia de Israel, desde poco antes del nacimiento de Samuel, quien resultó ser el último de la línea de jueces, hasta la muerte de Saúl, el primero de los reyes de Israel. El acontecimiento histórico sobresaliente que registra es el cambio de gobernación en Israel de jueces a una monarquía. Se da gran prominencia a tres personas, el profeta Samuel, el rey Saúl y David. El libro abarca estas cosas una tras otra: (1) Samuel y su judicatura; (2) el principio del reinado de Saúl; (3) las hazañas de David, la persecución de David por Saúl y el suicidio de Saúl en el campo de batalla.
Ha habido mucha conjetura en cuanto a quién escribió el libro de Primero de Samuel. Sin embargo, para los que tienen fe en la inspiración de la Biblia, 1 Crónicas 29:29 dice claramente: “En cuanto a los asuntos de David el rey, los primeros y los últimos, allí están escritos entre las palabras de Samuel el vidente y entre las palabras de Natán el profeta y entre las palabras de Gad el hombre de visiones.” Es decir, el profeta Samuel escribió todo Samuel hasta su muerte, según está registrado en 1 Samuel 25:1, y Natán y Gad escribieron lo demás. Y ése es el punto de vista que tenían antiguos doctos judíos así como la mayoría de los doctos cristianos primitivos.
En cuanto a la autenticidad o lo genuino de las cosas registradas en el libro: En el libro de Salmos y en las Escrituras Griegas Cristianas hay referencias a muchos de sus acontecimientos; hay una franqueza y candor que señala como verdad lo que el libro dice. La arqueología también ha testificado acerca de la exactitud de algunas de las cosas que el libro registra.
Además, la calidad literaria de los libros de Samuel es, de hecho, de tal índole que se pudiera decir que añade peso a su autenticidad. Dice una famosa autoridad hebrea: “Samuel contiene algunos de los más excelentes ejemplos de prosa hebrea en la Biblia. . . . Como todo buen hebreo, logra el efecto máximo con la mayor economía de palabras. Sus relatos son obras maestras de escritura histórica,” Esto es algo que esperaríamos de Samuel, puesto que él oyó la lectura de las Escrituras en el santuario desde que fue destetado. Bien puede haber sucedido que los profetas Natán y Gad hayan intentado imitar la manera de escribir de él.
SAMUEL, JUEZ Y PROFETA
Primero de Samuel abre con el relato de que cierta Ana se lamenta porque no tiene hijos. Mientras está en el tabernáculo de Silo, en oración a Dios, Ana hace un voto en el que dice que si Él le da un hijo, ella lo dedicará al servicio de Jehová. Dios contesta su oración. Ella da al niño el nombre de Samuel, que significa “nombre de Dios.” Tan pronto como ella lo desteta, muy probablemente cuando el niño tiene de tres a cinco años de edad, lo lleva a Silo para que sirva allí. ¡Como persona que obedece el mandato de Dios, según se declara en Deuteronomio 23:23, de cumplir lo que uno promete en voto, ella tiene una excelente recompensa! ¡No hay duda de que es un gozo para ella el ver a su hijo Samuel llegar a ser tan poderoso siervo de Jehová Dios!—1 Sam. 1:1-2:11.
Los dos hijos de Elí el sumo sacerdote son de la disposición mental precisamente opuesta. Aunque sirven de sacerdotes en el tabernáculo, notoriamente desobedecen las leyes de Dios tanto respecto a sus actividades de sacerdotes como por ser crasamente inmorales. Aunque Elí los regaña por estas cosas, ellos no prestan atención. Jehová se disgusta tanto con el proceder desobediente de ellos que les advierte que castigará a la casa de Elí, y da este mensaje por medio del joven Samuel. Jehová usa a los filisteos para ejecutar este juicio por medio de la derrota de los israelitas en batalla. En esta batalla, no solo mueren los hijos de Elí, sino que los filisteos capturan la sagrada arca del pacto, que los israelitas han llevado al frente de batalla con la esperanza de que sirva como talismán que les asegure la victoria. Al oír acerca de la pérdida del arca, el sumo sacerdote Elí, viejo, muy grueso y ciego, cae hacia atrás desde su asiento y se quiebra el cuello.—1 Sam. 2:12-4:22.
Pero no es la voluntad de Jehová el dejar que los filisteos se queden con el arca. Por una serie de juicios que plagan a los filisteos, Jehová hace que devuelvan el arca a Israel.
Samuel, al llegar a ser hombre, sirve de sacerdote y juez de Israel. Cuando los señores del eje de los filisteos se reúnen de nuevo para combatir, Samuel le suplica a Jehová, y como resultado de ello los israelitas ganan una notable victoria sobre sus enemigos. Año tras año Samuel sigue juzgando a Israel, haciendo un “circuito de Betel y Guilgal y Mispá.”—1 Sam. 5:1-7:17.
SAÚL, PRIMER REY DE ISRAEL
No hay duda de que Samuel obedecía los mandamientos de Dios y fue bendito debido a ello, pero la historia es diferente cuando se trata de sus hijos. Ellos ‘van tras ganancia injusta y aceptan sobornos y pervierten el juicio.’ El pueblo de Israel usa esta situación como base para pedir un rey que gobierne sobre ellos. También hay temor de agresión procedente de naciones de alrededor. El que Israel solicite un rey es un verdadero golpe para Samuel. Pero Dios le asegura que al pedir un rey humano ellos no solo están rechazando a Samuel, sino que en realidad están rechazando a Dios de ser el Rey de ellos. Samuel les advierte lo gravoso que les será tener un rey, pero todavía desean uno. Quieren ser como las naciones que los circundan. Por medio de una tronada fuera de sazón, Jehová indica que no aprueba la decisión de ellos. Pero Jehová no le vuelve la espalda a su pueblo. Selecciona un rey, al modesto Saúl, que en estatura se destaca por cabeza y hombros sobre toda otra persona de su pueblo y que verdaderamente presenta la apariencia de un rey. Samuel primero unge a Saúl en privado y luego en público, y hace que se proclame a Saúl rey sobre la nación de Israel.—1 Sam. 8:1-10:27.
Saúl al principio muestra que es hábil como rey. Une a las fuerzas combatientes de Israel y derrota a los amonitas que han amenazado imponer una condición sádica a los hombres de Jabes, cuya ciudad habían sitiado. Esta vez Samuel pronuncia lo que pudiera llamarse su discurso de despedida. Recuerda a su pueblo lo justa y honradamente que él ha juzgado a Israel todos los días de su vida y repetidamente les insta a temer y servir fielmente a Jehová.—1 Sam. 11:1-12:25.
Después de esto, el rey Saúl, desobedeciendo los mandatos de Dios, comete un mal error tras otro. Surge una emergencia, y una gran fuerza de filisteos amenaza atacar. A Saúl se le dice que espere a Samuel, quien va a suplicar ayuda a Jehová por medio de ofrecer sacrificios. Porque Samuel se tarda en llegar y parece que hay una emergencia, Saúl presuntuosamente pasa por alto el mandato de esperar y procede a ofrecer las ofrendas quemadas y los sacrificios de comunión. Inmediatamente después que él hace eso, Samuel aparece. Debido a la impaciencia presuntuosa de Saúl, Jehová lo rechaza como rey. “Porque tú no guardaste lo que Jehová te mandó.”—1 Sam. 13:1-23.
Saúl de nuevo comete un error serio, el de no obedecer el mandato de Dios de acabar por completo con la nación de Amalec. Siglos antes, los amalequitas atacaron cobardemente a los israelitas rezagados que estaban cansados y agotados en su marcha por el desierto. (Deu. 25:17-19) Porque Saúl, junto con el pueblo, perdona a lo más escogido de los rebaños y al rey amalequita Agag, Samuel le dice: “¿Se deleita tanto Jehová en ofrendas quemadas de sacrificios como en que se obedezca la voz de Jehová? ¡Mira! El obedecer es mejor que un sacrificio . . . Puesto que tú has rechazado la palabra de Jehová, él en conformidad te rechaza de ser rey.” Después de eso, Samuel no ve más a Saúl, aunque se siente muy triste por él.—1 Sam. 15:1-35.
Poco después Jehová envía a Samuel a la casa de Jesé para que unja al hijo más joven de éste, David, para que sea el siguiente rey de Israel. Ahora el espíritu de Jehová deja a Saúl y él se ve plagado por depresión mental. Puesto que David es un excelente arpista, se le escoge para que toque delante del rey Saúl y le comunique alivio. Después aprendemos que David mata al jactancioso gigante filisteo Goliat con solo una honda y una piedra. La gran fe de David y su celo por el nombre de Jehová lo hacen tan querido a Jonatán, el hijo de Saúl, que ‘Jonatán empieza a amar a David como a su propia alma.’ (1 Sam. 18:1) Aunque queda claro que el próximo rey de Israel será David, y no Jonatán, Jonatán continúa siendo amigo leal de David, y se pone de parte de David hasta a riesgo de su propia vida.
David ahora logra tantos éxitos al guerrear que las mujeres de Israel cantan: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles.” Esto llena a Saúl de una envidia que se convierte en una pasión consumidora en él; ahora lo principal en su vida es tratar de librarse de David. Mientras Saúl persigue a David como si estuviera a la caza de un animal salvaje, David mismo tiene dos oportunidades de matar a Saúl, pero rehúsa ‘tocar al ungido de Jehová.’—1 Sam. 18:1-24:22; 26:1-25.
Al fugitivo David se unen otros israelitas que tienen motivos de queja, y se les considera como una banda de forajidos. Pero ellos sirven para proteger de saqueo o rapiña a los agricultores y sus rebaños. Debido a esto, David le pide una recompensa a un acaudalado dueño de ovejas, Nabal. Sin embargo, éste rechaza con insolencia la solicitud de David, y David jura que lo castigará severamente por esa acción. Pero la esposa de Nabal, notando lo que ha sucedido, y temiendo lo peor, procede a apaciguar a David con regalos generosos. Como resultado de esto, cuando Nabal muere de repente, David le pide a ella que llegue a ser su esposa, y ella consiente gustosamente.—1 Sam. 25:1-42.
Cuando los filisteos se agrupan de nuevo en gran cantidad para un ataque, el rey Saúl busca en vano guía de Jehová. Pero el espíritu de Jehová se ha ido de él. Las oraciones de Saúl no reciben contestación y los sacerdotes no tienen palabra para él de Jehová. Desesperado, Saúl consulta a una médium espiritista. Ella solo le da malas noticias. En la última batalla de Saúl, Israel sufre una terrible derrota, su hijo Jonatán muere, y Saúl mismo, herido de muerte, comete suicidio.—1 Sam. 28:1-31:13.
El libro de Samuel es verdaderamente parte de las cosas que se escribieron de antemano para nuestra “instrucción.” Es ‘provechoso para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que seamos enteramente competentes, estando completamente equipados para toda buena obra.’ En particular da énfasis a la importancia de la obediencia y las trágicas consecuencias de la desobediencia.—Rom. 15:4; 2 Tim. 3:16, 17.
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El “Gran Rey” disciplina a un rey humanoLa Atalaya 1978 | 1 de septiembre
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El “Gran Rey” disciplina a un rey humano
¿QUIÉN es el “gran Rey”? Nada menos que Jehová, el Dios del cielo. (Mat. 5:35) ¿Y quién es el rey humano a quien él disciplina? El rey David. La manera en que el gran Rey disciplina al rey David se describe en el libro de Segundo de Samuel. Este libro abarca unos 40 años de la vida de David, desde el tiempo en que su propia tribu está por hacerlo rey hasta precisamente antes de que él haga que su hijo Salomón sea proclamado rey sobre todo Israel.a
El registro del reinado de David como rey ciertamente muestra que él siguió recibiendo disciplina de su Dios Jehová. Pero David siempre respondió a la disciplina de la manera correcta, fuera que esa disciplina se diera en forma de instrucción oral, o de castigo severo debido a equivocaciones o pecados cometidos.—Compare con Hebreos 12:5, 11.
Al comenzar Segundo de Samuel, vemos a David lamentándose por la muerte del rey Saúl y su amigo íntimo y leal, Jonatán. Después, David inquiere en cuanto a que proceder tomar, y Jehová le dice que vaya a la ciudad judea de Hebrón. Obedientemente, David hace eso y es ungido rey sobre la tribu de Judá. Sin embargo, Abner, jefe del ejército de Israel, hace que Isbóset el hijo de Saúl sea proclamado rey sobre todo lo demás de Israel. El resultado de esto es una guerra civil, que continúa por varios años hasta que Abner se pasa al lado de David y trae consigo la lealtad de lo restante de Israel. A David, después de reinar siete años y medio sobre Judá, se le unge entonces rey sobre el conjunto total de las 12 tribus de Israel. David inmediatamente se apodera de Jerusalén, que ha estado en manos de los jebuseos, y la hace su capital.—2 Sam. 1:1-5:10.
David continúa preguntándole a Jehová qué debe hacer, y repetidamente logra buen éxito en sus guerras con los filisteos. Él
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