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El precio de la novia... ¿cómo deben verlo los cristianos?La Atalaya 1989 | 15 de enero
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El precio de la novia... ¿cómo deben verlo los cristianos?
EN MUCHOS países todavía se practica la costumbre antigua de pagar un precio por la novia. En la mayoría de los casos el pago se hace en efectivo, junto con regalos valiosos. El valor varía de lugar en lugar y de familia en familia, dependiendo de la condición social, la educación y otros factores. En algunos países la ley fija el precio, aunque pocos cumplen con pagar el precio fijado.
Una consideración cuidadosa de este asunto muestra que la costumbre moderna envuelve más que solo pagar un precio por la novia. Por eso, es sabio considerar el efecto que esta costumbre puede tener en uno como cristiano.
En Papuasia Nueva Guinea el pago del precio de la novia es como transferir bienes de un grupo familiar, la familia extendida del novio, al grupo correspondiente de los que están emparentados con la novia. El pago puede oscilar entre $100 y $46.000 (E.U.A.), dependiendo de la condición económica de la familia del novio. En Sri Lanka la situación es contraria a esa. Los padres de la novia tienen que dar una dote al novio. Esta puede consistir en joyas, propiedades, una casa y dinero en efectivo. Para que la propiedad no salga de la familia, es costumbre concertar casamientos entre primos hermanos.
En muchas partes de África el pago es uno de los requisitos acostumbrados que completan y validan el contrato matrimonial. “Entre los ibos —dice un padre nigeriano cuya hija se preparaba para el matrimonio—, el pago del precio de la novia es esencial para que el matrimonio tenga reconocimiento cultural. El aceptarlo muestra el consentimiento de la familia de la joven. Satisface el concepto que el pueblo tiene del matrimonio. Por esta razón, hasta un casamiento realizado en una iglesia o anotado en el registro civil del gobierno quedaría sin reconocimiento en la comunidad local a menos que se pagara el precio de la novia.”
Cómo puede afectar al padre
Entre estos africanos el pago solía ser un acto simbólico que demostraba que el hombre podría mantener una familia. Miembros de su familia visitaban a los padres de la joven para negociar simbólicamente el precio de la novia. En muchas zonas esto ya no se hace, pues ahora los padres en realidad negocian para obtener el precio más alto que puedan conseguir. Se exigen cantidades que van desde unos $12 (E.U.A.), el precio fijado por ley en algunas zonas de Nigeria, hasta 1.400 dólares o más. Quizás hasta se espere recibir dinero o regalos antes de la primera visita de los padres del pretendiente. Luego, como en Zaire, puede que haya que pagar más para “abrirle la boca al padre”, es decir, persuadirlo a negociar por el precio que se ha de pagar por su hija. Aun después que se paga cierta suma, puede que se exijan otros pagos y regalos.
Esas prácticas pueden estimular la avaricia. Pero la Biblia dice: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”. (1 Timoteo 6:10.) Por avaricia o avidez, algunos pueden hacerse culpables de extorsión, y esto se atrae la desaprobación de Dios. La Biblia nos dice que ninguna “persona dominada por la avidez —lo que significa ser idólatra— tiene herencia alguna en el reino del Cristo y de Dios”. (Efesios 5:5; compárese con Proverbios 20:21; 1 Corintios 5:11; 6:10.)
Sin embargo, no hay nada impropio en pagar al padre un precio por la novia como compensación simbólica por la pérdida de una hija que él ha criado y educado. Sería propio que el futuro yerno viera este pago como símbolo de su aprecio por la crianza y educación dada a su novia. Sin embargo, algunos padres tratan de recobrar todo lo que han gastado, porque les parece que sus hijas casadas no ayudarán a educar a los hijos más jóvenes de la familia. Esos padres procuran conseguir el precio más elevado por la novia, como si sus hijas fueran simples artículos en venta. Pero ellos deben a sus hijos una buena crianza. Deberían enorgullecerse de cumplir con dicha obligación, no de ver cuánto pueden recobrar en términos de dinero o prestigio mediante exigir un precio exorbitante por la novia. Más bien que llevar a los padres a pensar en las ventajas materiales que los hijos les pueden traer, la Biblia dice: “Los hijos no deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos”. (2 Corintios 12:14.)
Lo que exigen algunos padres supuestamente cristianos muestra que no toman en cuenta la condición financiera de pretendientes cristianos jóvenes. ¡Pues ha habido casos en que algunos padres han rehusado ofertas razonables de hermanos cristianos porque hombres mundanos han ofrecido más! Hay quienes hasta dejan las negociaciones en manos de parientes mundanos, que entonces exigen un precio exorbitante. Mientras se efectúan estas negociaciones, la situación pudiera llevar a los jóvenes a cometer fornicación. Esto es lo que sucede en el caso de gente mundana. Con frecuencia una joven pareja frustrada se vale de la preñez como el medio más fácil de obligar a la familia de la joven a aceptar lo que el pretendiente puede pagar.
Los cristianos no deben actuar así. La Palabra de Dios prohíbe la fornicación, y los que cometen tal pecado pueden ser expulsados de la congregación. (1 Corintios 6:9; Hebreos 13:4.) Un padre no puede declararse libre de culpa si sus exigencias exageradas en provecho suyo contribuyen a que su hija caiga en la inmoralidad. Esa culpa podría afectar gravemente la posición del padre en la congregación. De manera parecida, el aceptar de un mundano cualquier cantidad para casar con él a una hija cristiana dedicada no es teocrático. El hacer eso descalifica al hermano por lo menos de recibir ciertos privilegios especiales en la congregación. Los padres cristianos deberían querer que sus hijos e hijas permanecieran firmes en la congregación cristiana y deberían ayudarlos a mantenerse castos. Deberían desear que sus hijas fueran felices por casarse “solo en el Señor”, con esposos que también amaran a Jehová y respetaran profundamente Sus leyes y principios. (1 Corintios 7:39.)
No es un proceder cristiano el valerse del precio de la novia para lucrarse por la prole de uno, pidiendo más de lo que es correcto, en extorsión. El padre cristiano tiene que cuidarse de la avaricia y el egoísmo, pues esto pudiera afectar gravemente su espiritualidad y los privilegios de que disfrutara en la congregación. (1 Corintios 6:9, 10.)
Felizmente, muchos padres cristianos han mostrado consideración en lo que han pedido como precio por una novia, y esto revela una actitud excelente. Algunos hasta han optado por no pedir ningún precio por la novia, para no abusar de la costumbre ni causar problemas espirituales.
Cómo puede afectar a la novia y al novio
A veces la avaricia o avidez de una joven ha influido en la cantidad que los padres han fijado como precio de la novia. Algunas piden una boda muy costosa y ostentosa, y hasta molestan constantemente a sus padres para conseguir eso. Otras exigen que sus padres compren utensilios costosos para usarlos en la nueva casa. Para satisfacer esas exigencias, puede que el padre crea necesario aumentar el precio de la novia.
A su vez, esto obliga al novio a empezar su vida matrimonial con una carga de deudas ocasionada por unas bodas costosas y mobiliario caro. La Palabra de Dios dice que “la sabiduría de arriba es [...] razonable”. Los matrimonios jóvenes deben interesarse en que “llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son” al planear una boda que no ponga una pesada carga financiera sobre nadie. (Santiago 3:17; Filipenses 4:5.)
Después de la boda, la esposa pudiera empezar a medir el amor que el esposo le tiene por la cantidad que él haya pagado como precio de la novia. Pudiera sentirse insegura si él hubiera pagado poco. Pudiera razonar que si él se cansara de ella y deseara echarla, lo haría en seguida, porque estaría dispuesto a perder la pequeña suma que hubiera pagado. Es cierto que algunos esposos han devuelto sus esposas a los padres de ellas por diversas razones, como la de no haber podido tener hijos o porque la esposa ha manifestado rebeldía. Sin darse cuenta, algunos estimulan al hombre a hacer eso cuando dicen al joven que acaba de pagar el precio de la novia: “Has comprado una esposa”. Si él hubiera pagado un precio alto, pudiera verse tentado a considerar a su esposa como una sierva comprada, en vez de considerarla su amiga más íntima. Además, por varias razones ciertos padres han devuelto el precio de la novia y obligado a sus hijas a abandonar a sus esposos.
Algunos afirman que el pedir un precio alto por la novia ayuda a evitar ese proceder, por la dificultad que supone recobrar o reembolsar una gran cantidad de dinero. También creen que el precio alto resulta en menos matrimonios a edad temprana, ya que el hombre necesita más tiempo para ahorrar dinero con el fin de casarse. Estas personas creen que la consideración de estos asuntos da como resultado esposos maduros y responsables, y matrimonios más estables.
Aunque eso puede ser cierto en algunos casos, la estabilidad del matrimonio cristiano no debe basarse en esas ideas materialistas. La fidelidad del esposo cristiano no debe depender de lo que pueda perder materialmente si el matrimonio se disuelve. Más bien, él debe regirse por este principio bíblico: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre”. (Mateo 19:6.) En vez de ver a las esposas como propiedad comprada, a los esposos se les manda que ‘les asignen honra’. (1 Pedro 3:7.) Jesús dijo que el hombre y la mujer que se casan llegan a ser “una sola carne”. (Mateo 19:5; Génesis 2:24.) La Biblia da a los esposos el consejo de amar a sus esposas, acariciarlas y cuidarlas, como hacen con su propio cuerpo. (Efesios 5:28, 29.) Además, la verdadera medida del amor del hombre debe ser su modo de tratar a su esposa durante los años que siguen a las bodas. Sea que el esposo haya pagado un precio por la novia o no, si cuida bien de su esposa y es leal en su amor, ¿pudiera alguien dudar que él la ama?
El precio de la novia puede determinar también cómo ve el esposo a sus suegros. Si hubiera pagado un precio alto por la novia, pudiera concluir que ya no les debe nada, aunque ellos se vieran en necesidad. No obstante, la Biblia dice: “Si alguna viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a practicar devoción piadosa en su propia casa y a seguir pagando la debida compensación a sus padres y abuelos, porque esto es acepto a vista de Dios”. (1 Timoteo 5:4.) Los cristianos siguen este consejo, pero puede haber un problema si el esposo permite que el precio que ha pagado por la novia tuerza su sentido de responsabilidad.
Mantenga un punto de vista equilibrado
Ciertas prácticas relacionadas con el precio de la novia pudieran crear problemas especiales para el joven que quiere casarse con una hermana espiritual cuyos padres no son cristianos. Ellos pudieran exigirle que participara en ritos basados en la adoración de antepasados y en la creencia de que el alma es inmortal. (Eclesiastés 9:5, 10; Ezequiel 18:4.) Pero ¿pudiera él hacer eso sin perder el favor de Dios y la bendición que Jehová tiene para los que han “purificado sus almas por su obediencia a la verdad”? (1 Pedro 1:22; Revelación 18:4.) Ante tales exigencias, el cristiano dedicado tiene que estar siempre resuelto a “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. (Hechos 5:29.)
Los comentarios ya presentados sobre la extorsión, y sobre evitar la fornicación y el casarse solo con compañeros de creencia aplican también cuando es la familia de la novia la que suministra una dote. Una joven cristiana y sus padres no deben guiarse por normas mundanas al escoger a un esposo. El casarse con alguien que no es cristiano es un acto de desobediencia a Dios. Mediante Moisés, Él dijo a los israelitas: “No debes formar ninguna alianza matrimonial con ellas. No debes dar tu hija al hijo de él, ni debes tomar su hija para tu hijo”. (Deuteronomio 7:3, 4; 1 Corintios 7:39.) Es obvio que no sería apropiado que jóvenes cristianos —tanto hombres como mujeres— anunciaran en periódicos públicos que buscan cónyuge. Es entre sus hermanos y hermanas cristianos donde deberían buscar cónyuges apropiados.
El matrimonio es un arreglo sagrado procedente de Jehová, y todos debemos guiarnos por lo que él dice sobre esa institución en su Palabra. El amor intenso a Jehová, nuestros hijos y nuestros compañeros de creencia debería llevarnos a evitar toda práctica que viole lo que es correcto y bueno. (Salmo 119:105; Hebreos 4:12.) Es seguro que la bendición de Jehová continuará sobre los que dejen que su Palabra los guíe al tomar decisiones, no solo respecto al precio de la novia y la dote, sino también respecto a todo otro asunto de la vida. (Proverbios 10:22.)
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El Artista Supremo... ¡Jehová!La Atalaya 1989 | 15 de enero
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El Artista Supremo... ¡Jehová!
“LOS artistas pintan muchísimas salidas y puestas de sol, y sus obras se venden por centenares o hasta miles de dólares. Sin embargo, Jehová Dios, el Artista Supremo y Originador del ocaso y el amanecer, nos da uno de estos cada día... gratis. Los originales sobrepasan por mucho a las copias. ¿No debería movernos eso a apreciarlo como Creador?” Así razonó cierto superintendente viajante de los testigos de Jehová en Hawai durante uno de los discursos que pronunció a una congregación.
En el auditorio había una atea que hacía su primera visita a un Salón del Reino. Ella tomó nota del razonamiento del ministro, pero todavía quedó con serias dudas sobre la existencia de Dios. Sin embargo, casi dos años después, mientras viajaba en su auto desde su empleo hacia su hogar se vio atrapada en medio del tráfico sin posibilidad de movimiento. Como resultado de esto, observó una puesta de sol particularmente espectacular. Sus pensamientos se remontaron al discurso del superintendente viajante.
Ella relata: “En vez de perturbarme por el tráfico, noté la hermosa puesta de sol, y recordé lo que el orador había dicho sobre apreciar a Jehová Dios como Artista y Creador. Empecé a pensar: ‘Quizás lo que dijo es verdad; puede que realmente haya un Creador’. Seguí pensando en ello de camino a casa, y aquella noche llamé a la amiga que me había invitado antes al Salón del Reino. Empecé a estudiar la Biblia, y ahora adoro a Jehová como mi Dios y Creador”.
Como el salmista, esta señora no solo llegó a apreciar a Jehová como el Artista Supremo de la creación, sino que también llegó a cantar sus alabanzas. El salmista escribió: “Alaben a Jehová desde los cielos [...] Alábenlo, sol y luna. Alábenlo, estrellas de luz todas. [...] Alaben ellos el nombre de Jehová; porque él mismo mandó y fueron creados”. (Salmo 148:1-5.)
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