Capítulo 20
Edifican juntos a escala mundial
El ESPÍRITU de verdadera hermandad que hay entre los testigos de Jehová se manifiesta de muchas maneras. Los que asisten a sus reuniones comprueban que esto es así. Se pone de manifiesto de un modo más amplio en sus asambleas. También se evidencia cuando trabajan juntos para proveer a sus congregaciones lugares de reunión adecuados.
Al comenzar el último decenio del siglo XX, había más de sesenta mil congregaciones de los testigos de Jehová por todo el mundo. En el decenio anterior se formaron anualmente como promedio 1.759 congregaciones. A principios de los años noventa la tasa de crecimiento era de más de tres mil por año. Facilitar a todas las congregaciones lugares de reunión apropiados ha supuesto una labor monumental.
Salones del Reino
En un principio, muchas congregaciones de los testigos de Jehová celebraban gran parte de sus reuniones en hogares particulares, al igual que lo hacían los cristianos del siglo I. En Estocolmo (Suecia), los pocos que empezaron a reunirse con regularidad alquilaron un taller de carpintería que estaba disponible después de las horas de trabajo. Un grupito de la provincia de La Coruña (España) celebró sus primeras reuniones en un pequeño hórreo o granero a causa de la persecución.
En los países donde había libertad para alquilar lugares de reunión, las congregaciones locales lo hacían cuando necesitaban más espacio. No obstante, si otras organizaciones usaban el mismo lugar los Testigos tenían que transportar e instalar su equipo para cada reunión, y a menudo el local olía a tabaco. Donde era posible, los hermanos arrendaban un almacén o una planta alta que no se estuviera utilizando, y la congregación le daba uso exclusivo. Pero con el tiempo, debido al alto costo de los alquileres y a la falta de locales adecuados en muchos lugares, los hermanos se vieron obligados a buscar nuevas soluciones. En algunos casos compraron edificios y los renovaron.
Antes de la II Guerra Mundial unas cuantas congregaciones construyeron lugares de reunión especialmente concebidos para tal fin. Ya en 1890 el grupo de Estudiantes de la Biblia de Mount Lookout (Virginia Occidental) había edificado su propio lugar de reuniones.a Sin embargo, la construcción de Salones del Reino no se generalizó hasta los años cincuenta de este siglo.
La designación Salón del Reino la sugirió en 1935 J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower. Él dispuso que los hermanos construyeran un salón de reuniones junto a la sucursal de la Sociedad en Honolulú (Hawai). Cuando James Harrub le preguntó qué nombre le pondría al edificio, el hermano Rutherford respondió: “¿No cree que deberíamos llamarlo ‘Salón del Reino’, ya que eso es lo que estamos haciendo, predicar las buenas nuevas del Reino?”. Después de eso, donde era posible se empezó a colocar un letrero que decía: “Salón del Reino” en los salones donde se reunían los Testigos regularmente. Por eso, cuando se reformó el Tabernáculo de Londres en 1937-1938, se le dio el nuevo nombre de Salón del Reino. Con el tiempo, el principal lugar de reunión de todas las congregaciones del mundo llegó a conocerse como Salón del Reino de los Testigos de Jehová.
Varias maneras de hacerlo
La decisión de arrendar un local o de construir un Salón del Reino la toman las congregaciones individualmente. También corren por su cuenta los gastos de mantenimiento y de construcción. Con el fin de economizar, la gran mayoría de las congregaciones han procurado realizar todos los trabajos de construcción que puedan sin recurrir a contratistas comerciales.
Los salones se pueden construir de ladrillo, piedra, madera u otros materiales, dependiendo del costo y de lo que esté disponible en la zona. En Katima Mulilo (Namibia) se utilizó paja para el techo y barro de los hormigueros (que se endurece mucho al secarse) para las paredes y el piso. Los Testigos de Segovia (Colombia) fabricaron sus propios bloques de cemento. En Colfax (California) se empleó lava sin tallar procedente del monte Lassen.
La congregación de Maseru (Lesoto) sabía que tenía que construir un Salón del Reino adecuado, pues en 1972 la asistencia a las reuniones a menudo pasaba de doscientas personas. Todos colaboraron en la realización del proyecto. Algunos hermanos de edad avanzada caminaron hasta 32 kilómetros para trabajar. Los niños hacían rodar hasta la obra recipientes cilíndricos llenos de agua. Las hermanas preparaban las comidas. También ayudaban a compactar el suelo con los pies antes de vaciar el concreto, entonando continuamente cánticos del Reino y pisando fuerte al ritmo de la música. Para las paredes se utilizó piedra arenisca de las montañas cercanas que no les costó nada porque la recogieron ellos mismos. El resultado fue un Salón del Reino para aproximadamente doscientas cincuenta personas.
A veces los Testigos de congregaciones cercanas ayudaban en la construcción. Así, en 1985, cuando los testigos de Jehová de Imbali, una comunidad negra de Sudáfrica, edificaron un salón con capacidad para 400 personas, contaron con la ayuda de otros Testigos de las poblaciones cercanas de Pietermaritzburg y Durban. ¿Puede imaginarse el asombro de los vecinos al ver llegar, en aquellos días de disturbios raciales en Sudáfrica, a grandes cantidades de Testigos blancos, mestizos e indios que venían a trabajar hombro a hombro con sus hermanos africanos negros? Como dijo el alcalde del pueblo: “Solo puede realizarse con amor”.
Las congregaciones se dieron cuenta de que, por mucho que los hermanos estuvieran dispuestos a colaborar, las circunstancias locales limitaban lo que podían hacer. Los hombres tenían que mantener a sus familias y solo podían trabajar en la construcción durante los fines de semana y tal vez un poco por las noches. En muchas congregaciones había pocas personas, si acaso alguna, con experiencia en oficios relacionados con la construcción. Sin embargo, era posible construir en unos cuantos días o quizás en unas cuantas semanas un edificio parcialmente descubierto y relativamente sencillo, apropiado para los trópicos. Con la ayuda de Testigos de congregaciones cercanas se podían terminar construcciones más sólidas en cinco o seis meses. En otros casos esto podría tomar un año o dos.
Sin embargo, en el decenio 1970-1980 los testigos de Jehová aumentaban por todo el mundo a un ritmo de dos a tres congregaciones nuevas por día. A principios de los años noventa la tasa de crecimiento era de nueve por día. ¿Lograrían satisfacer la urgente necesidad de nuevos Salones del Reino?
Se crean técnicas de construcción rápida
A comienzos de los años setenta, más de cincuenta Testigos de congregaciones vecinas se pusieron a trabajar en la construcción de un nuevo Salón del Reino en Carterville (Misuri) para el grupo que se reunía en Webb City. En un fin de semana levantaron la armazón principal y adelantaron bastante el trabajo del techo. Todavía quedaba mucho por hacer, y requirió meses completar la construcción, pero una parte importante se había terminado en muy poco tiempo.
Durante la década siguiente, al construir juntos unos sesenta salones, los hermanos superaron los obstáculos e idearon métodos más eficaces. Con el tiempo se dieron cuenta de que, una vez echados los cimientos, podían terminar casi todo un Salón del Reino en solo un fin de semana.
Varios superintendentes de congregaciones del mediooeste de Estados Unidos canalizaron sus esfuerzos hacia esa meta. Cuando las congregaciones pedían ayuda para construir un Salón del Reino, uno o más de estos hermanos examinaban el proyecto y les suministraban los detalles de los pasos preliminares que tenían que dar antes de que se pudiera efectuar el trabajo. Entre otras cosas, tenían que obtener los permisos de construcción, echar los cimientos y el piso de concreto, disponer de servicio eléctrico, instalar las cañerías subterráneas y concertar con proveedores confiables la entrega de los materiales de construcción. Después se podía fijar la fecha para erigir el Salón del Reino. El edificio no sería prefabricado; toda la construcción se efectuaría allí mismo.
¿Quiénes harían el trabajo de construcción propiamente dicho? Hasta donde era posible, lo hacían trabajadores voluntarios, mano de obra no remunerada. Por lo general participaban familias enteras. Los organizadores del programa se comunicaban con Testigos artesanos que hubieran expresado su deseo de colaborar en las obras. Otros Testigos que se enteraban del plan también deseaban ayudar; acudían centenares de ellos, tanto de la localidad como de lugares distantes, ansiosos de ofrecer sus servicios en todo lo que pudieran. La mayoría no eran constructores de profesión, pero sí encajaban muy bien con lo que dice Salmo 110:3 acerca de los que apoyarían al Rey Mesiánico de Jehová: “Tu pueblo se ofrecerá de buena gana”.
El jueves por la noche antes de dar el gran empujón a la obra, los supervisores se reunían para ultimar los detalles. La noche siguiente presentaban a los trabajadores un programa de diapositivas sobre el procedimiento, para que entendieran cómo se llevaría a cabo el trabajo. Se enfatizaba la importancia de las cualidades piadosas. Se animaba a los hermanos a trabajar juntos con amor, bondad, paciencia y consideración. Se estimulaba a todos a trabajar a paso regular, sin precipitarse, y a no vacilar en sacar unos minutos para relatar a alguien alguna experiencia animadora. Al día siguiente, muy de mañana, empezaba la obra.
El sábado por la mañana, a una hora ya fijada, todos interrumpían el trabajo para escuchar la explicación del texto bíblico del día. Luego se hacía una oración en la que se reconocía que el éxito de la empresa dependía de la bendición de Jehová. (Sal. 127:1.)
Una vez comenzado el trabajo, avanzaba velozmente. En una hora se levantaban las paredes. A continuación venía el entramado del techo. Las paredes se revestían de madera contrachapada que se fijaba con clavos. Los electricistas empezaban a tender los cables. Se instalaban los conductos del aire acondicionado y la calefacción. Se construían los diferentes armarios y se ponían en su lugar. Algunas veces llovía durante todo el fin de semana; otras veces o hacía un frío glacial o el calor era excesivo; pero el trabajo continuaba. No había competencia ni rivalidad entre los trabajadores.
Por lo general, antes del anochecer del segundo día ya había concluido la construcción del Salón del Reino, lo que incluía una agradable decoración del interior y quizás hasta jardines en el exterior. A veces resultaba más práctico programar el trabajo para más de tres días, o tal vez para dos fines de semana. Al final de la obra muchos de los trabajadores —cansados, pero muy contentos— se quedaban para disfrutar de la primera reunión regular de la congregación: el estudio de La Atalaya.
Algunos vecinos de Guymon (Oklahoma, E.U.A.), que dudaban de que se pudiera hacer trabajo de calidad tan rápidamente, llamaron al inspector de obras del municipio. “Les dije que si querían ver algo bien hecho debían visitar el salón —dijo el inspector más tarde al relatar el incidente a los Testigos—. Ustedes están haciendo correctamente hasta los detalles que van a estar escondidos y que no se verán.”
Conforme aumentaba la necesidad de tener Salones del Reino, los hermanos que habían ideado muchas de las técnicas de construcción rápida se las enseñaban a otros. Los informes de lo que se estaba haciendo llegaron a otros países. ¿Podrían emplearse aquellas técnicas allí también?
Se internacionaliza la construcción rápida
En Canadá, las congregaciones necesitaban muchos más Salones del Reino que los que se estaban construyendo. Los Testigos canadienses pidieron a los organizadores del programa de construcción rápida de Estados Unidos que les explicaran cómo lo lograban. Al principio los canadienses no estaban muy seguros de que aquello se pudiera hacer en su país, pero decidieron intentarlo. En 1982 construyeron en Elmira (Ontario) el primer Salón del Reino con este método. Para 1992 se habían construido de esa manera 306 Salones del Reino en Canadá.
Los Testigos de Northampton (Inglaterra) pensaron que podían hacer lo mismo. El salón que erigieron en 1983 fue el primero de este tipo en Europa. Algunos hermanos experimentados en este tipo de construcción llegaron desde Estados Unidos y Canadá para supervisar la obra y enseñar a los Testigos cómo hacerla. Se presentaron otros voluntarios de países lejanos como Japón, India, Francia y Alemania. Estaban allí como voluntarios, no para recibir un salario. ¿Cómo fue posible aquello? Como dijo el superintendente de un equipo de Testigos irlandeses que trabajó en una construcción similar: ‘Fue posible porque todos los hermanos aunaron sus esfuerzos bajo la influencia del espíritu de Jehová’.
Los Testigos han hallado que incluso en los casos en que las leyes de construcción parecen imposibilitar la ejecución de estos proyectos, cuando se les suministran los detalles a los funcionarios municipales, por lo general cooperan con gusto.
Después de una obra de construcción rápida en Noruega, al norte del círculo polar ártico, el diario Finnmarken exclamó: “Sencillamente fantástico. Solamente así podemos describir lo que los testigos de Jehová hicieron el pasado fin de semana”. Del mismo modo, cuando los testigos de North Island (Nueva Zelanda) edificaron un hermoso Salón del Reino en dos días y medio, el diario de aquella zona publicó en primera plana el titular: “Un proyecto casi milagroso”. Añadió: “Quizás el aspecto de toda la operación que más llamó la atención fue la organización y la total serenidad que se respiraba”.
Lo apartado del lugar donde se necesite un Salón del Reino no supone una barrera infranqueable. En Belice se efectuó una construcción rápida, aunque ello implicó transportar todos los materiales sin excepción hasta una isla situada a 60 kilómetros de la ciudad de Belice. Cuando se edificó en un fin de semana un Salón del Reino con aire acondicionado en Port Hedland (Australia Occidental), casi todos los materiales y la mano de obra llegaron de lugares situados a 1.600 kilómetros de distancia o más. Los gastos de viaje salieron del propio bolsillo de los trabajadores. La mayoría de los que participaron en la obra no conocían personalmente a los Testigos de la congregación de Port Hedland, y muy pocos de ellos se reunirían alguna vez allí. Pero no por eso dejaron de expresar su amor de esa manera.
Ni siquiera el hecho de que en un lugar haya pocos Testigos ha impedido que se construyan salones empleando tales métodos. En 1985 unos ochocientos Testigos de Trinidad se ofrecieron para viajar a Tobago y ayudar a sus 84 hermanos cristianos de aquel lugar a construir un salón en Scarborough. Sin duda alguna, los diecisiete Testigos (en su mayoría mujeres y niños) de Goose Bay (Labrador) necesitaban ayuda para tener su propio Salón del Reino. En 1985, 450 Testigos de otras partes de Canadá fletaron tres aviones para ir a Goose Bay y efectuar la construcción. El domingo por la noche, al cabo de dos días de arduo trabajo, tuvieron un programa de dedicación en el salón terminado.
Lo expuesto anteriormente no significa que todos los Salones del Reino se construyan ahora por el sistema de construcción rápida; sin embargo, el número de los que se construyen de esa manera va en continuo aumento.
Comités Regionales de Construcción
Para mediados de 1986 se había acentuado mucho la necesidad de Salones del Reino. Un año antes se habían formado 2.461 congregaciones nuevas por todo el mundo, 207 de estas en Estados Unidos. Tres, cuatro o incluso cinco congregaciones compartían un mismo Salón del Reino. Como habían predicho las Escrituras, Jehová verdaderamente aceleraba la recolección de su pueblo. (Isa. 60:22.)
Con el fin de obtener el mejor rendimiento del personal, y para que todos los que construían Salones del Reino se beneficiaran de la experiencia adquirida, la Sociedad asumió la coordinación de sus actividades. Para empezar, en 1987 se dividió el territorio de Estados Unidos entre 60 Comités Regionales de Construcción. Había trabajo de sobra para todos; en poco tiempo algunos ya tenían proyectos para un año o más. Los comités estaban integrados por hombres que, ante todo, estaban capacitados espiritualmente, ancianos de congregación, ejemplares en el ejercicio del fruto del espíritu de Dios. (Gál. 5:22, 23.) Muchos de ellos tenían también experiencia en bienes raíces, ingeniería, construcción, administración de empresas, prevención de accidentes y campos afines.
Se aconsejó a las congregaciones que consultaran con el Comité Regional de Construcción antes de escoger el solar para un nuevo Salón del Reino. Cuando en una ciudad había más de una congregación, se les pedía que hablaran además con el (los) superintendente(s) de circuito, el superintendente de ciudad y los ancianos de las congregaciones vecinas. A las congregaciones que planeaban hacer trabajos de renovación de cierta envergadura, o construir un nuevo Salón del Reino, se les recomendó que se beneficiaran de la experiencia de los hermanos del Comité Regional de Construcción de su zona y de las pautas suministradas por la Sociedad. El comité coordinaría la selección del personal cualificado necesario de entre hermanos y hermanas de unos 65 oficios que ya se habían ofrecido para ayudar en aquellos programas.
Según se perfeccionaban los procedimientos, se reducía la cantidad de trabajadores necesarios para cada obra. En vez de tener a miles de personas en el lugar, mirando o prestando sus servicios, rara vez había más de doscientas personas en un momento determinado. Los trabajadores se presentaban solo cuando se requería su oficio en particular, en vez de quedarse todo el fin de semana. Así podían dedicar más tiempo a sus familias y a las actividades de sus congregaciones de origen. Cuando los hermanos locales podían realizar ciertos tipos de trabajo en un espacio de tiempo razonable, muchas veces resultaba más práctico llevar al grupo de construcción rápida para efectuar únicamente aquellos trabajos que fueran más urgentes.
Aunque toda la obra avanzaba con asombrosa rapidez, esto no era lo primordial. Construir Salones del Reino modestos, de calidad y adecuados para satisfacer las necesidades de la zona era lo más importante. Se planificaba el trabajo con gran esmero para lograr este objetivo y, al mismo tiempo, para gastar lo menos posible. Se tomaban medidas para asegurarse de que se diera la máxima prioridad a la seguridad: la seguridad de los trabajadores, de los vecinos, de los transeúntes y de los que utilizarían el Salón del Reino.
Según iban llegando a otros países los informes sobre el programa de construcción de Salones del Reino, se suministraban los detalles necesarios a las sucursales que veían provechoso llevarlo a la práctica en sus territorios. Para 1992 los Comités Regionales de Construcción formados por la Sociedad colaboraban en la construcción de Salones del Reino en países como Alemania, Argentina, Australia, Canadá, España, Francia, Gran Bretaña, Japón, México y Sudáfrica. Los procedimientos de construcción se adaptaban a las circunstancias del lugar. Cualquier ayuda que se necesitara de otra sucursal para la construcción de un Salón del Reino se gestionaba mediante la oficina central de la Sociedad. En algunas partes del mundo se construían nuevos salones en unos días; en otras, en semanas o tal vez en algunos meses. Sin duda alguna la planificación cuidadosa y los esfuerzos coordinados acortaban el tiempo que tomaba edificar un nuevo Salón del Reino.
Los programas de construcción de los testigos de Jehová no se han limitado a Salones del Reino. Cuando las congregaciones se reúnen para celebrar sus asambleas de circuito anuales y los días especiales de asamblea necesitan recintos más amplios.
Se obtienen los Salones de Asambleas necesarios
Con el transcurso de los años se han usado diferentes lugares para las asambleas de circuito. Los testigos de Jehová han alquilado auditorios públicos, escuelas, teatros, armerías, campos deportivos y parques de atracciones. En algunos lugares se podían conseguir instalaciones magníficas a un precio módico. Pero la mayoría de las veces había que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a limpiar el lugar, instalar el equipo de sonido, construir la plataforma y transportar las sillas. A veces se presentaban cancelaciones de última hora. Al multiplicarse el número de congregaciones, se hacía cada vez más difícil hallar suficientes lugares adecuados. ¿Qué se podía hacer?
De nuevo la solución era que los testigos de Jehová contaran con sus propios locales. Esto implicaría la renovación de algunos edificios adecuados y la construcción de otros. El primero de tales Salones de Asambleas en Estados Unidos fue un teatro en Long Island City (Nueva York), que se restauró y empezó a funcionar a finales de 1965.
Para el mismo tiempo, los Testigos de la isla caribeña de Guadalupe diseñaron un Salón de Asambleas que necesitaban. Les parecía conveniente tener sus asambleas de circuito en muchos lugares distintos. Pero la mayoría de los pueblos no contaban con instalaciones suficientemente grandes. Así que los Testigos construyeron una armazón portátil de tubos de acero y techo de aluminio, con cabida para unas setecientas personas, que se podía levantar dondequiera que hubiera un terreno relativamente llano. Tuvieron que agrandarla varias veces, hasta que llegó a tener capacidad para 5.000 personas. ¡Imagínese lo que suponía transportar, instalar y desarmar treinta toneladas de materiales para cada asamblea! Aquel Salón de Asambleas se montó y desmontó varias veces al año durante trece años, hasta que se hizo muy difícil encontrar dónde levantarlo y fue preciso comprar un solar para erigir un Salón de Asambleas fijo, que en la actualidad se utiliza para las asambleas de circuito y de distrito.
En no pocos lugares se habilitaron edificios ya existentes como Salones de Asambleas. En Hays Bridge (Surrey, Inglaterra) se compró y se reformó un complejo escolar que tenía cincuenta años. Está en un hermoso campo de 11 hectáreas. Se restauraron y pusieron en servicio algunas salas de cine antiguas y un depósito o almacén industrial en España, una fábrica textil que no se usaba en Australia, una sala de bailes en Quebec (Canadá), una bolera en Japón y un almacén en la República de Corea. Todos se convirtieron en hermosos Salones de Asambleas que podían emplearse también como grandes centros de educación bíblica.
Otros Salones de Asambleas eran totalmente nuevos, desde los cimientos hasta el techo. El salón de Hellaby (South Yorkshire, Inglaterra) motivó un artículo en la revista del Instituto de Ingenieros de Construcción, no solo por su particular forma octagonal, sino también porque la mayor parte del trabajo lo realizaron trabajadores voluntarios. El Salón de Asambleas de Saskatoon (Saskatchewan, Canadá) se construyó con capacidad para 1.200 personas; pero basta con correr unas paredes interiores para formar cuatro Salones del Reino contiguos. El Salón de Asambleas de Haití (prefabricado y enviado desde Estados Unidos) tenía dos lados sin paredes, a fin de que el auditorio se refrescara constantemente con los vientos predominantes que les aliviaban del ardiente sol haitiano. El salón de Port Moresby (Papua Nueva Guinea) se edificó de tal modo que algunas secciones de las paredes se pudieran abrir como si fueran puertas para acomodar a muchas más personas de las que normalmente cabrían.
La decisión de construir un Salón de Asambleas no la toma un grupo reducido de superintendentes esperando que los demás los apoyen. Antes de construir un Salón, la Sociedad procura que se haga un análisis minucioso para determinar cuánto se le necesita y la frecuencia con que se ha de usar. No solo se considera el entusiasmo de los hermanos locales por el proyecto, sino también las necesidades generales del campo. Se trata el asunto con todas las congregaciones implicadas, para comprobar si los hermanos realmente desean apoyarlo y disponen de los recursos necesarios.
Cuando la obra se pone en marcha, los testigos de Jehová de la zona la apoyan de todo corazón. La construcción de todos estos salones es financiada por los mismos Testigos. Aunque se les explica cuánto dinero se necesita, sus contribuciones son voluntarias y anónimas. La planificación se hace de antemano cuidadosamente, y se aprovecha la experiencia adquirida en la construcción de Salones del Reino y, a menudo, de Salones de Asambleas en otros lugares. A veces es preciso conceder algunas porciones del trabajo a contratistas comerciales, pero por lo general casi todo el trabajo lo hacen los entusiastas Testigos. Esto pudiera reducir los costos a la mitad.
Usualmente el trabajo avanza con rapidez gracias a trabajadores que son profesionales experimentados y a otros que ofrecen su tiempo y aptitudes. Algunas obras pueden tomar más de un año. No obstante, en 1985 unos cuatro mil quinientos voluntarios terminaron un Salón de Asambleas de 2.300 metros cuadrados en la isla de Vancouver (Canadá) en tan solo nueve días. El edificio incluye un Salón del Reino con asientos para 200 personas, en el que se reúnen las congregaciones de aquella zona. En Nueva Caledonia, a pesar de que en 1984 se impuso el toque de queda a raíz de unos disturbios políticos, más de cuatrocientos voluntarios trabajaron en el Salón de Asambleas a la vez y lo terminaron en solo cuatro meses. Cerca de Estocolmo (Suecia) se edificó en siete meses un práctico y hermoso Salón de Asambleas con 900 sillas de roble acolchadas.
A veces se ha tenido que insistir en los tribunales para obtener los permisos de construcción de los Salones de Asambleas. Esto sucedió en Surrey (Columbia Británica, Canadá). Cuando se compró el terreno, el reglamento de zonificación permitía la construcción de un lugar de adoración de este tipo. Pero después que se presentaron los planos para su aprobación en 1974, el Concejo Municipal de Surrey aprobó una ordenanza que estipulaba que solo se podían construir iglesias y salones de asambleas en la Zona P-3, ¡la cual no existía! Sin embargo, anteriormente se habían construido 79 iglesias en aquel municipio sin ningún problema. El caso se llevó a los tribunales. Estos pronunciaron varios fallos a favor de los testigos de Jehová. Cuando por fin se eliminaron los obstáculos que ponían estos funcionarios con prejuicios, los trabajadores voluntarios se dieron a la obra con tanto entusiasmo que la terminaron en unos siete meses. Así como los esfuerzos de Nehemías por reconstruir los muros de la antigua Jerusalén tuvieron la bendición divina, del mismo modo los hermanos vieron que la ‘mano de Dios estuvo sobre ellos’ para que se completara el trabajo. (Neh. 2:18.)
Cuando los testigos de Jehová de Estados Unidos compraron el teatro Stanley, de Jersey City (Nueva Jersey), el nombre de este edificio estaba en el registro estatal de lugares históricos. Aunque el edificio se hallaba en condiciones deplorables, podía llegar a ser un excelente Salón de Asambleas. Sin embargo, los funcionarios municipales rehusaron otorgar a los Testigos el permiso para hacer las reparaciones necesarias. El alcalde no quería a los testigos de Jehová en la zona porque tenía otros planes para la propiedad. Fue menester presentar una demanda para impedir que aquellos funcionarios abusaran de su autoridad. El tribunal falló a favor de los Testigos. Poco después, los vecinos votaron por la destitución del alcalde. Las obras en el salón avanzaron velozmente. El resultado fue un precioso Salón de Asambleas con capacidad para más de cuatro mil personas. Tanto los hombres de negocios como los residentes del lugar se enorgullecen de ese edificio.
En los pasados veintisiete años los testigos de Jehová han construido por todo el mundo Salones de Asambleas hermosos y prácticos como centros de educación bíblica. Se encuentran en cantidad cada vez mayor en América del Norte y del Sur, Europa, África y el Oriente, así como en muchas islas. En algunos países —por ejemplo, en Nigeria, Italia y Dinamarca— los testigos de Jehová han construido incluso instalaciones fijas más grandes, al aire libre, para sus asambleas de distrito.
Sin embargo, los Salones de Asambleas y los Salones del Reino no son los únicos edificios que construyen los testigos de Jehová para fomentar la proclamación del Reino de Dios.
Oficinas, imprentas y hogares Betel por todo el mundo
En 1992 había 99 sucursales de la Sociedad Watch Tower en todo el mundo, cada una de las cuales coordinaba las actividades de los testigos de Jehová en su parte correspondiente del campo mundial. En más de la mitad de ellas se llevaban a cabo trabajos de impresión de diversa índole para promover la obra de educación bíblica. La mayor parte de los que trabajan en las sucursales viven como una gran familia en hogares llamados Betel (que significa “Casa de Dios”). A causa del aumento en el número de testigos de Jehová y de la expansión de su obra de predicar se han tenido que ampliar estas instalaciones y construir otras nuevas.
El crecimiento de la organización ha sido tan rápido que suele haber de 20 a 40 programas de ampliación de sucursales en marcha simultáneamente. Esto ha exigido un extenso plan de construcción internacional.
Debido a las muchas obras de construcción que se están realizando por todo el mundo, la Sociedad Watch Tower cuenta con su propio Departamento de Ingeniería y Delineación en la sede de Nueva York. Algunos ingenieros con muchos años de experiencia han dejado sus empleos y se han ofrecido para colaborar de tiempo completo en los programas de construcción vinculados directamente a la actividad del Reino. Además, los que tienen experiencia han enseñado, tanto a hombres como a mujeres, trabajos de ingeniería y delineación. El que haya un departamento que coordine el trabajo permite que los que trabajan en obras similares en otros países se beneficien de la experiencia adquirida en la construcción de alguna sucursal en cualquier lugar del mundo.
A consecuencia de la gran cantidad de trabajo, con el tiempo fue conveniente abrir una Oficina Regional de Ingeniería en Japón para que ayudara en la delineación de los planos para construcciones en el Oriente. Otras Oficinas Regionales de Ingeniería funcionan en Europa y Australia, con personal procedente de diversos países. Todas trabajan en estrecha cooperación con la oficina central, y sus servicios, aunados al empleo de la tecnología de computadoras, reducen el equipo de delineantes necesario para una obra determinada.
Algunas edificaciones son de tamaño relativamente moderado. Una de estas es la sucursal de Tahití, construida en 1983. Consta de espacio para oficinas, almacenes y viviendas para ocho trabajadores voluntarios. Lo mismo se puede decir del edificio de cuatro pisos que construyó la sucursal de la isla caribeña de Martinica durante los años 1982 a 1984. Puede que estos edificios no les parezcan extraordinarios a quienes vienen de grandes ciudades extranjeras; sin embargo, captaron la atención del público local. El periódico France-Antilles dijo que el edificio de la sucursal de Martinica era “una obra arquitectónica maestra” que reflejaba un “gran amor por el trabajo bien hecho”.
El tamaño de esos edificios contrasta con el de los que se terminaron en Canadá en 1981 y que constaban de una imprenta, o fábrica, con más de 9.300 metros cuadrados de espacio útil, y viviendas para 250 voluntarios. El complejo que la Watch Tower terminó el mismo año en Cesario Lange (Brasil) constaba de ocho edificios que sumaban casi 46.000 metros cuadrados de espacio útil. Se empleó el equivalente al contenido de 10.000 camiones de cemento, gravilla y arena, así como pilares de concreto que, juntos, doblarían la altura del monte Everest. Al completarse la construcción de una gran imprenta en las Filipinas en 1991, hubo que construir un edificio de viviendas de once pisos.
Para cubrir las necesidades del creciente número de proclamadores del Reino en Nigeria, en 1984 se emprendió una gran obra de construcción en Igieduma. Se construirían una imprenta, un espacioso edificio de oficinas, cuatro edificios de viviendas conectados entre sí y otras instalaciones necesarias. El edificio de la imprenta se mandó prefabricado de Estados Unidos. Pero entonces los hermanos tuvieron que hacer frente a los plazos de importación que parecían imposibles de cumplir. Cuando gestionaron los trámites dentro de las fechas señaladas y todo llegó en buen estado al lugar de la obra, no se atribuyeron el mérito por ello, sino que dieron gracias a Jehová por su bendición.
Expansión rápida por todo el mundo
El crecimiento de la obra de anunciar el Reino ha sido tan veloz que muchas veces se ha tenido que volver a construir al poco tiempo de haber agrandado considerablemente las instalaciones de la sucursal de un país. Examinemos algunos ejemplos:
A finales de 1984 se terminó la construcción de una hermosa sucursal nueva en Perú, con espacio para oficinas, veintidós habitaciones, otras instalaciones básicas para los miembros de la familia de Betel y un Salón del Reino. Pero la acogida que tuvo el mensaje del Reino en ese país sudamericano fue mucho mayor de lo que se esperaba. Cuatro años más tarde fue preciso duplicar el complejo existente, utilizando esta vez un diseño antisísmico.
La sucursal de Colombia terminó la construcción de un espacioso nuevo complejo en 1979. Parecía que habría suficiente espacio para muchos años. Sin embargo, en menos de siete años la cantidad de Testigos en Colombia casi se duplicó, y la sucursal imprimía las revistas La Atalaya y ¡Despertad! para Colombia y otros cuatro países vecinos. Hubo que empezar a construir nuevamente en 1987, esta vez en un terreno que permitiera más expansión.
Durante 1980 los testigos de Jehová de Brasil dedicaron unos 14.000.000 de horas a predicar públicamente el mensaje del Reino. Esta cifra se elevó a casi 50.000.000 en 1989. Más personas deseaban saciar su hambre espiritual. Las extensas instalaciones de la sucursal dedicadas en 1981 ya no bastaban. Para el mes de septiembre de 1988 se habían iniciado ya las excavaciones para la construcción de una nueva fábrica. Esta tendría un 80% más de espacio útil que la fábrica existente, y por supuesto, también se requerirían más viviendas para la familia de Betel que iba en aumento.
En 1984 se dedicó en Selters/Taunus (Alemania) la segunda imprenta más grande de la Sociedad Watch Tower. Cinco años después, debido al aumento que hubo en Alemania y a la oportunidad de extender la obra de testificar a países para los que imprimía aquella sucursal, ya se habían hecho planes para agrandar la fábrica en más de un 85% y añadir otras instalaciones.
En 1972 la sucursal de Japón había sido trasladada de Tokio a las nuevas y más grandes instalaciones de Numazu. En 1975 se le hicieron importantes ampliaciones. Para 1978 se había obtenido otra propiedad en Ebina, y de inmediato se empezó la construcción de una fábrica que tendría una superficie más de tres veces mayor que la de la fábrica de Numazu. Se terminó en 1982. Aquello no fue suficiente; hubo que añadir más edificios en 1989. ¿No habría sido posible construir de una sola vez un edificio que fuera lo suficientemente grande? No. El número de proclamadores del Reino en Japón se había duplicado una y otra vez como nadie lo esperaba. De 14.199 en 1972 pasaron a 137.941 en 1989, y muchos de estos estaban dedicados al ministerio de tiempo completo.
El mismo patrón se observa en otras partes del mundo. Una década —y a veces unos pocos años— después de haberse construido grandes sucursales equipadas para imprimir, se tienen que ampliar considerablemente. Ese ha sido el caso de países como México, Canadá, Sudáfrica y la República de Corea.
¿Quiénes realizan el trabajo de construcción en sí? ¿Cómo se lleva a cabo todo?
Muchos miles que ansían participar
De los diecisiete mil Testigos que había en Suecia cuando se construyó la sucursal de Arboga, unos cinco mil ofrecieron su ayuda para el trabajo. La mayoría de ellos eran solo ayudantes dispuestos, pero también había suficientes hermanos capacitados para encargarse de que el trabajo se hiciera correctamente. ¿Qué los impulsaba? El amor a Jehová.
Cuando el representante de una oficina de topógrafos de Dinamarca supo que los testigos de Jehová efectuarían todo el trabajo de la nueva sucursal de Holbæk, se mostró escéptico. Sin embargo, los Testigos que se ofrecieron para ayudar aportaron todo el conocimiento técnico necesario. ¿Les habría ido mejor si hubieran concedido el trabajo a contratistas comerciales? Cuando se terminaron las obras, varios peritos del departamento de construcción del municipio hicieron una visita a los edificios y comentaron sobre la buena calidad del trabajo, algo que rara vez se observa hoy en el campo comercial. El hombre que se había mostrado escéptico al principio dijo sonriendo: “Ya ven, entonces yo no sabía la clase de organización que ustedes tienen”.
Los núcleos de población de Australia se encuentran dispersos; por eso, la mayoría de los 3.000 voluntarios que se ofrecieron para trabajar en las instalaciones de la sucursal de Ingleburn entre 1978 y 1983 tuvieron que viajar por lo menos 1.600 kilómetros. No obstante, se coordinaron los viajes en autobús para los grupos de voluntarios, y las congregaciones que había a lo largo del camino se ofrecieron hospitalariamente para suministrar alimento y compañerismo a los hermanos en los puntos de parada. Algunos hermanos vendieron sus casas, cerraron sus negocios, tomaron vacaciones e hicieron otros sacrificios con el fin de participar en la construcción. Algunos grupos de artesanos con experiencia se presentaron —algunos más de una vez— para vaciar concreto, instalar el cielo raso y levantar cercas. Otros donaron materiales.
La mayoría de los que se ofrecían para colaborar en las obras eran trabajadores sin experiencia, pero algunos con cierta preparación aceptaron responsabilidades de peso e hicieron un magnífico trabajo. Aprendieron a fabricar ventanas, conducir tractores, mezclar cemento y poner ladrillos. Tenían una ventaja muy clara sobre los no Testigos que hacen la misma clase de trabajo en el campo comercial. ¿En qué sentido? Los que tenían experiencia deseaban comunicar a otros lo que sabían. Nadie temía que otro le quitara el trabajo; había de sobra para todos. Y existía una fuerte motivación para hacer trabajo de calidad, pues era una manera de expresar su amor a Dios.
En todas las obras hay un grupo de Testigos que componen el núcleo de la “familia” de constructores. En la construcción efectuada en Selters/Taunus (Alemania) entre los años 1979 y 1984, el núcleo estaba formado generalmente por varios centenares de trabajadores. Otros miles se les unieron durante diferentes períodos, muchos en los fines de semana. Todo se planeaba con cuidado para que cuando llegaran los voluntarios hubiera suficiente trabajo para todos.
Mientras el hombre sea imperfecto, habrá problemas; pero los que trabajan en estas obras procuran resolverlos aplicando los principios bíblicos. Saben que más importante que la eficiencia es hacer las cosas de la manera cristiana. Como recordatorio de esto, en la obra de Ebina (Japón) había grandes carteles con dibujos de obreros con cascos, y en cada casco se había inscrito en caracteres japoneses uno de los frutos del espíritu de Dios: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autodominio. (Gál. 5:22, 23.) Los visitantes pueden ver y percibir la diferencia. Un reportero que visitó la sucursal de Brasil durante la construcción hizo el siguiente comentario: “Allí no hay desórdenes ni falta de cooperación. [...] Este ambiente cristiano hace que las cosas aquí sean diferentes de lo que se acostumbra ver en construcciones civiles brasileñas”.
Crecimiento constante en la sede mundial
A la par con el crecimiento de las sucursales de la Sociedad Watch Tower, se ha tenido que ampliar también la central mundial. Desde la II Guerra Mundial, más de una decena de veces se han hecho importantes ampliaciones a las fábricas y oficinas ubicadas en Brooklyn y en otros lugares del estado de Nueva York. Para alojar al personal se han tenido que construir, o comprar y reformar, numerosos edificios, tanto grandes como pequeños. En agosto de 1990 y enero de 1991 se anunciaron otras importantes ampliaciones en Brooklyn, aunque desde 1989 se estaba construyendo al norte de la ciudad de Nueva York el extenso Centro Educativo de la Watchtower, que alojaría a 1.200 personas, entre residentes y estudiantes.
Desde 1972 no han cesado los trabajos de construcción en la sede mundial de Brooklyn y en sus dependencias situadas en otras partes de los estados de Nueva York y Nueva Jersey. Con el tiempo quedó claro que, aunque los trabajadores regulares de construcción eran varios centenares, les sería imposible realizar todo el trabajo necesario. Eso hizo que en 1984 se instituyera un programa de trabajadores temporeros. Se enviaron cartas a las 8.000 congregaciones que entonces había en Estados Unidos, invitando a hermanos capacitados a dar ayuda durante una semana o más. (Algunas sucursales, como Australia, ya habían iniciado un programa semejante de invitar a los que pudieran ofrecerse por dos semanas.) Aunque se les suministraría alojamiento y comida, los trabajadores costearían su propio viaje y no percibirían salario. ¿Quiénes responderían?
¡Para 1992 se habían tramitado más de veinticuatro mil solicitudes! De estas, por lo menos tres mil novecientas procedían de personas que se ofrecían por segunda o tercera vez, o hasta por décima o vigésima vez. La mayoría eran ancianos, siervos ministeriales o precursores con excelentes cualidades espirituales. Todos se ofrecían para hacer lo que se necesitara, dentro o fuera de su profesión. El trabajo solía ser pesado y sucio. No obstante, era un privilegio para todos contribuir así al adelanto de los intereses del Reino. Algunos dijeron que esta experiencia les ayudó a apreciar el espíritu de abnegación que caracteriza el trabajo que se efectúa en la sede mundial. Estar presentes en el programa de adoración matutina de la familia de Betel y en el estudio semanal de La Atalaya fue muy recompensador para todos.
Voluntarios internacionales
La necesidad de expansión rápida motivó el establecimiento de un programa de voluntarios internacionales a partir de 1985. No era de ningún modo el comienzo de la cooperación internacional en el campo de la construcción, pero desde entonces la coordinación cuidadosa del programa estaría a cargo de la oficina central. Todos los participantes son Testigos que se ofrecen para ayudar a construir instalaciones fuera de su país. Son trabajadores experimentados a los que acompañan sus esposas para colaborar en todo cuanto puedan. Casi todos sufragan sus gastos de viaje; ninguno recibe salario por su labor. Algunos trabajan por un corto plazo, generalmente por un período de dos semanas a tres meses. Otros son voluntarios a largo plazo que siguen en la obra por un año o más, quizás hasta que esta termina. Más de tres mil testigos de Jehová de treinta diferentes países colaboraron en este programa durante los primeros cinco años, y muchos más ansiaban participar cuando se necesitaran sus servicios especializados. Para ellos es un privilegio dar de sí mismos y de sus medios para promover los intereses del Reino de Dios.
A los voluntarios internacionales se les provee alojamiento y comida. A menudo las comodidades son mínimas. Los Testigos del país agradecen mucho lo que hacen sus hermanos visitantes y, donde es posible, los acogen en sus hogares, por humildes que sean. Las comidas suelen servirse en el lugar donde se trabaja.
Los hermanos extranjeros no van para hacer ellos mismos todo el trabajo. Su propósito es colaborar con el equipo de construcción local. Y otros centenares, hasta miles, de personas del país pueden ayudar durante los fines de semana o por una semana o más a la vez. En Argentina, 259 voluntarios extranjeros trabajaron junto con millares de hermanos del país, algunos de los cuales trabajaban todos los días, otros unas cuantas semanas, y muchos más los fines de semana. En Colombia, más de ochocientos treinta voluntarios internacionales ayudaron durante diversos períodos. También hubo más de doscientos voluntarios colombianos que trabajaron de tiempo completo en la obra, y otros doscientos cincuenta o más colaboraron todos los fines de semana. En total participaron más de tres mil seiscientas diferentes personas.
Los problemas que puedan surgir por causa de las diferencias lingüísticas no impiden que los grupos internacionales trabajen unidamente. Los gestos, las expresiones faciales, un buen sentido del humor y el deseo de hacer trabajo que honre a Jehová contribuyen a la realización de las obras.
El asombroso crecimiento de la organización —y, por consiguiente, la necesidad de construir sucursales más grandes— tiene lugar a veces en países donde el número de los expertos en construcción es limitado. Sin embargo, esto no es un inconveniente para los testigos de Jehová, que con gusto se ayudan mutuamente. Trabajan juntos como parte de una familia mundial que no está dividida por nacionalidad, color de la piel ni idioma.
En Papua Nueva Guinea, cada uno de los voluntarios de Australia y Nueva Zelanda enseñó su oficio a un nativo, tal como lo dispone el Ministerio de Trabajo. De esa manera, los Testigos del país daban de sí mismos y, a la vez, aprendían oficios que les ayudarían a atender sus necesidades y las de sus familias.
Cuando se necesitó una nueva sucursal en El Salvador, 326 voluntarios procedentes de otros países se sumaron a los hermanos del país. Para la obra en Ecuador, los hermanos contaron con la ayuda de 270 Testigos que llegaron de catorce países. Algunos voluntarios internacionales ayudaron en varias construcciones que se realizaban simultáneamente. Viajaron a Europa y África para prestar sus servicios allí donde se les necesitara.
Para 1992 se habían enviado voluntarios internacionales a 49 sucursales para ayudar a los equipos de construcción de los países en cuestión. En algunos casos, los hermanos a quienes ayudó este programa pudieron, a su vez, ayudar a otros. Así sucedió en las Filipinas, donde, después de haberse beneficiado del trabajo de unos sesenta siervos internacionales que ayudaron por largo tiempo a construir la sucursal, y de más de doscientos treinta voluntarios extranjeros que colaboraron durante períodos más cortos, algunos filipinos se ofrecieron para ayudar en obras de construcción en otras partes del sudeste asiático.
Los testigos de Jehová construyen edificios según lo que se necesita en conexión con la predicación de las buenas nuevas. Con la ayuda del espíritu de Jehová desean dar el mayor testimonio posible durante el tiempo que queda antes del Armagedón. Están convencidos de que el nuevo mundo de Dios está muy cerca, y tienen fe en que sobrevivirán como pueblo organizado y entrarán en ese nuevo mundo bajo la gobernación del Reino Mesiánico de Dios. También tienen la esperanza de que tal vez muchas de las magníficas instalaciones que han erigido y dedicado a Jehová continuarán sirviendo después del Armagedón como centros desde donde se difunda el conocimiento del único Dios verdadero hasta que llene toda la Tierra. (Isa. 11:9.)
[Nota a pie de página]
a Se le conoció como la Iglesia de la “Nueva Luz” porque los que se reunían allí creían que tenían nueva luz sobre la Biblia debido a que leían las publicaciones de la Sociedad Watch Tower.
[Comentario en la página 322]
Algunos Testigos de congregaciones cercanas ayudaban a hacer el trabajo
[Comentario en la página 323]
La construcción la hacían trabajadores voluntarios no remunerados
[Comentario en la página 324]
Se recalcaba la importancia de las cualidades espirituales
[Comentario en la página 326]
Construcción de calidad, seguridad, costos mínimos, rapidez
[Comentario en la página 328]
¡Un Salón de Asambleas portátil!
[Comentario en la página 331]
Se acude a los tribunales
[Comentario en la página 332]
Expansión internacional a gran escala
[Comentario en la página 333]
Los trabajadores dieron la honra a Jehová, no a sí mismos
[Comentario en la página 334]
Crecimiento a tal ritmo que nadie lo hubiera podido predecir
[Comentario en la página 336]
Para ellos era un privilegio colaborar en la construcción en la sede mundial
[Comentario en la página 339]
Trabajan como una familia mundial que no está dividida por nacionalidad, color de la piel ni idioma
[Fotografías en las páginas 320 y 321]
Trabajan juntos en la construcción rápida de Salones del Reino
Todos los años se forman miles de congregaciones. En la mayoría de los casos los Testigos construyen sus propios Salones del Reino. Estas fotografías se tomaron en 1991 durante la construcción de un Salón del Reino en Connecticut (E.U.A.)
Viernes, 7.40 de la mañana
Viernes, al mediodía
Sábado, 7.41 de la noche
Domingo, 6.10 de la tarde. Se ha terminado el trabajo principal
Piden a Jehová su bendición y sacan tiempo para analizar el consejo de su Palabra
Todos son voluntarios no remunerados que se alegran de cooperar unos con otros
[Recuadro/Fotografías en la página 327]
Salones del Reino en diversos países
Los lugares de reunión de los testigos de Jehová son, por lo general, modestos. Están limpios y son, además, cómodos y de alrededores agradables
Perú
Filipinas
Francia
República de Corea
Japón
Papua Nueva Guinea
Irlanda
Colombia
Noruega
Lesoto
[Recuadro/Fotografías en la página 330]
Salones de Asambleas de los testigos de Jehová
A fin de celebrar sus asambleas periódicas, los testigos de Jehová de algunas zonas han hallado práctico construir sus propios Salones de Asambleas. La mayor parte del trabajo lo realizan los Testigos locales. Aquí se muestran solo algunos salones que se utilizaban a principios de los años noventa
Gran Bretaña
Venezuela
Italia
Alemania
Canadá
Japón
[Recuadro/Fotografías en la página 338]
El programa internacional de construcción satisface una urgente necesidad
El rápido crecimiento de la organización ha exigido una ampliación constante de oficinas, fábricas y hogares Betel por todo el mundo
Los voluntarios internacionales prestan ayuda a los Testigos locales
España
Los métodos de construcción empleados permiten que muchos voluntarios efectúen trabajo valioso aunque tengan muy poca experiencia
Puerto Rico
El uso de materiales duraderos ayuda a mantener al mínimo los gastos de mantenimiento a largo plazo
Gran Bretaña
Trabajadores expertos ofrecen gustosamente sus servicios
Nueva Zelanda
Grecia
Brasil
El trabajo de calidad es el resultado del interés personal de los que lo efectúan; constituye una expresión de su amor a Jehová
Canadá
Estas obras de construcción son ocasiones muy agradables; nacen muchas amistades duraderas
Colombia
En Japón, este cartel recordó a los trabajadores las medidas de seguridad y la importancia de manifestar los frutos del espíritu de Dios
[Fotografía en la página 318]
El primer edificio llamado Salón del Reino, en Hawai
[Fotografías en la página 319]
Muchos de los primeros Salones del Reino eran edificios alquilados o solo el piso de arriba de una tienda; algunos fueron construidos por los Testigos
[Fotografías en la página 329]
Dos de los primeros Salones de Asambleas
Ciudad de Nueva York
Guadalupe
[Fotografías en la página 337]
Trabajadores de construcción temporeros recién llegados a la central mundial neoyorquina
A todos los grupos se les recuerda que lo primordial no es trabajar rápido, sino ser personas espirituales y hacer trabajo de calidad