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  • ¿Valora Dios a la mujer?
    La Atalaya 2012 | 1 de septiembre
    • ¿Valora Dios a la mujer?

      “Por una mujer tuvo comienzo el pecado, y a causa de ella, todos morimos.” (ECLESIÁSTICO, SIGLO II ANTES DE NUESTRA ERA)

      “Tú eres la puerta del diablo; tú eres la que abriste el sello de aquel árbol; tú eres la primera transgresora de la ley divina; [...] tú destruiste tan fácilmente al hombre, imagen de Dios.” (EL ADORNO DE LAS MUJERES, DE TERTULIANO, SIGLO II DE NUESTRA ERA)

      ESTAS palabras, que en realidad no proceden de la Biblia, se han utilizado durante siglos para justificar la discriminación de la mujer. Aún hoy existen fanáticos que responsabilizan a las mujeres de todos los males de la humanidad y recurren a textos religiosos para explicar por qué creen que hay que someterlas. Pero ¿era la intención de Dios que la mujer fuera despreciada y maltratada por el hombre? ¿Qué dice la Biblia? Veámoslo.

      ¿Maldijo Dios a la mujer?

      No. Jehová Dios maldijo a “la serpiente original, el que es llamado Diablo” (Revelación [Apocalipsis] 12:9; Génesis 3:14). Cuando Jehová dijo que Adán dominaría a su esposa, no le estaba dando su consentimiento para que la sometiera (Génesis 3:16). Solo estaba prediciendo cuáles serían las tristes consecuencias del pecado que habían cometido.

      De modo que el maltrato que sufre la mujer es consecuencia del pecado que heredan los seres humanos, y no de una maldición divina. La Biblia no promueve la idea de que la mujer deba ser sometida para pagar por el pecado original (Romanos 5:12).

      ¿Fue creada inferior al hombre?

      En absoluto. Génesis 1:27 dice: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. Así que tanto el hombre como la mujer fueron creados con la capacidad de reflejar la personalidad de Dios. Y a pesar de tener una constitución física y emocional diferente, su Creador les encargó la misma comisión y les otorgó los mismos derechos (Génesis 1:28-31).

      Eva tejiendo una canasta mientras Adán recoge frutas

      Eva era complemento y ayudante de Adán

      Antes de crear a Eva, Dios indicó: “Voy a hacerle una ayudante [a Adán], como complemento de él” (Génesis 2:18). ¿Significa el hecho de que Eva fuera creada como complemento de Adán que era inferior a él? De ningún modo. La expresión hebrea empleada también se puede traducir “ayuda idónea para él” o “ayuda similar a él”. Para ilustrarlo: ¿quién es más importante en un quirófano? ¿El cirujano o el anestesiólogo? Es cierto que el cirujano es el que opera, pero no podría hacerlo sin la ayuda del anestesiólogo. Algo parecido pasa en el caso del hombre y la mujer. Dios los creó para que colaboraran estrechamente, no para que compitieran entre sí (Génesis 2:24).

      ¿Qué prueba que Dios valora a la mujer?

      Dios previó que, debido a la imperfección causada por el pecado original, la actitud del hombre hacia la mujer cambiaría. Por eso tomó medidas para protegerla. En su libro La Bible au féminin (La Biblia en género femenino), Laure Aynard habla de la Ley mosaica, que se implantó en el siglo XVI antes de nuestra era, y señala: “La mayoría de las veces que se menciona a la mujer en el pacto de la Ley es para defenderla”.

      Así, la Ley de Dios mandaba honrar y respetar tanto al padre como a la madre (Éxodo 20:12; 21:15, 17). Además, exigía que se mostrara la debida consideración a las mujeres embarazadas (Éxodo 21:22). Incluso en nuestros días, estos mandatos contrastan con la falta de derechos que sufren las mujeres en muchas partes del mundo. Pero eso no es todo.

      La Ley de Dios y la mujer

      La Ley que Dios suministró a la nación de Israel tenía multitud de beneficios físicos, morales y espirituales para todo el pueblo, hombres y mujeres por igual. Si ponían en práctica lo que escuchaban, estarían “por encima de todas las otras naciones de la tierra” (Deuteronomio 28:1, 2). ¿Y qué hay en cuanto a las mujeres? ¿Con qué derechos contaban bajo la Ley?

      1. Derecho a la libertad individual. A diferencia de lo que pasaba en otras naciones de aquel tiempo, las israelitas disfrutaban de mucha libertad. Aunque el varón era el cabeza de familia, la esposa, con la plena confianza de él, podía desempeñar tareas como inspeccionar un terreno, comprarlo o plantar una viña. Y si era buena hilando y tejiendo, podía montar su propio negocio (Proverbios 31:11, 16-19). Las mujeres del antiguo Israel eran individuos con derechos propios y no meros apéndices del hombre.

      También podían cultivar una relación personal con Dios. En la Biblia se mencionan casos como el de Ana, quien le oró a Dios sobre algo que le preocupaba y le hizo un voto en secreto (1 Samuel 1:11, 24-28). Cierta señora de la ciudad de Sunem solía ir los sábados a consultar al profeta Eliseo (2 Reyes 4:22-25). Algunas, como Débora y Huldá, ejercieron de representantes divinas. Hasta sacerdotes y hombres prominentes acudían a ellas por consejo (Jueces 4:4-8; 2 Reyes 22:14-16, 20).

      2. Derecho a la educación. Al ser una de las partes implicadas en el pacto de la Ley, las mujeres podían estar presentes durante la lectura de las leyes, lo que les daba muchas oportunidades de aprender (Deuteronomio 31:12; Nehemías 8:2, 8). Asimismo podían recibir preparación para ciertas facetas de la adoración pública. Algunas probablemente desempeñaban “servicio organizado” en el tabernáculo, y otras cantaban en un coro mixto (Éxodo 38:8; 1 Crónicas 25:5, 6).

      Mujer comerciante en un mercado del antiguo Israel

      Muchas mujeres del antiguo Israel llevaban sus propios negocios

      Muchas israelitas sabían cómo llevar un negocio próspero (Proverbios 31:24). Y las madres contribuían a la formación de los hijos varones hasta que se hacían adultos (Proverbios 31:1). ¡Qué diferente de otras naciones en las que solo el padre los educaba! Sin duda alguna, la mujer del antiguo Israel no carecía de educación.

      3. Derecho al respeto. Uno de los Diez Mandamientos estipulaba: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). Y el sabio rey Salomón dijo en uno de sus proverbios: “Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre” (Proverbios 1:8).

      La Ley regulaba con detalle el trato con personas del sexo opuesto y manifestaba gran respeto por las mujeres (Levítico 18:6, 9; Deuteronomio 22:25, 26). Incluso les recordaba a los hombres que debían tener en cuenta los límites físicos y biológicos de su esposa (Levítico 18:19).

      4. Derecho a la protección. En su Palabra, Jehová se describe a sí mismo como “padre de huérfanos de padre y juez de viudas”, es decir, se consideraba responsable de proteger a quienes no tenían un padre o un esposo que lo hiciera (Salmo 68:5; Deuteronomio 10:17, 18). De hecho, en cierta ocasión en que la viuda de un sacerdote se vio en aprietos por culpa de un acreedor injusto, Jehová hizo un milagro para que ella pudiera sobrevivir sin perder su dignidad (2 Reyes 4:1-7).

      Otro ejemplo es el de las hijas de Zelofehad. Cuando los israelitas todavía estaban en el desierto, este cabeza de familia murió sin dejar un descendiente varón. Entonces, sus cinco hijas solicitaron “una posesión” en la Tierra Prometida. Jehová les concedió más de lo que ellas habían pedido, pues le dijo a Moisés: “Debes darles la posesión de una herencia en medio de los hermanos de su padre, y tienes que hacer que la herencia de su padre pase a ellas”. A partir de ese momento, las mujeres israelitas pudieron recibir una herencia de sus padres y dejársela a sus descendientes (Números 27:1-8).

      Una visión distorsionada de la opinión de Dios

      La Ley de Israel concedía una posición honorable a las mujeres y fomentaba el respeto por sus derechos. Sin embargo, a partir del siglo IV antes de nuestra era, el judaísmo se dejó influir por la cultura griega, que consideraba inferior a la mujer (véase el recuadro “Textos antiguos que discriminan a la mujer”).

      Ya en el siglo VIII antes de nuestra era, el poeta griego Hesíodo culpaba a la mujer de todos los males. En su obra Teogonía hablaba de “la más perniciosa raza de mujeres, el más cruel azote que existe entre los hombres mortales”. Esta idea cobró auge en el judaísmo a principios del siglo II antes de nuestra era. De hecho, el Talmud, que se empezó a compilar en el siglo II de nuestra era, advertía a los hombres que conversar mucho con mujeres podía empujarlos a recurrir a prostitutas.

      Claro, con el paso del tiempo, semejante desconfianza hacia la mujer afectó enormemente su papel en la sociedad judía. En tiempos de Jesús, su acceso al recinto del templo se había limitado al atrio de las mujeres. Solo recibían educación religiosa los varones, y ellas probablemente se sentaban aparte en las sinagogas. En el Talmud también se citaban las siguientes palabras de cierto rabino: “Todo el que instruye a su hija en la Torá [la Ley] es como si la instruyera en cosas frívolas”. Así pues, al transmitir una visión distorsionada de la opinión divina acerca de la mujer, los líderes religiosos judíos inculcaron en muchos hombres el desprecio por las mujeres.

      Cuando Jesús estuvo en la Tierra, percibió estos prejuicios tan enraizados en la tradición del pueblo judío (Mateo 15:6, 9; 26:7-11). Ahora bien, ¿dejó él que influyeran en su manera de tratar a las mujeres? ¿Qué podemos aprender de su actitud y del trato que les daba? ¿Y qué puede decirse del cristianismo verdadero? ¿Ha contribuido a mejorar la situación de la mujer? Hallará las respuestas en el siguiente artículo.

      Textos antiguos que discriminan a la mujer

      A partir del siglo I de nuestra era, diversos intelectuales comenzaron a reinterpretar el relato de Génesis a la luz de la filosofía griega. Para Filón de Alejandría, por ejemplo, Eva había cometido el pecado de tener relaciones sexuales y por eso había sido condenada a sufrir las consecuencias “de la pérdida de la libertad y del dominio del varón con el que convive”. Este repudio de la mujer se infiltró en los escritos judaicos y en los de los Padres de la Iglesia.

      Por ejemplo, en un midrás (comentario judío) que data del siglo II, un rabino explica por qué pensaba que la mujer debía cubrirse la cabeza: “Ha cometido una trasgresión y siente vergüenza de la gente”. Y el teólogo Tertuliano, cuyas obras ya tenían mucho peso en el siglo II, predicaba que la mujer debía caminar “como una Eva llorosa y penitente”. Estas enseñanzas y otras similares, que algunos atribuyen equivocadamente a la Biblia, han fomentado la discriminación de la mujer.

  • Dios respeta y valora a la mujer
    La Atalaya 2012 | 1 de septiembre
    • Dios respeta y valora a la mujer

      Jesús mostrando bondad a niñas y niños

      MIENTRAS Jesús estuvo en la Tierra, reflejó a la perfección la personalidad y la forma de actuar de su Padre celestial. “No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado”, explicó. Y añadió: “Yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29; Colosenses 1:15). Así pues, si queremos hacernos una idea de lo que Dios piensa de las mujeres y de cómo desea que las traten, nada mejor que analizar el ejemplo de Jesús.

      Diversos estudiosos de los Evangelios han concluido que la actitud de Jesús hacia la mujer es, como mínimo, innovadora. ¿En qué sentido? Y más importante aún, ¿es posible que sus enseñanzas tengan algún efecto liberador en las mujeres de la actualidad?

      Cómo trató Jesús a las mujeres

      Jesús no las consideraba objetos sexuales. Para muchos líderes religiosos judíos, las mujeres eran una peligrosa fuente de tentaciones y cualquier contacto con ellas podía llevar a la lujuria. De ahí que les prohibieran hablar con hombres en público o salir sin cubrirse la cabeza. Sin embargo, Jesús nunca insinuó que había que excluirlas de la vida social. Más bien, enseñó que los hombres tenían que controlar sus deseos carnales y tratarlas con respeto (Mateo 5:28).

      En otra ocasión dijo: “Cualquiera que se divorcie de su esposa y se case con otra comete adulterio contra ella” (Marcos 10:11, 12). Obviamente, Jesús no concordaba con la idea rabínica tan común entonces de que los hombres podían divorciarse “por toda suerte de motivo” (Mateo 19:3, 9). La mayoría de los judíos tenían un concepto equivocado del adulterio. No creían que un hombre fuera adúltero por acostarse con una mujer que no fuera su esposa. Según los rabinos, solo las mujeres eran infieles, nunca los hombres. Como explica cierto comentario bíblico, “Jesús, al poner al esposo bajo las mismas obligaciones morales que su esposa, elevó el nivel y la dignidad de la mujer”.

      Beneficio para las mujeres actuales: En las congregaciones de los testigos de Jehová, las mujeres se relacionan con los varones seguras de que no las mirarán de forma inapropiada ni las tratarán con excesiva familiaridad. Los hombres cristianos se esmeran por tratar “a las mujeres de más edad como a madres, a las de menos edad como a hermanas, con toda castidad” (1 Timoteo 5:2).

      Jesús dedicó tiempo a instruirlas. Los rabinos de aquel entonces abogaban por mantener a las mujeres en la ignorancia. En contraste, Jesús dedicó tiempo a enseñarles la verdad y las animó a expresar lo que pensaban. Además, no creía que hubiera que relegarlas a trabajar en la cocina. Lo demostró cuando en cierta ocasión no le negó a María la oportunidad de aprender (Lucas 10:38-42). Y las respuestas bien pensadas que Marta —la hermana de María⁠— dio a Jesús tras la muerte de Lázaro revelan que ella también sacó provecho de las enseñanzas cristianas (Juan 11:21-27).

      Jesús se preocupaba de educar a las mujeres. La mayoría de las judías de su tiempo daban mucho valor a tener un hijo que se convirtiera en alguien importante, sobre todo un profeta. Por eso, cuando una mujer le dijo “feliz es la matriz que te llevó”, él aprovechó para enseñarle que es más valioso ser obedientes a Dios (Lucas 11:27, 28). Así demostró que las mujeres tenían tareas más importantes que las que les imponía la tradición (Juan 8:32).

      Beneficio para las mujeres actuales: En la congregación cristiana, los comentarios de las mujeres durante las reuniones son muy bien recibidos. Los maestros respetan a las mujeres con madurez cristiana que, en público y en privado, son ejemplares, “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3). También cuentan con ellas para anunciar las buenas noticias sobre el Reino de Dios (Salmo 68:11; véase el recuadro “¿Prohibió el apóstol Pablo que hablaran las mujeres?”, en la página 9).

      Jesús valoraba a las mujeres. En tiempos bíblicos se valoraba más a los hijos varones. El propio Talmud decía: “Dichoso del que tiene hijos varones, y desdichado del que tiene mujeres”. Una hija era una pesada carga para algunos padres: tenían que encontrarle cónyuge y pagar la dote, y no podían contar con que los cuidara en su vejez.

      En cambio, Jesús valoraba tanto la vida de una niña como la de un niño. Tal como resucitó al hijo de la viuda de Naín, resucitó a la hija de Jairo (Marcos 5:35, 41, 42; Lucas 7:11-15). En otra ocasión curó a una mujer que sufría debido a “un espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años”. Hasta la llamó “hija de Abrahán”, una expresión casi desconocida en los escritos judaicos (Lucas 13:10-16). Con este apelativo digno y cariñoso demostró que, además de reconocer a las mujeres como miembros plenos de la sociedad, respetaba su profunda fe (Lucas 19:9; Gálatas 3:7).

      Beneficio para las mujeres actuales: Según cierto dicho asiático, criar una hija es como regar el jardín del vecino. Sin embargo, el padre cristiano amoroso no se deja llevar por esa forma de pensar. Al contrario, cuida bien de todos sus hijos, sean niños o niñas, y se asegura de que reciban la educación y la atención médica debida.

      María Magdalena anunciando la resurrección de Jesús a los apóstoles

      Jesús le confió a María Magdalena la tarea de anunciar su resurrección a los apóstoles

      Jesús confiaba en las mujeres. En los tribunales judíos, el testimonio de una mujer valía tan poco como el de un esclavo. De hecho, el historiador del siglo I Josefo decía: “No valdrá el testimonio de mujeres por la frivolidad y temeridad propias de su sexo”.

      ¡Qué diferente fue Jesús! Él eligió a mujeres para que anunciaran su resurrección (Mateo 28:1, 8-10). Es interesante que, aunque estas fieles mujeres habían presenciado la ejecución y el entierro de su Señor, hasta a los apóstoles les costaba creer lo que ellas decían (Mateo 27:55, 56, 61; Lucas 24:10, 11). Sin embargo, al escoger como primeros testigos de su resurrección a unas mujeres, Jesús probó que las consideraba tan dignas de ser sus testigos como a cualquier otro discípulo (Hechos 1:8, 14).

      Beneficio para las mujeres actuales: Los varones que tienen responsabilidades en la congregación cristiana muestran su consideración a las mujeres tomando en cuenta lo que tengan que decir. Los esposos, por su parte, honran a sus esposas escuchándolas con atención (1 Pedro 3:7; Génesis 21:12).

      Los principios bíblicos hacen más feliz a la mujer

      Hombre abriendo una puerta a una mujer

      Quienes siguen los principios bíblicos respetan y tratan con dignidad a las mujeres

      Quienes imitan a Cristo dan a la mujer la libertad y el respeto que Dios se había propuesto para ella cuando la creó (Génesis 1:27, 28). Los esposos cristianos no promueven actitudes machistas. Más bien, se guían por principios bíblicos que hacen más felices a sus esposas (Efesios 5:28, 29).

      Cuando Yelena empezó a estudiar la Biblia, sufría en silencio el trato duro e insensible de su esposo. Él se había criado en un entorno violento, donde eran comunes el rapto de la novia y el maltrato físico de la mujer. “La Biblia me dio fuerzas —explica ella⁠—. Aprendí que había un Dios que me amaba de verdad, me valoraba y se preocupaba por mí. Me di cuenta de que mi esposo podía cambiar si él también estudiaba la Biblia.” Este sueño suyo por fin se hizo realidad cuando, con el tiempo, su esposo se bautizó y se convirtió en testigo de Jehová. “Pasó a ser un ejemplo de autodominio —dice Yelena⁠—. Y ambos aprendimos a perdonar.” Ella reconoce lo siguiente: “Los principios bíblicos han contribuido a que me sienta más querida y protegida en mi matrimonio” (Colosenses 3:13, 18, 19).

      El caso de Yelena no es una excepción. Hay millones de cristianas como ella que son felices porque, junto con sus esposos, se esfuerzan por aplicar los principios bíblicos en su relación de pareja. Además, reciben consuelo y se sienten respetadas y libres entre sus hermanos en la fe (Juan 13:34, 35).

      Todos los cristianos —tanto hombres como mujeres⁠— reconocen que son imperfectos y pecadores y que son parte de la creación “sometida al fracaso”. Sin embargo, están convencidos de que, acercándose a su amoroso Dios y Padre, Jehová, serán liberados “de la esclavitud de la corrupción” y disfrutarán de “la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. ¡Qué maravillosa perspectiva para los hombres y mujeres que están bajo el cariñoso cuidado de Dios! (Romanos 8:20, 21, La Biblia de Nuestro Pueblo.)

      ¿Prohibió el apóstol Pablo que hablaran las mujeres?

      El apóstol Pablo recomendó que “las mujeres guard[aran] silencio en las congregaciones” (1 Corintios 14:34). ¿Qué quiso decir? ¿Consideraba él que no tenían la inteligencia necesaria para enseñar? No pudo ser eso, pues a menudo alabó su labor de evangelización (2 Timoteo 1:5; Tito 2:3-5). En una de sus cartas a los corintios, Pablo aconsejó —no solo a las mujeres, sino también a quienes tenían el don de lenguas y de profetizar⁠— que guardaran silencio cuando otro cristiano estuviera hablando (1 Corintios 14:26-30, 33).a Puede que algunas cristianas, entusiasmadas con lo que estaban aprendiendo, interrumpieran al orador para hacer preguntas, como se acostumbraba hacer en esa parte del mundo. Por eso, a fin de mantener el orden, Pablo las animó a “interrog[ar] a sus propios esposos en casa” (1 Corintios 14:35).

      a Hallará más información sobre el papel de la mujer en la congregación en el artículo “¿Tienen ministras religiosas los testigos de Jehová?”, en la página 23.

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