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    La Atalaya 2004 | 15 de junio
    • Preguntas de los lectores

      ¿Aceptan los testigos de Jehová fracciones menores de la sangre?

      La siguiente respuesta es una reimpresión de lo publicado en el número del 15 de junio de 2000.

      La respuesta fundamental es que los testigos de Jehová no aceptamos sangre. Creemos firmemente que la ley de Dios sobre la sangre no está sujeta a reformas para adecuarla a opiniones cambiantes. No obstante, surgen cuestiones nuevas porque ahora la sangre puede procesarse y es posible extraer cuatro componentes principales y fracciones de estos componentes. A la hora de decidir si los acepta, el cristiano no debe pensar únicamente en los posibles beneficios y riesgos médicos. Debe interesarle saber lo que dice la Biblia y el posible efecto en su relación con el Dios todopoderoso.

      Las cuestiones fundamentales son bastante sencillas. Para comprender por qué, analicemos algunos fundamentos bíblicos, históricos y médicos.

      Jehová Dios dijo a Noé, nuestro antepasado común, que la sangre debía considerarse algo especial (Génesis 9:3, 4). Las leyes que Dios dio posteriormente a Israel reflejaron la santidad de la sangre: “En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente forastero [...] que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre”. Los israelitas que rechazaran la ley de Dios podían contaminar a los demás, por lo que Él añadió: “Verdaderamente la cortaré de entre su pueblo” (Levítico 17:10). Tiempo después, en una reunión celebrada en Jerusalén, los apóstoles y ancianos decretaron que debemos ‘abstenernos de sangre’. Hacerlo es igual de esencial que abstenerse de la inmoralidad sexual y la idolatría (Hechos 15:28, 29).

      ¿Qué significaba ‘abstenerse’ en aquel entonces? Los cristianos no consumían sangre, ni fresca ni coagulada; tampoco comían carne de un animal no desangrado. También estarían excluidos los alimentos que contenían sangre, como la morcilla. Ingerir sangre de alguna de estas maneras violaría la ley de Dios (1 Samuel 14:32, 33).

      A la mayoría de las personas de tiempos antiguos no les perturbaba consumir sangre, como sabemos por los escritos de Tertuliano (siglos segundo y tercero de nuestra era). En respuesta a las falsas acusaciones de que los cristianos ingerían sangre, Tertuliano mencionó que algunas tribus sellaban alianzas bebiéndola. También hizo esta observación: “[Hay] aquellos que, para curarse de la enfermedad comicial [la epilepsia], beben con avidez en los espectáculos del circo la sangre fresca que mana de las gargantas degolladas”.

      Los cristianos consideraban incorrectas aquellas costumbres (aunque algunos romanos las adoptaran por razones de salud). “Ni siquiera la sangre de los animales tomamos en los convites”, escribió Tertuliano. Los romanos ponían a prueba la integridad de los cristianos verdaderos con alimentos que contenían sangre. Tertuliano añadió: “¿Cómo hay que entender, pues, que creáis que ansían sangre humana los [cristianos,] que confesáis aborrecen sangre de bestia?”.

      En nuestros días, pocas personas pensarán que han de tener en cuenta las leyes del Dios todopoderoso si el médico les recomienda administrarse sangre. Obviamente, los testigos de Jehová deseamos vivir, pero nos hemos comprometido a obedecer la ley de Jehová sobre la sangre. ¿Qué implica eso en vista de los procedimientos médicos actuales?

      Cuando se generalizaron las transfusiones de sangre completa, después de la II Guerra Mundial, los testigos de Jehová comprendimos que estaban en contra de la ley de Dios, y así lo seguimos creyendo. No obstante, la medicina ha ido cambiando con el tiempo. En la actualidad, la mayoría de las transfusiones no son de sangre completa, sino de uno de sus componentes principales: 1) glóbulos rojos, 2) glóbulos blancos, 3) plaquetas o 4) plasma (suero sanguíneo), la parte líquida. Dependiendo del estado del paciente, los médicos podrían prescribirle glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas o plasma. Las transfusiones de los componentes principales permiten que una sola unidad de sangre sirva para varios pacientes. Los testigos de Jehová sostenemos que aceptar tanto sangre completa como alguno de estos cuatro componentes básicos violan la ley de Dios. Es significativo que mantener esta postura basada en la Biblia nos ha protegido de muchos peligros, entre ellos enfermedades como la hepatitis y el sida, que se pueden contraer por medio de la sangre.

      Ahora bien, dado que es posible asimismo obtener fracciones de los componentes sanguíneos principales, surgen algunas preguntas sobre tales fracciones. ¿Cómo se usan, y qué debemos analizar los cristianos cuando hayamos de tomar una decisión al respecto?

      La sangre es compleja. Hasta el plasma, constituido por agua en un 90%, transporta una gran cantidad de hormonas, sales inorgánicas, enzimas y nutrientes, incluidos minerales y azúcar. También transporta proteínas, como la albúmina, factores de coagulación y anticuerpos para combatir las enfermedades. Los expertos aíslan y usan muchas de las proteínas del plasma. Por ejemplo, a los hemofílicos, que sangran con facilidad, se les suministra el factor de coagulación VIII. Y a las personas expuestas a determinadas enfermedades, puede que los médicos les receten inyecciones de gammaglobulina extraída del plasma sanguíneo de personas ya inmunizadas. Hay otras proteínas del plasma a las que se dan usos médicos, pero las que se han mencionado sirven para ilustrar cómo un componente sanguíneo principal (el plasma) puede procesarse para obtener fracciones.a

      Igual que pueden extraerse diversas fracciones del plasma, es posible procesar los demás componentes principales de la sangre (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas) a fin de aislar las partes más pequeñas. Por ejemplo, de los glóbulos blancos pueden obtenerse los interferones y las interleuquinas, que se emplean en el tratamiento de algunas infecciones virales y de algunos tipos de cáncer. Las plaquetas se procesan con el fin de extraer un factor para la cicatrización de las heridas. Y se avecina la aparición de otros medicamentos elaborados (al menos inicialmente) con fracciones de los componentes de la sangre. Esos tratamientos no implican transfusiones de componentes sanguíneos principales; por lo general conllevan el uso de partes o fracciones de ellos. ¿Podríamos aceptar los cristianos estas fracciones como tratamiento médico? No podemos dar una respuesta. La Biblia no da detalles, por lo que los cristianos debemos tomar ante Dios nuestra propia decisión en conformidad con nuestra conciencia.

      Algunos rechazarán todo derivado sanguíneo (incluso las fracciones cuyo propósito es proporcionar inmunidad pasiva temporal al paciente). Así es como entienden el mandato de Dios de ‘abstenerse de sangre’. Razonan que la ley dada a Israel exigía que la sangre que salía de una criatura se ‘derramara sobre el suelo’ (Deuteronomio 12:22-24). ¿Por qué es pertinente este punto? Pues bien, para preparar la gammaglobulina, los factores de coagulación elaborados a partir de la sangre, etc., hay que recoger y procesar la sangre. Por tanto, algunos cristianos rechazan esos productos, igual que rechazan las transfusiones de sangre completa o de sus cuatro componentes principales. Debe respetarse su postura sincera y acorde con su conciencia.

      Otros cristianos toman una decisión distinta. También rechazan las transfusiones de sangre completa, glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas o plasma, pero permiten que los médicos los traten con una fracción extraída de los componentes principales. Aun en este caso puede haber diferencias. Quizá un cristiano acepte una inyección de gammaglobulina, pero no necesariamente dé su conformidad a una inyección que contenga un elemento extraído de los glóbulos rojos o los blancos. Ahora bien, ¿qué motivaría, en líneas generales, a un cristiano a aceptar fracciones de sangre?

      La sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 1 de junio de 1990 indicó que algunas proteínas del plasma (fracciones sanguíneas) de las mujeres embarazadas pasan de su sangre al sistema sanguíneo independiente del feto. Así, este obtiene las inmunoglobulinas de su madre, gracias a lo cual adquiere una valiosa inmunidad. En un proceso aparte, cuando los glóbulos rojos del feto alcanzan el final de su vida normal, se procesa la fracción de estos que transporta el oxígeno. Parte se convierte en bilirrubina, la cual cruza la placenta y se transfiere a la madre, que la elimina junto con sus productos de desecho. Algunos cristianos tal vez lleguen a la conclusión de que como algunas fracciones sanguíneas pasan de una persona a otra en este medio natural, ellos pueden aceptar una fracción de sangre obtenida a partir del plasma sanguíneo o de los glóbulos.

      ¿Significa el que puedan diferir las opiniones y las decisiones tomadas en conciencia que se trata de un asunto intrascendente? No. Es una cuestión seria. Pero hay un hecho básico. Todo lo antedicho indica que los testigos de Jehová rechazan las transfusiones tanto de sangre completa como de sus componentes primarios. La Biblia ordena a los cristianos que ‘se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de fornicación’ (Hechos 15:29). En cambio, cuando se trata de fracciones de los componentes principales, cada cristiano, tras meditar profundamente y con oración, debe tomar su propia decisión en conformidad con su conciencia.

      Muchas personas están dispuestas a aceptar cualquier tratamiento que parezca ofrecerles beneficios inmediatos, aun cuando presente riesgos conocidos para la salud, como es el caso de los productos sanguíneos. Los cristianos sinceros procuramos tener una visión más amplia y equilibrada, en la que entran en juego otros aspectos aparte de los físicos. Los testigos de Jehová agradecemos los esfuerzos por suministrar una asistencia médica de calidad y sopesamos los beneficios y los riesgos de todo tratamiento. Pero cuando este supone la administración de productos derivados de la sangre, tenemos muy presente lo que dice Dios y nuestra relación personal con el Dador de la Vida (Salmo 36:9).

      Qué bendición es para los cristianos tener la confianza del salmista que escribió: “Jehová Dios es sol y escudo; favor y gloria son lo que él da. Jehová mismo no retendrá nada que sea bueno de los que andan exentos de falta. Oh Jehová [...], feliz es el hombre que está confiando en ti” (Salmo 84:11, 12).

      [Nota]

      a Véase la sección “Preguntas de los lectores” de los números de La Atalaya del 1 de noviembre de 1978 y del 1 de octubre de 1994. Las compañías farmacéuticas han elaborado productos sintéticos que no se obtienen de la sangre y que pueden prescribirse en vez de algunas fracciones sanguíneas usadas en el pasado.

      [Ilustración y recuadro de la página 31]

      PREGUNTAS QUE SE ACONSEJA PLANTEAR A LOS MÉDICOS

      Si le van a operar o a administrar un tratamiento que pudiera incluir el uso de un producto sanguíneo, pregunte:

      ¿Sabe todo el personal médico implicado que soy testigo de Jehová y que he dado instrucciones de que, bajo ningún concepto, se me administren transfusiones de sangre (sangre entera, glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas ni plasma sanguíneo)?

      Si es posible que el medicamento que se le va a recetar esté elaborado a partir de plasma sanguíneo, glóbulos rojos o blancos, o plaquetas, pregunte:

      ¿Se ha elaborado el medicamento con uno de los cuatro componentes principales de la sangre? En caso afirmativo, ¿podría explicar su composición?

      ¿Qué cantidad se administraría de este medicamento obtenido a partir de la sangre, y de qué modo?

      Si mi conciencia me permite aceptar esta fracción, ¿qué riesgos médicos hay?

      Si mi conciencia me motiva a rechazar esta fracción, ¿qué otro tratamiento puede administrárseme?

      Una vez que haya analizado más profundamente este asunto, ¿cuándo puedo informarle de mi decisión?

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 2000 | 15 de octubre
    • Preguntas de los lectores

      En vista de los mandatos bíblicos sobre el uso debido de la sangre, ¿qué opinan los testigos de Jehová de los procedimientos médicos que utilizan la propia sangre de la persona?

      Todo cristiano debe considerar seriamente lo que la Biblia dice y no decidir solo en función de preferencias personales o de alguna recomendación médica. Es un asunto entre él y Jehová.

      Jehová, a quien le debemos la vida, decretó que la sangre no debía consumirse (Génesis 9:3, 4). En la Ley que dio al antiguo Israel, limitó el uso de la sangre por representar esta la vida, y dispuso: “El alma [o vida] de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas”. ¿Qué debía hacerse con el animal que se mataba para comer? Dios dijo: “En tal caso tiene que derramar la sangre de est[e] y cubrirla con polvo”a (Levítico 17:11, 13). Este mandamiento se repitió en varias ocasiones (Deuteronomio 12:16, 24; 15:23). La obra judía The Soncino Chumash dice: “La sangre no debe guardarse, sino derramarse en el suelo para que no pueda consumirse”. Ningún israelita debía apropiarse de la sangre de otra criatura ni almacenarla ni usarla, pues la vida de esta pertenecía a Dios.

      La obligación de guardar la Ley mosaica terminó cuando murió el Mesías. Sin embargo, Dios sigue considerando sagrada la sangre. Impulsados por el espíritu santo de Dios, los apóstoles mandaron a los cristianos que se ‘abstuvieran de sangre’. Ese mandato no debía tomarse a la ligera. En sentido moral, era tan importante como abstenerse de la fornicación o de la idolatría (Hechos 15:28, 29; 21:25). Cuando en el siglo XX se popularizaron las donaciones y las transfusiones de sangre, los testigos de Jehová entendieron que esa práctica contravenía la Palabra de Dios.b

      A veces, el médico recomienda al paciente la extracción de parte de su sangre semanas antes de la operación (donación autóloga preoperatoria) para que, en caso necesario, pueda transfundirle su propia sangre almacenada. Sin embargo, extraer, almacenar y transfundir la sangre contraviene directamente lo que se dice en Levítico y Deuteronomio. La sangre no debe almacenarse; debe derramarse, devolverse a Dios, por así decirlo. Es cierto que la Ley mosaica no está en vigor hoy. No obstante, los testigos de Jehová respetamos los principios divinos que contiene y estamos resueltos a ‘abstenernos de sangre’. Por lo tanto, ni donamos sangre ni la almacenamos para transfundirnos posteriormente una sangre que debía haberse ‘derramado’. Esta práctica está en conflicto con la ley de Dios.

      Otros procedimientos o análisis en los que se utiliza la sangre de la persona no vulneran de manera tan clara los principios divinos. Por ejemplo, muchos cristianos permiten que se les practiquen análisis de sangre, pues luego esta se desecha. En otras ocasiones, los médicos recomiendan procedimientos más complejos que implican el uso de la sangre de la persona.

      Por ejemplo, en algunas intervenciones quirúrgicas se utiliza la hemodilución. En este proceso se desvía fuera del cuerpo parte de la sangre y se diluye la que queda. Luego se introduce de nuevo en el paciente la sangre que se encuentra en el circuito extracorpóreo, elevando así el recuento sanguíneo a un nivel próximo al normal. De igual modo, a veces se recupera la sangre que mana hacia el interior de una herida, se filtra y se restituyen los glóbulos rojos al paciente (recuperación de células). En otros casos se dirige la sangre a una máquina que realiza temporalmente la función de un determinado órgano (por ejemplo el corazón, los pulmones o los riñones). Luego se restituye al paciente la sangre que está en la máquina. Existen otros procedimientos en los que se desvía la sangre a un separador (centrifugador) para eliminar los componentes nocivos o defectuosos. O el objetivo también pudiera ser aislar cierta cantidad de un componente sanguíneo para aplicarla a otra parte del cuerpo. Asimismo se realizan pruebas en las que se retira cierta cantidad de sangre para mezclarla con un medicamento y luego retornarla al paciente.

      Los detalles pueden variar, y no cabe duda de que se idearán otros procedimientos, tratamientos y pruebas. No nos toca a nosotros analizar cada uno de estos y decidir al respecto. El cristiano debe determinar por sí mismo qué se hará con su sangre durante una intervención quirúrgica, prueba médica o terapia. Debe preguntar al doctor o al analista con suficiente antelación qué se va a hacer con su sangre durante el procedimiento. Luego debe decidir según su propia conciencia (véase el recuadro).

      Los cristianos deben tener presentes su dedicación a Dios y su obligación de ‘amarle con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas y con toda su mente’ (Lucas 10:27). A diferencia de la mayor parte del mundo, los testigos de Jehová tienen en muy alta estima su buena relación con Dios. El Dador de la vida nos exhorta a confiar en la sangre derramada de Jesús. Leemos en Su Palabra: “Por medio de él [Jesucristo] tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ese, sí, el perdón de nuestras ofensas” (Efesios 1:7).

      [Notas]

      a El teólogo Frank H. Gorman escribe: “Derramar la sangre se interpretaba como un acto de reverencia que mostraba respeto a la vida del animal y, por tanto, respeto a Dios, quien había creado esa vida y seguía cuidándola”.

      b La Atalaya del 1 de noviembre de 1951 dio respuesta a algunas preguntas importantes sobre este tema y mostró por qué eran improcedentes las transfusiones de sangre donada.

      [Ilustraciones y recuadro de la página 31]

      PREGUNTAS QUE PODEMOS PLANTEARNOS

      ¿Me permitiría la conciencia considerar aún parte de mí —de modo que no fuera necesario ‘derramarla en el suelo’— la sangre que se desviara fuera de mi cuerpo y cuyo flujo quizá se interrumpiera durante un tiempo?

      ¿Me molestaría mi conciencia educada por la Biblia si para un diagnóstico o una terapia se me extrajera sangre con objeto de modificarla e introducirla de nuevo en mi cuerpo o aplicarla sobre él?

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